Lunes, 11 de agosto
13:45
Antes de salir a la calle, se puso la gafas de sol y tomó una buena bocanada de aire anticipando el golpe de calor que le iba a dar en la cara en cuanto pusiera un pie fuera. Instintivamente se agarró con la mano izquierda a la correa de la bandolera y empujó con la otra la puerta, aunque hubo de hacer uso del peso de su cuerpo pues era un poco pesada y se encontraba bastante fatigado. Aún así, en cuanto estuvo fuera y recuperó el aliento que había perdido por un momento por la humedad del ambiente, sacó su pai-pai y empezó a abanicarse poniendo rumbo calle abajo, a paso calmo, dirección a la avenida.
Quería verle.
Cada día que pasaba sentía más fuerte la necesidad de pasar más tiempo con él, y después del día anterior, ese sentimiento quedó más que confirmado. A pesar de que en un primer momento se había sentido un poco violento invadiendo el espacio personal del rubio, enseguida le hizo sentir casi como si se conocieran de toda la vida. Algo que le encantaba de él. De hecho, se sentía más cómodo los ratos que pasaba con él que con cualquiera de sus amigos. Claro que tenía mucho que ver el hecho de que nunca le contara nada de sí mismo. Odiaba ser el tema de conversación, cualquiera que fuese el lugar y la situación. Y se sintió aliviado de que Naruto no quisiera curiosear más en su vida personal y entendiera el silencioso mensaje que le dio para que no siguiera por ahí cuando no tuvo más remedio que tomarse las dichosas pastillas delante de él. Cosa que le sorprendió en cierta manera. Por cómo se veía de despistado por fuera, hubiera apostado a que era más torpe a la hora de leer entrelíneas. Pero tanto que mejor para él; le hacía sentir más cómodo a su lado sin tener que vocalizar sus pensamientos, ahorrándose así, tal vez, tener que contarle alguna otra verdad a medias o quien sabe si discutir con él. En lo único que ponía la mano en el fuego, y estaba seguro de no quemarse, es que era un cabezón de cuidado, y que si se le metía entre ceja y ceja querer saber algo, y no estaba dispuesto a contárselo… Muy seguramente acabarían peleando. Tenía el firme presentimiento de eso.
Detuvo sus pasos para recuperar el aliento. Por un instante todo a su alrededor se tornó completamente borroso, y tenía la sensación de que el mundo a sus pies se movía. Se sostuvo poniendo la mano en la pared para no perder el equilibrio, forzándose a sí mismo a respirar con calma hasta que se le pasó un poco el mareo.
Fue en el momento que levantó la mirada y fijó la vista en el final de la calle que supo que hoy no sería un buen día para ir a la cafetería. Se sentía completamente exhausto. Y aunque se moría de ganas por verle, aunque fueran sólo unos minutos…
"Hoy no…", se obligó a pensar él mismo.
Sabía que no era buena idea. Su cuerpo le estaba pidiendo a gritos llegar cuanto antes a casa para dormir un rato y descansar.
Apretó los dientes, fruto de la frustración y suspiró profundamente.
Por más que su mente quisiera, el cuerpo no le seguía. Así que, sin más remedio, redirigió sus pasos hasta el paso de peatones más cercano para cruzar la calle y esperar en la parada del tranvía para irse directamente a casa.
Con pesadez se sentó en uno de los asientos libres. Por suerte para él, a estas horas la mayoría de la gente ya se había marchado a casa, o había vuelto al trabajo después de la pausa de medio día. Sería una agonía tener que estar esperando de pie, y tampoco le hacía ninguna gracia las miradas de compasión que le dedicaban a veces cuando estaba todo lleno y alguien se levantaba para cederle su asiento tras verle la cara. Odiaba que se compadecieran de él.
El monitor de la parada indicaba que el tranvía aún tardaría unos minutos en llegar por lo que sacó el móvil de su bolsillo para revisar los mensajes. No hacía falta ser adivino para saber que si no uno, otro de sus amigos le habría quemado ya media batería con los mensajes del chat. Y seguramente su madre también querría saber si iba a ir a casa ya, o tardaría un poco más, como empezaba a ser habitual últimamente, para prepararle algo de comer. Quería a su madre, mucho, pero en ese aspecto a menudo era agobiante.
Tras confirmar sus sospechas, y avisarla de que iba de camino a casa, siguió con los siguientes mensajes. Aún seguía molesto con la pelirroja por el trato que tuvo con Naruto, pero aquel día se encontraba tan mal que no tenía fuerzas ni para discutir. Aún así, abrió el chat para ver qué quería, aunque ya se lo podía imaginar. Cada día que pasaba se sentía más asfixiado, a pesar de las buenas intenciones de sus amigos.
"Oye, Sasuke, perdona por lo del otro día…", suspiró al leer. Sí, hasta ella misma se dio cuenta. "... pero es que estaba preocupada".
"Ya lo sé", resopló por lo bajo.
"Sakura vuelve esta tarde, ¿te parece si vamos con ella mañana a la cafetería esa?".
Vale, eso sí le había pillado completamente por sorpresa.
Inmediatamente cerró el chat de la pelirroja y abrió el de la otra chica. Hablaban bastante a menudo desde que se fue a estudiar fuera, pero a él no le había dicho nada.
"Hola, Sasuke-kun! Voy a estar esta semana por la ciudad para visitar a mis padres, ¿te apetece quedar un rato? Así me cuentas un poco más del rubio ese… ;) ".
Apretó los labios levemente en un intento de controlar el calor que sentía en las mejillas. Sin duda aquellas dos habían estado hablando entre ellas y querían hacerle una encerrona… Pero bueno, al menos el tema de conversación sería diferente al habitual, y de paso podría aprovechar para pedirles algún consejo. Aún no tenía claro cuál era el interés que tenía Naruto por él… Hasta ahora no le había dado ninguna muestra más allá de la pura curiosidad por conocerle. No sentía que el trato que le diera fuera muy diferente al que Suigetsu le daba a él, así que no debía precipitarse a sacar conclusiones.
"Aunque si no llega a ser por él…", frunció un poco el entrecejo. "Podría haberme pasado la tarde entera en el baño y esos dos seguirían dándose besitos…".
De cualquier forma, no era mala idea. Así mataba cuatro pájaros de un tiro: podría quedar con la pelirosa, pedirle consejo a las chicas, salir de casa… y verle a él.
Iba a contestar a los mensajes cuando escuchó que se acercaba el tranvía.
Con cuidado, se guardó el móvil en el bolsillo, sacó su cartera y esperó pacientemente a que se detuviera y abriera las puertas. Nada más entrar, y pasar la tarjeta por el lector, buscó un asiento libre junto a la ventana. Suspiró aliviado al sentir que el fresco del interior calmaba un poco el calor que tenía, y apoyó la frente en el cristal para sentir mejor el frío. Cerró los ojos un momento para relajarse, respirando profundamente, y el tranvía se puso en marcha de nuevo. Sabía que no tenía que preocuparse hasta que volviera a parar, por lo que se permitió permanecer así los dos o tres minutos que tardaría en llegar. Y en cuanto notó que la velocidad disminuía, los abrió y se giró un tanto hacia el exterior. No tardó en localizarle. Como siempre, estaba de pie junto a la puerta, con la bandeja en la mano, esperando que algún transeúnte decidiera sentarse en la terraza. Vio cómo alzaba el brazo un tanto. Seguro que estaba mirando la hora.
"¿Me estará esperando…?".
Quería creer que así era. Quería creer que Naruto tenía la misma necesidad de verle como la que él sentía; que ese magnetismo que le empujaba a ir a esa cafetería con el único motivo de pasar unos minutos hablando con él, lo sentía el otro por igual.
¿Pero cómo saberlo sin preguntarle directamente?
Se le veía muy cercano a esa compañera rubia que tenía y daba igual quien fuera que se sentara ahí en la terraza que le sonreía a todo el mundo por igual y, si le daban conversación, hablaba alegremente con cualquiera. Pedazo de…
"¡Dobe!", apretó los labios.
Vale, empezaba a darse cuenta él mismo que se estaba obsesionando un poco. No había ninguna razón por la que sentirse celoso. A fin de cuentas no eran nada. Ni tan siquiera podía decir aún que fueran amigos. Y aunque llegaran a serlo… No quería ser el culpable de borrar esa sonrisa que tanto le ensimismaba por el estúpido sentimiento de posesión que tenía.
Sin duda necesitaba la ayuda de ese sexto sentido femenino de sus amigas. Si no se volvería loco y acabaría haciendo algo de lo que tal vez se pudiera arrepentir.
Suspiró resignado de nuevo mirando a través del cristal y sintió que el corazón le latió con más fuerza por un momento cuando se puso el tranvía de nuevo en marcha. Se moría de ganas de poder hablar con él un rato, pero necesitaba con todo su ser llegar a casa y echarse una buena siesta.
Según pasaba por delante de la terraza, vio a Naruto atender a unos chicos que se habían sentado. Como siempre, les dedicó una amplia sonrisa antes de volver a entrar al local para llevarles su pedido.
Volvió a cerrar los ojos, visualizándose sentado junto a él la tarde anterior, en salón de su casa. Le pilló por sorpresa que de repente, y aparentemente de la nada, se acercara tanto a él. Y aún podía sentir el hormigueo que le recorrió todo el cuerpo de tenerle a tan sólo un par de palmos de su cara cuando se levantó de sopetón y le cogió por los hombros. Se sentía estúpido de darle importancia a un gesto tan trivial y casi sin querer se le dibujó una sonrisa en la cara.
Últimamente se encontraba a sí mismo sonriendo más de lo que era habitual en él, pero es que se sentía contagiado del aura que irradiaba el rubio.
Algo tenía su sonrisa que hacía que él también quisiera sonreír.
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