Siempre me he considerado una mujer muy solitaria, sin amigos; sin nadie en quien confiar mis problemas. Pero vivir así no era tan malo, ya estaba acostumbrada, después de tantos años. Me agradaba tener mi propio espacio, mi propia vida, ser alguien independiente que no necesita de los demás para poder llevar una vida normal.
Se podría decir que mi historia comienza por un deseo, algo que puede llegar a ser incontrolable para ciertas personas. Después de todo es una de las principales necesidades fisiológicas de la pirámide de Maslow, o al menos eso leí en una revista. Ese deseo es: el sexo.
Como ya les dije anteriormente, siempre he sido una persona solitaria, además demasiado moralista por lo tanto era obvio que no era fácil saciar esa necesidad con otra persona. No es que fuera el fin del mundo tampoco, siempre tuve otros métodos para controlar mis deseos de cierta manera. Es en este punto donde llega a ser muy relevante mi área laboral. Es algo que yo quise hacer desde la primera vez que vi por fuera una de esas tiendas, aunque nunca tuve el valor de entrar en una, era demasiado joven y tímida. Sin embargo, al salir de la universidad y haber terminado una carrera que tal vez no tenía mucho futuro en mí, y sobre todo por azares del destino, terminé encontrándome con una de esas tiendas que recién acababa de abrir, y en la entrada se leía un papel que anunciaba “se busca personal femenino”. Al sentir ese repentino impulso y pensar que sobre todo no iba acompañada de nadie, entré sin pensarlo dos veces y les dejé mi solicitud de empleo, que afortunadamente llevaba en mi mochila. Así fue como conseguí ese trabajo, en una Sex Shop.
El primer medio año trabajando ahí transcurrió muy bien, aprendí mucho y compré muchas cosas también. Ya no estaba limitada por la moral y los valores que la sociedad me había tratado de enseñar, ahí yo era mi propio guía. Además nunca tuve malentendidos ni percances extraños con los clientes, como muchas personas suelen imaginarse, supongo que mi aura de soledad y extrañeza los asustaba, aun así yo siempre les brindaba una atención excelente y sobre todo discreta para aquellas personas apenadas por sus gustos y aficiones. Me sentía tan bien, pero aun así había algo que me faltaba.
Después de haber probado bastantes productos de la tienda, ya nada me satisfacía en gran medida. Mi hambre y deseo se volvía cada vez más grande y mi aburrimiento también. Por algunas largas semanas dejé de jugar conmigo misma, ya nada era lo mismo, no se sentía esa novedad de hace algunos meses con la que había comenzado esta aventura, no me sentía igual que al principio. No sabía qué me faltaba. Comencé a pensar otra vez y seriamente en las páginas de citas en línea, me parecía absurdo al principio, más que nada, arriesgado. Pero aun así empecé de nuevo a registrarme en mis tiempos libres en el trabajo, cuando no había clientes. Aunque en cierto momento me aburrí, la idea no me entraba en la cabeza, no podía concebir la idea de que si no me era fácil convivir con hombres que por lo menos son conocidos, menos iba a poder tratar a hombres completamente extraños. Esto no podía ser, era una medida realmente desesperada, para personas de más edad que yo, personas que no tienen otra alternativa, debía tener todavía esperanzas en mí misma y no apresurarme a conocer gente extraña y desconocida. Con este pensamiento abrumador en mi cabeza, preferí levantarme de la silla e ir a limpiar un poco los aparadores de la tienda, comencé con algunas repisas y terminé limpiando los maniquíes que estaban en los aparadores del frente. Me detuve a contemplar aquel con figura masculina, tratando de imaginar qué es lo que me faltaba para tener a alguien real, alguien que estuviera conmigo a mi lado, para dejar de sentirme tan sola. Sin pensarlo, recargué un poco mi cabeza sobre el pecho del maniquí, sentí que ya no tenía esperanzas, en ese momento las perdí por completo. Decidí que buscaría efusivamente en las páginas de citas, me sentí derrotada, debía resignarme, tal vez este era el destino que me deparaba. En ese momento, entró mi jefe a la tienda, yo tenía mis ojos cerrados, por lo que no había podido verlo entrar. Sentí una leve presencia frente a mí. Me preguntó sobre lo que estaba haciendo. Fue tan repentino que di un salto. Se rio a carcajadas y me dijo en broma que, no fuera a ser que me estuviera enamorando del maniquí y qué por qué estaba dormitando en el trabajo. A lo cual me disculpé, diciéndole que anoche no había dormido bien, me disculpé y reí forzadamente. Le dije que volvería al trabajo. Mi jefe se rio de nuevo y fue a encerrarse a la bodega como siempre, llevando en sus manos algunas bolsas con cervezas. Después de todo esto, me tranquilicé y regresé a sentarme frente a la computadora, decidida a encontrar a un hombre en internet. Mas de repente recibí una notificación de un correo de nuestro proveedor y sentí que el deber me llamaba, pensé que las citas en línea podían esperar un poco mientras revisaba el mensaje. Quería saber qué nueva mercancía les había llegado para hacer la orden de inmediato, me encantaba escoger los productos que venderíamos próximamente, además no sólo los escogía conforme a los gustos de nuestros clientes, sino también escogía los que me gustaban a mí para después disfrutarlos en la soledad de mi casa. Siendo así que abrí el correo con un destello de felicidad, que se convirtió en asombro al observar qué era lo más nuevo que nos ofrecía el proveedor. En una breve explicación, nos hablaba de que iba a introducir un nuevo tipo de juguete para adultos, hecho en Alemania, que aún no había muchos modelos pero que si llegaba a tener bastante demanda, se podrían producir más y que nos daba un mes para promocionarlo y checar si se vendía bien o no. No lo pensé más y pedí varios modelos, sobre todo para hombres pero en especial uno para mí, un modelo masculino: un muñeco sexual de tamaño real.
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