La oscura sala que rodeaba el enorme trono compuesto de hielo era la descripción perfecta de su vida y de su reinado. Sentado en aquel trono de color azul con varias estalagmitas talladas en la parte superior de este, el Rey apoyaba su cabeza sobre su puño cerrado que tocaba su mentón que estaba cubierto por una espesa y recortada barba blanca. Su larga cabellera blanca cubría su rostro y sus ojos azules se encontraban cerrados mientras se regodeaba en una serie de trágicos pensamientos que lo atormentaban a cada minuto. Antaño él fue un gran guerrero que poseía un vasto imperio, tan vasto como lo eran las heladas llanuras de la que estaba compuesta su tierra en ese momento. Hubo un tiempo en el que su reino era el más esplendoroso de todo el mundo, hubo un tiempo en donde él era un hombre muy apuesto y señor de uno de los imperios más poderosos que pudo haber existido. Pero ese tiempo terminó cuando ocurrió aquel conflicto… La Gran Guerra en donde tuvo que pelear contra las fuerzas de un demonio que se autoproclamaba como el Rey Oscuro.
Fue durante ese conflicto que él perdió sus tierras y que las grandes batallas le costaron la belleza de su floreciente nación. Lo que una vez fue tierra fértil, ahora era un paramo helado y sin vida. Lo que alguna vez fue un reino soleado, ahora era una negrura sin final y lo que alguna vez fue un hermoso reino de fantasía, ahora eran enormes montes helados que cubrían las ruinas de esa civilización y lo que alguna vez fue un rey de bello aspecto y envidiable fortaleza, era ahora un anciano acabado que solo conservaba su musculatura de antaño más no su gloria ni su poder. Ahora era un hombre acabado que esperaba a que la muerte viniese a buscarlo, pero la muerte nunca llegaba y comenzaba a preguntarse si ella también se había olvidado de él.
Sentado en su trono, pensativo, viendo la oscuridad que lo rodeaba donde la única luz que tenía era la que salía de un enorme agujero en su techo que iluminaba su trono. Aquel Rey del Hielo se preguntó si debía ser él quien acabase con su vida de una vez por todas y no fue sino hasta que lo oyó que supo que quizás tuviese una mísera oportunidad. ¿De ganar y volver a tener la gloria de su vida pasada? No, ni de broma podría conseguir aquello otra vez, sino de morir a manos de su mayor enemigo en el mundo: Ningen, el fantasma del hielo y el responsable de que su mundo pereciera.
Tomando su espada, aquel valiente Rey se dirigió a donde se encontraba ese maldito fantasma para acabar con su soledad de una vez por todas.
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