Ahora, se encuentran uno frente al otro, mirándose directo a los ojos. No hay ningún ruido; lo único que ambos pueden escuchar son los latidos del su corazón esperando no ser descubiertos por la otra persona.
— No pensé que te encontraría aquí — dijo Amira desviando la mirada.
— Yo tampoco lo esperaba — intenta acercarse a ella.
— Creí que estarías muy ocupado — da un paso hacia Tyler.
— Lo he estado — sonríe levemente — solo salí a despejarme un rato.
— Ya veo — Amira da un paso atrás.
— ¿Qué hacías aquí? — da otro paso más cerca de Amira.
— Quise pasear por un rato — sonríe levemente mientras se acerca a Tyler —. Últimamente me gusta pasear por los jardines antes de irme a dormir.
Tyler solo sonríe levemente, lo que hace que aquel gran silencio se vuelva a hacer presente en el jardín de camelias. Solo se observan el uno al otro sin decir nada; es como si ambos quisieran decirle algo al otro, pero ninguno de los dos tiene palabra alguna para decir.
Solo están uno frente al otro con el corazón a mil por hora. El silencio hace que los nervios los tengan a flor de piel; mientras, los latidos del corazón se hacen cada vez más ruidosos en aquel silencioso jardín.
Tyler y Amira están lo suficientemente cerca para ver el rostro del otro en aquella oscuridad de la noche, pero se encuentran lo suficientemente lejos como para que puedan descifrar la fuerte emoción que sienten en este preciso momento.
— Es un lindo jardín — Amira por fin rompió aquel gran silencio volviendo a hablar mientras desvía la mirada a las camelias rojas.
— ¿Lo es? — Tyler respondió estando distraído.
— Por supuesto — Amira respondió con una sonrisa — es simplemente hermoso — dijo sin dejar de mirar las camelias.
— Estoy seguro que sí — dijo con una sonrisa acercándose a Amira.
— Me pregunto cuanto habrá sentido aquel rey al haber…
Amira dejó de hablar, pues, en cuanto dejó de ver las camelias, se encontró con los ojos color avellana de Tyler. Miró sus ojos que por la luz de la luna mostraban un brillo ambarino. Estaban tan cerca de ella que aquellas palabras que iba a pronunciar fueron llevadas por el viento para dar paso a otro gran silencio.
Tyler permanecía en silencio con una sonrisa; era una sonrisa que combinada con el misterioso brillo de sus ojos hacía que el corazón de Amira diera un gran vuelco.
La cercanía de ambos era la suficiente como para sentir la respiración del otro. Estaban en silencio; solo mirándose el uno al otro. El corazón de ambos latía con fuerza suficiente como para creer que el otro podría escucharlo en el gran silencio presente.
Tyler no dejaba de mirar los ojos violetas de Amira.
«Es hermosa»
Pensaba mientras seguía mirando el rostro de Amira que, bajo la tenue luz de la luna, hacía que sus ojos tuvieran un extraño brillo. Era un brillo que solo había aparecido en aquel segundo baile. De la misma forma, Amira estaba embelesada con el rostro de Tyler.
Solo permanecían en silencio mirándose el uno al otro como si hubieran caído en un hechizo. Todo esto era igual que cuando Amira vio la pintura por primera vez; igual que cuando Tyler encontró a Amira en el balcón. Era el mismo hechizo de aquel baile hasta el anochecer por las calles del reino.
Se encontraban bajo el mismo hechizo que en el segundo baile. Era el mismo en el que se adentraron hace un mes por uno de los pasillos de aquel gran palacio en el que se conocieron por primera vez. Era, el mismo hechizo, la misma sensación que sintieron en aquel segundo baile.
El corazón de ambos latía con gran intensidad. Ninguno de los dos estaba dispuesto a irse. Se encontraban tan cerca del otro y ninguno estaba dispuesto a alejarse. La cercanía de ambos era cada vez más grande. Era lo suficientemente cerca como para sentir la respiración del otro; la suficiente para decir “te amo”.
Era la misma sensación de antes. Tenían la misma sensación de hace un mes en los pasillos del palacio, pero, a diferencia de esa vez, ninguno estaba dispuesto a alejarse. Estaban tan cerca que el corazón ya no podría ocultar lo que sienten el uno por el otro.
“Te amo” susurro Tyler con una sonrisa. Amira se sorprendió al mismo tiempo que su corazón dio un vuelco más.
Ya no habría vuelta atrás, estaban lo suficientemente cerca como para decirse aquello que las palabras no pueden. La cercanía era suficiente para que sus labios se rozaran.
En medio de aquel jardín, ambos profesaron sus sentimientos con un beso bajo la luz de la luna. Solo ellos sabían lo que sentían por el otro. Aquel beso lo confirmaba, ambos tenían un fuerte sentimiento que solo ellos lo entendían.
Ese beso de ambos expresó más que miles de palabras, pero, para su desgracia, esto fue demasiado corto. Pues, fue igual que si hubiera sido una ligera brisa dando una breve caricia en el rostro para después desaparecer; eso fue el beso.
Pues, cuando menos lo esperaban, la misma magia que en algún punto los puso uno frente al otro; los alejó de la manera más cruel posible.
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