La fiesta rodeo de Remil estaba de regreso. Alcohol y otras sustancias se repartían entre los presentes. La gente se ponía tan loca que los celulares era la herramienta perfecta para tener un material de recuerdo.
Los chicos bebían y algunos llegaban a vomitar. Todo estaba permitido, también el usar los baños para hacer otra cosa. La fiesta estaba perfecta hasta que los menos ebrios se acercaron a conseguir información real del implicado en los recientes chismes.
— Oye Remil, ¿es verdad que te fuiste de manos con el profe?
— ¡Por eso traes el moretón en el ojo!
— ¿Quién era ese profe?
— Me dijo un amigo que era Shin, el que no tiene orejas.
Todo eso fue suficiente para que Remil volteara la mesa de vidrio, con las bebidas encima. El DJ no hizo más que detener la música y preguntar qué hacer. El silencio inundó el salón. Los muchachos que se habían acercado a Remil, tenían la cara de terror, mirándose unos a otros para echarse la culpa.
— Largo ¡Largo todos! -gritó Remil.
Empezaron a volar copas y vasos de vidrio. Los asistentes menos drogados, salieron de prisa, pero el resto tuvieron que ser ayudados. Una muchacha resbaló en el vómito de alguien y se lastimó las rodillas en los vidrios rotos. Uno de los chicos que abrió la boca para decirle a Remil sobre la pelea, decidió quedarse para disculparse. Con paso temeroso se acercó y muy rápido lo dijo. Esto no fue buena idea. Remil lo agarró del cuello y desquitó su furia. El DJ que aún estaba guardando su equipo, corrió a detenerlos. También recibió algunos golpes.
Ya no quedaba nadie. Solo restos de lo que fue una fiesta desenfrenada. Apenas eran las 2 de la mañana.
Muy lejos de aquella fiesta, se encontraba un profesor bebiendo en un bar cualquiera.
Una hermosa mujer se acercó al pensativo hombre que lucía golpeado y un poco ebrio. Ella le preguntó si podía sentarse a su costado. Él le dijo que estaba bien y volvió a sorber un trago.
— Mi nombre es Livia ¿el tuyo? -preguntó ella.
— ¿Eso importa? -respondió Shin.
Sin ningún interés en alejarla y tampoco en entablar una conversación, Shin se dedicó a tomar. Ella no se alejó, sin embargo, le hizo otras preguntas de las cuales Shin respondió con un sí y no. Pero Livia buscaba tener algo más que una noche de charla. Buscando llevarlo a un lugar mejor, le preguntó que pasó. Shin había bebido lo necesario para poder hablar. Entonces contó lo ocurrido esa tarde. Le relató como un estudiante había entrado en su mansión para encontrarse con un enfermo, el cual él cuidaba. Eso le daba puntos a favor como buen hombre. Prosiguió explicando el motivo de la pelea, el motivo real de proteger a Luly.
— ¡Qué asco! -dijo Livia- Estas diciendo que tú estas peleando con un mocoso por un hombre. Eso es asqueroso y no está permitido. Debes estar enfermo.
Sin fuerzas para defenderse, Shin solo levantó la mano y no pudo pronunciar palabra. Al menos dejó salir un poco de sus problemas con una desconocida. Quizá nunca más la vuelva a ver, así que levantó su saco y salió. Pidió un conductor para que lo llevara a casa. El aire de la noche le ayudó a despejar su mente.
Shin llegó a casa para ir directo a la habitación del enfermo. Probablemente eran más de la media noche. La enfermera de turno estaba durmiendo en una habitación cercana. Shin arropó a Luly y se detuvo a verlo dormir.
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