Ander, desde que había estado expuesto al celo de Mateo, sus pantalones lo estaban estrangulando, pero no quería hacer evidente que le molestaba. De hecho, mientras menos atención le daba, mejor lo llevaba. Cuando se volteó, se encontró a Mateo a pocos centímetros de su cuerpo envuelto con las sábanas a punto de caer.
—No puede ser—pensó en voz alta, frotando su sien. Intento contar hasta diez para poder entregarle la medicina y dispensar sus pensamientos posesivos, pero Mateo se adelantó y lo rodeó con sus brazos. El cisne se aferraba a él hundiendo su rostro en su pecho, buscando las feromonas.
—No me dejes—jadeó.
Ander ya no sabía cómo reaccionar, se quedó quieto observando como Mateo se frotaba a propósito contra su cuerpo que terminó apoyado contra la enorme puerta de la habitación. Si no hacía algo rápido, iba a caer ante los encantos del muchacho y no se podía permitir tal error.
Miró hacia arriba al soltar un suspiro tratando de sostener su autocontrol. Abrió la botella con la dificultad de tener a Mateo sobre él, e introdujo líquido en su boca asegurándose de no tragarlo. Sabía que el cisne no iba a beberlo si se lo pedía, era un omega en celo y ellos rechazan todo a menos que sea contacto físico sexual.
Lo tomó por la nuca con una caricia cariñosa, y presiono con su pulgar el mentón de Mateo, para así impactar sus labios de una vez. El omega estaba desesperado por esa unión que no lo pensó dos veces y correspondió siendo engañado. Se llevó la sorpresa de saborear una especie de jugo amargo cuando Ander froto sus lenguas.
Ahogo su queja en medio de los roces y el hechicero mantuvo la unión para que Mateo acabe de beber la poción. Su garganta quemaba del deseo, sabía que el cisne también sentía lo mismo. Estaba siendo tan paciente como podía.
—Ahora estarás mejor... —suspiro Ander tras separar sus labios y le sonrió con ternura al ver cómo poco a poco la medicina hacía efecto. Mateo se comenzó a sentir adormilado y cansado, sus ojos empezaron a cerrarse hasta finalmente dormirse entre los brazos de Ander.
El alfa lo volvió a llevar a la cama y lavo el sudor del muchacho con mucho cuidado. Le coloco un pijama de seda antes de irse, sabía que la medicina generaba sueño casi al instante, pero no sabía cómo reaccionaría el cuerpo del dominante.
No estaba seguro que tan efectivo seria.
Había pasado un día entero desde que el cisne cayo en aquel profundo sueño. Ander lo vigilaba con dedicación, y trajo a los mejores médicos de su reino para que revisaran la condición del omega. Al parecer, el supresor hizo su trabajo, pero nadie le aseguraba que al despertar su celo se habría calmado.
—Cuando despierte, llévale algo de comer... —le ordenó a Micael mientras leía un libro de hechicería avanzada en su escritorio.
—¿Por qué debo hacerlo yo? ¿Por qué no vas tú? —se quejó.
Micael estaba reposando en el sofá largo que estaba en la habitación revisando un libro antiguo de pociones. Desde el momento en que Mateo se durmió, Ander le ordenó investigar sobre algún supresor para omega dominante. Más o menos había encontrado algo, pero sería experimental y podía fallar.
—Solo haz lo que te pido, no te olvides que soy el rey, mocoso. —le regaño.
—Pero eres mi tío y casi mi padre.
—No pienso discutir contigo. Debes ayudarme con Mateo— Ander cerró el libro que traía entre manos para mirar a través del ventanal. Deseaba ser el primero en ver a Mateo al despertar, pero temía mucho a su reacción. Las cosas no habían terminado bien cuando el cisne estaba consiente. Ander no quería obligarlo a que lo ame, pero no quería perderlo.
Impidió que Mateo se entregue a un alfa, y pensaba que tal vez, iba a odiarlo por ser un obstáculo para salvar a sus hermanas. Además, que él fue quien lo puso en ese aprieto desde un principio.
Micael usaba la magia del espejo para ver si el omega despertaba. A pesar de que no quería hacerse responsable del chico, tenía sentimientos encontrados hacia Mateo. Él era hijo legítimo de Zuriel, el debería ser el príncipe heredero, pero, ver al cisne tan vulnerable le generaba tristezas en el pecho.
Él se propuso encontrar el medicamento perfecto para el omega. Iba a tener que hacer muchos intentos. Entonces le pidió permiso a Ander para salir del palacio en busca de ingredientes especiales que podía obtener cerca del Lago de los Cisnes. Aunque ese último dato, lo omitió completamente. Ya que, debido a la situación, Ander no quería que se acerque al reino de Dinorah.
El cisne negro voló hacia el claro más cercano del lago. Sabía que a veces sus "hermanas" dejaban cuarzos enterrados entre las hierbas. Pero él no necesitaba cualquiera, el necesitaba uno especial que utilizaban las féminas para suprimir sus celos.
Turmalina negra.
No iba a ser muy fácil de adquirir, porque solo conocía a una persona con ese don y era la guardiana real de Mateo, la cisne Yaira. Pero pensaba que tal vez, su hermana menor Melody, podría facilitarle algunas virutas de dicha piedra.
Pero antes de siquiera tomar coraje, una voz conocida lo paralizo. No se había percatado que no estaba solo, y realmente no esperaba que aquel hombre estuviera merodeando por allí.
—Alto ahí, monstruo. —hablo Derek con seguridad, colocando su mano en el mango de su espada.
—Oh, por las estrellas... —suspiró el cisne, dando la media vuelta para enfrentarlo. —¿De verdad no tienes nada mejor que hacer?
—¡Tú y tu tío me engañaron! Deshonraron a mi reino. —lo acuso.
—Yo solo obedecí las ordenes de mi rey, no es mi culpa que seamos familia.
—Aun así, me quitaste la oportunidad de casarme con mi amor.
Micael le miro con indignación, e ignoro el ligero dolor que sintió en su pecho.
—Me hiciste darte mi promesa de amor... A ti, un...
—¿Un qué? —musitó Micael enfadado, liberando sus alas negras frente al humano. Él no tenía poderes, pero quería asustarlo de alguna manera usando lo poco que tenía. —¡Vamos! ¡Dilo! No querrás meterte conmigo.
Derek podía ser de todo, pero no era tan tonto como para no notar que Micael temblaba al enfrentarlo. El cisne tenía un temperamento particular, pero de lejos se notaba que era bastante inofensivo. El príncipe quedo maravillado con sus plumas negras, pero no iba a darle el gusto del halago, así que simplemente retiro su mano del mango de su espada.
—Esto es ridículo. —musito frustrado, acariciando su cabello hacia atrás.
Micael lo analizo en silencio, y se volteó nuevamente para esconderse tras un árbol e intentar encontrar a Melody entre las cisnes jóvenes. Pero Derek, se acercó a él con sutileza, para ver qué era lo que se traía en manos el muchacho de cabellos oscuros.
—¿Qué haces? —pregunto a pocos centímetros del rostro de Micael.
El cisne reacciono exagerado, dando un salto del susto con su rostro enrojecido por la vergüenza. Quería ignorar esos sentimientos irracionales que le ocasionaba el alfa, le parecía estúpido sentir estas extrañas palpitaciones cuando el no acepto su promesa de amor.
¿Realmente no lo acepto?
—¿No tienes nada mejor que hacer?
—Bueno, estaba buscando a Mateo.
—Él no está aquí... —dijo con un picor en su pecho. —Vete a tu reino.
—Ustedes los cisnes, tienen la costumbre de echar a los forasteros ¿verdad? —dijo Derek recordando su primer encuentro con Mateo. Pero Micael no era como el cisne blanco. Mateo aun cuando le pedía que se fuera era dulce y amable. En cambio, Micael lo miraba como si fuera una piedra en su zapato, y eso, por alguna razón le hacía querer molestarlo más.
—Te recomiendo que te vayas. —Micael lo empujo con una de sus alas, y Derek estuvo tentado a tocarlo. —Estoy intentando ayudar a Mateo.
Entonces cuando Micael hizo contacto visual con el príncipe humano entendió que no se deshiciera fácilmente de él. Asique no le quedo más opción que explicarle más o menos la situación. No quería entrar en muchos detalles, solo necesitaba hacerle saber que estaba haciendo todo por crear el medicamento perfecto para el omega dominante.
Derek entonces se enteró que Micael era un beta, por eso sus alas eran negras como el cielo nocturno. Tenía muchas curiosidades, y no dejo de preguntar cosas hasta que el cisne le confeso que él no era bienvenido en el Lago de los Cisnes. Derek no profundizo, simplemente asumió que se debía al rey.
—Entonces... dices que necesitas de una piedra especial para producir dicha poción.
—Sí, pero no sé cómo hare para que la joven cisne me lo de por voluntad.
—Si es para ayudar a Mateo, tal vez podría pedírselo yo. —dijo con confianza.
Micael pensó durante unos largos segundos. Tal vez, tan solo tal vez, no estaría mal aceptar la ayuda del humano, pero su tío no debía enterarse de ello.
Derek se acercó al Lago de los Cisnes con un plan en mente, seria sincero a medias. No podía llegar a Melody a pedírselo directamente ya que se preguntarían quien le dio dicha información al humano. Por eso, cuando se encontró con las cisnes transformadas, menciono su preocupación por Mateo.
Todas empatizaron con el príncipe, todas estaban desesperadas por tener noticias de su querido hermano. Asique Derek se quedó con ellas un buen rato, charlando y recordando los momentos fugaces que compartió con el omega macho. Hasta que soltó una mentira piadosa.
—Últimamente he tenido problemas de salud por el estrés, no he podido dormir bien desde ese día. Mi madre me dijo que con turmalina negra se me curaría, pero no sé dónde puedo conseguir eso.
Las jóvenes se miraron entre ellas. Aun, en el fondo, a pesar de que Derek había perdido la oportunidad con Mateo, anhelaban ser ayudadas y por eso, decidieron ayudarlo. Especialmente Melody, quien se acercó a él para entregarle un fragmento pequeño de la piedra.
—Su madre tiene razón, príncipe Derek, esto podrá ayudarlo a mantenerse saludable.
Él les agradeció, y les prometió que la próxima vez les traería bocadillos como aquellos que solía traerle a Mateo. Ellas se despidieron con melancolía.
—Tardaste demasiado. —se quejó Micael cuando el príncipe llego al claro donde él lo esperaba pacientemente.
—No seas malagradecido, he logrado conseguir el ingrediente que necesitabas.
Micael quiso tomar la piedra de las manos de Derek, pero el alejo la turmalina alzando su mano por encima de la cabeza del cisne que era notoriamente más bajo. Incluso podría asegurar que era más pequeño que Mateo.
—Por las estrellas... —suspiro frustrado.
—Yo también deseo ayudar a Mateo, pero nada es gratis en la vida, monstruito.
—Deja de llamarme así, príncipe de los imbéciles.
Derek reía escandalosamente por el insulto del cisne. No podía entender como al inicio quiso atacarlo y en cuestión de segundos termino ayudándolo. Sabía que Micael era beta, sabía que él no tenía feromonas, pero aun en la distancia el cisne negro le parecía oler bien.
—Te lo daré con la condición de que volvamos a vernos —Micael abrió la boca para quejarse y antes de que pudiera hacerlo, Derek continuo. —Tendrás que pagarme con tu tiempo y contarme como esta Mateo.
Micael entrecerró los ojos recelosos, y pego un salto para arrebatarle la turmalina al humano.
—Mañana, aquí a la misma hora, perdedor.
Micael estuvo toda la noche trabajando en el supresor para Mateo, mientras vigilaba de tanto en tanto el espejo que reflejaba la habitación del omega. Al ver que el cisne abrió sus ojos, ordenó a la servidumbre que preparara las mejores comidas. No estaba seguro de si tenía hambre o cual era su favorita.
Ander casi no le contaba cosas de él y tampoco estaba interesado en conocerle a profundidad. Al ingresar a la habitación quedó deslumbrado por el brillo inigualable de Mateo. Sin dudas, desde la primera vez que lo vio, estaba seguro que era el omega más hermoso que hayan tocado sus tierras.
Mateo lo miró con mala cara, no olvidaba que él había engañado al príncipe Derek para sabotear su plan. Micael se sintió cohibido, entendía que el cisne le mirara con desconfianza.
—Oye, no me mires así—le dijo acercando la bandeja de comida a la cama. —No voy a hacerte daño y —hizo una pequeña pausa tragando saliva. —Perdóname por lo del baile, no voy a decir que me arrepiento, pero no era mi intención lastimarte.
—¿Quién eres? —preguntó Mateo sin tocar la comida.
—Me llamo Micael, alteza —se presentó haciendo una reverencia.
—Pregunte quién eres, no cómo te llamas.
—No seas tan duro conmigo, por favor, come, él me ha enviado. —insistió sonriéndole con pena. Estaba acostumbrado a ser odiado, él no había dado la mejor impresión, pero aun así le entristecía ser constantemente marginado.
—¿Nunca oíste nada del cisne negro?
—No sabía que existían.
—Mi padre fue uno especial, normalmente el cisne negro está ligado a los betas, pero él fue un alfa dominante. Pero supongo que es normal que no sepas de mí, después de todo soy una mancha para el Lago de los Cisnes. —confesó Micael sentándose sobre la cama.
—Hay mucho que no sé, parece que madre me ha ocultado muchas cosas. —susurró Mateo con tristeza, y rebusco entre las frutas un jugoso durazno. — ¿Y dónde está Ander? ¿Por qué no viene a verme?
—Bueno, tú has madurado, Mateo, tuviste tu primer celo y te imaginarás que Ander como alfa lo estaba pasando fatal cerca de ti. —le respondió sin pelos en la lengua.
—Mi ritual de madurez.
—No te preocupes, él no ha dejado que nadie te toque—acarició su cabello hacia atrás nervioso. —Sé que era importante hacer este ritual con tu amado, lamento haber arruinado tu unión.
Se disculpó nuevamente Micael, poniéndose de pie para irse por donde vino.
—¡Espera! —exclamó el cisne. —Tú no arruinaste nada, ¿está bien?
Micael lo miró enternecido y reía por lo bajo. Ahora entendía por qué todos lo veneraban. Realmente era un muchacho divino.
—Gracias por pensar que no te he arruinado la vida.
Durante los siguientes dos días, Micael se quedó junto a Mateo como su caballero de compañía. Al ser ambos cisnes jóvenes, se divertían con juegos absurdos como las escondidas o bailar juntos hasta destrozar sus zapatos.
Hablaban de ballet y la música clásica de los cisnes. Mateo no podía hurgar demasiado sobre Micael, pero había hecho una extraña amistad que poco a poco comenzaba a atesorar. El cisne blanco cada vez que tenía oportunidad le preguntaba por Ander, pero Micael se limitaba a responder con monosílabas.
Pero eso no era todo, ya que cuando el sol se escondía, Micael aprovechaba para encontrarse con Derek en aquel claro donde acordaron aquella vez.
—Hoy llegas tarde. —le reprocho el príncipe al beta, que tenía todo su cabello desordenado por haber volado a altas velocidades.
—Agradece que sigo viniendo aquí. —musitó con molestia intentando acomodar el nido que traía como cabello.
—¡Vamos! No puedes seguir quejándote, me lo debes.
—Que pesado. —suspiro.
—Te traje algo que te gustara. —Derek lo invito a que tomara asiendo junto a él bajo un árbol gigante de gruesas raíces que sobresalían de la tierra.
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