Pasados unos cuantos minutos, mi menté empezó a visualizar algunas imágenes borrosas, estaba soñando. Recordé aquella cabaña, aquellos chicos; esa escena que me había dejado marcada para siempre. Esos hombres tan hermosos, que sin importarles nada, se amaban con pasión. De pronto, recordé la mirada penetrante de aquel chico que descubrió mi labor de espía, me miró con esos ojos tan centelleantes, tan llenos de pasión y éxtasis, y por un momento, creí vincularlo con el chico de la bicicleta…
Desperté de mi sueño, casi de un salto y jadeando. Pero ¿por qué me había sorprendido tanto? De hecho, no recordaba el por qué me sentía así; había olvidado lo que estaba soñando hace un momento. Así que, sin más, fui por a la cocina por un vaso de agua, regresé a la cama y dormí plácidamente.
Sin embargo, al día siguiente, al despertar, me sentí sumamente cansada, tampoco supe el por qué. Pero sin tomarle importancia, me dirigí felizmente a mi amado trabajo. Aun así, seguí pensando en el pañuelo y en el chico de la bicicleta, lo que me había sucedido, ciertamente era como una escena de novela o de película. Reí al pensar en ello. Minutos después, ya en mi trabajo, comencé a limpiar las estanterías y todo iba normal y sereno como siempre. Comencé a escribir en mi diario sobre el chico que había visto ayer, ligeramente se esbozó una sonrisa en mi rostro. Estaba tan concentrada en mi escritura que no escuché a un cliente que acababa de entrar a la tienda. Me estaba llamando a lo lejos, parado enfrente de un estante, en la sección de dildos y juguetes para el placer anal. No era algo raro para mí atender a hombres con esos gustos, mi trabajo era algo sumamente interesante. Me disculpé y fui enseguida a atenderlo. Apenas quise pararme de mi asiento, él intervino.
-No, no te molestes. No quise detenerte, te veías tan concentrada escribiendo en tu libretita color rosa- habló con una voz particularmente sensual y tal vez conocida.
-¿Cómo?- alcancé a decir.
Mas no pronunció palabra alguna y comenzó a caminar desde el final de ese pasillo hacia el recibidor donde yo estaba, mientras llevaba en sus manos un objeto peculiar que había tomado del estante. Su manera de caminar era cautivante, me dejó sin palabras, no podía dejar de sentir una especie de dejavú extraño mientras lo observada. Al llegar hasta donde yo estaba, mis preguntas se resolvieron de cierta manera. Era el chico de la bicicleta que había visto ayer. Ni más ni menos.
-Ciertamente te gusta observar a las personas, ¿es algo que haces muy a menudo?-De nuevo me dejó sin palabras, no supe qué contestarle… nuevamente mi mente se llenó de flashbacks sobre la noche anterior, la bicicleta, el pañuelo… ese rostro que se me hacía tan conocido, pero no podía encontrar el por qué. Al alzar la vista, me sumergí en el color de sus ojos, tan brillantes y apasionados. Al pensar en una posibilidad, el rubor se apoderó de mi rostro, mis lentes se empañaron un poco. No sabía qué decir.
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