Bruno no estaba seguro de en qué momento su casa había comenzado a sentirse tan sofocante. Tal vez fue cuando Iván cruzó la puerta con su expresión de fastidio de siempre. O quizá cuando dejó su mochila en la mesa del comedor como si fuera su propia casa. Su madre estaba trabajando y sus hermanos, como siempre, tenían cosas mejores que hacer fuera de casa. A veces extrañaba tener esa libertad porque, sí, luego de que empezaba la universidad, ya nada era lo mismo.
De cualquier forma, la tarde apenas comenzaba y Bruno ya sentía que su paciencia pendía de un hilo. Iván no estaba contento con nada y se preguntó si realmente había sido buena idea elegir su casa como punto de estudio. No le gustaba el jugo de manzana ni tampoco el brownie. Nada, absolutamente nada, le venía bien.
—¿De verdad trabajas mejor con música? —Iván frunció el ceño al escuchar la playlist de Bruno sonando de fondo.
—Sí. —Bruno ni se molestó en mirarlo mientras acomodaba sus apuntes—. ¿Te molesta?
Iván suspiró y se preguntó por qué tenía que soportar eso cuando en la biblioteca podía trabajar en completo silencio. Aunque, sí, Bruno solía desconcentrarse más seguido, pero por culpa de su teléfono.
—No, pero pon algo que no sea tan... deprimente.
Bruno levantó una ceja, completamente indignado. ¿Cómo podía decir que era deprimente? Bueno, tal vez algunas canciones eran demasiado tristes, pero la buena lírica lo compensaba todo.
—No es deprimente, es Taylor Swift.
—Exacto.
Bruno chasqueó la lengua.
—Pues aguántate, porque en mi casa se escucha lo que yo quiero.
Iván no respondió, pero murmuró algo ininteligible antes de enfocarse en su parte del proyecto. Estaba sorprendido por los gustos musicales de Bruno, para qué negarlo. Su apariencia era muy engañosa: siempre vestido de negro, con cadenas colgando de sus pantalones. No, en definitiva, no lucía como alguien que disfrutaba la música de Taylor Swift. Pero, aunque se quejó, ocultó una sonrisa. A él le gustaba bastante el álbum Evermore.
De todos modos, Iván parecía decidido a ignorarlo, y Bruno hubiera estado feliz con eso si no fuera porque, cada cierto tiempo, lo atrapaba mirándolo de reojo con el ceño fruncido, como si estuviera tratando de descifrarlo. Pasaron al menos treinta minutos antes de que Iván soltara su lapicera con un suspiro.
—Esto no tiene sentido.
—¿Qué? —Bruno parpadeó varias veces.
—Este párrafo. —Empujó la hoja hacia Bruno, señalando una parte del texto—. No encaja con lo que escribimos antes.
Bruno lo leyó y, para su fastidio, se dio cuenta de que tenía razón.
—Bien, lo reescribo.
—No, déjamelo a mí. —Iván tomó su cuaderno y comenzó a escribir de nuevo.
Bruno cruzó los brazos, observándolo con suspicacia. Hasta ahora, Iván se había limitado a criticar sin aportar mucho. Pero verlo tan concentrado, con la mandíbula tensa y su lapicera moviéndose con precisión, le hizo darse cuenta de que el tipo realmente sabía lo que hacía.
Claro, hacía mucho que se había dado cuenta de que Iván tenía sus metas bien claras. Pero cada vez que lo notaba, quedaba maravillado con su inteligencia. No exageraba, a la hora de estudiar, Iván era una persona completamente diferente y… ¿le gustaba?
—No eres tan inútil después de todo.
Iván alzó la vista con una sonrisa ladina. "Olvídenlo", pensó Bruno de inmediato. Nuevamente, volvieron los deseos de querer ahorcarlo y no de una manera sexy.
—Vaya, ¿eso fue un cumplido, cachorro?
Bruno bufó e Iván rodó los ojos. Odiaba ese apodo, pero no podía siquiera reprocharle cuando él no dejaba de llamarlo "maricón" cada que podía. Sí, había dicho que dejaría de molestarlo, pero era más fuerte que él.
—No te emociones.
El ambiente se alivianó apenas un poco después de eso. No al punto de volverse agradable, pero sí lo suficiente como para que las discusiones disminuyeran. Bruno empezó a notar cosas sobre Iván que antes le habían pasado desapercibidas. Cómo jugaba con el anillo en su dedo índice cuando pensaba y, sobre todo, cómo seguía mirándolo de una forma extraña.
—¿Qué? —preguntó Bruno, harto de esos ojos analizándolo.
Iván se apoyó en el respaldo de la silla y lo miró fijamente.
—Nada. Solo estaba pensando.
—Pues deja de pensar, me incomoda —dijo horrorizado para burlarse de él.
Pero Iván se limitó a sonreír y no se detuvo. Cuando le propuso reunirse, tenía muy en claro su propósito. No podía soportar más sus sospechas sobre Bruno y bear_03. Tenía que empezar a volverse un poco más cercano para lograr desmembrar la posible verdad. Aunque dudaba que Bruno fuera consciente de lo que él pensaba sobre el tema.
—Dime algo, Bruno… ¿has jugado Dark Paradise alguna vez?
Bruno sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero se obligó a actuar con naturalidad.
—¿Por qué preguntas?
—No sé, tengo la sensación de que te he visto antes.
Bruno soltó una risa forzada.
—¿En un videojuego? No me hagas reír, es imposible que puedas ver a la otra persona.
—No te hagas el tonto.
El cambio en el tono de Iván hizo que Bruno tragara saliva y rompiera el contacto visual. Se dio cuenta de cómo el castaño mordía sus labios. Eso respondía más que todo lo que podía llegar a decirle con palabras.
—No sé de qué hablas.
Iván lo estudió por unos segundos más antes de encogerse de hombros y fingir que no le interesaba. Pero la reacción de Bruno lo dejó más que intrigado. Sentía que tenía las respuestas más cerca de lo que había esperado. No podía negar que Bruno y @bear_03 hablaban de la misma forma. Y el timbre de voz… tenía que ser demasiada coincidencia.
—Supongo que me equivoqué.
Pero Bruno no se dejó engañar. Iván sospechaba algo, y eso solo hacía que la atmósfera en la habitación se volviera aún más pesada. Sintió un nudo en el estómago; no quería hablar de nada relacionado con @kaisen12, pero la forma en que Iván lo miraba, la insistencia en su pregunta… algo en todo eso no le gustaba.
Volvió a concentrarse en sus notas, intentando ignorar la sensación de que estaba siendo analizado. Pero su mente ya estaba en otra parte, en ese estúpido juego. Entonces recordó lo que Garam había dicho con desprecio cuando mencionó por qué había terminado con Iván.
"Lo nuestro se arruinó por un estúpido juego", resonó en su mente.
Bruno nunca había preguntado más detalles. En ese momento, no le había parecido importante. Pero ahora, con Iván mirándolo de esa forma, con sus propias noches de insomnio frente a la pantalla brillando en su memoria, no pudo evitar preguntarse…
¿Era Dark Paradise ese juego?
No podía ser una coincidencia. ¿Por qué le preguntaría? Tenía que ser ese. ¿Y si al final tenían más en común de lo que creía? Su corazón latió más fuerte. Si eso era cierto, si Iván tenía algo que ver con Dark Paradise, si de alguna manera estaba conectado con todo lo que Bruno había intentado dejar atrás… Bruno desvió la mirada a su laptop cerrada en el escritorio.
No. No quería pensar en eso ahora, pero era débil y no pudo contenerse. La idea de que Iván pudiera estar relacionado con Dark Paradise lo carcomía, así que decidió tantear el terreno sin mucha sutileza. Grave error.
—Garam me contó que terminaron por un juego —dijo con fingida indiferencia, hojeando sus notas sin mirarlo—. ¿Era en serio tan importante para ti?
Iván, que estaba escribiendo en su cuaderno, se quedó quieto. Bruno notó cómo su agarre en la lapicera se tensaba antes de soltar un resoplido.
—No esperaba que me sacaras ese tema —murmuró, sin levantar la vista.
—Solo me dio curiosidad —Bruno encogió los hombros—. Si lo que jugabas era tan absorbente como para que te dejaran, debe haber sido algo grande.
—No puedo creer que ella te lo haya dicho.
—Bueno, solo mencionó que fue por un juego, pero tú me preguntaste primero por Dark Paradise.
Iván soltó una risa seca, pero no tenía humor. Bruno sintió un pequeño escalofrío; estaba tanteando el terreno de la manera equivocada.
—Veo que entonces conoces Dark Paradise.
—Mh, sí, algo así. Pero no creo ser tan estúpido como para dejar que un juego me absorba. —Mintió con descaro, cuando él mismo había estado deprimido cuando @kaisen12 dejó de hablarle.
—¿Es eso lo que piensas? ¿Que me importaba más un juego que mi relación?
Bruno arqueó una ceja y se atrevió a mirarlo de frente.
—¿No es lo que pasó?
Iván finalmente lo miró, y por primera vez, Bruno notó algo diferente en sus ojos. No era arrogancia, ni fastidio. Era algo más oscuro, algo parecido a… ¿dolor?
—Ella nunca lo entendió —Iván desvió la mirada, su voz más baja—. Y tampoco iba a explicárselo.
Bruno frunció el ceño, intentando descifrar todos esos secretos que escondían sus ojos misteriosos.
—¿Explicarle qué?
Iván no respondió de inmediato. Su mandíbula se apretó, y Bruno tuvo la sensación de que estaba debatiéndose internamente sobre si decirlo o no.
—Olvídalo —murmuró al final—. No importa.
Bruno sintió una punzada de frustración. No estaba seguro de qué esperaba escuchar, pero no le gustaba que Iván se cerrara así, justo cuando parecía dispuesto a ser honesto. Sin embargo, lo que lo desconcertó más fue el cambio en la expresión de Iván cuando Garam volvió a salir en la conversación.
—Pensé que después de lo nuestro ella no duraría mucho contigo —dijo Iván, mirándolo fijamente—. Pero son bastante cercanos, ¿no?
Bruno levantó una ceja. Trató de buscar las palabras correctas. No podía dar un paso en falso. Moría de ganas de decir "es mi prima", pero Garam fue clara: hasta no terminar el primer cuatrimestre, esto debía mantenerse en secreto.
—Es mi novia, ¿qué esperabas?
Iván dejó escapar una risa baja, pero no sonó divertida. Bruno notó su mirada más melancólica, al punto que sintió un picor de celos. ¿Realmente extrañaba tanto a Garam?
—No sé… yo no tuve una relación tan cercana con ella.
Bruno lo miró con sospecha.
—¿Cómo?
—Solo que… —Su lengua se deslizó sobre su labio inferior, como si dudara si debía decir lo siguiente—. A veces siento que ella se preocupa más por ti de lo que lo hizo por mí.
Bruno sintió una incomodidad extraña en el pecho. Odiaba tener que mentirle cuando parecía que Iván estaba dispuesto a abrirse con él. Más de lo que lo había hecho Garam. Porque ella aún seguía ocultándole cosas de su relación pasada con el rubio.
—¿Y qué? ¿Eso te molesta?
Iván se quedó en silencio.
Porque sí, lo molestaba. No porque aún tuviera sentimientos por Garam, sino porque, aunque no quería admitirlo, la presencia de Bruno en su vida le causaba algo que no entendía del todo. Algo que se le metía bajo la piel y le hacía sentir que la cercanía entre Garam y Bruno era… irritante.
Especialmente después de lo que había soñado la noche anterior. El calor subió a su rostro al recordarlo. No fue un sueño común; últimamente, nada era normal desde que comenzó a prestarle atención de nuevo. Fue intenso, real, demasiado detallado para su propia comodidad. Bruno y él, enredados, piel contra piel, jadeos ahogados en la penumbra. Despertó con el cuerpo tenso, la respiración acelerada y un deseo que no debía estar ahí.
Sentir este tipo de atracción anormal solo le recordaba a cuando iba a la preparatoria. Porque hubo una primera vez en la que sintió esta confusión, pero fue tan duro que lo reprimió tanto como pudo. Lo había atribuido al estrés, al cansancio. Pero ahora, viéndolo tan cerca, notando la forma en que su ceja se arqueaba con suspicacia, el filo en su mirada cuando lo cuestionaba…
Era demasiado.
Iván apartó la vista y carraspeó, intentando sofocar la inquietud en su pecho.
—Olvídalo —repitió, cortante—. No tiene sentido hablar de esto.
Pero Bruno no lo dejó pasar tan fácil. No después de haber visto ese pequeño atisbo de vulnerabilidad.
—¿Y si no quiero olvidarlo? No voy a burlarme de ti —sus palabras estaban cargadas de honestidad, y con cierto temor apoyó su mano sobre el hombro del rubio. Pero ese fue el detonante.
Iván cerró su cuaderno con tanta fuerza que el sonido hizo eco en el silencio. Bruno dio un gran salto, sorprendido por el repentino estallido.
—¿Qué mierda quieres de mí, Bruno? —soltó Iván de golpe, con los puños apretados sobre la mesa—. ¿Por qué insistes en meter la nariz donde no te llaman?
Bruno parpadeó, desconcertado por el tono cargado de ira. Se sintió perdido.
—¿Perdón?
—¡Siempre preguntando, siempre hurgando en cosas que no te importan! —Iván se levantó de la silla de un golpe, pasándose las manos por el cabello con frustración—. ¡No necesito que nadie más cuestione mis decisiones! Ya tengo suficiente con mi familia, con sus expectativas de mierda, con sus reglas sobre quién debo ser y qué carajo debo hacer con mi vida.
Bruno se quedó inmóvil. No había esperado que Iván explotara de esa manera. Pero lo que más resonó en su cabeza fue cuánto había estado reprimiendo Iván para estallar con un poco de presión.
—Iván…
—No necesito a nadie más diciéndome qué hacer —continuó Iván, con la respiración agitada, su pecho subiendo y bajando con fuerza—. Ni Garam, ni mi familia, ni tú.
Bruno sintió un escalofrío recorrer su columna. No por miedo, sino por la intensidad de la emoción en la voz de Iván. Lo había visto molesto antes, fastidiado, incluso burlón, pero esto era distinto. Era crudo. Real. Y, contra todo pronóstico, no pudo evitar sentirse… atraído por ello.
Había algo fascinante en verlo perder el control. En notar cómo la arrogancia de siempre se desmoronaba para revelar algo más profundo. Algo que no mostraba a nadie.
—No estoy tratando de decirte qué hacer —dijo Bruno, con calma—. Solo intento entenderte.
Iván soltó una risa amarga.
—¿Por qué?
Bruno abrió la boca, pero no encontró una respuesta inmediata. ¿Por qué? No tenía sentido. No había ninguna razón lógica para querer conocer a Iván más allá de lo superficial. No eran amigos. Apenas se soportaban. Y, sin embargo, Bruno no podía ignorar la sensación que se instalaba en su pecho cada vez que Iván bajaba la guardia, aunque fuera por unos segundos.
—Porque quiero —respondió al final, sin apartar la mirada.
Iván se quedó en silencio. Algo en su expresión cambió. Como si las palabras de Bruno lo hubieran desarmado de alguna forma y, por primera vez, en vez de pelear, en vez de huir, simplemente lo dejó estar.
Bruno se colocó de pie para quedar frente a él, y sus manos temblaron al tocar el rostro desconcertado de Iván. Pero, como si realmente fuera un cachorro dócil, Iván se dejó sostener entre sus manos. El corazón de Bruno bombeó con más fuerza. Ni él mismo entendía por qué había sido tan impulsivo, pero ver a Iván tan vulnerable lo hizo valiente.
No lo esperaba. Por supuesto que no lo vio venir cuando Iván lo rodeó por la cintura, acercándolo en un extraño abrazo. Pero lo más desconcertante no fue el contacto, sino lo cerca que quedaron sus rostros, tanto que sus alientos se entrelazaron. El perfume de Iván se sintió más intenso, más embriagador, y Bruno se preguntó cómo se sentiría besar esos labios rosados.
Comments (0)
See all