El sonido de las espadas al chocar mientras practicaban se mesclaba con el suave sonido que provocaba el agua del río Nilo al pasar en donde ella se encontraba. Sentada sobre el pequeño borde blanco que separaba el campo de entrenamiento con el tranquilo río, puso sus pies en remojo mientras sentía como el bochornoso calor del sol golpeaba su blanca y lechosa piel. Dándoles la espalda a las demás Doncellas que se encontraban practicando, la joven y rebelde muchacha de largo cabello negro y ojos azules vio el enorme desierto junto a las gigantescas pirámides que se encontraban a la distancia y sonrió. A veces, muy en el fondo, se preguntaba a sí misma cómo sería la vida fuera del campo de entrenamiento y también fuera del campo de batalla. ¿Sería divertida? ¿Sería aburrida? O solo sería otra cosa que ella misma aun no terminaba de comprender. La vida que llevaba le parecía aburrida y bastante molesta, estaba cansada de ella. Mientras que muchos jóvenes egipcios querían estar en el ejército y soñaban con la idea de vivir grandes aventuras, ella prefería la idea de una vida más pacífica, al lado de un hombre a quien ella pudiera amar y al lado de una familia a la que criar. Lejos de los campos de batalla, lejos de los venenos y las conspiraciones palaciegas. Muy, muy lejos de la presencia de la muerte que cuya presencia era constante en su día a día y que la acechaba a toda hora, incluso ahí mismo, en ese tranquilo momento que fue interrumpido cuando su superior exclamó:
- ¡Baskmeth!- al no recibir respuesta, volvió a gritar- ¡Baskmeth! ¡¿Es qué no me oyes?!
- Ya te he dicho, mil veces, que mi nombre es Agath- le contestó aquella joven Doncella del Nilo, dándose la vuelta y mirando con enojo a su Matrona, la superior del grupo de elite conocido como las Doncellas del Nilo.
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