“Te espero en mi próxima vida”: fue como un susurro, pero esa fue la última frase que oí antes de despertar. Ya había pasado mucho tiempo desde que soñé algo similar después de conocer a Hoshie; eran menos frecuentes.
Habían pasado unos cuantos meses desde entonces, casi nunca nos vemos. Desde esa última vez, es más probable ver sueños igual de deprimentes como el que había tenido, que cruzarme con ella. Me gustaba verla, pero era casi imposible hacerlo.
Sino fuera por nuestra costumbre de llamarnos a diario, estaría igual que el comienzo o, tal vez, peor. Desde la primera vez que la llamé, se nos ha hecho una costumbre de llamarnos a diario a la misma hora; si por alguna razón, no lo hacía primero, ella lo hacía.
Era una rutina; también lo era esperar unos cuantos minutos en el mismo parque en donde ella me dio su número. Me había acostumbrado a hacerlo; creía que de esa forma me encontraría con ella un poco más.
Esperaba que fuera de esta manera hoy, pero me encontré con otra persona, Dalia. La había conocido hace algunas semanas y, como si fuera broma, me encontraba con ella más seguido que con aquella chica que conozco desde hace meses. Estaba a punto de irme cuando Dalia me alcanzó.
— ¡Hansel! — dijo en un tono chillón.
— ¿Vienes a verme? — me tomó de brazo.
— Nunca vine a verte a ti — dije con una expresión seria y zafándome de su agarre.
— Entonces… ¿Por qué siempre me encuentro contigo? — me volvió a tomar el brazo.
— Lo mismo me pregunto, siempre que espero verla, me termino topando contigo — me volví a zafar.
— ¿Te gustaría ir a algún lado?
— Siempre y cuando no tenga que verte.
Hizo una cara de disgusto, pero luego recuperó su sonrisa y volvió a tomarme del brazo.
— ¿Te irás?
— Por supuesto.
Traté de volver a soltarme, pero ella me agarró con más fuerza. Era molesto. A pesar de ello, no me pude sentir peor cuando sentí una mirada fija en mí, era Hoshie.
— ¿Interrumpo algo? — me miró.
— No — respondí de inmediato mientras trataba de soltarme de Dalia.
Dalia, por primera vez en mucho tiempo, se quedó callada, pero, a pesar de eso, no me soltaba el brazo; ella, lo sujetaba con más fuerza. Miré a Dalia. Era extraño que se mantuviera callada, regularmente no hace más que preguntar y hablar.
Cuando la vi, tenía una mirada Hostil hacia Hoshie. Era una mirada muy hostil y penetrante; la miraba como si quisiera matarla, aunque ni siquiera se habían dirigido la palabra.
— ¿Es tu no…
— No — la interrumpí antes de que completara la frase —. Ahora suéltame — miré a Dalia.
— ¿Quién es ella? — dijo ignorándome.
— Soy Hoshie.
Dalia no dijo ni una palabra. Solo la miró de pies a cabeza, en repetidas ocasiones, como si la estuviera analizando. Después, Dalia me soltó y siguió viendo a Hoshie por otro rato. Así pasó un rato hasta que dijo:
— Soy Dalia Ellen — dijo con una expresión seria.
Ahora Hoshie se había quedado callada. Toda esta situación hizo que el aire se pudiera cortar con un cuchillo; era denso. Luego, Hoshie soltó un suspiro y me dijo:
— ¿Estás ocupado?
— No lo estoy — respondí de inmediato.
— ¿Te gustaría ir a un café? — me preguntó.
Era más que obvio que respondería que sí, pero, cuando a penas abrí la boca, Dalia contestó.
— ¡YO TAMBIÉN VOY!
Hoshie la vio con sorpresa, igual que yo. Me acerqué a Hoshie antes de que Dalia intentara tomarme la mano. Traté de que fuera así todo el camino. Era un dolor de cabeza y, probablemente, Dalia lo convertiría en un dolor de cabeza.
Llegamos al café. Hoshie y yo nos sentamos una frente al otro; Dalia, lo hacía justo al lado de ambos. Hoshie pidió un café con leche; yo, un té. Dalia solo pidió lo más dulce que encontró en la carta.
— ¿Desde hace cuánto que lo conoces? — miró a Hoshie con una sonrisa falsa.
— Cuatro meses — respondió.
Dalia distorsionó su rostro dejando ver una gran molestia; no contestó. Solo mantenía esa expresión de molestia en su rostro, pero luego retomó su falsa sonrisa. Después, volvió a preguntar:
— ¿Qué estudias?
— Arte…
— Yo estudio arte dramático — dijo, elevando su voz, interrumpiendo a Hoshie enseguida.
— ¿Me repites…
— ¿Puedo pedir un pastel? — volvió a interrumpirla.
No dije nada, pues no cambiaría algo si lo hiciera. En ese instante solo miraba a Hoshie, parecía estar muy calmada, demasiado y, cuando veías el panorama, la única que parecía perder el juicio era Dalia.
No cambió mucho desde entonces. Hoshie permanecía calmada mientras que Dalia cambiaba de molesta a sonreír en cuestión de segundos. Durante el par de horas que se conocieron, Dalia no dejaba de hacerle preguntas para contestarse ella misma una tras otra; casi nunca la dejó hablar.
Hoshie, por otra parte,
permanecía tranquila. Era como si no le importara todo lo que hacía Dalia,
aunque también estaba fastidiada; lo supe en cuanto ella se recargó en la mesa
y solo suspiró viendo a Dalia. Era como si su mirada le hubiera dicho “cállate”;
podía saberlo con seguridad, aunque hasta el día de hoy no nos viéramos tan
seguido. También, aunque no era el momento, eso me hizo sentir un alivio y
sonreír un poco.
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