El chico seguía escuchando el estruendo de la carnicería que estaba llevándose a cabo en ese momento. Sabía que las almas en pena seguían ahí, pero por alguna razón, esta nueva voz le trajo tranquilidad.
Despacio, abrió los ojos y miró hacia arriba.
Era el alma en pena que había visto cuando era un niño. El alma con esa monstruosa cara deforme y siniestra, con su velo negro y sus dedos largos como las ramas de un árbol seco.
La misma que hace apenas unas horas, lo había salvado del alma-gato.
“Todo estará bien.” Le dijo. “Mírame”
Yude así lo hizo. Miró fijamente a ese rostro blanco que parecía hecho de arcilla, sorprendido al notar un pequeño atisbo de humanidad. O al menos, eso era lo que quería creer.
Las otras almas seguían peleando, sin darse cuenta de nada.
“Buen chico.” Pronunció ella, mientras que de a poco comenzó a cubrir a Yude con su manto negro, provocándole algo de frío.
Un remolino de tela empezó a formarse a su alrededor, envolviéndolo por completo, haciendo que Yude no pudiera ver nada más que la textura de aquella tela desgarbada durante varios segundos, antes de que todo se tornara negro.
Sus cabellos se sacudieron y el frío se hizo más intenso.
^^^^^^
Cuando el velo se desvaneció, Yude se vio frente a un sitio muy diferente.
Era una especie de desierto de arena fina, tan blanca que casi parecía nieve. A lo lejos se alcanzaba a distinguir una laguna con agua color tinta, y en su centro notó la presencia de un ser con morfología de serpiente y astas torcidas, altas y delgadas.
Yude comenzó a avanzar como hipnotizado hacia la laguna, pero el alma en pena que había salvado su vida por segunda vez, se le puso enfrente.
—Me disculpo por haberte espantado aquel día, en la tienda. — Le dijo con voz calma. —Estaba desesperada. Sufría de un terrible dolor del que no podía escapar. Aun así, no hay justificación para lo que te hice pasar. Eras muy pequeño para hacerte pasar por semejante cosa… Lo siento.
Yude no podía creer que el espectro protagonista de su recuerdo más traumático, ahora estaba ahí, disculpándose y hablando como si sólo fuera una señora cuyo único error había sido asustar a un chiquillo sin querer.
No sabía cómo debía reaccionar ante tal cosa, pero ciertamente, su presencia ya no le causaba tanto temor... O al menos, ya no sentía la necesidad de escapar de ella.
—No… no hay problema. Eh… —Le respondió, pensando qué más decir. —Me da gusto que ya estés en paz.
—En paz… no sabría si es el término adecuado. — Meditó ella. —Pero ciertamente el dolor se ha ido. Me alegra haber sido traída aquí. Así al menos, puedo pasar el resto de mi eternidad tranquila. Mi nombre es Leonora, por cierto.
—Sí, lo recuerdo. — Dijo Yude, quien jamás había podido olvidar ni un detalle de aquel día. —Tú… ¿estabas buscándome?
En el rostro de Leonora se dibujó una sonrisa, bastante más macabra de lo que pretendía.
—Así me lo ha pedido él. Tardé un poco más de lo esperado, pero logré hacerlo antes del tiempo límite.
Yude volvió a dirigir su mirada a la criatura que levitaba sobre aquella laguna de aguas oscuras, serpenteando en el aire.
— Leonora… ¿Tú sabes qué es lo que quiere de mí?
—Me temo que no. Pero no debes temer. Coppelius podrá parecerte aterrador, pero es justo. No te pedirá nada que no seas capaz de hacer.
— ¿Coppelius?
—Ese a quien llamas "Dragón de madera". — Respondió Leonora, señalando con sus manos huesudas a la criatura frente a ellos. —No le digas que te lo dije, pero se sintió muy halagado cuando supo que le pusiste ese apodo.
Yude había dejado de temblar, pero no de tener miedo. Volteó a ver a Leonora, preguntándose si aquella alma tendría la gentileza de acompañarlo, pero ella, como adivinando sus pensamientos, le recorrió la mejilla con su velo negro para darle algo de consuelo.
—Todo va a estar bien, Yude. Coppelius tiene mucha fe en ti.
Fue lo último que dijo antes de elevarse en el cielo nocturno, y desaparecer entre un tornado formado de sus propias telas negras.
^^^^^
Los pies de Yude se hundían con bastante facilidad al caminar sobre la arena blanca. Era difícil andar así, pero se animaba al pensar que aquellos eran los últimos pasos antes de llegar a su objetivo final.
Aún le faltaba recorrer algo de distancia, sin embargo, no haría falta caminar más. Coppelius comenzó a acercarse a él, elevando su cuerpo de serpiente en el aire y volando con la misma ligereza que el humo en el viento.
Cuando aterrizó frente a Yude, lo hizo sin levantar ni un grano de arena.
Los ojos del chico se abrieron a toda su capacidad al estar nuevamente frente a aquella criatura. Fue hasta ese momento, en el que por fin se dio cuenta de lo mucho que había esperado por este reencuentro.
—Acércate. — Pidió Coppelius, inclinando su cabeza hacia él.
Yude sintió un fuerte escalofrío al escuchar de nuevo esa voz gruesa y espectral, después de nueve años. Sin duda, sus pesadillas habían sabido reproducirla con una fidelidad escalofriante.
Dio un paso al frente, encogiéndose, tratando de controlar su respiración para que su corazón dejara de latir tan rápido.
—He de confesar, que por poco pierdo la esperanza de volver a verte. — Dijo Coppelius, sacudiendo ligeramente la cabeza. —Te has tardado lo tuyo en venir aquí.
—Yo… no… — Balbuceó Yude, incapaz de formar la frase que quería.
Coppelius lo miró, y no tardó en advertir el miedo en sus ojos.
—Mmh. Supongo que esta forma mía resulta demasiado imponente para un jovencito. Dame un momento.
Coppelius tomó impulso, y se elevó en el aire. La criatura comenzó a serpentear, hasta formar una esfera de luz violeta y blanca, que pronto envolvió todo su cuerpo.
Cuando la esfera se desvaneció, Coppelius descendió lentamente, mostrando una forma nueva.
Ahora se mostraba con una anatomía humanoide, portando una altura no mayor a dos metros. Conservaba el cráneo de perro, las astas y cuerpo de madera, pero al menos ahora ya podía estar frente a Yude, sin parecer que podía usarlo como mondadientes en cualquier momento.
—Wow… —Dejó escapar el chico, tragando saliva.
—¿Esto está mejor?
Yude asintió enérgicamente. Sin duda estaba mejor.
—Muy bien. Ya podemos hablar con más fluidez, espero. Ahora, necesito que me respondas algo. — Coppelius cruzó sus manos, como un sacerdote que espera la confesión. —¿Recuerdas lo que te dije cuando nos conocimos?
Yude alzó la cabeza, mostrando una mirada que se había vuelto cristalina.
«Cómo podría olvidarlo…» Pensó él.
—Usted… me dijo que terminaría siendo un alma en pena. — Dijo sin titubear.
Coppelius hizo un movimiento de aprobación.
—¿Sabes lo que eso implica?
Yude agachó la cabeza, como queriendo evitar responder a la pregunta que lo había atormentado cada noche, durante los últimos nueve años.
Coppelius levantó su mentón con su mano de ramas secas, obligándolo a ver sus profundos ojos vacíos.
— Significa que cuando muera…Terminaré aquí. — Murmuró, temeroso de sus propias palabras, como si éstas fueran proféticas.
—Así es. Eres un alma sin propósito. Por eso Ciudad Pena se convertirá en tu hogar algún día. O mejor dicho, al final de tus días. — Recapacitó, divertido por su ingenioso comentario. Hacía bastante tiempo que no tenía la oportunidad de ser ingenioso con nadie.
El muchacho agitó la cabeza con brusquedad, como si tratara de despertar de un mal sueño. Aquello ya lo sabía, pero ahora que tenía la certeza de su destino, sintió un frío intenso calar en sus huesos.
Pero entonces recordó algo más… la razón por la que en el fondo, estaba tan ansioso por ver a Coppelius.
—Ese día…también me dijo que podíamos negociar.
Las esqueléticas facciones del alma rota se mantuvieron estáticas.
Con la boca aún cerrada, Coppelius emitió una risa que hizo eco en el interior de su cráneo.
—Así fue. ¿Deseas negociar, entonces?
Yude asintió.
Coppelius dio un par de pasos atrás, preparándose para dar su discurso.
Yude le miraba con intriga y miedo, al tiempo que la criatura comenzó a hacer una elegante coreografía con las manos.
Un puñado de arena blanca se elevó del suelo, formando ondas danzarinas que se desplaraon alrededor de Yude. Luego, dichas ondas se dividieron en tres y se juntaron para formar tres figuras. Un hexágono, un diamante y un corazón.
—Memorias. Voluntad. Esencia. — Recitó Coppelius, haciendo que las tres figuras de arena resplandecieran con luz blanca frente a los ojos del chico, quien continuó observando boquiabierto. —Estos tres elementos son necesarios para que un alma esté completa. Solo así, ellas pueden liberarse y ascender a la siguiente fase. Pero si falta cualquiera de estos elementos, el alma quedará condenada a vagar en este lugar para siempre.
Las figuras entonces se removieron en un torbellino violento y oscuro, para después disolverse en cenizas.
—Yude. — Continuó diciendo, acercando su craneo de perro al rostro pálido del jóven. —Deseo que desempeñes la misión original que estaba destinada a los guardianes de la Tierra de las almas rotas.
—Usted… ¿Quiere que yo…?
—Quiero que me ayudes a liberarlas. — Proclamó Coppelius, agitando la arena a su alrededor.
— ¿Qué?... No, espere, eso…
—Para hacerlo, deberás ayudarlas a encontrar su memoria, voluntad o esencia.—Puntualizó. —99 almas serán suficientes para complacerme.
Las manos de Yude empezaron a temblar con violencia.
Ya se esperaba que el trato que fuera a hacer con el dragón de madera sería difícil. Algo como darle parte de su vida, o quizá ayudarle a ubicar almas que siguieran rondando en el mundo real…
¡Pero liberar 99 almas!
— ¡Son demasiadas!... Es imposible… ¿¡Por qué me está pidiendo esto a mí!?
—¿Acaso sigues sin comprender tu situación? — Coppelius dejó escapar un profundo suspiro. —Yude, como dije, eres un alma sin propósito. No debiste nacer y sin embargo, aquí estás. Has sido bendecido con la habilidad de pasar a este plano con tu cuerpo mortal. Y además, posees una habilidad que resulta clave para dicho propósito. Puedes saber qué es lo que perdieron las almas rotas y dónde encontrarlo. ¿Entiendes ahora por qué te estoy encomendando esta misión?, ¿comprendes acaso el milagro que implica tu mera existencia?”
—¡Pero me voy a morir antes de liberar 99 almas! — Explicó el chico, agitando sus manos. —¡Jamás podría defenderme de una de esas almas monstruo! Si no hubiera sido por Leonora, ya estaría muerto... ¡Por favor, pídame cualquier otra cosa!
—Es verdad. Morirás a menos que busques la manera de defenderte aquí, lo cual te recomiendo hacer en caso de que aceptes mi oferta. — Le confesó Coppelius, agitando su cornamenta. —Lo siento Yude. Esto es lo único que puedo ofrecerte a cambio de la posibilidad de salvarte de la condena eterna. Conviértete en mi herramienta, y yo le daré a tu alma el propósito que necesita para salvarse.
Yude soltó una risa nerviosa.
— Yo…no puedo… no lo sé...
El muchacho se pasó una mano por sus cabellos cobrizos.
Su madre le había enseñado a nunca huir de ningún reto, pero esto era francamente ridículo… ¡Su estúpida habilidad de encontrar cosas perdidas no le iba a servir de nada frente a un alma en pena que quisiera matarlo!
—Sé que tienes el potencial para lograr lo que te pido. Pero no te obligaré a hacerlo, ni tampoco te forzaré a darme una respuesta ahora. — Le tranquilizó Coppelius, retomando poco a poco su forma de serpiente gigante. —Regresa a tu lado, y piénsalo. Pero trata de no tardar demasiado. Ya no nos queda mucho tiempo.
—¿A qué se refiere? — Preguntó con creciente consternación. —¡¿Ahora también hay un límite de tiempo?!
Yude observó como la arena blanca estaba desplazándose mientras una brisa helada le golpeaba el rostro.
—Ahora, he de despedirme. Cuida tu vida, Yude. Sólo tienes una.
Coppelius, habiendo adoptado nuevamente su forma original, se elevó por los cielos al igual que Yude.
El chico no pudo más que sacudir los brazos mientras que miraba aterrado hacia abajo, viendo que la distancia entre él y el suelo era cada vez más grande.
Cuando se animó a mirar arriba, observó que encima de él resplandecía un rectángulo que emitía luz blanca.
Coppelius exhaló un gélido aliento, y Yude salió disparado en dirección a la salida.
^^^^^^
Yude abrió los ojos. Estaba tirado en el suelo, en el interior de aquella casa abandonada de la calle Varo.
Estaba de vuelta en su propio mundo.
Despacio, se puso de pie, notando dolor en varias partes de su cuerpo.
Cuando comprobó que estaba completo y que podía moverse sin problemas, se dio la vuelta. Luego, observó la puerta por la que hace apenas unas horas, había entrado a esa extraña dimensión… La tierra de las almas rotas.
Ahora lo único que había del otro lado, era un cuarto de baño, simplón, con un inodoro despegado del suelo, y un lavamanos cubierto de sarro.
Yude no fue capáz de darle la espalda a ese cuarto de baño, hasta que la alarma de su reloj digital emitió un sonido.
Ya eran las 3:30pm. Había puesto la alarma a esa hora para recordar que debía estar de vuelta en el hotel a las 4pm para recibir la llamada de su mamá.
Yude sintió exalofríos al darse cuenta.
«Sólo habían pasado quince minutos...»
Comments (0)
See all