Miércoles, 6 de agosto
08:25 h
"¿Vendrá hoy…?".
Naruto terminaba de abrocharse los botones de su camisa blanca, parte de su uniforme, en el pequeño vestuario que había para los trabajadores en el almacén de la cafetería. Era un cuarto muy pequeño, y tenían que turnarse entre los chicos y las chicas cuando coincidían en la entrada o salida de turno, ya que no había más vestuario que ese. Las taquillas eran viejas, algunas con signos de estar empezando a oxidarse, y todas las que estaban ocupadas tenían una pequeña pegatina con el nombre del propietario temporal. A la derecha había un pequeño aseo, con lavabo y una ducha tan pequeña que apenas cabía una persona que estuviera un poco rellenita. Pero era una ducha al fin y al cabo. También había un banquillo de madera en el otro lado y, junto a éste, en la pared, un espejo estrecho y alto, donde podían verse casi de cuerpo entero. Ahí donde se estaba mirando ahora Naruto, para ver que su camisa estaba inmaculada y que el cuello de la misma estuviera bien plegado. Según su jefe: siempre hay que dar un buen aspecto y ser impecable.
Aún recordaba la bronca que le dio, uno de los primeros días, por llevar la camisa un poco por fuera del pantalón. Desde aquel día le prestaba muchísima más atención a cómo se ponía la ropa, y dejaba que sus compañeros le estirasen las arrugas sin rechistar, o el cuello de la camisa si estaba mal colocado, para evitar otra bronca como aquella.
Por suerte no tenía nada en contra de su pelo: por más que quisiera, aunque se lo hubiesen pedido, le era totalmente imposible domarlo. Peinarlo a lo 'David Beckham' o 'Ryan Reynolds' le suponía una misión imposible. Siempre se le quedaba algún mechón sobresaliendo del resto de su cabellera, haciendo que quedara totalmente ridículo el peinado, por lo que hacía tiempo que había decidido dejarlo estar. Además, tampoco le quedaba mal en su persona. Cosa que quedó verificada por su jefe al no decirle nada al respecto.
Así pues, después de cerciorarse de que todo estaba en su sitio, y ponerse algo de colonia, salió del vestuario para subir a la planta superior y ponerse manos a la obra.
Miércoles, 6 de agosto
13:45 h
Empezaba a llegar esa hora en la que Naruto daba por perdida la esperanza de verle. Por lo general, cuando llegaban estas horas sin que hubiera aparecido, era muy poco problable que lo hiciera ya.
Hacía rato que la gente había empezado a marcharse a sus casas. Después de las doce y media, se iban a terminar los recados que los hubieran empujado a salir, y la faena bajaba considerablemente. Momento que siempre aprovechaban para limpiar bien todo lo que no habían podido en toda la mañana con el ajetreo, y también para echar un buen trago de agua fresca. El calor era insufrible.
—Naruto —le llamó su jefe al otro lado de la barra. —Baja y arregla un poco el almacén. Trajeron ayer por la tarde el pedido del camión y está todo patas arriba.
—Vale.
"¡Vale unos cojones!", maldijo en sus adentros bajando por las escaleras. "No sé qué coño hacen por la tarde que siempre lo dejan todo hecho una mierda…".
Era una de esas cosas que le repateaban. No sabía si es que en el turno de la tarde sólo había chicas y por eso siempre se dejaban las cajas de las bebidas y los barriles de cerveza sin ordenar… ¡Pero es que siempre le tocaba a él! Podían pasarse las cajas días enteros estorbando por el almacén, que hasta que no llegaba él para ponerlas en su sitio, ahí se quedaban, aunque más de uno se tropezara con ellas. Y el cocinero ya tenía bastante faena como para ponerse con el trabajo que era de los camareros… Por mucho que la cocina estuviera abajo también. Y Shikamaru era el encargado de la barra… Así que no podía dejar su faena para hacer lo que era trabajo de otros, además de que las mañanas solían ser moviditas.
Pero claro, por la cuenta que le traía, más le valía no ponerse a despotricar delante de Kunimitsu. Ese hombre tenía muy malas pulgas si estaba de mal humor. Y como era bastante reservado, nunca sabía cuándo era un buen día y cuándo no.
Miércoles, 6 de agosto
14:25 h
—¡Naruto! —le llamó Ino desde arriba. —¡Está fuera!
—¿El qué está fuera…? —murmuró malhumorado.
Aún le quedaban unas cuantas cajas por colocar. Había tenido que ponerse un delantal de la cocina para evitar que se le ensuciara la camisa, y le caía el sudor por la sien con tanto trajín.
Abajo no había aire acondicionado, tan sólo un ventilador en la parte de la cocina y que, ahí donde estaba él, no le servía para nada. Así que ni se había molestado en encenderlo. Podía sentir una fina película de sudor cubrir sus brazos también, y toda su espalda, y sabía de sobras que la parte de la camisa bajo los brazos tenía que estar empapada. Odiaba sentirse así. Pareciera que no se hubiera dado una ducha en semanas.
—¿Naruto? —bajó la rubia por las escaleras, buscándole con la mirada.
—¿¡Qué!?
—¡Conmigo no la pagues, ¿eh?! Que yo no tengo la culpa —se cruzó de brazos mirándole a los ojos durante unos instantes. —Si lo sé no te digo nada… —se dio media vuelta para volver a subir.
—Perdona, Ino… Pero es que estoy hasta las narices… —se apartó con el dorso de la mano el sudor que le resbalaba por la quijada. —¿Por qué siempre nos lo dejan a nosotros? ¿Tanta gente hay por la tarde que no pueden hacerlo ellos o qué? —suspiró.
—Ahh… —suspiró también ella, y se giró para mirarle por encima del hombro. —El chico ese está en la terraza, por si querías decirle algo…
—¿En serio? —abrió los ojos como platos. —Tómale nota, ¡ahora subo!
Aprisa, se dirigió al vestuario para lavarse las manos y los brazos, y refrescarse un poco la cara. No podía hacer nada para quitarse la sensación pegajosa del sudor en el resto de su cuerpo… Pero era lo que había. Según salía de nuevo, dejó el delantal en el cubo de la ropa sucia de la cocina y, de dos en dos, subió casi corriendo los escalones. Se paró frente a la puerta que daba ya a la barra, antes de salir, para coger un poco de aire y salir con más calma a la sala. No quería parecer un desesperado. Pero hoy había dado por hecho que no le vería, y le emocionó la idea de hacerlo. El día anterior fue uno de esos raros días en los que no aparecía, y se moría de ganas por preguntarle si había empezado a leer el libro. Así pues, con toda la calma que pudo aparentar, salió a la barra buscando con la mirada a su jefe, para cerciorarse de que ya se había marchado. Lo último que quería era que le echaran la bronca por no terminar lo que le habían mandado y estar hablando con un cliente como si fuera lo más importante del mundo. Disimuladamente le siguió buscando con la mirada por la sala, mientras daba un trago de agua. Cuando estuvo seguro de que ya se había ido, se acercó donde estaban las comandas para servir él mismo el pedido del moreno.
"¿Hay alguien con él…?", arrugó la nariz.
Sólo había dos notas para la terraza, y las dos tenían más de una bebida. Algo inseguro se acercó hasta la ventana del final de la barra para echar un vistazo. Y sí, estaba acompañado.
—Como no espabiles te lo van quitar… —le murmuró divertido su compañero cuando pasó a su lado.
—No me pueden quitar algo que no es mío... —contestó abatido.
—Mira, yo tengo una teoría —dejó en la barra un par de botellines de cerveza, de algún pedido que estuviera poniendo. Le cogió por el hombro y se acercó para hablarle más bajo, de espalda a la sala. —Viene aquí porque le pilla cerca de donde tiene que ir…
"Hasta ahí llego…".
—Pero hay un montón de bares y cafeterías por la zona. Así que, ¿por qué viene aquí siempre?
—Shikamaru… No soy tan egocéntrico como para pensar que es por mí, ¿vale? —suspiró. —Tal vez al principio le molara picarme… Pero creo que en un mes ya habría perdido la gracia… Tiene que ser otra cosa. Además —miró de nuevo la nota de su mesa—, la chica esa con la que está parece su novia…
—Puede que sí, puede que no —le concedió. —Pero es que resulta que ésta no es la cafetería más barata de la avenida… Y parece que no le hace ni pizca de gracia cuando le atendemos los demás. Así que sólo me queda pensar que viene por ti.
Naruto se quedó en silencio viendo cómo su compañero volvía a su faena, cogiendo la siguiente nota y caminando por la barra buscando lo que necesitaba. De nuevo dirigió la mirada a la nota de la mesa donde estaba el chico… Y con otro suspiro la cogió para servirle.
Le sorprendió ver que no eran dos bebidas las que tenía que poner… sino tres. Estaba seguro de que cuando echó un vistazo por la ventana sólo estaba la chica pelirroja del otro día con él. O tal vez su cerebro omitió que había una tercera persona porque no la estaba buscando expresamente. O tal vez debía venir más tarde y habían pedido por él.
"O por ella…", torció el labio.
Hasta ahora... Bueno, más bien hasta que vio a la pelirroja, no se había planteado el hecho de que él, Naruto, era un chico, y que tal vez… Muy seguramente… ¿Para qué engañarse? Aquel moreno no tenía nada de gay.
Había personas que lo exudaban por cada poro de su piel, pero éste no era el caso. A pesar de tener unas facciones muy finas en la cara, y que siempre parecía cuidar cada prenda que se ponía, no había nada, absolutamente nada, que le indicara que podría estar más interesado en los hombres que en las mujeres. Así que, por porcentajes, debía pensar que tendría que limitarse a ser su amigo. Si es que conseguía que accediera algún día a salir con él a dar una vuelta.
Tomó una buena bocanada de aire cuando tuvo la bandeja lista y se encaminó hacia la terraza. Y como siempre a esas horas, el chico parecía estar exhausto. Estaba medio recostado en su silla abanicándose, apoyando la cabeza en la otra mano.
—¡Por fin! —dijo ella. —Pensaba que tendría que ir yo misma a por las bebidas.
—Karin…
Vale. No la conocía de nada, pero ya le caía mal. Le estaba mirando con cara de odio, por la razón que fuera. Pero fuese cual fuese el motivo, seguro que no era suficiente para mirar así a nadie sin conocerlo.
Hubo de respirar profundamente: si realmente era su novia, y la cagaba, tal vez no volviera a verle más por ahí; tenía que mantener su boquita bien cerrada y no decir nada más de lo estrictamente necesario.
Empezó a dejar los vasos sobre la mesa. Sabía de sobra que la coca cola zero era para él: siempre que venía por estas horas era lo que pedía. Dio un respingo interiormente cuando sintió que la bandeja se vencía de peso y se giraba, aunque pudo rectificar la fuerza de los dedos con los que la sujetaba a tiempo y devolverla de nuevo a su posición horizontal.
Instintivamente se giró a mirar y comprendió que fue ella, al quitarle una de las botellas, la que había provocado la inestabilidad. Quería tirarle las mil pestes, pero se mordió la lengua y volvió a respirar profundamente.
—Vas a hacer que se le caiga la bandeja, Karin… —murmuró el moreno.
Ella estaba a punto de coger otra botella, pero atendió al llamado del chico y giró la cabeza algo molesta.
"Cómo se nota que no has trabajado de esto… Pava", pensó al tiempo que dejaba la botella de coca cola delante de él.
Como ella ya había dejado la cerveza en el sitio vacío, supuso que la fanta que quedaba en la bandeja era para ella, así que se la dejó al frente.
Se giró a mirar al moreno y, por un instante, se quedó ahí parado. Quería preguntarle si se encontraba bien. Quería decirle que entrara dentro, estaba haciendo un calor del demonio. Y si se encontraba con ganas de charlar, quería preguntarle por el libro. Tal vez hoy se atreviera a preguntarle cómo se llamaba.
Pero intuyó que no era el mejor momento con ella delante, así que les dejó la cuenta sobre la mesa.
—¿Os falta algo más? —le preguntó al chico, queriendo alargar el momento.
—No, ya está todo —se adelantó a contestar ella.
Entre cabreado y desilusionado, Naruto se dio la vuelta. Aún quedaba otra mesa por servir y el aire alrededor de ellos se estaba tornando bastante pesado. Sin duda ella quería que les dejara en paz.
Volvía de dejar las bebidas de la otra mesa, cuando otro chico se les unió. Al llegar, le dio una palmada suave en el hombro y se sentó entre ellos.
—¿Cómo va eso, Sasuke?
—Va…
"Sasuke…", repitió en su mente.
Giró la cara al instante, mirando hacia el otro lado de la calle, notando que se le aceleraba el pulso. El susodicho se había girado a mirar en su dirección y no quería que le pillara mirándole embobado. Aunque el hecho de que se girase de esa manera tan brusca ya era delatador. Hasta ahora no lo había notado, pero sentía que una gota de sudor resbalaba por su sien, camino de la quijada. Debía de verse ridículo.
Y otro gran descubrimiento para él ocurrió en ese momento. Por el rabillo del ojo vio que el chico que acababa de llegar, se giró hacia la pelirroja. No pudo evitar mirar un poco más directamente, y le dio un brinco en el pecho al ver que la besaba. En los labios.
"¡Bien!", volvió a mirar hacia otro lado.
Empezaba a sentir que el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho. De nuevo veía que tenía alguna oportunidad. Aquella chica no era su novia. Al menos el porcentaje de éxito en quedar con él para dar una vuelta no quedaba reducido a cero.
Cabía la posibilidad.
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