No pude dormir esa noche, ni la siguiente. La emoción y la incertidumbre me mantenían en vela.
Finalmente, el día prometido llegó. Me presenté en el lugar indicado en la tarjeta que aquel hombre me había entregado.
Fernández, me recordé.
Una vez en el sitio, miré a mi alrededor. Montones de jóvenes boxeadores estaban ahí. Todos se veían diferentes: unos más altos, más bajos, unos más enérgicos y otros más apagados.
Algo era seguro, todos debían ser muy fuertes.
Allí, rodeado de otros jóvenes boxeadores con la misma pasión que yo, me sentí como en casa.
"Hola, te ves algo perdido".
En ese momento volví a la realidad, me había dejado llevar completamente por mis pensamientos.
"Hola, un poco quizá. La verdad es que no conozco a ninguno de los boxeadores que hay aquí, jajaja".
"Tranquilo, es normal. Mi nombre es Joan, por cierto" -dijo mientras me lanzaba una enérgica sonrisa y me extendía su mano.
"Un gusto, yo soy Lorenzo" —dije mientras correspondía su apretón de manos.
En ese instante lo noté. Agarraba mi mano con una firmeza impresionante. No era un saludo ligero, pero tampoco era doloroso. Su fuerza era la justa para hacerme entender.
Él era fuerte.
"Y, Lorenzo, ¿de dónde vienes?".
"Soy de Canals, es un pueblo pequeño a una hora de aquí".
"Qué envidia te tengo, aquí en la ciudad nunca se tendrá tanta paz como en los pueblos".
"Supongo que tienes razón".
Continuamos charlando casualmente durante unos minutos. Joan parecía tener una gran habilidad para hacer sentir cómoda a la gente a su alrededor.
"Suficiente de conocernos. ¿Qué te parece si pasamos a lo importante? ¿Qué te trae por aquí? —dijo Joan con una mirada desafiante".
"Lo mismo que a ti, supongo"—dije respondiendo a su intención.
Luego, casi como si hubiera sido guionizado, ambos hablamos al unísono.
"¡Quiero ser el mejor!"
"Supongo que era obvio" —dije sonriendo.
"Es bueno ver a alguien con un poco de espíritu" —dijo, regresándome la sonrisa—. "Empezaba a pensar que moriría de aburrimiento con el cerebrito".
"¿A quién llamas cerebrito? Descerebrado" —dijo una voz mientras se acercaba.
"Hablando del rey de Roma" —dijo Lorenzo en tono bromista.
"¿Se conocen?" —pregunté, confundido.
"Algo así. Solíamos entrenar en el mismo gimnasio. Pero David prefería un ambiente más `tranquilo´".
"¿Y cómo no quererlo? Es imposible entrenar junto a un simio irracional" —dijo David en tono provocativo.
"¿A quién llamas simio? Cabrón" —Joan parecía empezar a enfadarse.
"Cálmense de una ve...
Mis palabras fueron interrumpidas por un fuerte sonido a la distancia.
Un hombre habló a través de los altavoces.
"Por favor, suban a los vehículos estacionados en los alrededores. En breve nos dirigiremos a nuestro destino".
"Supongo que continuaremos luego" —dijo David antes de marcharse.
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