El viento acariciaba las mejillas de Mateo aquella noche estrellada bajo la luz de la luna. Sus cabellos rayos de sol danzaban al ritmo de sus movimientos delicados en aquel ballet junto a las jovencillas del reino que jugaban con él. Príncipe del lago de los cisnes, único omega masculino entre las féminas, ese era él.
El reino al cual él pertenecía quedaba en las profundidades del bosque encantado, alejado de la civilización humana. Jamás había conocido a otro hombre y había vivido desde pequeño bajo la protección de Dinorah, la reina del lago. Desconocía quién era su verdadera madre, solo sabía que aquella mujer lo había nombrado príncipe heredero y debía prepararse para cuidar a sus hermanas cisnes de la magia oscura del bosque.
Mateo adoraba pasar tiempo con su reino, era un joven príncipe muy alegre pese a que en realidad desconocía muchas áreas de su hogar. Dinorah ya no era la reina del bosque encantado, sin embargo, por respeto todas las criaturas del bosque le conservaron el título de «reina».
El hombre que le había arrebatado el trono dejó que la mujer siguiera reinando esa pequeña porción del bosque encantado. Pero ese detalle jamás le fue confesado a Mateo, porque mucho se escondía detrás de estos poderosos alfas.
La jerarquía de la nobleza del bosque era bastante simple, ya que, durante décadas, los alfas dominantes de diversas especies habían reinado este lugar. Pero por muchas generaciones, los cisnes se posicionaron en la cima tras contar con la magia más poderosa de todas.
Este tipo de alfas eran muy poco comunes y su magia era descomunal, dejando por debajo a todo alfa y omega corriente. Por otra parte, los betas abundaban en el bosque, eran el género menos valorado y se llamaban a sí mismos plebeyos.
En el Reino del Lago de los Cisnes era inimaginable la unión entre una beta con algún miembro de la nobleza, ya sea alfa u omega. Por ello, si las doncellas tenían la desgracia de engendrar un cisne beta, esta sería inmediatamente desterrada del palacio.
Algo que tampoco era de conocimiento del joven era el propósito de todas las doncellas de su reino. Ellas debían cuidar que Mateo no fuera marcado por un alfa con malas intenciones. De hecho, Dinorah tenía un prometido para él que creía que podría ser su amado.
El omega no podía caer bajo el amor equivocado ya que guardaba un don muy particular y un hechizo muy difícil de romper. Solo tendría acceso a este don luego de su ritual de madurez, por lo que él le restaba importancia.
Todas las cisnes del reino tenían el don de crear cuarzos y piedras preciosas, a excepción de la reina, quien podía generar un metal precioso como la plata. Según la profecía
Pero la leyenda del cisne de oro corría en las bocas del reino humano, donde se rumoreaba que existía un mundo lleno de magia donde vivía un omega que guardaba tanta riqueza que podría salvar de la pobreza a un reino entero. Pero solo eran eso, rumores y fantasías. Historias que corrían de boca a boca sin ningún fundamento.
El príncipe alfa del reino humano, Derek, un joven muy hermoso y agraciado, era uno de los caballeros más cultos y estaba cautivado por dicha leyenda. Podía pasar tardes enteras leyendo libros al respecto, deseando algún día encontrar aquel famoso bosque encantado donde la riqueza abundaba. Él deseaba aventurar y encontrarse a sí mismo, pero las obligaciones de su reino lo ataban de manos y pies.
En el jardín del palacio se preparaba la fiesta de cumpleaños del joven heredero, todos estaban muy animados por ello. Aún faltaban cinco noches para el evento, pero iban a recibir invitados especiales de la corte y miembros de la realeza extranjera. El príncipe veía desinteresado cómo todos eran meticulosos con los detalles, hasta que la reina interrumpió la tarde junto a sus damas de honor.
—Príncipe Derek… —habló la mujer intentando llamar la atención de su hijo, quien vivía en las nubes. Todos los empleados se inclinaban ante la soberana. Sus damas reían y cuchicheaban viendo al príncipe de cerca, pues todas ellas eran omegas—. ¡Derek!
—Oh… —el joven titubeó, volteando a ver a la hermosa señora de cabello gris—. Madre, lo siento, no te escuché llegar… —Las damas rieron aún más cautivadas por el alfa. La reina suspiró frustrada, pues notaba que su hijo ni siquiera las miraba.
—Derek, pronto será tu cumpleaños número veintiuno, ¿ya sabes con quién vas a casarte?
—Eh… no, madre, dame tiempo…
—Tiempo, tiempo, todo lo que me pides es tiempo y es lo único que no tienes. Con el rey, tu padre, hemos sido pacientes contigo porque has dicho que querías enamorarte, pero no te vemos siquiera teniendo una cita con ninguna omega del reino.
—Este… pero, madre…
—No, no más excusas, joven príncipe, no falta mucho para que seas rey y necesitas un omega con quien tener hijos. Tu padre y yo queremos convivir con nietos.
—Pero yo no sé si quiero eso para mí…
—No digas más, ese es tu deber, muchacho. Durante el baile que se dará dentro de cinco noches en honor a tu cumpleaños, deberás elegir a alguien entre las hermosas omegas de la comarca para que sea tu esposa. Si no lo haces, tu padre y yo escogeremos una para ti y tú no deseas eso.
—¿Cómo voy a enamorarme en cinco noches? —se quejó el joven príncipe.
—No lo sé, pero encuentra el amor pronto o nosotros lo haremos por ti.
Luego de aquella conversación con su madre, el príncipe Derek quedó desconsolado. No deseaba casarse sin amor como su hermana Leah. Aunque ahora ella era muy feliz con su esposo, al inicio la vio sufrir. Esperaba cambiar esa parte de la historia, pero nada estaba saliendo como él quería.
Sebastián, su noble caballero de compañía, al ver la tristeza en la mirada del joven príncipe, se acercó con intenciones de animarlo.
—Mañana por la mañana, hagamos una partida de caza al bosque, nuestro príncipe necesita entretenerse —propuso en voz alta, y recibió la rápida aprobación de todos los alfas que estaban presentes. Al príncipe Derek no le quedó más opción que aceptar. Sebastián siempre había sido su amigo y sabía que solo buscaba hacer lo mejor para él.
—A primera hora, partamos juntos… —respondió Derek con una sonrisa, e invitó a todos unas bebidas, intentando ahogar todas sus preocupaciones en ella.
No sabía cómo enamorarse.
No estaba seguro de si estaba listo para ello.
Mateo bailó hasta que sus zapatillas se desgastaron y las jovencillas le rogaron que regresara al palacio para no tener problemas con la reina Dinorah.
El joven cisne corrió hasta el palacio, escabulléndose con ayuda de las hadas nocturnas así nadie podría notar que había escapado para bailar con las cisnes de cuarzo inmaduro.
—Amadís… —murmuró al ingresar a su habitación, despidiéndose de las hadas mientras esperaba encontrar a su amiga y dama de compañía. —. Amadís…
—Su alteza real, por fin ha llegado, tardó más de lo habitual —murmuró la muchacha saliendo de la cama del príncipe, puesto que ella estaba ocupando el lugar del chico.
En la noche, algunas guardianas custodiaban que el omega duerma en sus aposentos y era ahí cuando Amadís tenía su tarea más importante: burlar la protección de la reina.
—Amadís, te he dicho mil veces que me llames por mi nombre —suspiró, soltando una suave risa mientras recibía ayuda de la joven para poder colocarse el pijama.
—Lo sé, lo siento, Mateo… es que cuando está la reina… —murmuraba ella observando los zapatos de baile del omega—. ¡Estrellas mías!, eres un cisne que destroza zapatos.
—Lo siento, me estaba divirtiendo mucho con nuestras hermanas, hasta me duelen los pies.
—Espero que la reina nunca te descubra o cortará mi cabeza por encubrir al príncipe travieso.
—Madre nunca haría eso…
—Cierto, ella es la luz de este bosque oscuro… —Amadís se sentó en la inmensa cama del príncipe y ayudó al muchacho a peinar su cabello—. ¿Y aún no conociste a nadie especial?
—No, a nadie… —murmuró Mateo siendo arropado por la joven—. Y dudo conocer a un alfa si mi madre me sigue encerrando en el palacio.
—Lo sé, no sé cuál será el plan de nuestra reina para romper el hechizo de nuestras hermanas, pero estoy casi segura de que lo resolverá… Además, ya casi será tu ritual de madurez, debe estar aterrada…
—Mi madurez…
—Esta vez tengo una corazonada de que pasara, no te tortures más —La joven le dio un beso en su frente para así dejarlo descansar.
A la mañana siguiente, la reina del lago de los cisnes sintió la presencia de los humanos queriendo adentrarse en el bosque. No estaba preocupada porque había una barrera invisible que ocultaba su mundo mágico de ellos para que no dañen su hogar. Sin embargo, al notar que el joven heredero del reino humano estaba allí, decidió abrir una pequeña grieta para dejarlo pasar.
Él era el indicado. Él era ese alfa que Mateo necesitaba para romper el hechizo. Dinorah siempre planeó esposar a Mateo con el príncipe del reino humano porque sabía que era un hombre de corazón amable. Pero, por sobre todo, su última profecía predijo que el amor de Mateo los salvaría de la magia del rey hechicero.
Dinorah, desde temprana edad, había podido profetar a través de sus sueños. No siempre eran claros, muchas veces debía darles cuerpo ella misma a las más inconclusas. Pero la primera que tuvo luego de la llegada de su hijo fue más clara que el agua. Sin embargo, se negaba a que suceda, y por culpa de ello nuevas visiones atacaban sus noches como pesadillas repetitivas.
Mateo normalmente permanecía dentro del palacio, a menos que su madre, la reina, diera permiso para que dé un paseo bajo la supervisión de sus mejores guerreras. Este iba a ser uno de esos días, le concedería la posibilidad de ca
Necesitaba que el omega experimentara el amor antes de su ritual de madurez o lo condenaría al peor de sus destinos. Sabía que en parte ella también era responsable, pero fue una carga que decidió cederle a Mateo.
Todos los años Dinorah planeaba algo nuevo en el cumpleaños del príncipe, siempre simulaba el ritual de madurez para ver si su hijo lograba manifestarse. Sin embargo, esto no sucedía y ella debía cambiar de estrategia.
En la orilla del lago, Mateo jugaba animado con las cisnes acariciando sus blancas plumas y corría de un lado a otro mientras ellas lo seguían volando sobre su cabeza. Él sabía que ellas habían recibido dicha maldición por culpa de su nacimiento. Las jovencillas con quienes comparte sus noches de baile durante el día son cisnes. Es entre la media noche y el amanecer donde pueden recuperar su forma humana gracias al contra hechizo de la reina.
No sabía mucho los detalles, pero desde pequeño se le había dicho que nació maldito y su maldición se expandió hasta las cisnes que no habían tenido su ritual de madurez. Inclusive quienes nacieron después de él arrastraron esta desgracia. Mateo no era consciente de la realidad que existía detrás, pues sus hermanas tenían prohibido hablar al respecto y Dinorah las hechizó para que guardasen silencio frente a Mateo.
Al otro lado del claro del bosque, Derek se adentró con su arma de caza muy cerca de donde se encontraba jugando Mateo. Fue entonces cuando lo vio por primera vez, el joven más hermoso que jamás haya podido ver en su vida.
De lejos podía notar que era un omega masculino, la delicadeza y la gracia en sus movimientos lo delataba, y ese sutil perfume a lirios de sus feromonas que rozó sus narices llamó aún más su atención. La ropa ligera del joven flotaba al ritmo del viento, y su cabello rubio le iluminaba la mirada. Sus brazos se movían como alas e incluso plumas blancas adornaban su vestimenta, Derek podía jurar que era cisne y hombre al mismo tiempo.
Se acercó cuidadosamente con temor de que el muchacho huyera de él, y así como predijo, Mateo, al hacer contacto visual con el primer hombre alfa que vio en su vida, intentó huir inmediatamente. El corazón del omega bombeaba alborotado por el susto, los cisnes intentaron apartar al humano a picotazos.
—¡Espera! ¡Por favor, no te vayas! —exclamó Derek desesperado, dejando caer su arma de caza mientras intentaba apartar a las aves para poder llegar al omega—. ¡Me he perdido!
Entonces Mateo se detuvo y se volvió a verlo con total desconfianza. Ambos fueron lentos con sus movimientos, pero poco a poco se acercaron lo suficiente como para poder verse de cerca. Derek era más alto que Mateo, el cisne pudo apreciar de cerca el atractivo rostro del príncipe humano: su mandíbula marcada sin abandonar su aspecto juvenil y esos labios rosados que le hicieron sonrojar al verlo por demás. Este hombre de hombros anchos, cabello rubio oscuro y ojos color miel se ganó la atención del cisne que tanto tiempo vivió en cautiverio.
Derek perfumó el aire que los rodeaba con sus feromonas, curioso por el cisne, quien al sentirlas respiró profundo. Mateo se sintió a salvo tras oler ese sutil perfume a caramelo. No podía percibir peligro en Derek.
—¿Quién eres? —murmuró el humano perdiéndose en la mirada filosa de Mateo.
—No necesitas saber eso —respondió el cisne, sin apartar la mirada del alfa.
—Así que hablas… —dijo aún más interesado en esos hermosos ojos azules.
—No deberías estar aquí… —suspiró Mateo dando un par de pasos hacia atrás—. Te ayudaré a salir de aquí.
—No me tengas miedo, ¿no sabes quién soy? —El príncipe humano miró con rareza al muchacho. No podía creer que este no supiera su identidad,
—¿Acaso debería saberlo? —cuestionó el mayor de los dos con más desconfianza. Mateo se veía más joven, pero él era mayor que el príncipe humano y en su rostro brillaba la juventud de sus veintidós años.
—No, no, solo lo digo porque me tratas como si fuera alguien malo. —El príncipe se hizo el tonto tras notar que el omega desconocía su posición en la realeza.
—Pues no te conozco, eres un desconocido para mí.
Derek caminaba a dos pasos detrás de Mateo. Su corazón latía enloquecido tras su primer amor a primera vista. Podía sentir ese clic sin saber demasiado sobre el chico, solo deseaba ser su esposo.
—¿Y no te gustaría conocerme? —insistió.
—No —respondió Mateo con frialdad, aunque en realidad sentía mucha curiosidad por el otro. Pero no estaba seguro de si estaba bien, su madre siempre le había recalcado que no se relacionara con desconocidos a no ser que ella los aprobara primero.
—Me llamo Derek —dijo sin hacerle caso.
—Te dije que no…
—No tengas miedo, no soy alguien malvado y si pasa algo, puedo protegerte.
Fue entonces cuando a Mateo se le ocurrió una idea, pero prontamente la descartó. Pensaba que tal vez ese alfa podría ayudarlo a romper su maldición, sin embargo, no le hacia ninguna gracia involucrarse con alguien que no conocía por interés.
—Me llamo Mateo, y necesito que te marches porque puede pasarte algo realmente malo aquí —le advirtió.
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