—Desde que llegaste a tu madurez y te manifestaste como un dominante, nuestro rey me encargo que hiciera un supresor especial para ti. He estudiado noches enteras para poder crear una medicina que sea efectiva para ti.
Mateo tomo el recipiente entre sus manos sin decir una palabra.
—Sé que no se ve delicioso, pero necesitas tomarlo para dejar de sufrir por completo.
—¿Hiciste esto para mí?
—Sí, bueno, Ander me lo ordeno.
El cisne no lo pensó demasiado, y abrió el frasco para darle un sorbo. No tenía mal sabor, de hecho, era como agua, no sabía a nada, pero la textura era espesa y grumosa e hizo que hiciera una arcada de asco.
—¡No lo vomites! Debes tomarlo de una... —le aconsejo Micael ayudando al príncipe a terminar la medicina.
Ambos se miraron en silencio y al cabo de unos segundos terminaron riendo a carcajadas. Micael lo acompaño en el almuerzo y luego le preparo la bañera de Ander para que tomara un baño relajante. Mateo no sabía si era por el supresor, pero ahora se sentía mucho más fuerte y consiente.
—¿De verdad no te molesta esto? —pregunto Micael mientras lavaba el cabello del omega, sentado detrás de el con sus piernas sumergidas en el agua.
—¿Crees que en mi palacio me dejan hacerlo solo?
—No, bueno, tienes razón, eres un príncipe. Pero aquí yo no debo seguir tus órdenes. —dijo Micael jugando con la espuma sobre la cabeza de Mateo.
—Dices eso, pero me llamas "alteza". —se burló y se dio la vuelta para salpicar a Micael.
—No sé si puedo tutearte, es raro. —dijo entre risas iniciando una guerra de salpicones y mucha espuma. Ander sin dudas iba a regañarlos, pensó Micael mientras jugaba con el cisne blanco, pero no le importo hacer un desastre en el baño del rey.
En el salón blanco del palacio del Lago de los Cisnes, quien llamaba la atención era Ander con sus prendas oscuras que contrastaba con todo el lugar. Dinorah lo miraba enfurecida, aún no podían llegar a ningún acuerdo. Aunque, por supuesto, al alfa muy poco le importaba lo que pensara su hermana.
—Trae a mi hijo y que me lo diga de frente. ¡Que él me diga que quiere casarse contigo!
—¡Maldición, no lo obligare a nada! Tú fuiste quien ocultó todo este tiempo que él era mi destinado. —le reprochó.
—¡Tú no mereces el amor de un cisne! Eres oscuro...
—¡No sabes cómo soy! —el hechicero frotó su frente con su mano izquierda intentando calmar su temperamento. —Eres la menos indicada para decirme cómo soy, nunca quisiste conocerme.
—No empieces con eso, no te atrevas a jugar esa carta. —musitó la mujer indignada.
—Estoy harto de ti, Mateo aceptara mi amor y yo aceptaré el suyo—le dijo con total seriedad. —Esperare por él, pero sé que él me ama y el amor que el siente hacia ustedes no impedirá nuestra unión.
—El aun no te dijo que si, ¿verdad? —Dinorah sonrió con sorna.
—Ve borrando esa sonrisa, porque el dirá que sí, después de todo soy su destino y la solución a su problema.
—Aun quiero escuchar a Mateo.
—Cállate, no seas codiciosa y agradece lo que tienes —le miro por última vez con un brillo amenazante en sus ojos. —Odio este lugar, pronto te hare llegar la invitación de nuestra boda.
Habían pasado muchos días desde la última vez que Dinorah vio a su hijo y no descansaba desde entonces. No podía enfrentar sola a Ander así que llamo a sus doncellas para idear un plan. Ella estaba segura que Mateo no traicionaría a su reino.
—Yaira, necesito que te comuniques con el príncipe Derek del reino humano. —ordeno la soberana cuando Ander abandono su palacio. Definitivamente ella no iba a quedarse con los brazos cruzados. Si, Ander podía mantener a su heredero en un punto ciego lejos de ella, pero no iba a ganar más poder del que ya tenía. Cueste lo que cueste no lo permitiría.
Mateo descansaba en el balcón del alfa cuando una brisa refrescante asomo el dulce aroma de su destinado. El cisne se emocionó al darse cuenta que él ya había llegado. Su corazón nuevamente se alegró. Aun si la culpa apuñalaba su mente, él no podía ignorar esos crecientes sentimientos.
—Me dijeron que esperaste toda la tarde por mí, pollito. —Ander menciono entre risas, apoyando su cuerpo en el marco de la puerta que daba al balcón.
Mateo le miro de reojo sin decirle nada. No estaba verdaderamente enojado, pero no quería hacerle las cosas demasiado fáciles. Además, reconocería las feromonas de su madre incluso a la distancia.
—¿Dónde estabas?
—Creí que el único controlador en nuestra relación era yo—se burló caminando lentamente hasta quedar frente a Mateo sin tocarlo. —Solo hacía unos trámites.
El cisne se acercó lo suficiente para olfatear la ropa del alfa, aunque las feromonas del hombre eran intensas, aún quedaban partículas del aroma a margaritas de Dinorah.
—Ah, ¿sí? —cuestiono receloso.
—No creí que mi querido príncipe sea tan posesivo. —Ander acerco su nariz al cabello del rubio aliviando todos los sentimientos negativos que traía con el picor de su aroma a lirios. —Tu madre es una mujer difícil.
—¿Por qué? ¿Qué paso?
—Solo fui a pedir la mano de mi amado, pero ella se opuso. —reposo su mentón sobre la cabeza de Mateo manteniendo su mirada fija en el paisaje arbolado. —Aun sabiendo que podemos romper el hechizo.
—Ella solo quiere protegerme... —la defendió en un tono dudoso.
—Tu eres mi destino, alteza...
—¿Qué quieres decir? —Mateo se separó lo suficiente para poder verlo de frente.
—Que tú y yo estamos destinados desde nacimiento. Anoche... —hizo una breve pausa alzando su diestra para acariciar con delicadeza la nuca del cisne que ardió al tacto. —vi como la pluma de tu nuca brillaba por mis feromonas.
Mateo se quedó en silencio por el impacto. No sabía que decir. Él sabía que significaba y era una realidad que cada vez que Ander le tocaba aquella zona su piel picaba como si deseara ser marcado.
—Y tu madre lo supo todo este tiempo.
—No puede ser... —dijo aterrado, y empujo a Ander para entrar a su habitación en busca del espejo más cercano.
El cisne se paró frente al espejo de cuerpo complejo y se colocó de lado alzando su cabello con su diestra con su corazón palpitando tan fuerte que estaba seguro que todo el reino lo oía. Entonces, Ander que había seguido sus pasos, toqueteo sobre la marca y Mateo, aunque no podía verlo completamente, el destello fue tan evidente que se tambaleo del impacto.
Sabía que existía, en su reino habían muchas cisnes emparejadas por el destino, pero nunca considero que el seria uno de los afortunados en encontrarlo antes de prometerle amor eterno a otro alfa. Pero eso no era todo, miles de pensamientos atravesaron su mente. Si Ander le decía la verdad, y todo este tiempo lo supo, entonces, ella intento casarlo con un alfa a sabiendas que nunca seria completamente feliz.
Más grave aún, era el hecho de que, si Mateo se iba con su destino luego de haberle hecho su promesa de amor al incorrecto, moriría.
—Ander... —Mateo cargaba mucha angustia en su mirada, y el alfa lo envolvió entre sus brazos, calmando su pena con sus feromonas.
—Lo siento...
Esa noche, fue Micael quien espero a Derek. Había pasado tanto tiempo que el cisne casi se va del punto de encuentro, pero entonces lo vio llegar agitado. El príncipe estaba aterrado y sus cabellos alborotados. Micael se acercó a el rápidamente para tranquilizarlo e intentar encontrar una respuesta a su alteración.
—¡Estrellas mías! ¿Qué ha pasado?
—Dios mío, ¿Dónde está Mateo, Micael?
—¿Qué? ¿Por qué buscas a nuestro príncipe? —pregunto desconcertado.
—¿Sabías que se va a casar con el monstruo de tu tío? —dijo despectivo, ofendiendo inmediatamente al cisne negro. Este lo empujo en silencio y miro hacia otro lado con el ceño fruncido. —¿De verdad lo sabias?
—Ellos se aman. —escupió.
—¿Cómo...
—Así como lo escuchas, ellos están destinados y se aman. No sé cómo sabes que... Oh, Dinorah.
—La madre de Mateo me contacto, ella me dijo que necesitaba que salve a su hijo.
—¡Que estupidez! ¿¡Salvarlo de que!? Si al pobre lo crio a base de mentiras. —musitó enfurecido alzando sus brazos por los aires.
—También me dijo que si yo cancelaba mi promesa con sinceridad. Si me retractaba... yo podría...
Micael le miro con los ojos desorbitados completamente afectado. No quería escucharlo. No podía escucharlo. Sintió como la traición lo baño de golpe pese a que sabía que desde un principio el tomo una promesa de amor que no era suya.
—¡No vuelvas a buscarme, desgraciado! —exclamo con sus ojos llenos de lágrimas, y dejo salir sus hermosas alas negras para huir lo más rápido posible de allí. Fue tan rápido que no escucho los gritos desesperados del príncipe humano.
El cisne se quedó sobre el tronco más alto del árbol cercano al palacio del rey y lloro desconsoladamente por un amor que nunca tuvo oportunidad de tener. Por primera vez, reconoció frente a la luna, que se había enamorado de Derek. ¿Desde cuándo? No estaba seguro. Pero su corazón latía alborotado cuando pensaba en él y ahora, estaba destrozado entre sus manos.
Ni Ander ni Mateo sabían que el mantenía contacto con el humano, por lo tanto, no tenía donde refugiarse del sufrimiento de su primer amor. No dejaba de pensar que había sido estúpido, nunca sería igual a Mateo, nunca podría ser un hermoso omega.
Él era ordinario. Un beta que perdió su lugar en el trono por ser quien era. No tenía derecho a enamorarse de un alfa.
Mientras Micael sufría por amor, Ander y Mateo estaban el palacio viviendo a flote su amor.
—Estoy cansado... —se quejó el cisne entre risas, y se dejó caer sentado sobre el suelo del jardín del palacio de Ander.
—Eres muy débil, alteza, solo hemos bailado... unas tres piezas. —se burló Ander acompañando con las risas.
Le alegraba poder distraer al omega de la crisis que había sufrido al enterarse que eran destinados. Había llorado por largas horas, y aunque se sintió herido creyendo que Mateo estaba triste por tener que compartir su vida con él, le dolía más verlo desconsolado.
—Que lastima que estés cansado, yo quería enseñarte algo muy importante...
—No, no, ya no estoy tan cansado. —mintió, y se sacó sus zapatillas de baile desgastadas para poder tocar el pasto con su piel.
—Ya maduraste, Mateo. Me sorprende que aún no hayas creado con tu don.
—¡Estrellas mías! Tienes razón, pero no se hacerlo.
Y de repente, Mateo olvido todas sus preocupaciones, y en sus ojos se reflejó la emoción por aprender algo nuevo. Algo que siempre quiso hacer desde que tenía uso de razón.
—Si me lo permites, yo puedo ayudarte. —dijo rodeando al omega con un solo brazo, y con su diestra tomo la mano del príncipe besando su dorso con suavidad.
—La última vez que me enseñaste algo me diste el susto de mi vida. —le reprocho recordando aquella vez que le enseño a liberar sus alas.
—Bueno, no es muy distinto a la última vez, sin embargo, esta vez no tengo que dejarte caer. ¿Confías en mí?
Ambos se miraron con intensidad, y Mateo acaricio la mano de Ander con sus dedos dibujando formas sin sentidos. Ahora, el hechicero ya no llevaba ropas pesadas de cuero, y podía tener contacto directo con la calidez de su piel.
Las feromonas se combinaron envolviendo el cuerpo de ambos, y Ander se acercó al oído de Mateo para darle las indicaciones en suaves susurros.
—Cierra los ojos, alteza. —Mateo obedeció inmediatamente. El hechicero junto sus manos de manera que las yemas de sus dedos tocaran las del cisne. —Concéntrate, si es que estas realmente listo, visualiza el brillo de tu poder en tu mente. ¿Lo ves?
—Es difícil... —se quejó visualizando oscuridad. El suspiro de Ander cerca de su oreja le hizo temblar por el cosquilleo, y sonrió al tenerlo tan cerca, pero debía concentrarse.
—Vamos, tu puedes, pollito.
—¡Oh! ¡Ahí! —exclamó al ver un brillo dorado deslumbrante en su mente. Era algo que jamás habría podido imaginar antes, era una esfera que palpitaba y expulsaba destellos atrayentes. Sentía su poder, lo sentía crecer, pero esta vez en su pecho.
—Intenta expandirlo, sigue mis manos. —dijo antes de besar con cuidado sus labios. Con ambas manos acaricio a Mateo desde la nuca hasta los hombros, y siguió el suave recorrido por su espalda. El cisne blanco sentía como un fuego dorado intentaba seguir la danza de las manos del rey, hasta que este llego a sus brazos y se quejó del dolor.
—Me quema... no puedo... —murmuró asustado sobre los labios de Ander.
—Tranquilo... intenta que llegue a tus manos —le tranquilizo hasta llegar con sus caricias hasta las manos de Mateo tocándolo solo con el ápice de sus dedos. El cisne blanco se estaba esforzando, y se sentía extraño, un ardor estaba saliendo de sus extremidades.
El calor fue tan intenso que Ander lo soltó, y cuando Mateo abrió sus ojos miro sus manos doradas. Volvió a ver al hechicero con terror, y este se limitó a asentir, Mateo debía seguir el instinto. No había un manual para utilizar su don porque cada uno era diferente.
Entonces, el cisne junto ambas manos creando un destello más intenso y cuando este desapareció sintió unas rocas pesadas en las palmas de sus manos. Estaba ansioso, pero aun así le temía a la revelación. Él no tenía familia, Mateo no estaba seguro de cuál sería su don. Así que cuando abrió sus manos y dejo ver los trozos de oro puro fue una sorpresa para ambos.
—Vaya, así que lo tuyo también es un metal precioso. No debería sorprenderme.
—Esto es...
—Sí, es oro. —dijo Ander tomando con cuidado un fragmento entre sus dedos para analizarlo mejor con su ojo izquierdo. —Y estoy completamente seguro que tu madre también sabia de esto.
—No quiero hablar de ella. —comento con pena.
—Lo siento, cariño. No puedo evitar el resentimiento. —se disculpó dejando un beso dulce sobre la mejilla de su amado. —Apuesto que las propiedades de tu don deben ser magnificas. No puede ser ordinario si se trata de hacer oro.
—¿Tardare mucho en aprender?
—No lo sé, pero sí sé que debes ser paciente. Por ahora intenta dominar la creación, ya luego tendrás tiempo de descubrir que hace.
—¿Y tú? ¿Tienes algún don?
—Bueno, mi don es el que me hace ser quien soy ahora. El me da poder y puedo crear y deshacer a mi gusto. Así como también hacer cosas bonitas para ti. —sonrió de lado dejando ver su hoyuelo, y jugo con sus manos creando un destello negro hasta que de allí nació una rosa como la que le regalo aquel día que lo visito a escondidas en el bosque.
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