“Por favor espérame”: mi día comenzó poco después de haber escuchado esas palabras en un sueño; sabía que las dijo alguien, pero no sabía quién. No pude ver su rostro antes de haber sido despertada por el golpe que recibí.
— Hasta que al fin despiertas — dijo cepillándose el cabello frente al espejo.
— ¿Clarisse? — respondí tallándome los ojos.
— ¿Quién más te despertaría así?
— ¿Pero era necesario aventarme la almohada? — me senté sobre la cama.
— Siempre duermes como tronco, no creí que funcionara — rio un poco.
— ¿Qué hora es? — dije estirándome.
— Depende — dijo mirándose al espejo.
— ¿De qué?
— Si no tienes nada pendiente es temprano, si no es así… Vas a llegar tarde — dijo mientras se hacía risos en su cabello castaño con una plancha para el cabello.
— ¡El proyecto! — dije levantándome enseguida de la cama.
— Ese cuadro horrible — Clarisse frunció el ceño.
— No es horrible, es abstracto — dije buscando mi ropa en el armario.
— No soy artista cariño — sonrió con ironía.
— Pero estudiaste psiquiatría.
— ¡Aún lo hago! — dijo con un tono de voz un poco más agudo de lo usual.
— Ya lo sé — dije mientras me cepillaba los dientes.
— Entonces apúrate… ¿O cuando dijiste que se entregaba esa cosa?
— HOY — grité desde el baño.
— ¿QUÉ NO PUEDES HACER LAS COSAS CON TIEMPO? — me gritó molesta.
— No — le respondí.
Y era cierto, por alguna razón me gustaba esperar. Creo que me había vuelto un poco más atrevida y menos cobarde o, tal vez, me gustaba experimentar la adrenalina que implicaba en algunas situaciones. Tenía veinte años en ese entonces. Estudiaba artes visuales y, si no me apresuraba, no me iba a dar tiempo de terminar esa pintura que era mi evaluación final.
Ese día ya era malo, probablemente llegaría tarde. Recuerdo que ni siquiera desayuné, y estuve buscando un salón vacío para terminar ese cuadro. Recuerdo que incluso olvidé las pinturas para terminar eso, y ya había informado que sería con colores.
Y si no mal recuerdo, ese día irrumpí la oficina en la cual estabas haciendo trámites para irte al extranjero. Te conté de una manera abreviada la situación. Solo me prestaste unas acuarelas, junto con un frasco de papilla para bebé que serviría como un botecito para el agua.
No me fijaba en mi alrededor, solo sabía que tenía que apresurarme a encontrar un lugar para establecerme o no terminaría a tiempo. Me apresuré o, más bien, empecé a correr por el pasillo con un montón de cosas, incluido el cuadro. Corrí por un tiempo hasta que choqué con alguien. También tiré las acuarelas y el frasco.
— Lo siento mucho — respondí un poco nerviosa — ¿Te encuentras bien? — lo ayudé a levantarse.
— Estoy bien — evadió mi mano y se apoyó justo en donde se encontraba el frasco roto.
Cuando intenté ayudarlo a levantarse me di cuenta de que sus ojos eran azules y, por alguna razón, me recordaban el color del mar. «Creo que los he visto en algún lado», pensé, aunque era casi imposible haberlos visto; hasta donde recordaba, nunca había visto a nadie así.
Él, de igual forma, me miró por un momento, aunque, después, parecía volver en sí y se levantó por su cuenta. Para evitar la incomodidad, fingí que recogía los pedazos de la acuarela que se encontraba visiblemente quebrada, al igual que el frasco de vidrio.
Recogí los pedazos de vidrio y me topé con su mano, la cual se encontraba con unos pocos cortes causados por el frasco.
— Tu mano se cortó con los pedazos del frasco — le dije con la mayoría de los pedazos reunidos.
— Gracias por decirme — dijo mirándose la mano.
— Te llevo a la enfermería — respondí presurosamente.
— No es necesario — retrocedió un poco y se dio la vuelta.
A punto de irse lo tomé rápidamente del brazo, como si alguna parte de mí no quisiera que se fuera. Él se dio la vuelta y me miró sorprendido; pude notarlo a pesar de que su expresión era seria.
— Lo siento — lo solté del brazo rápidamente — Creí que te caerías — respondí nerviosa.
Él solo me miró con la misma expresión, no dijo nada. Me miraba fijamente; eso hacía que me pusiera más nerviosa, tanto que salió de mí una cobardía para mirarlo a los ojos; lo evité fingiendo ir a tirar los pedazos de vidrio. El bote de basura estaba extrañamente cerca, no fui muy lejos.
Me quedé por un momento quieta frente al bote, después me di la vuelta pensando que se había ido, pero, para mi sorpresa, estaba ahí. Era como si me estuviera esperando o, quizá, lo estaba haciendo.
— Estás herido por mi culpa — le dije —. Quiero llevarte a la enfermería — me interrumpí por los nervios — digo, ¿podría?
En ese momento lo vi sonreí. Sentí como si mi corazón diera un vuelco y ni siquiera sabía por qué. Estaba feliz de verlo, pero tampoco sabía por qué. Miré de reojo sus ojos azules y después me dijo:
— Gracias por ofrecerte nuevamente.
— No es nada — respondí nerviosa — pero me gustaría acompañarte.
— Si me dices tu nombre… — sonrió amable.
— Si me dejas acompañarte, te lo diré — sonreí levemente.
— De acuerdo — respondió.
Lo tomé del brazo y lo llevé hasta la enfermería. Las heridas no eran muy profundas, pero le vendaron la mano. Nos quedamos un rato más en la enfermería. Él volvió a sonreír y dijo:
— Y entonces… ¿Cuál es tu nombre?
— Ah, claro, soy Hoshie Leire — sonreí —. Estoy en artes visuales, ¿y tú?, ¿cómo te llamas?
— Soy Hansel… Hansel Waild — sonrió levemente.
— ¿Te conozco de algún lado?, siento que te conozco de alguna parte.
— Lo dudo — negó con la cabeza — No soy de aquí.
— Pero hablas muy bien el idioma — dije sorprendida.
— Mi madre lo estaba estudiando cuando nací — sonrió levemente — así que de alguna forma es mi lengua materna.
Lo miré de una forma que combinaba sorpresa y fascinación; él pudo notarlo. Me devolvió la mirada.
— Regresando a lo anterior… — dijo sin apartar la mirada — No creo que nos hayamos conocido antes, sinceramente, creo que eres alguien difícil de olvidar.
— Tú también — respondí inconscientemente — quise decir… — suspiré — Siento que sería difícil no reconocerte, pero, aun así, siento que ya te he visto antes — sonreí un poco.
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