Han pasado trece años desde la caída del clan Eiko y la muerte de su daimyo Yamamoto Yoshio.
Con el apoyo del emperador, Hideki Niimura y sus discípulos se apoderaron del país entero con un poderoso ejército. Cómo Hideki prometió, todos aquellos que se negaron a servirle fueron ejecutados. Otros clanes y grupos criminales decidieron unirse a su fuerza. El pueblo de Eiko fue devastado junto con el clan, y solo unos pocos escaparon.
La libertad por la que habían luchado desapareció. Los pueblos fueron obligados a hacer trabajos forzosos. Unos eran herreros y trabajaban todo el día fabricando armas. Otros hacían armaduras para los soldados y caballos. Otros pescaban y criaban animales para alimentar las tropas, y eran pagados con arroz. Los jóvenes que sobraban en las familias eran llevados a edad temprana a las academias para volverse soldados. Las mujeres hacían labores en las bases. Otras fueron usadas para satisfacer las necesidades de los soldados. Si un grupo de trabajadores no era capaz de cubrir la cuota de las unidades, eran enviados a trabajar a las granjas. Había gente trabajando en granjas de varios kilómetros para llevar el dinero a sus familias. Estaban obligados a trabajar hasta el final de sus días.
Solo la capital, hogar del emperador, era el único lugar con mejores condiciones. Las personas más ricas vivían en plenitud bajo la protección del imperio. Su autoridad era casi divina y era secundada por las fuerzas de Niimura. Su dinastía eran los Shiroi. Una familia de conejos blancos, conformada por el emperador, su esposa y sus descendientes; dos varones y tres mujeres. El imperio se encargaba de las relaciones extranjeras; y se preparaban para recibir a los extranjeros que ofrecían su apoyo a cambio de una parte de las tierras.
Antes de la destrucción de Eiko. Yamamoto Katana, única descendiente de Yoshio, recibió la espada de su padre como herencia poco después de su muerte, y junto a otros niños del pueblo fueron llevados lejos por una parte del clan. Se dispersaron y los niños permanecieron ocultos de la armada durante años. Actualmente; los últimos miembros del clan entrenaron a los niños en secreto esperando a estar listos para servir a su futura líder. Con la esperanza de liberar al país y recuperar su libertad.
En las islas del norte se encontraba Wakin. Un pueblo en el valle de la costa oeste. Al norte del pueblo se encontraban las montañas y al sur era campo abierto. El lago tenía un río que llevaba hasta el mar. Había un puente de madera el cuál era la única entrada y salida del pueblo. Tenía una gran puerta roja, la cual solo era cruzada por tropas cuando eran enviadas desde su base a buscar los suministros.
En el lago se encontraba el muelle que tenía un gran puerto con una bodega y amurallado con madera de bambú.
Era de mañana. Y en un barco en medio del lago se encontraban los pescadores. Durante el año, trabajaban duro por los peces que salen en la temporada. Uno de ellos era un joven siamés de 17 años llamado Yūhi Kenji; quien pescaba en el estribor del barco junto a Hiroshi. Un gris rayado adulto de ojos verdes. Ambos usaban kimono y yukata gris. Y usaban vendaje en la cabeza para el sudor. Atrapaban a los peces con una esfera de madera flotante atada a una soga, que lanzaban con precisión. Los peces entraban a la esfera y quedaban atrapados.
Kenji esperaba que el viento le sirviera a favor para atrapar a un banco de peces.
– ¡Apresúrate con el pez Yūhi! -dijo Hisoka; el capitán del barco. El cuál era un gato blanco adulto. Kenji esperaba a que el pez apareciera. Observó a lo lejos y lanzó la esfera con todas sus fuerzas. El pez picó donde Kenji pensó que caería, lo cuál lo alegró pese a lo exhausto. Rápidamente comenzó a tirar y subió la trampa de madera.
– ¡Muy bien! –exclamó el capitán – ¡Subanlos y vuelvan a lanzar! ¡Los demás apúrense a meter los peces a las canastas! ¡Hoy es el día de la colecta y todavía tenemos que llenar las otras cuatro!
Mientras tanto en el puerto; El viejo Iku observaba a Katana entrenando con su compañera Aneko en la sala trasera de la planta baja. Era más delgado y con el pelo largo. Usaba un kimono gris con marcas blancas y un bastón.
– ¡Otra vez! –exclamó Iku.
Katana ya era una adolescente de 17 años. Se concentraba en su entrenamiento con Yūhi Aneko. Aneko era una siamés de 18 años, hermana de Kenji. Era un poco más alta, con ojos azules. Usaban un kimono verde pálido y yukata naranja. Aneko se posa frente a ella con una espada de madera en alto, sostenida con ambas manos. Katana coloca la suya de su lado derecho y Aneko ataca desde arriba. Katana bloquea y hace un ataque rápido. Aneko esquiva; intenta penetrar la defensa de Katana. Continúa bloqueando los ataques de Katana. Retrocede y regresa a su posición de pelea. Aneko ataca una vez más desde arriba. Katana bloquea, llevando ambas espadas hacia abajo.
Aneko hace dos ataques laterales. Katana bloquea el primero, pero el segundo casi le da; lo que la inquieta, e intenta derribar a Aneko con un ataque vertical; de abajo a arriba. Iku se percata. Aneko retrocede y Katana se balancea rápido a ella con otro ataque. Aneko se sorprende; intenta bloquear y cae por el impacto del choque. Katana apunta a Aneko con su espada de madera, marcando su victoria. Mientras ambas recuperan el aliento.
–Suficiente –dijo Iku. Katana levanta a Aneko.
–Fuiste muy dura. ¡El ruido pudo llamar la atención de alguien Katana! –dijo Aneko.
–El enemigo no tendrá compasión con nosotros –respondió Katana –No te quejes.
–Ella tiene razón –dijo Iku.
– ¿Uh? –se pregunta Aneko.
–El enemigo aprovechará cualquier oportunidad para derrotarnos. Sin embargo… –dijo Iku dirigiéndose a Katana –No olvides tampoco que ella es tu aliada.
– ¿Uh? –preguntó Katana.
–Ambas han progresado bastante en su entrenamiento –dijo Iku –pero si queremos cumplir nuestra misión que es recuperar nuestra libertad, necesitamos apoyarnos. No me molesta que no te agrade Aneko, o que entrenaras en tu hora de dormir. Debemos estar unidos a la hora de luchar, Katana. Como legado del clan Eiko, deberás dirigir a los guerreros. Dirigir a tu equipo.
Katana se queda en silencio.
–Descansen por ahora –dijo Iku –hoy es día de recolección. Vayan a limpiarse.
-Sí sensei –dijeron ambas jóvenes. Ambas estaban a pocos meses de terminar su entrenamiento. Pero a Katana no le parecía suficiente, pues era diferente al que tenían los soldados en la fortaleza del clan. Además de las tareas que les ponían en el puerto para ayudar a los demás y esconder su entrenamiento de los soldados que vigilaban en el pueblo; por lo que también debía controlar su frustración. Cada una guardaba su espada de madera dentro de un compartimiento en el suelo de sus habitaciones. Katana dejó la suya junto a otra más grande que estaba envuelta en una tela.
Más tarde, Aneko estaba barriendo en la entrada oeste del puerto esperando a que su hermano volviera con los pescadores. Los veía llegar hasta que finalmente pararon en el muelle. Katana y Aneko acompañaron a Iku para ver al capitán. El grupo de siete pescadores cruzaba el muelle cargando dos canastas de peces sobre sus espaldas. Al final, estaba Kenji con su compañero, seguido del capitán Hisoka.
– ¡Hola onēsan! –exclamó Kenji.
– ¡Hola onīsan! ¡Buenos días! –respondió Aneko
–Buenos días Iku-san –dijo Kenji.
–Buenos días Kenji y Hiroshi –respondió Ikū.
–Buen día Iku-san –respondió Hiroshi.
Kenji se paró al ver a Katana.
–Hola Katana –dijo Kenji con cierta timidez.
–Hola Kenji –respondió Katana desinteresada.
– ¡Vamos! –exclamó Hisoka –fueron suficientes saludos por ahora. Lleven la carga adentro.
– ¿Qué tal la pesca de hoy Hisoka? –preguntó Iku.
–Hoy tardamos un poco más –dijo Hisoka mirando a Kenji –pero nada que no pudiéramos resolver. Como siempre, cuando el ejército haya terminado la recolección, repartiremos las otras canastas.
–De verdad agradezco lo que han hecho por nosotros todos estos años –dijo Iku.
–Está bien –respondió Hisoka –cualquier amigo de mi hermana es bienvenido aquí. Ponemos nuestra confianza en ustedes. Es lo que Akira habría querido. Ahora que están cerca de terminar su entrenamiento, esperamos que su plan resulte y nos liberen a todos.
Katana miró al lago con melancolía.
–Katana, Aneko, ayuden a llevar el pescado –dijo Iku –hay que terminar hoy rápido.
Ambas ayudaron a llevar canastas de pescados adentro.
Más tarde, Kenji se encontraba guardando herramientas de pesca en la bodega mientras los demás preparaban los peces sacándoles las vísceras y llenando los barriles. Hiroshi deja las esferas con soga a un lado.
–Oye Kenji –dijo Hiroshi.
– ¿Uh? ¿Qué sucede? –preguntó Kenji.
–Ya sabes qué sucede –dijo Hiroshi – ¿Cuando le declaras a Katana? –preguntó. Kenji se detuvo en ese momento.
–Uh... No lo sé –respondió Kenji apenado –Katana y Aneko siempre están ocupadas con su entrenamiento. Y a Katana, nunca parece interesarle.
–Entonces, después de habérmelo contado ¿Simplemente lo dejarás? –preguntó Hiroshi a Kenji, quien estaba apenado –Kenji. Falta solo un año para que terminen su entrenamiento. Dentro de poco se irán, y probablemente no vuelvan. ¿Acaso tienes miedo? Mira. Si necesitas ayuda, puedo acompañarte a hablar con ella esta noche si lo deseas.
Hiroshi tomó su hombro para darle confianza y Kenji le responde con una sonrisa.
–Te lo agradezco Hiroshi –respondió Kenji.
En ese momento sonó a lo lejos la campana del pueblo. Todos se sorprendieron.
–No puede ser –dijo Hisoka – ¡Todos dense prisa! ¡Lleven las canastas y reúnanse en la campana!
En la sala principal del puerto, Iku se sorprende. Katana, quien se encontraba en su habitación, reacciona. Aneko, quien estaba en el cuarto de a lado también escucha la campana
"Es la campana", "Llegaron antes de lo debido", pensó Aneko.
– ¡Katana! ¡Hay que ir con el sensei! –Exclamó
–Sí –respondió Katana en la habitación de a lado. Se levanta y sale de la habitación. Acompaña a Aneko a la planta baja.
–Aún no debería sonar la campana –dijo Aneko a Katana mientras corrían a la sala principal – ¿Qué sucede?
–No lo sé –respondió Katana –pero no me gusta.
Encontraron a Iku en la sala.
– ¡Sensei! –exclamó Aneko – ¡¿Porqué la campana sonó antes?!
–Debemos ir con los pescadores –respondió Iku –nos están esperando.
Ambas chicas salieron de la casa con Iku y lo llevaron con Hisoka y los demás en la entrada del puerto.
Hisoka llamó a Iku, a quien veía llegar con sus aprendices al lado suyo.
–Debemos irnos –dijo Hisoka –los soldados de Nisshoku ya deben estar haciendo la colecta.
Continúa en la parte 2.
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