Habían pasado ya dos semanas desde que la última vez que Bruno habló con @kaisen12. Comenzaba a pensar que solo había sido un sueño, una dulce fantasía que nunca existió. Se sentía miserable por sufrir tanto por algo que, desde un principio, no había sido normal. Por eso, cuando se dio cuenta de que Tomas se acercaba a él con intenciones de volverse más cercano, no dudó en darle luz verde.
Compartían todos los almuerzos; también estaban sus amigos, pero era evidente como Tomas tenía detalles con él que ni siquiera tenía ni con Garam. Le traía chocolates, otras veces papas fritas; Tomas descubrió que Bruno las amaba con cheddar. Al final, él solo era un chico simple con gustos simples.
Sin embargo, esto no era del conocimiento de Iván, quién los observaba desde lejos con un picor extraño en el pecho.
—De verdad, no te puedo tomar en serio —murmuró Mauro con un suspiro.
—¿Qué pasa?
—¿En serio no te das cuenta o solo eres muy estúpido?
Iván frunció el ceño con molestia y dejó de mirar hacia la mesa de su ex novia para concentrarse en su comida.
—No seas muy duro con el niño —se burló Jay, apoyándose en el hombro de Iván, aunque este lo empujó de inmediato para romper el contacto.
—No sé de qué hablan.
—De tu obsesión con el twink. —intervino Elías.
Jay lo miró en silencio, alzando una ceja con una expresión que insinuaba que sabía más de lo que los demás comprendían.
—No estoy obsesionado. Tengo que hacer el proyecto del que les hablé con él.
Inmediatamente, Jay y Mauro rompieron en carcajadas, llamando la atención de la mesa protagonista de sus charlas.
—Qué ruidosos… —se quejó Bruno, apoyado en el hombro de Camilo.
—De todas las universidades, teníamos que coincidir con idiotas —le siguió Sebastián.
—Vamos, no le presten atención. Sigamos en lo que estábamos —dijo Carla, quien llevaba cinco minutos llevaba planeando una salida al cine. Todos tenían ganas, pero no lograban coincidir en horario ni en gustos. Ya estaban en una instancia donde todos los profesores se volvían demandantes con las tareas.
—Tal vez en vacaciones de invierno, Car. Tenemos mucho que hacer en el club —se quejó Garam, llevándose ambas manos sobre su cabeza.
—De todos modos, no es sano que no nos demos un tiempo de ocio —insistió Carla.
—Estoy cien por ciento segura de que estos frikis tienen su tiempo de ocio jugando videojuegos.
—Cállate, yo no entro al juego hace días —confesó Bruno con un deje de tristeza.
Tomas lo miró con total interés.
—Es verdad, hace días no hablas de Dark Paradise. ¿Ya te aburrió? —preguntó Camilo.
—No… yo…
Antes de que pudiera decir más, sintió un toque en su hombro y un perfume perforó sus fosas nasales. Intentó contar hasta diez para no reaccionar de la peor manera; aún no le apetecía pelear con Iván. Por eso, había evitado el tema del proyecto todo este tiempo.
—Pensé que te quedó claro que no quiero que te metas con mi novio. —lo enfrentó Garam.
Iván puso sus ojos en blanco y no le hizo caso a la chica que una vez había sido su novia.
—Necesito que hablemos, mari… Lombardi —corrigió Iván, desviando la mirada.
—¡Que te vayas! —insistió ella, pero Bruno le sonrió con pena a su prima.
—Olvidé contarles que tengo que hacer un trabajo con él.
Todos se quedaron mudos y observaron cómo Bruno se ponía de pie. No podían creer cómo su amigo seguía obedientemente a la persona que tanto criticaba y de quien hablaba con tanto odio cada vez que tenía oportunidad. Sebastián compartía muchos horarios con Bruno, pero no todos, por lo que no podía creer lo que se había perdido por no coincidir al cien por ciento con él.
—Esta escena es digna de ser fotografiada —dijo Jay desde la otra mesa con una sonrisa burlona.
Pero Iván no lo escuchó. Para ese momento, ya estaba lo suficientemente lejos con Bruno, en los pasillos menos concurridos de la universidad.
Ambos ni siquiera podían verse a la cara sin sentirse molestos. Sabían que necesitaban hablar al respecto y, como Iván había tomado la iniciativa de ir a buscarlo, Bruno pretendía que él también rompiera el hielo en aquella situación tan incómoda para los dos.
—De verdad haces que la gente pierda la cabeza —suspiró Iván—. ¿De verdad tuve que ir a buscarte, enano irresponsable?
—¿Cómo me dijiste? —preguntó Bruno, completamente indignado. No era bajo, el problema era que Iván era demasiado alto con su metro noventa.
—No me cambies de tema. No quisiste darme tu número, te haces el misterioso y ya pasaron días, y todavía no hicimos nada —soltó el rubio tan rápido que Bruno comenzó a perderle el hilo.
—Oh, vamos, todavía hay tiempo. No sabía que eras tan responsable.
—No sé tú, pero yo necesito pasar esta materia sí o sí este año. No puedo darme el lujo de recursar.
—Cierto, los deportistas son becados, ¿verdad? —sonrió con sorna.
—No me preocupa el dinero, mi problema es que me suspendan de las competencias —confesó con confianza. Cuando se dio cuenta de ello, frunció el ceño y despeino su cabello—. No debo darte explicaciones.
—Pero las das… —Bruno se rió—. Porque, aunque no te guste, me necesitas más tu a mí que yo a ti.
—¿De verdad quieres meterte conmigo, maricón? —espetó Iván, irritado, empujando su pecho contra el de Bruno.
—Dijiste que dejarías de molestarme…
—Aún no iniciamos el trabajo.
—Pero me necesitas, porque, después de todo, no puedes cambiar de pareja a menos que abandones la cátedra y te inscribas el año siguiente con otra —Bruno le sonrió, picando con su dedo índice el pecho duro de Iván. Le causaba cierta satisfacción tener, de alguna manera, poder sobre su acosador.
—¿Me quieres pedir algo? —suspiró Iván, observando con intensidad los ojos oscuros del castaño.
—¿Es mucho pedir que te portes bien conmigo?
Iván puso los ojos en blanco, pero, después de unos segundos, asintió a la petición del contrario.
—Bien —soltó casi como un gruñido.
—Te veo el viernes después de clases, cachorrito —dijo Bruno, dándole unas palmaditas en el pecho antes de separarse—. En la biblioteca, como quedamos, y ven estudiado. Tampoco quiero que te hagas el imbécil.
El rubio cerró los ojos para contener las ganas de tomar a Bruno por el cuello y gritarle un par de insultos. Pero también, quería preguntarle porque olía tan bien. A limpio. A perfume de Calvin Klein. Era parecido al de Garam, pero mucho más intenso.
“Mierda”, pensó cuando se dio cuenta de lo que pasaba por su mente.
Odiaba estar obligado a tener que pasar tiempo a solas con él.
Era miércoles cuando Tomas esperó el momento indicado para encontrar a Bruno fuera del departamento de Ciencias. Bruno se sorprendió al verlo solo, sin Garam ni Carla. Pero lo que más le llamaba la atención era la manera en que el chico movía su pierna derecha, como si estuviera nervioso. No dudó en sonreírle al saludarlo; no quería hacer evidente que le parecía guapo, pero, sin dudas, Bruno era todo un ojo alegre.
—Espero no te moleste que haya venido a buscarte.
—No, no, de hecho, me da gusto verte…
—Yo mh… no quiero hacer esto demasiado largo.
—¿Sí? —preguntó el castaño, mirando al actor con confusión.
—Sé que estos días hemos estado hablando para salir todos juntos en los almuerzos, pero a mí me gustaría invitarte a salir a ti.
Bruno parpadeó varias veces, intentando procesar lo que el pelirrojo acababa de decirle. ¿Invitarlo a salir? ¿A solas?
—¿A dónde? —preguntó, sonando desesperado.
—Al cine, si te parece bien… No quiero incomodarte.
—¡No, no! No me molestas, yo quiero ir contigo.
—Ella me dijo que tú, bueno, también estas de este lado de la vereda, ¿entiendes?
—Oh…
—No te estoy invitando como un amigo, Bru… —dijo Tomas, buscando la mirada avergonzada del chico—. Me gustaría conocerte más.
—Ah, sí —titubeó Bruno, sin encontrar las palabras adecuadas de lo asombrado que estaba. Es decir, Tomas no parecía el chico más heterosexual del mundo, pero no esperaba que, de verdad, su ojo gay hubiera funcionado.
—Sin presiones, sé que aquí tú eres el “novio” de Garam —agregó Tomas, posando su mano sobre el hombro de Bruno y le guiño un ojo con una sonrisa digna de comercial.
Sin embargo, el coqueteo se rompió en cuanto Tomas hizo contacto visual con Iván, quien los observaba desde una distancia considerable con mucha intensidad.
Iván sabía que Tomas era gay. Sin embargo, como era amigo de Garam, nunca lo había tratado de la misma forma que a Bruno. De hecho, se animaría a decir que con él era bastante agradable. Pero la perspectiva de Tomas cambió cuando se volvió testigo de los comentarios homofóbicos del rubio.
—Supongo que tendré que dejarte, o me van a perforar la frente —suspiró el pelirrojo—. Te llamaré luego para coordinar.
Bruno no entendió por qué, de repente, Tomas se despidió. Claro, hasta que, al quedar solo, Iván se acercó murmurando.
—¿Ya andas moviéndole el culo a cualquier maricón?
—¿Qué mierda? —espetó Bruno, enfurecido, y se marchó de inmediato
—Amigo… —intervino Mauro, quien había presenciado la escena y apoyó su mano sobre el hombro de Iván —. Con esa actitud de mierda, nunca vas a conquistarlo.
—Mierda, no digas pendejadas. Nadie quiere conquistar a nadie.
—Pero creo que ese zorro de teatro sí le puso los ojos al twink.
—Es amigo de Garam —suspiró Iván, caminando junto a Mauro hasta los campos de atletismos.
Era difícil. Bruno tenía muchos sentimientos encontrados. Una parte de él seguía pensando en su amor virtual, pero también estaba ansioso por la llegada del viernes. No le emocionaba en absoluto encontrarse a solas con Iván, pero esa noche sería su cita con Tomas.
El chico de teatro era realmente su tipo: ni tan bajo ni tan alto, con una sonrisa encantadora y ojos almendrados. Su cabello, a pesar de estar teñido regularmente de un rojo borgoña, siempre se veía bien cuidado. Y ni hablar de sus brazos; incluso con camiseta larga se notaba que Tomas se ejercitaba.
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Iván, irritado por la falta de interés de Bruno hacia él.
—¿Qué te importa? —el castaño puso sus ojos en blanco, intentando no sonreír demasiado al pensar en su cita con Tomas.
Iván siguió pasando las páginas del libro sobre la composición de la Tierra, tomando notas sobre la litosfera. Pero le ponía nervioso ver como el otro se distraía de la nada, como si estuviera soñando despierto. No quería estar ahí, entendía que Bruno no tenía interés en hablar con él, pero le molestaba que ni siquiera pusiera de su parte.
—Ordena tu mente o te la ordeno yo —lo amenazó, alzando uno de sus libros y apuntándolo contra la cabeza de Bruno sin llegar a golpearlo.
—Déjame en paz, haré un buen trabajo, pesadilla.
—Si llegamos a desaprobar por tu culpa, haré que te arrepientas.
Bruno intentó concentrarse mientras leía sobre la hidrosfera, pero sus resoplidos estaban empezando a fastidiar a su compañero. Iván no era tonto. Se dio cuenta que el castaño no dejaba de mirar el reloj de su celular e incluso revisaba el chat de Instagram como si esperara el mensaje de alguien. ¿Tal vez de Garam? Se preguntó. La curiosidad le picaba, pero no tenía la confianza suficiente para preguntarle.
—Si no pensabas darme tu número, podrías haberme dado tu Insta —comentó como si nada.
—No voy a permitir que sigas molestándome incluso fuera del campus.
—¿De verdad crees que soy tan enfermo? —la ceja en alto de Bruno indignó por completo a Iván, aunque sabía que el joven tenía toda la razón en sospechar de él. Después de todo, no dejaba de escupir estupideces cada vez que se cruzaban.
—Olvídalo.
—¿Tanto quieres mi contacto? —se burló Bruno.
—La verdad, no. Pero es incómodo estar incomunicado con mi pareja de proyecto.
Bruno soltó una risa sarcástica y dejó su lapicera sobre el cuaderno. Lo miró con una sonrisa traviesa y se cruzó de brazos, sin dejar de analizar al rubio.
—Ah, claro. Ahora resulta que te preocupas por eso —comentó con ironía—. Qué conveniente, ¿verdad?
Iván frunció el ceño y apartó la mirada, reprimiendo el impulso de soltar alguna estupidez que pudiera ofender al castaño. En lugar de eso, golpeó la mesa con la punta del lápiz, como si intentara contener su frustración. No le gustaba sentirse avergonzado frente a Bruno.
—No me hagas arrepentirme de intentar ser medianamente civilizado contigo —gruñó.
Bruno rodó los ojos y tomó su celular, desbloqueándolo con lentitud exagerada.
—Bien, si tanto lo necesitas… —dijo sin entusiasmo mientras escribía algo en la pantalla—. Te pasaré mi usuario. No lo uses para estupideces.
Iván sintió un pequeño triunfo al ver la notificación en su móvil. Lo desbloqueó y abrió la aplicación para buscarlo, pero cuando leyó el usuario de Bruno, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. @bear003. No era exactamente el mismo, pero algo dentro de él se removió. Lo recordó. Y con el recuerdo vino el peso de su propia cobardía. Había huido y, como si fuera un castigo, el pasado se empeñaba en perseguirlo.
Ocultó su pánico con una expresión indiferente, y Bruno no tardó en recibir su solicitud de seguimiento.
—No pensaba usarte para otra cosa que no fuera esto —dijo Iván, encogiéndose de hombros—. No te emociones.
—Sí, porque claramente estoy saltando de alegría —murmuró Bruno, volviendo la vista a su libro.
El silencio se instaló entre ellos por unos minutos. Iván intentó concentrarse en la lectura, pero sin darse cuenta, sus ojos volvían una y otra vez hacia Bruno. No quería pensar en el chico de Dark Paradise, pero las similitudes lo estaban enloqueciendo.
Bruno tenía el ceño ligeramente fruncido y tamborileaba los dedos contra la mesa, probablemente pensando en cualquier cosa menos en la hidrosfera.
—¿Qué? —preguntó Bruno sin mirarlo.
—Nada. Solo que, si sigues mordiéndote el labio así, te lo vas a arrancar —comentó Iván con una media sonrisa.
Bruno lo fulminó con la mirada y soltó un suspiro pesado.
—Dios, qué insoportable eres.
Iván cerró el libro con un golpe seco. Estaba cansado de los pensamientos que lo acechaban. Y, sobre todo, de la incertidumbre.
—Y tú deberías estar prestando atención. Desde que llegaste, no has parado de revisar el teléfono —deslizó la mirada hacia el móvil de Bruno, que descansaba boca abajo sobre la mesa—. ¿Garam te escribe?
Bruno frunció el ceño. No le gustaba para nada lo controlador que estaba siendo Iván.
—¿Y qué si lo hace?
Iván chasqueó la lengua y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa.
—Nada, solo que debería respetar tus momentos de estudio.
Comments (0)
See all