Domingo, 10 de agosto
10:00 h
Aún faltaba bastante para que el moreno llegase… Pero no podía dejar de dar vueltas por la casa como un histérico. Era la tercera vez que se cercioraba de que había dejado un par de pantuflas perfectamente colocadas junto a la puerta del baño*, y otro par en la entrada para cuando llegara, y que el salón estaba perfectamente ordenado, sin una mota de polvo en el mueble. Se había cerciorado de que así fuera sacando todo lo que tenía ahí para poder limpiar bien.
Había colocado su televisor en el hueco que le correspondía, y que hasta el día anterior había estado vacío: como solía ver las series online, y jugaba a los videojuegos en el ordenador, hasta ahora no le había hecho falta; pero aprovechó el viaje a casa de sus padres para traérsela, y su consola también, por si se daba el caso de que se aburrieran.
Así podrían jugar los dos a la vez.
Con la sensación de burbujeo en el estómago, fue cerrando las puertas y tras echar un vistazo al exterior, cerró el ventanal de su pequeña terraza. Puso el aire acondicionado a la temperatura más baja que le permitía el aparato y se fue a la cocina. Aún no hacía demasiado calor, pero estaba seguro de que para cuando llegara Sasuke sería un poco molesto ya. Más llevando manga larga.
De nuevo repasó todo lo que había comprado. Seguía sin estar seguro, a pesar de que siempre pedía lo mismo, de que pudiera ofrecerle para beber lo que le pudiera apetecer realmente. Y eso que había comprado un poco de todo: coca-cola zero, zumo de piña… y apostaba a que le gustaba también el té, aunque pidiera café por las mañanas. Incluso había comprado algo de cerveza sin alcohol. Aún y aunque se diera el caso de que no le gustara, se la bebería él.
Tomó aire profundamente sintiendo que le hormigueaban los dedos y que se le empezaban a calentar las mejillas. Sólo de pensar que iba a tener en el salón de su casa al chico que llevaba observando desde hacía ya prácticamente un mes, hacía que se le acelerase el pulso. Esperaba por los dioses que todo marchara bien y no hacer ninguna tontería. No ahora que había conseguido poder tener con él algo parecido a una cita…
"¡Como amigo!", se recordó a sí mismo antes de que su imaginación comenzara a traicionarle.
De nuevo, suspiró profundamente, y sacó los ingredientes que iba a necesitar. Tenía que ponerse a cocinar ya si quería que la comida estuviera lista a tiempo.
Domingo, 10 de agosto
12:20 h
El corazón se le iba a salir por la boca. Estaba seguro de ello. Tendría que haber cogido valor el día anterior y haberle pedido al menos su email, en lugar de apuntarle tan sólo su dirección en una servilleta. ¿Y si se arrepentía en el último momento y no acudía? Todo había sido tan repentino que no le extrañaría nada que no apareciese al final… Pero tenía la sensación de que Sasuke no era ese tipo de personas: si había dado su palabra, la cumpliría.
Al menos eso era lo que le transmitía, esperaba no estar equivocándose. Por eso no podía dejar de sentir su propio pulso acelerado. Apenas quedaban diez minutos para que llegase, y aún no sabía que camiseta ponerse. ¿O se ponía la camisa negra de botones?
"No, no, no… Demasiado formal…", se corrigió después de mirarla durante unos segundos.
Dejó la percha de nuevo colgada en la barra, y paseó la mirada entre las otras dos camisetas que tenía sobre la cama. Se las había puesto, y se ha había mirado en el espejo, lo menos dos veces con cada una. Pero no se podía decantar por ninguna de las dos. Finalmente decidió coger la naranja, con un estampado en blanco en el costado con forma de espiral. Quedaba mejor con los jeans y estaba más en sintonía con su personalidad que la azul oscura. Y su madre siempre le decía que tenía que ser él mismo. Y si no le gustaba a los demás… es que no estaban hechos para ser amigos suyos. Y en eso estaba de acuerdo con ella: si no le soportaban tal y como era, no los quería a su lado. Prefería estar solo que mal acompañado.
A prisa, se puso la camiseta naranja, y metió la otra en el cajón del armario con poco cuidado. De nuevo se fue al baño para mirarse en el espejo, y cerciorarse de que se había afeitado bien. Sí. Todo en orden. Salió a la salita para regular el climatizador a veinticuatro grados. La sala ya tenía una temperatura bastante agradable y no quería convertirla en un congelador. Se acercó a la cocina a comprobar que el caldo no se había salido de la sartén con el burbujeo, bajó un poco el fuego y cogió una cuchara para probarlo.
"¿No le he echado sal…?".
No estaba seguro. Había seguido la receta paso por paso, comprobándola una y otra vez para que saliera perfecto. Pero le faltaba algo. Y no quería pasarse con la sal. A él le gustaban las cosas bastante saladas, demasiado tal vez, pero sabía que era una cosa personal.
Se quedó congelado en el sitio cuando escuchó el timbre sonar, con la cuchara a medio camino de la sartén para volver a probarlo.
Definitivamente, se le iba a salir el corazón por la boca.
Dejó la cuchara a un lado, y tomó una buena bocanada de aire. Ya había llegado el momento. Bien. Con fingida calma, caminó hasta la puerta, puso la mano en el pomo, y volvió a respirar profundamente antes de abrir.
- ¡Hey! ¿Cómo va eso? -sonrió-.
- Va -se encogió de hombros-.
- Pasa, pasa -se puso a un lado para dejarle entrar-.
- Con permiso… -hizo una leve reverencia-.
Tal y como lo había imaginado, se sentó con calma en el escalón del recibidor para quitarse las zapatillas. Como siempre, vestía con una camiseta blanca. Aunque ésta era un poco diferente a las que solía llevar, más simples y de un sólo color: tenía los dobladillos morados; y en el pecho, un cordel cruzaba de lado a lado. No es que fuera la gran cosa, pero dentro de la sencillez, le hacía ver incluso más atractivo.
Naruto cerró la puerta tras de sí, y volvió a subirse a la tarima, a la espera de que terminase y anticipando lo que iba a ocurrir, según lo que sabía de él. Pero contra todo pronóstico, no hizo ni el amago de ir a encaminarse hacia el interior de la casa, quedándose en pie junto él, mirándole fijamente.
- Ah, puedes quedarte en la salita mientras termino -le hizo un ademán con la mano-, aún le falta un poco.
- Huele bien… -comentó dando unos pasos, cerrando los ojos y aspirando el aroma-.
- ¿Quieres algo de beber? Tengo coca-cola y zumo...
- Humm…
- Hay cerveza sin alcohol, si quieres.
- Unn -asintió-.
Sentía el sudor acumulándose en cada pliegue de sus manos, pero se obligó a no restregarlas por los pantalones. Estaba tenso y empezaba a notarse la boca seca por los nervios. Había imaginado que el moreno comenzaría a divagar por el salón, echándole una ojeada a todo lo que quedara a la vista, pero nada de lo que había pensado ocurrió. Bueno, no desde que puso un pie dentro de su casa.
- Este… Ummm… Naruto... -le llamó el moreno plantado en mitad del pasillo cuando se iba a marchar a la cocina-. Es una tontería… Pero… -abrió la bandolera para sacar una bolsa un poco abultada de papel, y se la tendió con ambas manos-. Bueno…
- ¿Eh...? -se quedó estupefacto-.
Desde luego… El chico era una caja de sorpresas.
Naruto no podía creerse que realmente le estuviera haciendo un regalo. Estaba casi cien por cien seguro que era ese tipo de tradiciones a las que el moreno no estaba para nada aferrado… Y ahí estaba, esperando que lo cogiera.
- ¡No, no tenías que haberte molestado!
- Insisto.
Aceptó sin más remedio: lo último que quería era ofenderle, haciéndole creer que despreciaba el gesto, rechazándole la ofrenda.
- Gracias…
- Unn…
Y de nuevo, un incómodo silencio que no sabía cómo llenar.
- ¿Puedo ver lo que haces? -se metió las manos en los bolsillos-.
- Claro.
Empezaba a tener la sensación de que había sido muy mala idea invitarle a casa. Con todas las ganas que tenía de conocerle, y hablar con él, y ahora no sabía qué decir. Siendo un borde, o siendo amable… Sasuke siempre conseguía dejarle mudo.
Y no tenía claro de si eso era bueno o no.
Igualmente no podía evitar sentirse acalorado: sabía que el chico estaba ahí más por curiosidad que por otra cosa; o quizá pudiera aventurarse a pensar que tal vez sí quisiera tener una amistad con él, pero no estaba acostumbrado a ser el centro de atención de nadie y ser el del moreno que tenía ahí le aceleraba el pulso.
Tenía que hacer un esfuerzo horrible para que no le saliera la risa tonta, ni se le quedara cara de bobo mirándole.
Sasuke tomó asiento, dejando su bandolera colgada en la silla. Pudo ver cómo cerraba los ojos y se le hinchaba el pecho. Seguro que estaba aspirando el aroma del caldo.
- ¡Ah! -cayó en la cuenta, cuando le daba la cerveza-. ¿Quieres probarlo? Aunque creo que le falta sal… -se rascó la nuca nervioso-.
Tras asentir aquel, cogió una tacita y le puso un poco. Aguardó ansioso para saber su opinión. No supo muy bien cómo interpretar la expresión de su cara, y el suspiro que dio, al tenerla en parte oculta bajo el flequillo, pero quiso creer que simplemente no quería dejarle entrever el escalofrío que le tenía que haber dado al probar aquello.
- Está bueno, ¿eh? -sonrió socarrón-.
- Sí… -levantó la vista y le devolvió la sonrisa-.
Pero no una sonrisa torcida como las que solía dedicarle. Una sonrisa de verdad. De esas que te hacen derretirte por dentro.
- ¿Le f-...? ¿Le falta sal? -tartamudeó, dándose la vuelta-.
- No, está bien.
"Dios…", se abofeteó internamente.
Un tanto ausente, cogió el arroz que tenía ya preparado y lo fue echando en la sartén, haciendo que quedara bien sumergido en el caldo luego, dándole vueltas con la espátula.
"Espero que no se me haya quedado cara de gilipollas…".
Y de nuevo, se hizo el silencio.
Le resultaba increíble que estuviese tan callado. Siempre tenía algo con lo que molestarle, pero hasta ahora no le había soltado ni una grosería.
Le daba vueltas al arroz de forma inconsciente, intentando encontrar cualquier cosa de la que hablar con él. Pero ahora que no había nada que interfiriese en la conversación, estaba totalmente en blanco.
Suspiró en sus adentros incómodo por la situación, y decidió actuar casi como si estuviera en el trabajo. Tal vez así conseguía llegar a algún tema del que hablar.
Aunque volvió a quedarse en blanco cuando se giró hacia él, y le miró a los ojos. No estaba acostumbrado a ser el centro de atención de nadie y Sasuke no le quitaba los ojos de encima.
- Y bueno… -comenzó a hablar un tanto nervioso. Se cruzó de brazos apoyándose en la encimera para intentar relajarse-, … ¿Cómo ve su majestad las cosas fuera de palacio? ¿No le da miedo mezclarse con la plebe sin su escolta real? Podrían secuestrarle para pedir un rescate, ¿sabe? -sonrió burlón-.
Luchó con toda su fuerza de voluntad para que su sonrisa no flaqueara y le dejara ver al otro que, realmente, estaba a punto de empezar a arrancarse los pelos por no soportar más aquel silencio. En la cafetería no le importaba porque siempre tenía algo que hacer y, sino, se volvía a su sitio junto a la puerta y se limitaba a observarle desde la distancia, cuando se ponía a leer o a mirar el móvil.
Y el hecho de que le mirase fijamente no le ayudaba nada. Se mantuvo así durante unos segundos, mirándole serio directamente a los ojos hasta que, al parecer, no pudo aguantar más e hizo una mueca, tapándose la boca y agachando un poco la cabeza.
- Pfff… -rio por lo bajo-.
Bueno, al menos había conseguido romper el silencio. Y quitarse de encima un poco de tensión.
- Verás… -volvió a mirarle de nuevo, serio-. Quien quiera que fuese que quisiera secuestrarme… Tan sólo podría ser un enajenado mental. Mis centinelas siempre están lo suficientemente cerca para protegerme, y hay un escuadrón de refuerzo a un par de manzanas de aquí -el rubio arqueó una ceja, sonriendo-, por si acaso. Así que no tengo de qué preocuparme. ¿O tal vez… -apoyó el codo en el respaldo de la silla y se cruzó de piernas sonriendo burlón-, ... eres vos ese enajenado mental?
- ¡Oh, no, no! ¿Cómo piensa eso de mí? -negó con la cabeza y las manos efusivamente, siguiéndole la corriente-. Yo estoy aquí para servirle, alteza -hizo una reverencia exagerada-.
- Jmmmm… -levantó el mentón, dándole un trago a su bebida, algo más relajado-. Bien… Entonces... -titubeó un poco antes de seguir-, ...creo que puedes decirle a mi madre que se marche ya a casa...
- ¿Cómo?
De un respingo se irguió a mirarle directamente a los ojos.
- Está abajo esperando, junto a la puerta del bloque… -indicó con el pulgar-. No se terminaba de fiar, ya sabes -se encogió levemente de hombros-. Dice que no te puedes fiar de nadie hoy en día, y siendo menor de edad… -suspiró-.
"¿Está… hablando en serio…?".
Con la tontería de conversación que acababan de tener, Naruto no podía terminar de creer en sus palabras. Pero el chico estaba completamente serio, incluso resignado podría decirse por la expresión de su cara. Aquel volvió a suspirar y apartó levemente la mirada. Y al rubio tan sólo le vino una pregunta a la cabeza.
- ¿Cuántos... años tienes…?
El moreno se quedó en silencio y agachó la cabeza un tanto más, hasta que el flequillo le cubrió la cara casi por completo. Parecía verdaderamente abochornado.
- Diecisiete… -murmuró el otro fijando la vista en su lata de cerveza, y dándole vueltas-.
Naruto se quedó pálido. Pudo sentir cómo en apenas un segundo la sangre le abandonó el rostro. Ahora entendía el porqué de aquellas facciones tan finas… ¡Era más joven de lo que había imaginado!
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