Mientras era arrastrado por el monstruo a través de un siniestro túnel de árboles torcidos y rocas brillantes, Yude se lamentaba de muchas cosas.
Lamentaba no haber ido a la fiesta con aquella chica tan linda; de no decirle "gracias" a su abuelo por haberlo sacado de esa ciudad que tanto odiaba; de no poder ver a su madre recuperarse...
Después de llegar a un punto donde la luz ya casi no penetraba, Eddie, el alma en pena, lo retuvo en el piso, sujetándolo por ambos brazos mientras exhalaba aliento gélido por los costados de su máscara de gato. La sonrisa pintada en ella comenzó a ensancharse, haciendo que se formaran grietas en las comisuras del rostro de porcelana.
—Te prometí que ibas a lamentar el haberme ignorado.—le susurró con voz tenebrosa.
Yude trató de levantarse, pero no podía moverse. Sus muñecas habían sido aprisionadas por las zarpas de la criatura, manteniéndolo fijo al suelo.
La máscara se partió en dos, revelando varias hileras de afilados dientes blancos. Yude apartó el rostro hacia un lado, gritando desesperado y cerrando los ojos.
Justo cuando pensó que estaba por sentir esos colmillos clavarse en su cara, un torrente de aire llegó, azotando todo a su paso. Yude dejó de sentir el peso del alma-gato sobre él y sus manos liberarse de sus garras.
Al abrir los ojos, observó que una segunda alma en pena había aparecido. Se le había echado encima al alma-gato, y ahora estaba rasgándole la piel con sus enormes dedos afilados.
Eddie emitió un rugido felino, antes de escapar deslizándose, dejando en el piso una estela de líquido negro y perdiéndose en la penumbra de aquel túnel de piedras y espinas.
Yude estaba ahora de pie, avanzando lentamente hacia atrás, cuidando de no hacer ruido.
La figura misteriosa estaba oculta por las sombras, dándole la espalda. De ella sólo se podía ver un velo raído que se movía como un denso humo negro.
Despacio, el espectro giró el cuello hacia atrás. Yude sintió que la sangre se le iba del cuerpo al reconocer aquella cara huesuda, blanca y deforme, sin ojos, cuyas facciones parecían haber sido moldeadas en arcilla.
Era la misma alma en pena que había visto diez años atrás, aquel terrible día en el supermercado.
-¡¡AAAAAH!!
Yude dejó escapar un grito de pánico que hizo eco por los muros del túnel y le lastimó el pecho. Sin perder el tiempo, se lanzó en una carrera hacia la salida, tropezando con las enredaderas del suelo.
Cuando finalmente vio la luz, el cuerpo del chico disparó nuevas dosis de adrenalina haciendo que sus pies se movieran el doble de rápido. Giró la mirada hacia atrás, comprobando que la horripilante cosa no lo estaba siguiendo.
Empezaba a sentirse aliviado, pensando en que lograría salir vivo de aquello, pero entonces, sus pies dejaron de sentir el piso.
Al mirar hacia abajo, vio con horror que ya había salido del túnel, y que ahora estaba cayendo al vacío.
Yude no pudo hacer más que volver a gritar, mientras caía a la profundidad de aquellas tierras extrañas, sintiéndose a la vez estúpido por haber cometido un error tan tonto, al nivel del coyote y el correcaminos.
^^^^^^
—Ese chico... no es normal. Algo lo está protegiendo, Akio.—se quejó Eddie, quien ahora yacía en el suelo hecho un andrajo sangrante, con la máscara de porcelana fracturada en tres partes. —Esto...ugh... no fue lo que acordamos.—Akio estaba en cuclillas, acariciándole la cabeza como si fuera un gatito herido.
—Lo siento, Eddie. ¿Te duele mucho?
—Las heridas arden. Pero tenías razón. En este lugar... La agonía desaparece.—dijo, en medio de un lamento. —El ardor de la carne abierta no es nada... Ugh... Comparado con el dolor de una voluntad fracturada... Eso... Eso desapareció en cuanto llegué a este lugar.
—Eso significa que...
—Si... me quedaré aquí.
Eddie cerró los ojos y se durmió.
Akio se incorporó. No se preocupaba por Eddie, sabía que iba a estar bien. Las almas en pena pueden ser partidas en cachos, pero siempre que mantuvieran consigo sus atributos más importantes, volverían al ruedo después de una buena siesta.
El muchacho comenzó a avanzar hacia el final del túnel, dispuesto a hacerse cargo él mismo del asunto.
^^^^^^
Yude, mientras tanto, seguía cayendo, pero ya no gritaba. Por el contrario, estaba deseoso de llegar al piso. ¡Esa caída estaba tardando demasiado! Aunque por otro lado, ahí al menos se mantenía a salvo de esos malditos monstruos.
Estaba decendiendo de forma lenta y pausada, tal y como lo haría una pluma de ave, balancéandose de vez en cuando de atrás para adelante.
Aquello le permitió detenerse a pensar qué debía hacer a continuación.
«No hay forma de que salga de aquí por mí mismo.» Se dijo, cruzando los brazos mesiéndose en las corrientes de aire. «No queda de otra... Debo encontrar al dragón de madera... Me pregunto si su oferta seguirá en pie...»
Después de estar bajando durante lo que parecía ser una eternidad, finalmente tocó tierra. A pesar de caer muy lentamente, no consiguió llegar de pie y se fue de cara al suelo. Consiguió poner las manos para aminorar el impacto, pero aun así se rozó la punta de la nariz.
Al levantar la cabeza, Yude no pudo dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo...
Recordaba que cuando tenía siete años su abuelo le había regalado un juego para computadora. Era sobre un aldeano cuya misión consistía en ayudar a los habitantes de una villa con tareas campestres. Yude se decepcionó cuando, al instalar el juego, se dio cuenta que estaba corrupto. Su abuelo le dijo que probablemente se debía a algún virus, o error de programación.
Aquel lugar que ahora estaba viendo tenía un escalofriante parecido con esa villa corrupta.
Jardines repletos de árboles caminantes y enredaderas danzantes, farolas con alas y en general, estructuras y formas torcidas que escapaban a toda racionalidad.
Dicha ciudad estaba llena de vida. O mejor dicho, de muertos.
Las almas entraban y salían de lo que parecían ser tiendas, hablando animadamente. Había otra que estaba recostada en la banqueta, usando su propia nariz para tocar música.
Un alma con torso de acordeón le arrojó un rectángulo negro a su sombrero.
Yude imaginó que esas cosas debían ser una especie de moneda.
"¡Nuevo helado con sabor al olor de la lluvia! Anímese a probarlo"
Gritaba un alma cuyo rostro asemejaba un arlequín. Iba manejando un cochecito que flotaba por los aires, mientras era seguido por un trío de almas
"¡Ey!, ¿cuánto cuesta?
"Sólo dos recuerdos señora"
"¡Ay, pero que caro!"
Al voltear hacia el otro lado de la calle, Yude vio a varias almas paseando y persiguiendo a los vendedores ambulantes, mientras que otras se asomaban por las ventanas de sus casas torcidas.
Un alma con forma de zorrito antropomorfo sacudía un enorme tapete negro a través de su ventana, soltando pequeñas lucecitas que se quedaban flotando y luego se iban al cielo. Ahí se quedaban adheridas, como si fueran estrellas.
El muchacho estaba inmóvil, abrumado por encontrarse en medio de lo que parecía ser una ciudad repleta de aquellos seres a los que tanto repudiaba... sin embargo, había algo muy diferente con ellos...
«No parecen estar sufriendo.» Reflexionó.
Todos sus encuentros con almas en pena habían tenido algo en común. Estaban sumidas en un dolor profundo, a tal grado que ni siquiera eran capaces de moverse o hablar con claridad. Era como si tuvieran mil agujas ardiendo encajadas por todo el cuerpo.
Pero estas almas, a pesar de estar penando, no parecían estar pasando por el mismo nivel de sufrimiento.
Un alma montada en una bicicleta sin manubrio vendía periódicos. Parecía un hombrecito hecho de papel. Estaba recorriendo las calles gritando:
"Entérese de las últimas noticias en Ciudad Pena ¡Siguen las protestas contra el aumento del precio de la risa, y se aproxima lluvia de ideas! El alcalde recomienda cerrar la cabeza."Un alma con cabeza de pingüino y cuerpo de robot autómata se le acercó.
"¿Cuánto es?"
"Solo un cuarto de recuerdo, joven" Le contestó el vendedor, extendiéndole el periódico sin bajarse de su extraña bicicleta.
El alma-pingüino le extendió un pequeño cuadrado negro, mientras tomaba el periódico con su aleta de metal.
«Tal vez me puedan ayudar a encontrarlo. No parecen ser agresivas...» Pensó Yude, acercándose tímidamente al vendedor de periódico.
- Disculpe... ¿Usted sabe dónde puedo encontrar a un alma con forma de dragón de madera gigante? - Preguntó Yude con voz bajita.
- Si no vas a comprar el extra, no me moles.... ¡¡¡¡AAAAAAAAH!!!!
- ¡¡¡¡AAAAAAAAH!!!!
Yude se unió al grito del vendedor, quien al verle la cara, cayó de su bicicleta.
- ¡UNO DE ELLOS ESTÁ AQUÍ! ¡¡¡CORRAN!!! - Gritó, extendiendo su cuerpo de papel, cambiando su forma al de un pajarito y yéndose volando.
Pronto la concurrida calle se vio envuelta en caos. Los espectros comenzaron a gritar y a huír despavoridos, chocando unos con otros y tirando todo a su paso.
Yude estaba en medio de la calle, volteando para todos. Sabía que debía moverse, huír de ahí, pero... ¿¡Huír a dónde?!
Antes de que pudiera decidirse, un grito ensordecedor lo distrajo.
- ¡QUE ALGUIEN LLAME A LA POLICÍA! - Gritó el alma-zorrito desde su ventana. Estaba recogiendo desesperadamente sus estrellas, como temiendo que fueran a robárselas.
- ¡¿POLICÍA?! - Preguntó Yude, con una mezcla de miedo y genuina curiosidad.
Su pregunta fue contestada a manera de sirenas y luces rojas que se aproximaban a toda velocidad por la calle.
Una criatura de lo más curiosa estaba corriendo hacia Yude, tan rápido como sus tres patas chuecas se lo permitían. Sacudía en su mano de insecto una porra y sobre la cabeza, que parecía de caballo, llevaba un enorme cono que emitía luz roja.
- ¡DETENTE AHÍ, ALMA CON CUERPO! - Le gritó a Yude, apuntándole con su porra.
-¡SI, DETENTE! NO PERMITIREMOS QUE ATAQUES A NUESTRA GENTE. -Exclamó una segunda alma que venía atrás, trotando con sus largas patas de jirafa. En la cabeza, la cual era similar a la de un pez del aberno, tenía el mismo cono rojo.
Ambos eran muy lentos, tanto que casi dejaban de ser amenazantes, pero Yude no esperó a que se acercaran más.
Se lanzó a correr directo a un callejón que estaba oculto tras un par de árboles volteados de cabeza. El callejón se ensanchaba más y más a medida que avanzaba, hasta el punto en el que quedó como el jamón de un sandwish, apenas pudiendo deslizarse entre los dos muros. Se sorprendió de la flexibilidad que podía llegar a tener un esqueleto humano, y se preguntó hasta qué punto sus costillas podrían seguir aguantando sin quebrarse. Esperaba no tener que dar con la respuesta.
El ruido sirena se escuchaba más cerca, y Yude pudo ver la luz roja del gorro de los oficiales colarse entre los muros del callejón.
- ¡OYE, ESO NO ES JUSTO, NO CABEMOS!
- ¡NO LE DIGAS ESO, TARADO! LO MEJOR ES QUE CREA QUE LO TENEMOS ACORRALADO.
- Ah... Oh, sí sí, ¡TE TENEMOS ACORRALADO! EN CUANTO TE AGARREMOS TE LLEVAREMOS DIRECTITO A LA FOSA DE LA CONDENA, ¿OÍSTE?
-¡SÍ, SÍ! ¡ESTÁS ACABADO!
El chico siguió forzando su estructura osea a comprimirse, hasta que, para su buena suerte, alcanzó a ver la salida.
Dando un último empujón y sintiendo tronar todos los huesos del torax, consiguió salir del callejón, encontrándose frente a un bosque de colores luminosos y vegetación que parecía danzar bajo los destellos magenta del cielo.
Yude no se detuvo a contemplar el paisaje. Siguió moviéndose, retomando su carrera hacia internarse en aquel bosque.
Los dos policías finalmente se rindieron.
-Ay, ya, que fastidio. De todas formas, este callejón da al bosque de los lamentos. -Señaló el alma-caballo, meneando la cabeza. -Me llegó un reporte que indica que el ladrón de esencias está merodeando en esa zona.
- ¿¡De verdad?! Uy, que horror...-respondió su compañero. -Si se encuentra con él, no la va a contar.
Las dos almas amigas se dieron la vuelta, y pronto se olvidaron del asunto cuando se fijaron que en el cochecito de los helados estaba anunciado un sabor nuevo.
- ¡Oiga! ¿A cuánto está el de olor a lluvia? - Exclamó una de ellas, acercándose al carrito muy contenta.
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