Jasper
Las voces de las personas me están irritando. Odio venir a este tipo de fiestas donde las feromonas de los estúpidos alfas abundan, pero no puedo negar que mi ojo alegre está más que satisfecho con tantas hermosuras paseando por el salón.
Que pena que no me meto con omegas, sobre todo porque hay algunas muy hermosas con feromonas tan dulces que dan ganas de morderlas. En teoría, nada me lo impide. Después de todo soy único, un omega dominante, uno en un millón.
Los alfas creen que lo tienen todo en su poder hasta que se topan con nosotros. No es algo que disfrute de presumir, principalmente porque cuando me manifesté como omega mi mundo se vino abajo. Aun así, eso no me detuvo y puedo seguir cogiendo tranquilo con las hermosas betas que se me presentan.
Muchos no lo saben, pero los dominantes como yo somos capaces de marcar a otros omegas, así como los alfas dominantes pueden marcar a otros alfas. Y aún sabiendo esto, no me apetece conocer a ninguna omega. No estoy para perder el tiempo con una mujer que a primeras me dejará por el primer alfa que se lo ordene.
Desde mi distancia puedo ver a mi jefe, Bertram. Él es un alfa dominante muy famoso, como la mayoría de los invitados aquí presentes. Yo soy un simple secretario, organizo sus horarios y ese tipo de cosas muy típicas de mi oficio. No nos llevamos mal, pero tampoco somos los más cercanos. Sabe cómo soy, por eso antes de venir me lo advirtió: “compórtate, hay gente importante”.
Me asquea la forma en que se ríen y dejan salir sus abundantes feromonas para atraer a omegas. Ni siquiera necesitan hacer eso, cualquiera estaría desesperada por encamarse con uno de estos hombres influyentes. Jefes de agencias de modelos, de actores, incluso algunos políticos extranjeros.
Mi jefe es el director de operaciones de la agencia de modelos más consolidada en Alemania, cosa que a mí me beneficia mucho porque puedo conocer a las mujeres más bonitas sin hacer mucho esfuerzo.
Este lugar es aburrido. No me interesa acercarme al director ejecutivo de la sede más importante, pero Bertram dice que es importante que asista a este tipo de reuniones. Solo que me resulta imposible estar aquí sin buscar un poco de diversión.
Entonces, ahí la veo, con su cintura tan pequeña que estoy seguro que cabe perfectamente entre mis dos manos. Es raro ver en este tipo de fiestas a una mujer tan tapada. Su traje azul marino se ciñe a todo su cuerpo, al punto que no deja mucho a la imaginación.
Su cabello negro roza su nuca y, como si estuviera hipnotizado, camino hacia la barra donde se dirige. Sonrío, complacido, al verla sentarse sola y miro a los dos lados para asegurarme que no esté acompañada de ningún idiota.
No siento ninguna feromona y, en mi pecho, experimento una ligera adrenalina.
Nada puede salir mal.
Tomo una copa de champaña del primer mozo que se cruza en mi camino. Cuanto más me acerco, más puedo ver que, aunque su postura es relajada, su mirada grita que no le interesa estar aquí y, por sobre todo, que no quiere que la toquen.
Se ve irritada. Justo como mi tipo ideal.
Preparo mi sonrisa, y lo siento mucho, Bertram, pero nací para ser un cazador indomable.
—¿No crees que es peligroso estar sola en una fiesta llena de alfas hormonales?
Ella se gira lentamente hacia mí y me mira con aburrimiento. Mierda, como me encanta. Definitivamente, su rostro no decepciona. Sus pestañas largas dan alusión a que lleva maquillaje, pero estoy seguro que tiene la cara bien lavada. Sus ojos oscuros me cortan la respiración y sus labios, ligeramente curvados, hacen una mueca de fastidio que me hace agua la boca.
Se ve un poco plana, pero no es de mi importancia. Lo que carga por detrás lo recompensa todo.
—No estoy sola —responde, bebiendo un sorbo de su coctel rosado. Su voz es baja y tranquila.
Se nota que no es una gran bebedora por la manera en que frunce sutilmente sus cejas. Al parecer, no tolera ni una gota de alcohol, aunque en mi opinión, el líquido que llena su vaso parece un chiste. Más que una bebida, parece un helado de fresa.
—Oh, entonces, ¿tienes un novio celoso vigilándote por ahí?
—No.
—¿Novia?
—No.
Sonrío, apoyo un codo en la barra y la miro directamente a los ojos. Se nota que no es de aquí. Toda su apariencia dice que es asiática, incluso el tono de su voz me advierte que no creció en Alemania, pero que conoce perfectamente el idioma. Eso hace que mi curiosidad se encienda aún más.
—Entonces, estoy de suerte.
—No lo creo.
De repente, veo su cuello moverse con el reflejo de las luces y algo me llama la atención. La miro mejor. Es un collar de terciopelo negro, ajustado y discreto, cubriendo…
Oh, mierda.
Mis ojos se abren ligeramente, pero intento no hacer evidente que me sorprende descubrir que no es una mujer.
Su manzana de Adán, maldición.
—¿Te pasa algo? —pregunta, como si no supiera donde tengo los ojos puestos, y alza una de sus finas cejas.
Pero entonces, ella… digo, él, antes de que pueda responderle, me sonríe por primera vez y sacude con suavidad su cabello con una de sus manos, acomodando un mechón detrás de su oreja. Acto que hace a propósito para que su feromona de omega llegue hasta mí.
No solo que no es mujer, sino que tampoco es beta.
Es un omega… como yo. Pero no es igual a mí.
Definitivamente, entre él y yo hay una brecha enorme, desde la apariencia hasta el aroma. Él tiene que ser recesivo, sino no me explico cómo no pude sentir nada antes, hasta que quiso hacerse notar.
Me aclaro la garganta, tratando de recuperar la compostura. No voy a dejar que un hombre me intimide. Si piensa que voy a flaquear, está muy equivocado.
—Nada. Solo… me sorprende que un omega este aquí sin su alfa cuidándolo.
El omega, porque claro que ahora estoy cien por ciento seguro de que lo es, se ríe suavemente y se inclina apenas hacia mí. Dudo que el ignore lo que soy, porque yo no hago nada para ocultar mis feromonas dominantes.
—¿Por qué? ¿Acaso quieres postularte para el puesto?
Abro la boca, pero no sé qué responder. No esperaba ese tipo de respuesta. ¿Él no puede sentir mi feromona? Su sonrisa llena de diversión me hace entender que lo sabe; solo le gusta jugar conmigo mientras bebe de su coctel.
—Eso pensé —suspira, aburrido.
Joder.
Yun
Me cuesta no reírme ante la situación. Pobre iluso. Su cara es sencillamente perfecta. Me bebo el resto de mi trago sin decirle ni una palabra más y me alejo con intenciones de dejarlo ahí.
No le doy vueltas al asunto, pero mientras camino comienzo a reír solo. La noche que pensé que sería una jodida mierda acaba de mejorar gracias a él. Pero he de confesar que no esperé encontrarme con el imbécil de Jasper en una fiesta como esta, aunque soy consciente que Bertram está invitado.
Normalmente, este magnate suele ignorar las invitaciones de Hans, mi jefe y mi prometido para el que actualmente trabajo como secretario. Él y yo no estamos enamorados. Si hubiera algo de romance entre nosotros estoy seguro que me habría presentado ante sus colegas como su prometido, pero él sigue riendo como galán ante los omegas como si estuviera soltero, y a mí, por lo menos ahora no me interesa marcar territorio.
Aunque si me estresa que me obligue a venir a este tipo de reuniones donde es obvio que más que hablar de negocios los alfas buscan omegas para meter a sus camas. Hiere mi orgullo. Más aún cuando por su culpa soy un omega.
Mi manifestación no fue natural, todo sucedió después de que el imbécil de Hans vertiera sobre mi día tras día sus terribles feromonas de alfa. Toda mi vida viví pensando que era un beta, hasta que claro, por su culpa descubrí que soy un omega dormido, es decir, recesivo.
Ahora siento que vivo en constante peligro. Los alfas no dejan de verme como si fuera un trozo jugoso de carne y ni siquiera la alianza de compromiso los detienen a coquetear conmigo.
¿Pero un omega dominante? ¡Vamos! Eso sí que es nuevo.
¿Algo más tengo que tolerar?
No me sentí tan ofendido de que me confunda con una mujer. No es la primera vez que me pasa. Al parecer, todos los occidentales creen que los asiáticos nos vemos demasiados femeninos, así que ya no pierdo el tiempo enojándome por eso.
De todos modos, me sentí alagado por ser del gusto de Jasper. Es decir, a pesar de que sé que es un omega dominante gracias a Hannah, mi compañera de trabajo, el es un hombre guapo. Su cabello rubio oscuro cae perfectamente sobre su frente y ni hablar de su sonrisa perfecta, no entiendo porque se limita a ser un secretario cuando pudo haberse postulado como modelo. Él sabe que es hermoso y usa eso a su favor.
¡Pero vamos! ¿Coquetearle a otro omega?
Definitivamente no está en sus cabales. Su hermana tiene razón, pero fue divertido jugar con su confusión en una fiesta donde no hay nada que me pueda ofrecer.
Estoy harto de estar aquí, harto de mi prometido y de todos los alfas existentes. Odio que Hans descubriera que mis padres son grandes influyentes en Corea, porque si no fuera por eso, seguiría siendo su secretario como siempre y no me vería como si fuera un pilón de dinero.
¿Y mis padres? A ellos solo les importa expandir su poder. Obviamente aceptaron a Hans en contra de mi voluntad. Pensar que vine a Alemania para huir del matrimonio arreglado, y ellos igual se salieron con la suya.
Pero volviendo al tema, debería haber previsto que esto iba a pasar. Sentí una mano rodear mi muñeca y el fuerte olor a sus feromonas se filtró por mi piel. Este imbécil realmente es incapaz de rendirse.
—¿Siempre eres así de difícil o solo conmigo? —pregunta, deteniendo mis pasos. Logra hacerme voltear para mirarlo y ahora que estoy parado frente a él, me doy cuenta que es bastante alto para ser omega, casi iguala a Hans.
¿Será porque es dominante?
No lo sé, no tengo muchas referencias. Su género no es común en ninguna parte del mundo.
Su cuerpo no se ve como el mío. Ahora que veo como sus músculos se marcan en su blanca camisa, no puedo culparlo de que crea que soy una mujer, pero no le puedo perdonar que no me reconozca.
Es un espectáculo fascinante ver a alguien tan acostumbrado a conseguir lo que quiere darse de bruces contra una pared. Y más satisfactorio es ser la pared. Él me sonríe con la seguridad de un tipo que nunca ha escuchado un "no", pero es absurdo, porque ambos somos omegas.
Pobrecito.
—Solo contigo —respondo con tranquilidad—. Es divertido verte trabajar tan duro cuando ya sé que vas a perder.
Parpadea, pero se recupera rápido. Su orgullo es de acero y sin dudas tiene mi respeto por eso.
—¿Perder? No sabes con quién estás jugando.
Oh, sí, sí sé. Sé exactamente con quién estoy jugando.
Me acerco un poco, lo justo para ver como su atención se enfoca en mi por completo. Su mirada pasa de mis ojos hasta mis labios, quiero reírme, pero me contengo. Entonces, con la mayor inocencia del mundo, dejo caer:
—Tal vez debería decirle a mi amiga Hannah que su hermano se me está tirando descaradamente como si fuera un cualquiera — Sacudí mi mano para que me suelte y curve mis labios con suavidad —No sé si le gustará saber eso.
Dura un segundo, tal vez menos, pero veo el pánico en sus ojos. Me muerdo el labio para no reír cuando se congela, sus reacciones son realmente lindas.
Pero para mí desgracia y mi diversión, recupera su confianza demasiado rápido, porque claro, su ego no le permite otra opción. Me mira con una sonrisa de suficiencia, como si aún creyera que tiene el control.
—Eso suponiendo que te crea capaz de delatarme.
Me cruzo de brazos e inclino mi cabeza hacia un costado, fingiendo considerarlo. Aunque él se haga el fuerte, yo sé que le teme a la ira de su hermana mayor. Aun no me reconoce, pero no es tonto, sabe que yo sé quién es él.
—Bueno, no sé. Me tienta la idea. Imagínate la cara de Hannah cuando le diga que su hermanito me está seduciendo en la fiesta de negocios de su jefe.
Su sonrisa apenas se tensa, pero en lugar de retractarse, se acerca un poco más a mi viéndome desde arriba. Odio que haga evidente que soy mucho más bajo que él.
—Seduciendo es una palabra muy fuerte —susurra con su voz ronca sin despegar sus intensos ojos azules de los míos—. Prefiero llamarlo... explorar posibilidades.
Oh, esto es divertido.
Le sostengo la mirada y disfruto de cada segundo de su arrogancia mal disimulada. No se da cuenta que está caminando directo a mi trampa.
—Entonces, sigamos explorando —murmuro y me acerco apenas a su oído— ¿Cuántos tragos necesitas antes de admitir que no tienes ninguna posibilidad conmigo?
Y ahí está, la tensión que mantiene viva esta conversación.
No dura mucho, porque Jasper no es de los que pierden la compostura por tanto tiempo. Se aparta lo justo para verme a los ojos, y cuando habla, su voz es baja, llena de confianza.
—El mismo número que tú necesitas para admitir que te encantaría que tuviera una.
Sonrío. No porque tenga razón, sino porque es exactamente la respuesta que esperaba. Me acerco para su mano que sostiene una copa de champaña y bebo de ella lentamente sin dejar de mirar eso ojos azules que se oscurecen cada vez más.
Trato de soportar el sabor amargo de la bebida que quema mi garganta, y paso mi lengua sobre mis labios húmedos solo para dejarlo esperando. Porque me gusta que me mire e incluso ese deseo me parece absurdo.
—Buena suerte con eso, Jasper.
Me giro y me pierdo entre la multitud antes de darle la satisfacción de una réplica. Cuando nos volvamos a ver, sé que intentará tomar la ventaja y yo estaré listo para arrebatársela otra vez. Solo espero que sea pronto, porque después de todo el condimentó un poco mi día aburrido. Por no recordar que toda mi vida es monótona.
Sentí un brazo rodear mi cintura, ese asqueroso olor lo conozco muy bien. Hans me sonríe con desdén y se acerca a mi oído para susurrarme en modo de advertencia.
—¿Con quién hablabas tanto? ¿Te diviertes?
—Eres el menos indicado para decirme eso —replico y empujo suavemente su pecho sin lograr que rompa el agarre. Con una sonrisa triunfante mira la hermosa alianza de compromiso que brilla con las luces. El diamante que llevo es realmente caro y único en el mundo.
—No debes olvidarte de esto, Yun —dijo y tomó mi mano con una falsa delicadeza. Su sonrisa venenosa me eriza la piel y besó sin vergüenza la joya que adornaba mi dedo anular.
—Pienso que el que olvida es otro —quité mi mano de sus labios.
—¿Celoso, mi vida?
—Ni en tus sueños más calientes.
Hans suelta una risa sin una pisca de arrepentimiento y cuando se aleja de mí, tomo la decisión de irme de la fiesta. Esto no es para mí, este tipo de eventos en general no me gustan. Bastante soporto a Hans en el trabajo como mi jefe, como para también tener que tolerar sus burlas los fines de semana.
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