Supo más de sus pasatiempos, Derek disfrutaba de cazar, pero Mateo no estuvo muy de acuerdo con esa actividad, así que el príncipe no profundizó sobre ello. Le contó de su familia y que tenía dos hermanas que amaba con todo su ser. Layla, su hermana menor era tan pequeña que aún no manifestó su segundo género, pero su Leah, la mayor, era una omega respetada en su reino. Solía consentirlo aun cuando ya no vivía en su palacio, pues al estar casada tuvo que irse al reino de su esposo. Leah traía de su reino roles de canela, y eran ahora los favoritos de Derek, por eso, trajo algunos para Mateo.
Sin embargo, todo lo que había averiguado del humano fue opacado inmediatamente por Ander cuando nuevamente, en el momento en que sol comenzaba a esconderse, volvió a presentarse frente a él.
Esta vez él estaba escondido entre los árboles a unos metros del lago de los cisnes y le hizo señas al omega para que se le acercara una vez que divisó que el humano se había marchado. Mateo, al inicio, se negaba en darle atención, y siguió comiendo de aquello que le había traído Derek. Miraba a Yaira de reojo, preocupado porque este notara al alfa, pero la guardiana parecía ser completamente ciega.
Mateo llego a pensar que era productor de su imaginación hasta que su corazón enloqueció al sentir las feromonas de Ander de tal manera que no tardó en escabullirse hacia donde él se encontraba luego de que su guardiana se distrajera jugando con las cisnes.
-¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? -cuestionó Mateo entre murmullos, volteándose varias veces para asegurarse que sus hermanas no estuvieran viéndole.
Ander sintió la presencia de Yaira desde el encuentro pasado, por ello, tal y como lo hizo la primera vez, cegó a la cisne guardiana para que no notara su presencia. Si quería que las cosas salieran bien, debía sacar a Mateo del eje para que la mujer perdiera su rastro por completo.
-Creí que me saludaría primero, su alteza real... -se burló Ander, haciendo señas con su mano a Mateo para que lo siguiera-. Veo que no le contaste a tus hermanas de mí.
El joven cisne se puso nervioso tras ser descubierto y sus mejillas se tiñeron, él tampoco entendía por qué hacía eso. Ander lo había puesto a prueba al decirle su verdadero nombre, y se sintió a gusto al saber que el cisne era bastante rebelde.
-Bueno, es mejor así -murmuró, alertando a Mateo.
-¿Por qué dices eso?
-Tal vez sería un problema si te ven conmigo, verás... no le caigo muy bien a tus hermanas -respondió Ander haciendo una mueca de desagrado.
-¿Quién eres tú? Y no te hagas el tonto, tú no eres un cisne mágico como nosotros -insistió nuevamente adentrándose a una parte más alejada del lago, un sector del bosque que no conocía.
-Digamos que soy más bien un depredador. Me gusta cazar -respondió viendo de reojo a Mateo, quien aún estaba en estado de alerta al intentar descifrar los secretos que Ander escondía. No era humano, si lo conocía no podía ser del mismo lugar del que provenía Derek, y eso le causaba más confusión.
-¿Y a dónde vamos, señor depredador?
-A ningún lado, en especial, su alteza real... solo quería ver el nivel de tu inocencia que te hace seguir a un desconocido ciegamente -se burló Ander deteniéndose en una boca del bosque, que estaba rodeado de flores preciosas.
No era un jardín ordinario. Nada era ordinario en el bosque encantado. Las rosas danzaban al ritmo del viento y brillaban aun cuando el sol se escondía como estrellas titilantes.
Mateo retrocedió asustado, y Ander lo acercó a él jalando suavemente del borde del saco del príncipe. Intentaba nunca tocarlo directamente, eso también llamaba la atención de Mateo. Él memorizaba cada detalle en su cabeza.
-No tengas miedo, solo juego contigo, pollito. -Ander reía y frotaba con las yemas de sus dedos esa porción de tela-. Es muy divertido.
-¿Sabes? No eres nada gracioso -se quejó Mateo haciendo un mohín.
-Perdóname, alteza... no quería herir su corazón. -Se inclinó para quedar más cerca del rostro de Mateo admirando esa nariz afilada y esos ojos desafiantes que se clavaban en los suyos como estacas-. En verdad eres el cisne más hermoso que he conocido, no creí que fueras a crecer tan bien -pensó en voz alta entre murmullos.
-¿Qué? -cuestionó el joven tras no haber oído correctamente sus últimas palabras.
-Decía que escuché que pronto cumplirás veintitrés años... ¿La reina te está preparando para tu ritual de madurez?
-Sí, ella todos los años lo hace, pero yo... bueno, yo aún no... -suspiró.
-¿No consigues manifestarte? -interrogó Ander.
-No, no sé por qué no puedo hacerlo. -Mateo se zafó de su agarre y buscó tomar asiento en el césped. Miró al alfa desde su posición, jugueteando con las flores danzarinas. No podía explicar por qué seguía hablando con él. Pero Ander tenía un efecto sobre él que le hacía desear tener su compañía.
-Quizás necesites ayuda... -dijo mientras se agachaba para quedar a la altura de Mateo, viéndolo con intriga. Notaba que el cisne se sentía cómodo a su lado, y le era divertido pensar que su hermana hacía todo lo posible para alejarlo de él, mientras que el príncipe aceptaba charlar con él como si nada. El error de mantenerlo ajeno a la verdad-. Necesitas exponerte a feromonas de alfa, posiblemente eso funcione. ¿Alguna vez consideraste que tal vez eres un omega recesivo?
-No, entre omegas mujeres no existe tal cosa -respondió Mateo viéndole-. Encontré algo en viejos relatos, pero las doncellas no supieron asesorarme. Dicen que son puros mitos.
-Hay mucho mundo fuera de tu palacio, príncipe Mateo, y deberías aprender. Porque si resultas recesivo, será muy peligroso para ti en el futuro -le advirtió, sintiendo un pequeño cosquilleo de preocupación. Sentimiento extraño para Ander. Ni siquiera él sabía por qué intentaba ayudar a Mateo cuando él fue la principal causa de sus desgracias.
-No sé de qué hablas... -Mateo lo miró con pena, y dejó de jugar con las flores para recargar su mejilla en una de sus manos, esperando por la explicación del otro.
-Su alteza... -suspiró-. Su celo puede llegar en el momento menos agraciado y desatará un terrible caos. ¿Acaso la reina no le da ese tipo de educación? -Ander se indignó por completo, negando varias veces con su cabeza ante la idea del desastre que podría generar Mateo si su madurez llegase en un momento inapropiado-. Solo sé precavido, ¿está bien?
-Entiendo... -Tomó aire viendo como Ander se recostaba a su lado-. ¿Por qué me ayudas si mis hermanas te odian? -Aquella pregunta resonó en la cabeza del hechicero, y observó el hermoso cielo rosado sin encontrar una respuesta sincera.
Se había acercado a él con el propósito de evitar que el pequeño cisne se enamore del príncipe Derek. Era consciente de que el omega nunca se había relacionado con otros alfas a excepción de sus hermanas cisnes. Sabía que, al ser un niño encerrado e inocente, podría entregar su amor con mucha facilidad.
Así que, por ello, no comprendía por qué soltaba palabras de ayudas para el cisne que él mismo condenó al encierro haciéndole rozar a la muerte. Mateo estaba cómodamente sentado al lado de su depredador y sus alarmas internas no se encendían debido al lazo que los unió desde nacimiento.
El largo silencio de Ander le respondió.
Él no iba a decirle nada al respecto, y Mateo no estaba tan seguro de querer saber.
Los minutos volaron, y aunque no se decían nada, disfrutaban de la compañía del otro. Ander odiaba admitir el hecho de que él también deseaba ver a Mateo. Lo necesitaba y era agradable la dulce combinación de sus feromonas que, como si fuese somnífero, relajaba los músculos de su cuerpo.
Cuando el sol se ocultó del todo dejando que las estrellas sean protagonistas del cielo, un grito femenino se escuchó muy cerca de donde ellos estaban.
-¡Mateo! ¡Príncipe Mateo! -El cisne supo que era su guardiana real e inmediatamente miró a Ander asustado y con pena, porque no quería dejarlo tan pronto.
Era absurdo el sentimiento de agonía que le generaba el tener que marcharse primero, pero la sonrisa cómplice de Ander lo tranquilizó, entendiendo que no sería la última vez que vendría por él. Aún no lo conocía tanto como a Derek, pero tenía una corazonada. Ander le enseñaba más sobre su mundo y él deseaba ese conocimiento de alguien externo al lago.
Mateo se fue de allí con su corazón alocado entre manos y las mejillas prendidas fuego. No podía olvidar esos ojos amarillos y profundos, ni mucho menos la hermosa sonrisa de Ander, ni que se le marcaban los hoyuelos cuando la enseñaba. No había dudas de que estaba sintiendo más interés por el ser mágico que por el humano.
-¡Yaira! ¡Aquí estoy! -Corrió hacia el lago, podía ver a todas sus hermanas bailando bajo la luz de la luna, con sus vestidos blancos como plumas de cisnes y las pedrerías del color de sus cuarzos brillaban, haciendo notar que incluso sus prendas eran mágicas. El cuarzo de la muchacha era el zafiro, y su vestimenta lo anunciaba.
-¿A dónde te habías metido? No podía sentir tu feromona. -hablo la mujer alterada.
-Lo siento, es que quise recoger algunos frutos y al final me distraje con nuevas flores que crecieron cerca de aquí... -le mintió descaradamente. Yaira podía sentir el sabor de la mentira. La preocupación le estaba dejando sin aire, la ansiedad de no saber qué estaba pasando y porque Mateo procuraba decir de todo menos la verdad.
Otra vez había perdido el rastro del cisne hasta que de un momento a otro este regreso al lago de los cisnes como si nada. Sabía que Mateo se traía algo entre manos, y no estaba segura hasta qué punto debería reportarle a la reina. Ella también anhelaba que el cisne salve a sus jóvenes hermanas.
Melody los invitó a bailar con ellas, y entreCielo y Karina tomaron las manos de Mateo para llevarlos con ella a danzarcerca de la orilla del lago. Mateo admiraba con los dedos de sus pies lahumedad del césped, no lamentó en ningún momento no haber llevado sus zapatosde baile.
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