— ¡Hoshie me golpeó! — se agarró la mejilla — Irrumpió mi salón de clases y me gritó.
Fue de esa forma como entró a mi salón de clases; montando una escena a deleite de su público. Todos dirigieron la mirada en cuanto lo hizo, se acercó a mí.
— Ella no lo hizo — le respondí — ahora sal de aquí, porque estás haciendo un escándalo.
Dalia me miró un poco molesta. Diría que chasqueó la lengua, pero, a pesar de, salió del salón de clases; yo lo hice poco después de ella.
— Hoshie me golpeó — recalcó.
— No lo hizo — le dije con una expresión seria —. Ella no es así.
— ¿Cómo lo sabes?
— La conozco, no lo haría.
— Pues te mintió — aseguró.
— No lo hizo, sé que fuiste tú.
Dalia frunció el ceño. Estaba molesta, lo que hizo que su tono de voz fuera muy chillón.
— ¡¿La estás defendiendo!? — dijo mostrándose muy molesta —. Realmente lo haces — rio con ironía — ¿Por qué lo haces?, ¿por qué no a mí? — Me miró disgustada.
— Primero — respondí teniendo los brazos cruzados — no la estoy defendiendo. Segundo, lo que hiciste no es para defenderse, y tampoco pienso defenderte.
— Me imaginé — dijo molesta.
— Por último — proseguí — déjame en paz.
Era lo único que tenía para decirle, así que iba a volver al salón cuando dijo:
— No quiero hacerlo.
— Deberías de hacerlo — respondí —. Debes de entender cuando hay un límite.
— Es absurdo — suspiró — no creí que haría esto, pero, antes de irme, quiero intentar algo — sonrió —. Es solo un aviso — suspiró y se dio la vuelta — en algún momento lo sabrás. Nos vemos hasta entonces — dijo mientras se iba del lugar.
Después de decir esas palabras desapareció, no permanentemente, pues siempre que encontraba oportunidad me seguía a todos lados. Era molesto.
Pasaron unos días de esa manera hasta que, aparentemente, se aburrió. Ya no tenía a Dalia cerca de mí y, como si fuera cosa del destino, Hoshie empezó a aparecer cada vez más cerca de mí.
De manera constante, pasaron estas maravillosas coincidencias y, en una de esas tantas, me encontré con ella en el mismo punto donde siempre nos encontrábamos. Como si fuera inconsciente, siempre nos encontramos en ese mismo lugar.
— ¿Tienes tiempo esta semana? — me preguntó.
— Siempre tengo tiempo — le mentí.
— Entonces cuando lo tengas de verdad… — sonrió exponiendo mi mentira — Vamos a algún lado.
— ¿Hay algún lado al que quieras ir? — sonreí.
— Muchos.
— Dime uno.
— ¿Un parque de diversiones? — respondió un poco insegura.
— Hay que ir entonces — le sonreí aún más.
— ¡¿Qué!? — dijo viéndose desconcertada — ¿Ahora? — me miró con sorpresa.
— Sí — respondí de inmediato — ¿no quieres ir? — la miré esperando su respuesta.
— Claro que quiero… — me miró fijamente — ¿Pero no estás ocupado?
— No, ¿tu sí? — la miré estando un poco sorprendido.
— NO — dijo precipitada — por supuesto que no, pero… ¿Estás seguro? — parecía no muy convencida.
— Lo estoy, pero parece que tu no lo estas, o acaso… — me acerqué más a ella — ¿Estás asustada?
Me miró con el ceño fruncido y dijo en un tono elevado:
— ¡Por supuesto que no!
“¡Por supuesto que no!”, sus palabras se mesclaron con las de otra persona en mi mente como si fuera un recuerdo que de la nada pareció de esa forma en mi cabeza. En ese extraño recuerdo esta persona empezaba a dudar y a sacar conclusiones un poco exageradas y negativas, justo como Hoshie lo hacía en este momento.
Al parecer le tomaba la mano y le decía:
— “No creo que pase nada y, si lo hace, yo tomo toda la responsabilidad, cumple mi capricho”
Le decía esas palabras a esta persona y, de forma unísona e inconsciente, se las dije a Hoshie mientras todavía resonaban en mi cabeza de igual forma. Dejé de tener ese recuerdo extraño de mi mente cuando de repente escuché la risa de Hoshie.
— No es para tanto — dijo acompañado de su risa.
Dios… Sonreía en ese momento tan bonito, ¿perdí la cabeza? No es otra cosa, creo que me enamoré. En ese momento su sonrisa era tan linda que sentí el corazón darme un brinco. Sentí un revoltijo de emociones por una simple sonrisa, ¿me he vuelto loco?
— ¿Sucede algo? — me miró de una forma que parecía extrañada.
— No — le respondí — entonces… ¿Vamos? — sonreí enormemente.
— Sí — me dijo asintiendo con la cabeza.
Creo que me he vuelto loco o algo peor; creo que me enamoré o, tal vez, estoy cometiendo un error. En realidad, me enamoré, me acabo de dar cuenta de esto por una simple sonrisa. Mas, estoy totalmente seguro de que solo lo estoy confirmando, porque puede quizá ya lo hubiera hecho desde antes de esa sonrisa. Quizá me enamoré desde el primer momento en el que la vi.
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