El gimnasio olía a sudor viejo. Las paredes, manchadas por el paso del tiempo y salpicadas de antiguos carteles de peleas, eran testigos mudos de innumerables batallas libradas. En el centro del ring, un hombre de mediana edad, con la mirada perdida en el horizonte, golpeaba el saco con una fuerza que contradecía su apariencia cansada. Era Aarón Fernández, un ex campeón mundial que había visto cómo el deporte que amaba se corrompía desde adentro.
Fernández había sido una leyenda en su tiempo. Sus puños habían dejado una huella imborrable en el boxeo, pero la codicia y manipulación por parte de aquellos con poder habían acabado con su carrera y con su fe en el deporte.
Golpeaba al saco con ira, dejando atrás toda la técnica que había aprendido en sus años como boxeador. Estaba furioso.
Punto de vista de Fernández
Cerré mis puños con rabia. "Aún no me creo que todo lo que fue el boxeo esté desapareciendo poco a poco de esta manera. Pero eso ya no es cosa mía, yo ya me he retirado, no tengo nada que ver con ellos. El problema es, ¿qué voy a hacer ahora? Nunca tuve un plan para después de retirarme, estaba tan obsesionado con el deporte y con ser el mejor que no me di cuenta que en algún momento todo eso terminaría. Ahora ya no tengo ningún motivo para vivir. Pero si algo me ha enseñado el boxeo es a luchar y no rendirme. Por ahora, lo mejor será volver a casa a cenar."
En el camino de vuelta a casa, mi atención se dirigió a un grupo de gente gritando animosamente: "¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!" No pude evitar divagar hacia los recuerdos de mi primera pelea. Fue una sensación maravillosa...
"No, ni yo volveré a pelear más, ni el boxeo volverá a ser lo que era. El deporte que una vez me cautivó ya no existe."
Por alguna razón, decidí acercarme al lugar de donde provenían los gritos. Había una marabunta de gente rodeando en círculo, algunos con algo más que sangre corriendo por sus venas.
Pero los ruidos casuales de los borrachos se vieron ahogados por lo que se encontraba más allá. Había dos personas peleando, claramente sin ningún tipo de técnica. Aún así lo disfruté. Peleaban desde lo más primario y violento, sin esquivas ni defensa, ni siquiera las manos arriba, solo un intercambio de golpes sin cesar, con la única intención de dejar inconsciente al otro. Rápidamente, en mi cabeza surgió una idea, pero era una locura. Sería imposible.
Decidí continuar mi camino a casa. De fondo, pude escuchar cómo uno de los dos luchadores caía bruscamente, señalando el final de su pelea.
Una vez llegué a casa y cené, decidí ir a la cama. Había sido un día duro y no me costó nada caer en un sueño profundo.
A la mañana siguiente, como muchas otras veces, me sentí vacío.
"Ya no sé ni cuánto tiempo llevo así, cada vez es más difícil encontrar un motivo para levantarme."
En eso, recibí un mensaje de un viejo amigo:
"Hola, ¿cómo va todo? ¿Llevas bien el retiro? Sé que para alguien tan ambicioso como tú no será fácil."
No estaba de humor para contestar, pero luego de considerarlo un poco, decidí llamarlo. Él tenía algo que necesitaba, y ya no tenía nada que perder.
"¿Mira quién decidió llamarme por fin?"
"Eso no es importante ahora mismo, tengo una idea que podría interesarte."
"No hablamos en tanto tiempo y lo primero con lo que sales son negocios... Estoy escuchando."
"Quizás sea una locura, pero sabes perfectamente que ya no tengo nada, así que si no sale bien, no perderé nada tampoco."
"Sisi, mierda, te encanta mantenerme en suspenso hasta el último momento. No es muy diferente de cómo solías pelear, nada era seguro hasta el último segundo."
"Mi plan es claro. Reunir a los mejores talentos, tanto profesionales como callejeros, y ofrecerles la oportunidad de reinventar el boxeo. Un boxeo salvaje, honesto, donde el talento y la pasión fueran los únicos jueces. Un boxeo que devolviera al deporte su grandeza y su capacidad para inspirar y hervir la sangre a los espectadores."
"Si quieres mi opinión sincera... Se te ha ido la olla, pero sabes que, te voy a ayudar, porque si no, me da que harás alguna tontería y irá a peor. Dime lo que necesitas y yo hago las llamadas."
Haciendo uso del dinero acumulado durante mis años como boxeador y algún que otro contacto, alquilé 7 edificios abandonados, uno en cada una de las Islas Canarias. Con la ayuda de unos pocos amigos leales, los transformé en un complejo de entrenamiento de última generación. Un lugar aislado del mundo, donde un grupo selecto de boxeadores podría entrenar y vivir juntos.
El plan era ambicioso, pero valía la pena intentarlo.
Las invitaciones comenzaron a llegar a los rincones más oscuros del mundo del boxeo. Jóvenes promesas, luchadores callejeros con hambre de gloria, todos fueron convocados a esta nueva era. La promesa era simple: entrenamiento de élite, las mejores instalaciones y la oportunidad de convertirse en leyenda.
A medida que los primeros boxeadores llegaban, los observaba con una mezcla de esperanza y nerviosismo. Eran un grupo heterogéneo, unidos por una misma pasión: el boxeo. Algunos venían de familias de boxeadores, otros de las calles más peligrosas de la ciudad. Pero todos compartían el mismo sueño: alcanzar la cima.
En ese momento, me di cuenta de que había iniciado algo mucho más grande de lo que había imaginado. Había creado una revolución donde el talento y la determinación se fusionarían para dar vida a una nueva generación de campeones. Y yo, un viejo león retirado, estaba listo para guiarlos en esta nueva aventura.
Comments (4)
See all