Al principio le costó mucho poder conciliar el sueño, aquel condenado lobo estuvo aullando toda la noche y no podía evitar sentirse observada por unos ojos invisibles que se encontraban allí afuera, en la oscuridad. Sin embargo el cansancio del largo viaje junto al relajante baño se hicieron cargo de que pudiese conciliar el sueño, aun así no pudo evitar tener sueños extraños donde se encontraba en medio de un bosque y algo la perseguía. No podía ver quién o qué era, pero sabía que era algo que se acercaba a ella, acechando, depredando y estaba por saltar encima de ella cuando el reloj despertador dio la hora y pudo librarse de aquella pesadilla.
Mirando de manera perdida su alrededor, Wilkens se fijó en el entorno que la rodeaba mientras respiraba de manera agitada, por un minuto sintió una pequeña desorientación que se disipó al recordar que se encontraba en su nueva casa en el poblado alemán de Hallsberg. Levantándose de la cama mientras se sujetaba la cabeza, no pudo evitar pensar:
“Que sueño más raro tuve, me preguntó si será algo normal tenerlos en este lugar” riéndose ante tal pensamiento sin sentido, dedujo que debía tratarse de su cansancio producto de la larga mudanza. Eso no importaba ahora porque tenía una labor que hacer y no deseaba llegar tarde, en lo absoluto.
Se sirvió un poco de café en su tasa azul mientras leía el periódico. La única noticia interesante entre todas las que allí se encontraban era que un temblor muy fuerte había azotado la ciudad de Hallerton en Inglaterra. Preguntándose porque una zona libre de sismos había sufrido un sismo, Wilkens tomó un pedazo de croassant y se lo llevó a la boca, comenzando a comerlo. Tan distraída estaba en sus pensamientos que por poco llega tarde al ver que el reloj daba las nueve y media.
- ¡Mierda, se me hace tarde!- exclamó asustada levantándose de la silla, estuvo a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando notó en el pequeño espejo, que tenía en la pared, que aun vestía su pijama blanco con rayas azules.
Volviendo a su habitación para poder cambiarse la ropa, Wilkens se puso unos pantalones negros junto a una camisa roja y la bata blanca de médica que la representaba como veterinaria. Sabía que también debía llevar el uniforme verde de veterinario, pero ella era una doctora, no una enfermera, y por ende iba a llevar los atuendos que la representaban como una. Aparte de que estaría en una pequeña veterinaria de un pueblito tranquilo, no en un hospital de una gran ciudad.
Saliendo de la casa y colocándole llave a la puerta de madera, Wilkens se dirigió a donde estaba el coche, se sentó en él y tras encenderlo, partió rumbo a la veterinaria.
No tardó en descubrir cuan distinto era Halsberg de las grandes ciudades como Nueva York o Los Ángeles. Aunque el reloj casi daba las diez en punto, los pobladores todavía se encontraban en sus camas, siendo los negocios los únicos abiertos. La movilidad no solo era disminuida sino que también era muy escasa. Cuando llegó a la veterinaria, se sorprendió de ver que todavía se encontraba cerrada. Sorprendida debido a que esperaba ver a Charlie allí dentro, se bajó del coche y caminó a la puerta mientras buscaba las llaves en su bolsillo, dispuesta a abrirla.
- No corra mucho jovencita- le habló un anciano que la veía molesta abriendo su local- nadie puede escapar de su destino
- ¿Qué dijo?- le preguntó Wilkens moleta, dándose vuelta para confrontarlo, sin embargo aquel anciano ya se había ido. Enojada masculló- jodido loco
Apenas terminó de abrir la puerta que escuchó la amigable voz de Charlie llamarla desde la distancia:
- ¡Beverly!- acercándose a ella, allí estaba aquel muchacho de aspecto simpático, cabello negro corto y ojos igual de oscuros que su cabello, llevaba una camisa verde junto a sus pantalones negros- ¡Hola!, que gusto verte. Dime ¿Llegaste bien?
- Si- sonrió ella- gracias por preguntar, por cierto me gustó como los muchachos de la mudanza dejaron mi apartamento, gracias
- Yo también ayudé- le contó Charlie acompañándola al interior de la veterinaria. El olor a antibióticos y lavanda inundó sus narices, dándole a Wilkens una agradable sensación familiar, sin embargo el silencio que provino la volvió a desorientar
- Qué raro- susurró Wilkens al notar que no se oía nada- Charlie ¿Por qué no hay animales aquí?
- Por la misma razón por la que llegué a esta hora- le contestó Charlie dirigiéndose a su puesto mientras se colocaba el cubre bocas blanco que colgaría de su cuello durante toda la jornada- porque casi nadie tiene mascotas en Halsberg
- ¿Eh?- preguntó Wilkens sorprendida
- Dime, ¿Acaso escuchaste algunos aullidos anoche?- le preguntó Charlie tomando una revista de veterinaria con la imagen de un Golden Terrier en la portada, sentado sobre un fondo azul con un enorme tarro blanco de aspirinas a su costado. Antes de que Wilkens le respondiera, Charlie le contestó- este lugar posee una gran cantidad de Lobos que casi rodean el pueblo. Por lo general no atacan a los humanos, pero si se han dado muchos casos de perros muertos a causa de esos animales. Por esa razón casi todos poseen peces o tortugas como mascotas, habiendo dos o tres que posean un gato y una sola persona un perro
Viendo tras la revista que Wilkens se encontraba asombrada, Charlie sonrió y le contestó:
- Tú querías un lugar tranquilo para trabajar, pues bienvenida a Halsberg
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