El viaje transcurrió tranquilamente. Los paquetes fueron entregados a los suertudos clientes, que se ahorraron su traslado hacia la tienda; aunque lo bueno de esto era que la entrega sí se cobraba, excepto para compras que rebasaran cierto precio, pero casi nadie compraba muchas cosas como para darse el privilegio de una entrega gratis. Con estos pensamientos, me dirigí hacia el último destino, y con cara de felicidad, ya que me sentía un poco cansada, tal vez por lo que había pasado horas antes con aquel chico. Comencé a seguir el GPS de mi celular; lentamente me fui alejando de la ciudad, cada vez más y más. Volteé un poco hacia atrás, y como ya se estaba haciendo de noche, sentí algo de miedo. Pero me di valor, ya que sería mi última entrega y por fin podría regresar a casa. Después de unos cuantos kilómetros más, llegué a mi destino, me quité el casco, y pude observar a unos cuantos metros, una pequeña cabaña; que se me hacía bastante familiar… Bajé de la motocicleta y tomé el paquete que le pertenecía a este cliente, miré su nombre: “Julián Sánchez Sánchez”, pensé –wow, ¡qué nombre! Sin embargo, me di vuelta y comencé a caminar hacia la pequeña cabaña. Aun así, con cada paso que daba, sentía como que me estaba acercando a un lugar que ya había visto antes, como si lo hubiera visto en un sueño. Era un pensamiento demasiado extraño. Pero, sin darme cuenta, ya había llegado al umbral de la puerta de aquella cabaña, así que, puse mi mente en blanco, una sonrisa en mi rostro y toqué amablemente la puerta. “Din, don…” se alcanzó a escuchar cuando presioné el timbre. Mas nadie respondía, “din don, din don”, alcancé a presionar de nuevo y escuché el sonido. Sólo que esta vez, también se acercaba el sonido de unos pasos. La puerta se abrió lentamente, pude ver la figura de un hombre alto, con una chamarra de cuero café, especial para el frío que yo apenas empezaba a sentir. Él tenía el cabello rizado, un poco despeinado, pero aun así, era muy atractivo. Tal vez fuera por la barba, pero, un instante después me di cuenta, de que era el chico de la bicicleta, el que había comprado un dildo negro enorme, el que me había hecho sentir tan nerviosa hacía unas horas en mi trabajo. Era el mismo que ahora yo tenía enfrente, el que había hecho un pedido minutos después de haber dejado la tienda, sólo por el simple hecho de hacerme venir a su casa a traérselo.
Él me interrumpió al decir: -Y bien, ¿no vas a pasar?, entra.
Sorprendida le contesté: -No, claro que no, yo sólo vengo a entregar este paquete. Por favor. ¿Es usted Julián Sánchez Sánchez?-
-¡Ah!, no, es mi hermano. Yo soy Joel, el chico que te ensució con su bicicleta hace unos días…-al decir esto, mi mente se llenó de mil preguntas.
Le dije- ¿Es decir que tú eres el chico de la bicicleta, pero no eres el que hizo este pedido, ni tampoco el que fue a la tienda hace unas horas?- mi cara de desconcierto y duda lo hizo reír un poco.
-Je, muy bien, estoy igual que tú, tampoco entiendo las circunstancias que has vivido. Pero estoy seguro de que el otro chico con el que me confundiste debe ser mi hermano, Julián, verás…somos gemelos idénticos- al decir esto, sacó su billetera, la abrió y me mostró una foto, supongo que de él y su hermano. Eran dos chicos, totalmente iguales, los dos de cabello rizado, idéntica estatura, color de cabello, gestos. Y sobre todo, igual de atractivos. Joel continuó hablando: - Como te digo, somos gemelos, e idénticos, lo único que nos distingue es el color de los ojos; Julián tiene los ojos color miel y yo, pues de un color café muy normal. Aunque de lejos o en lugares oscuros, es un rasgo que muchas personas no alcanzan a distinguir fácilmente…
Joel continuó hablando, pero mi sentido de responsabilidad me decía que ya se estaba haciendo tarde, así que tuve que interrumpirlo.
-Disculpa… Joel, sé que ya es tarde, así que tengo que apresurarme. ¿Podrías, por favor firmar de que recibiste el paquete?
-¡Ah, claro, por supuesto! Pero…, mi hermano ya está por llegar.- En ese momento volteé, vi que un chico bajaba de su auto, supuse que tal vez era Julián. Oh, dios, ya hasta me sabía sus nombres. Todo esto se me hacía muy extraño, pero había una sensación dentro de mí que me decía que quería saber más y más sobre ellos. Joel volvió a hablar, me tomó de los hombros y me introdujo en su casa mientras decía: -Lástima que mi hermano haya llegado, pero eso no debe importarnos por ahora, apenas nos estamos conociendo. Por cierto, hermano. ¿Por qué no me habías dicho que conocías a tan hermosa dama?- Al terminar de decir esto, me sentó en uno de los sillones de la sala. Ahí fue que, me di cuenta de que la cabaña se veía un tanto pequeña por fuera, pero en realidad era bastante amplia por dentro. Tenía un color amarillento en sus muros, con pocas ventanas. No mucha decoración, pero sí algunos tapetes de estampados coloridos en el piso. Los sillones de la sala, eran de un color café khaki, muy cómodos por cierto. Además, enfrente de mí se encontraba una cálida chimenea, en la cual centelleaban y daban calor algunos leños. A lado de la sala estaba una pequeña separación la cual supuse que llevaba hacia un cuarto y el baño, pues del lado izquierdo, al otro lado de la sala, se encontraba la cocina, equipada de una pequeña estufa de leña, dos vitrinas chicas y una mesa, con sillas para sólo cuatro personas. Aun así, aunque esta cabaña fuera tan pequeña, me daba una sensación hogareña, de confort y paz. Llegué a pensar que aquí tenían una vida muy placentera, fuera de las incomodidades y ruidos de la ciudad, pues de hecho no se alcanzaban a escuchar ruidos de autos ni nada por el estilo. Sólo el suave susurro del viento, el canto de los grillos y el roce de algunos árboles. Un momento después, noté que ambos me observaban, con una leve sonrisa en sus rostros. De nuevo, recordé la hora, ya era tarde. Se suponía que debía estar en casa, o por lo menos, en camino.
-Lo siento, son muy amables, pero creo que debería irme. Ya es tarde.-dije esto, aunque por dentro, tenía ganas de hacerles tantas preguntas, sobre todo al chico que había ido hace algunas horas a la tienda, o tal vez ¿a ambos?, ni siquiera sabía distinguir quién era quién. Pero al recordar aquél día en el que me adentré a cierto maizal, donde observé a dos hermosos chicos haciendo el amor, y que, eran tan parecidos a Joel y Julián… De repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sentí, miedo. Así que me apresuré, caminé rápidamente, pero, tropecé. Me sentí como en cámara lenta, cayendo lentamente y poco a poco. Hasta que, golpeé mi cabeza, y de repente; todo quedó en penumbras…
Así transcurrieron un par de horas, hasta que, escuché el sonido de mi teléfono. Se sentía muy apartado de mí, lejos. Pero, cada vez, el sonido de una llamada entrante, se fue escuchando más y más cerca, hasta que comencé a abrir los ojos, poco a poco. Sentí, que estaba sentada, en un lugar cómodo, como un sillón, pensé que tal vez estaba sentada en el sillón de hace un momento, antes de desmayarme. Me sentí tranquila, pero quise alcanzar mi celular. No me gustaba que estuviera sonando por tanto tiempo. Finalmente, pude abrir mis ojos por completo y vi mi celular, quien estaba llamando era mi madre. Pero, al intentar cogerlo, sentí que algo me lo impedía. Así que, con sobresalto, volteé a ver mis manos, las cuales estaban reposando en mi vientre, pero; estaban aprisionadas por unas esposas, muy parecidas a las que vendemos en la tienda; eran suaves y con un poco de peluche con estampado de leopardo. Al verlas, sentí la urgencia de reírme, ¿será que esto era otro de mis salvajes sueños? Pero, una voz, interrumpió mis pensamientos:
-¡Vaya! Ambos creímos que, al encontrarte a ti misma en esta situación, lo primero que harías sería gritar como loca. Incluso pensamos en taparte la boca, pero, como estamos en un lugar súper apartado, era obvio que no sería necesario. Aun así, me sorprendes. Mira que reírte en vez de gritar, creo que ahora me agradas mucho más que antes… por cierto, hay que irnos conociendo mejor, ya te lo dije, yo soy Joel y mi hermano es Julián –señaló hacia su izquierda- ¿Cómo te llamas tú, hermosa señorita?.- Julián apartó la mano de su hermano y comentó:
-Ya te dije que se llama Ana, tarado, Ana. Hoy lo vi escrito en su gafete, cuando fui a la tienda donde trabaja. ¿Acaso nunca me pones atención, hermanito?-Julián dijo esto a su hermano, mientras lo agarraba de la camisa, se le quedó viendo fijamente y de cerca, tan cerca que sus labios casi llegaron a tocarse. Ambos, se miraban con unos ojos extraños, como llenos de rabia pero deseo a la vez… Al suceder esto, todas mis dudas se disiparon: ellos eran los chicos que había visto ese día; aquellos que se amaron con una pasión tal, que desde esa vez, no podía sacarlos de mi mente. Incluso llegué a pensar que podría olvidarlos con el chico que había ido hoy a la tienda, o con el chico que me abrió la puerta al llegar a esta cabaña. Pero, ¡qué pequeño es el mundo! ¡Si ellos dos son los mismos chicos que vi aquel día!... Supongo que Julián y Joel se sintieron observados por mí, así que dejaron de verse con enojo y lascivia, para volver a verme a mí. Al sentir de nuevo sus miradas, me sobresalté un poco, pero en mi rostro no dejaba de dibujarse una sonrisa, de satisfacción.
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