— ¡Hey! ¡Hey, despierta!
Agh... Aaagh. Mi cabeza ardía. Por reflejo quise tocarme la frente, pero algo lo impedía ¿Qué era lo que tenía sobre ella? Lo apreté, haciéndole un agujero que liberó una pestilencia directamente sobre mi cara. Ugh, olía horrible.
— ¡Despierta de una vez Aron! ¿O me vas a tener todo el día esperando aquí?
Mis manos corrieron con desgano una bolsa negra y hedionda que no me dejaba ver qué estaba pasando o dónde estaba. Uf, la luz me dejó ciego al instante. Un par de botellas se rompieron cuando la bolsa cayó al suelo.
— ¡Aron, párate de una vez! Sé que estás despierto. ¡Hasta el gato de la esquina escuchó cómo moviste la basura!
“¿Basura?”. No otra vez… Aunque no era la primera vez que pasaba, era imposible no hacer una mueca de asco. El olor era tan fuerte que casi podía saborear los pañales usados.
— Aron, última oportunidad, lo digo en serio.
La basura, aunque era un problema recurrente, no se comparaba con esa voz que retumbaba en mi cabeza.
Cerré los ojos nuevamente, tratando de concentrar toda mi voluntad y expulsarla de mi mente. Porque era mi imaginación ¿Verdad?
— Na, na, na, na. No escucho nada—. Ladeé mi cabeza de un lado a otro, disimulando.
— ¿Qué crees que estás haciendo?
Silbé, pero entonces algo hizo clic en el inusual traje que llevaba. Acababa de desatar al demonio.
— ¡¿Vas a seguir con eso?! ¿Es que no fue suficiente todo lo de ayer? ¡Agh, claro que no! ¡No, no y no! ¡Tú sabes que esto es tú culpa, tú te metiste en esto! ¡Yo estaba tranquila, sin problema alguno, hasta que tú decidiste abrir la caja! Oh, ¿Y ahora quién se queja?
Era imposible. No lograba ignorarla. Aunque me distrajera, aunque intentara no pensar en ella, siempre, SIEMPRE estaba ahí. Lo único que evitaba que empezara a golpearme la frente con una muralla era que sabía que no serviría. Mi párpado izquierdo comenzó a tiritar mientras la vocecilla seguía hablando, y hablando, y hablando…
— ¡CÁLLATE! ¡Cállate de una vez! — Respondí amablemente.
El impacto fue devastador. Una velocidad imparable, la furia de mil dioses, el estruendo de un terremoto grado diez. La peor cachetada de mi vida; mi cabeza giró como un carrusel, mis ojos no comprendían que pasaba; Mi cara se transformó en el molde de mi mano derecha, roja como un tomate — aunque si fuera un tomate solo quedaría salsa a estas alturas.
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[BIZC-8 continuará la próxima semana]
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Idea y escritura - Gabriel Araya Ortega.
Dibujo - Vicente Zúñiga Gajardo.
Pintura - Pia Moya González.
Edición - Gabriel Araya Ortega / Raúl Trincado Gajardo / Carolina Cáceres Pradenas.
Diseño - Vicente Zúñiga Gajardo.
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