Viernes, 8 de agosto
08:30 h
Naruto aún estaba perplejo sin poder creerlo. Empezaba ahora su turno y él ya estaba ahí. Según Ino desde hacía más de quince minutos, antes de que él llegara para cambiarse. O lo que es decir, antes de las ocho. Justo cuando Shikamaru debía de haber terminado de colocar las mesas y las sillas porque antes de esa hora, y según tenía entendido, no se montaba la terraza.
Y ahí estaba cuando él llegó: sentado, leyendo tranquilamente el libro que le dejó.
Debía de estar totalmente concentrado en la lectura, porque no se dio cuenta cuando Naruto entró por la puerta. Y a pesar de que no podía de parar de pensar en alguna excusa para hablar con él, no se atrevió a decirle nada vestido con su ropa de calle. Parecía una tontería, pero sentía que su verdadera persona quedaría al descubierto si no le veía con su uniforme de camarero.
Terminó de colocar los servilleteros en la bandeja, haciendo una montaña con ellos, y cogió una buena bocanada de aire para salir. Quería preguntarle por el otro día, si se encontraba mejor. Aunque aparentemente así era, quería corroborarlo. Pero era más fácil de pensar, que de hacer. No sabía cómo empezar la conversación sin hacerle sentir incómodo. Al fin y al cabo, nunca habían hablado de nada personal, realmente. Así que comenzó comentando lo obvio en cuanto salió de nuevo a la terraza.
- Hey, hoy has venido pronto -se dirigió a una mesa cercana para dejar la bandeja, y comenzó a repartir los servilleteros por alrededor-.
- Unn… -asintió el otro. Puso un marcapáginas entre las hojas y cerró el libro-. Los españoles del siglo diecisiete eran unos cabrones -rio socarrón por lo bajo-.
- ¿Hasta dónde has leído? -sonrió emocionado-.
- Hasta que se enfrentan a los ingleses. Ese Bocanegra era un conspirador de cuidado…
- Sí -rio-.
"Parece que le gusta…", siguió repartiendo los servilleteros con ánimo.
No le había preguntado, pero se le veía en la cara que ya estaba mejor. Seguramente fue como había pensado, una lipotimia. Nada de lo que preocuparse. Bueno, no mientras no subiera la temperatura. No entendía el porqué de la manga larga… Pero cada loco con su tema.
- No te imaginaba leyendo autores occidentales.
- Bueno… Es cosa de mi madre. A ella le encanta España, y tiene el salón lleno de libros de autores españoles. Algo tenía que pegárseme -rio por lo bajo-.
- ¿Vives con tus padres?
- ¿Eh? -se giró a mirarle a los ojos. Hasta ahora nunca le había hecho una pregunta tan personal. ¿Sería un avance?-. No, ahora vivo solo… -le apartó la mirada-.
Podría parecerle una tontería a cualquier que mirase desde fuera, pero él sentía que el rubor le subía a las mejillas nada más de pensar que tal vez sí que pudiera llegar a intimar algo más con él. ¡Como amigo, ¿eh?! Como amigo…
- Hace algo más de medio año que me mudé aquí -le siguió contando-. Quiero entrar en la escuela de arte en abril, así que estaré ahorrando hasta entonces.
- ¿Tú también pintas? -le preguntó con la incredulidad en la voz-.
Naruto se giró a mirarle de nuevo, sorprendido.
- ¿'Tú también'? -repitió sus palabras. Eso quería decir que él pintaba, ¿no?-.
- Unn… Empecé a estudiar bellas artes, pero no pude terminar la carrera. Ahora voy por libre.
- ¡Buah! -se acercó un poco más a él-. ¿Tienes algo para enseñarme? -le preguntó emocionado-.
- Sólo si me enseñas algo tú primero -reposó la cara en la mano, apoyando el codo en el brazo de la silla, con media sonrisa-.
- ¡Ah! Perdona… -se llevó la mano a la nuca-. Yo no pinto… Hago fotografías.
- Ah… -pareció desilusionarse-.
- Tengo algunas de la semana pasada en el móvil. Déjame buscar.
Con los nervios a flor de piel, sacó el teléfono del bolsillo del pantalón y se puso a buscar. Tenía la sensación de que acaba de perder un poco del interés del moreno con ese malentendido que acababan de tener. Pero aún así, estaba convencido que podría recuperarlo si le enseñaba la grandiosa vista de la ciudad desde la montaña. Tragó con fuerza cuando le pasó el móvil para que lo viera, y casi se rozan con las manos. Y esperó completamente impaciente para saber su opinión.
- ¿Tú has hecho esta foto? -levantó la mirada, enarcando una ceja-.
- Unn… -asintió algo inseguro. ¿No le creía?-.
- Mola… -murmuró-.
No estaba tan seguro de que fuera cierto. Al menos no con el 'entusiasmo' que mostró. Aunque se pasó un buen rato contemplando la fotografía, ampliando y volviendo a reducirla para observar con más detalle algunas partes.
- Está hecha desde el mirador que hay junto al monasterio… -comentó al sentir incómodo el silencio. El moreno levantó de nuevo la vista para mirarle y él se giró un tanto, señalando con el pulgar a su espalda-. En el monte de los almendros. Está a unos quince kilómetros.
- ¿Venías de allí con la bici la semana pasada?
Naruto sólo asintió. Le sorprendía la capacidad que tenía para recordar los detalles.
- Parece un lugar bonito, ahí, en la montaña -le devolvió el teléfono. Suspiró cerrando los ojos, acomodándose en la silla-.
- Sí… -sonrió aunque no le mirase-. Podría pasarme el día entero haciendo fotos desde ahí. Algún día tengo que hacer un timelapse del atardecer.
Dio un respingo y se le quedó mirando fijamente cuando aquel se empezó a reír por lo bajo. ¿Qué había dicho ahora?
- No te hacía un romántico enamorado de la vida… -trató de contenerse la risa, poniéndose la mano en la boca-.
- El mundo es más bello de lo que parece a simple vista. Si te paras a mirar los detalles y el conjunto en general, claro -frunció el entrecejo. Acababa de compartir algo que consideraba bello con él, y el pavo se lo pagó riendo… ¡Cretino!-.
- Perdona, perdona… -se disculpó enseguida, aún sin poder contener una risilla-. Es sólo que no te imaginaba así.
- ¿Ah, no? -curvó una ceja y se cruzó de brazos, algo molesto-. ¿Y entonces cómo?
No entendía por qué se puso tan a la defensiva. Él se pasaba el tiempo intentando adivinar cómo eran las demás personas, y a qué se dedicaban, cuando no estaban paseando por delante de la cafetería. ¿Por qué le molestaba que alguien, que había estado viéndole trabajar durante casi un mes, intentara imaginar cómo era él? Bien. Tenía que dejar de hacer eso. No le gustaba que le juzgaran por lo que aparentaba ser sin siquiera conocerle.
- ¡Naruto! -le llamó Ino desde la puerta, haciéndole dar un respingo-. ¡Mueve el culo!
Instintivamente miró el reloj y le recorrió un escalofrío. No podía echarle en cara que estuviera mosqueada… Con la tontería llevaba algo más de quince minutos ahí, haciendo el bobo, y aún tenía faena que hacer antes de que empezara la hora punta. Ya le habían concedido sus compañeros más tiempo del debido.
- Ya hablamos… -se despidió-.
A Dios gracias que Kunimitsu no aparecía por ahí hasta que no daban las diez, más o menos. Si se enterase de que se le había pasado tanto tiempo holgazaneando… A saber la que le caía encima.
Viernes, 8 de agosto
09:30 h
Era la hora en la que empezaba la marcha. De momento se habían sentado en cuatro mesas, casi a la vez. Nada que no pudiera manejar. Pero le había dado tiempo de prepararlo todo por los pelos. Todas las mesas tenían sus servilleteros, los menús de desayuno… Y ahora estaba colocando en su sitio y expandiendo la última de las sombrillas. El calor empezaba a ser notorio ya.
- Oe, dobe.
No se giró. Por sus narices que no se giraba. Estaba tomando apunte de la última mesa antes de entrar para hacer todos los pedidos, y no pensaba acudir a ese llamado. A pesar de que sabía perfectamente que era ÉL.
- Ooooe. Dobeee -le volvió a llamar-.
Sonrió a los clientes que estaba atendiendo antes de darse media vuelta y dirigirse con paso acelerado hasta la mesa de ese…
"¡Cretino!", maldijo en su mente mirándole fijamente a los ojos.
- ¿Puedes dejar de llamarme así…? -le dijo entredientes cuando estuvo lo suficientemente cerca para que nadie más le escuchara-.
- Ven… -le hizo un ademán con la mano-.
Sabía que no tenía que acudir. Algo le decía que estaba de tan buen humor que empezaría de nuevo a sacarle de sus casillas. Pero aún así, fue.
- ¿Qué?
- Mira… -señaló el interior de su taza-.
- ¿Qué pasa? -sintió un tic en la ceja al no entender qué quería decirle-.
- Está vacía…
- ¿Y…? -sonrió con nerviosismo, mirando de reojo al resto de clientes-.
Algunos se habían girado a mirar por curiosos, y otros, como siempre, tenían prisa por que les sirvieran rápidamente para marcharse y miraban recelosos esperando que entrara en el local para llevarles cuanto antes su pedido.
- ¿Cómo que 'y'? -enarcó una ceja-. Tráeme otro.
Naruto puso los ojos en blanco al tiempo que se daba media vuelta y, con paso acelerado, entraba en el local para mandar todas las comandas de las que había tomado nota. Sinceramente, de verdad, se alegraba de que se encontrara mejor. Pero le daban ganas de mandarlo a freír espárragos. ¿¡De dónde se había sacado ese mote!?
Mientras servía algunas mesas, alcanzó a ver de reojo que aquel sonreía de lado. Aparentaba estar concentrado de nuevo en la lectura, pero algo le decía que esta vez estaba disimulando para esconder lo bien que se lo estaba pasando a su costa.
- Cretino -murmuró al tiempo que dejaba su café en la mesa-.
No se esperó a que le contestara, ni tan siquiera pudo fijarse ni un segundo en su reacción. Tuvo que ir al instante a atender a otra pareja que acaba de sentarse un poco más allá. Pero se aseguró de ponerse de tal modo, para cogerles nota, que pudiera verle si levantaba la vista. Y de nuevo, le pilló con la media sonrisa.
"No tenía que habérselo dicho… ¡Ahora se lo tendrá creído! El muy…".
Apretó los labios mientras terminaba de anotar, y sonrió de nuevo a los clientes antes de volver a entrar.
- Oye, Naruto -le llamó Shikamaru desde el otro lado de la barra cuando estaba a punto de llevarse la bandeja-, ¿dónde te has llevado los cafés de la once?
- Están ya servidos -le miró sin comprender; justo venía de ahí-.
- No, te has llevado los cafés de la dos y parte de la once entonces… El café que te falta y el de tu novio están aquí -le señaló la bandeja-.
- … -Agachó la mirada para comprobar lo que le decía… Y sí, el café de Sasuke estaba ahí-. ¿¡Mi novio!?
- Anda, tira y llévate eso ya… Y recoge lo que hayas dejado mal.
Nervioso, salió de nuevo a dejar los pedidos que llevaba. Dejaría para lo último el café del moreno, así no se confundiría cuando recogiera el que le había dejado antes.
- ¡Oye! ¡Chico! -le llamó de una esquina un hombre con cara de pocos amigos-.
Enseguida supo que la había cagado con ese cliente y se dirigió hacia allí apresurado.
- Te había pedido café con leche, no cortado.
- Lo siento, caballero… -se inclinó a recogerlo-. Enseguida se lo traigo.
Procuró dejarlo en un lado de la bandeja donde no lo confundiera con otra comanda, y sirvió lo que le quedaba.
- Dobe… -susurró en cuanto le cambió la taza-.
- Baka…
- ¡Chico! -le llamó otra mujer-. ¿¡Y mi cortado!?
- ¡Enseguida voy, señora!
- Fu…
- ¡Argh!
¿¡En qué momento se había vuelto todo tan caótico!?
Él tenía su método: tomaba nota de dos mesas, servía dos y recogía dos más. Así nunca se equivocaba… ¿¡Cómo podía haberse equivocado!? La culpa era del moreno, por andar con tonterías en el momento en el que empezaba la faena fuerte.
"No te equivoques, Naruto…", se reprendió a sí mismo. "... ¡La culpa es tuya por hacerle caso!".
- Shikamaru, ponme un cortado y un café con leche en cuanto puedas -le pidió con urgencia-.
- Yo no tengo seis brazos, Naruto. ¡Entra y póntelo tú!
Echó un vistazo rápido hacia la puerta, fijándose en las mesas de la terraza para asegurarse de que no se había sentado nadie más, e hizo como le pidió su compañero. Dentro también había bastante movimiento y Shikamaru no daba a basto en momentos como ese. Pero como llegara Kunimitsu y le pillara dentro de la barra… ¡Se le iba a caer el pelo!
Permaneció junto a la cafetera, echando ojeadas rápidas por la ventana para ver si había más clientes esperando, procurando no estorbar a su compañero mientras atendía otras notas. Todo lo rápido que pudo se puso en la bandeja lo que le faltaba mientras caía el café: los platos, las cucharas, y el azúcar. Sólo faltaban las tazas. Casi sentía que iba a ponerse a sudar por los nervios. No quería que le echaran ninguna bronca. Y como el dueño viniera de mal humor y le pillara… Podría incluso amonestarle.
Con los nervios a flor de piel, salió escopeteado de la barra en cuanto estuvo todo listo y al fin pudo respirar más tranquilo. El cortado para la señora, y el café con leche para el hombre con cara de pocos amigos…
Bien.
De nuevo echó un vistazo a toda la terraza desde la punta en la que estaba para cerciorarse una vez más de que no había ningún cliente nuevo… Y se le vino el ánimo abajo. En la mesa del moreno no había nadie. Se había marchado sin despedirse.
Aunque no podía quejarse… No es que fueran amigos, ni nada por el estilo. No tenía ninguna obligación de esperar a que tuviera un momento para decirle 'adiós'. Pero aún así se sintió algo decepcionado. Después de la pequeña conversación que habían tenido de buena mañana, pensaba que había conseguido dar un paso más para que le considerase algo más que 'el camarero de la cafetería'.
Sin embargo, se llevó una grata sorpresa. Estaba recogiendo la mesa que había ocupado el chico, cuando vio una servilleta debajo del platillo. Apunto había estado de arrugarla y meterla en la taza, por costumbre, cuando se percató de que en la servilleta había algo escrito a mano.
"Ya hablamos mañana, dobe. Procura no liarla".
Apretó los labios para evitar que su sonrisa se ensanchara tanto que le hiciera parecer un idiota. Pero es que se sentía idiota.
Dobló con cuidado la servilleta y se la guardó en el bolsillo antes de seguir recogiendo. Aquel tonto mensaje le alegró sobremanera el día.
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