Yude caminaba junto a sus nuevos amigos por una vereda llena de árboles secos, sin preguntarse hasta muy avanzado el camino, a dónde estaba yendo.
Cuando le preguntó a Fisk, este respondió que iban a una escuela primaria a conseguir el dinero para la fiesta.
— ¿Vamos a venderle algo a los papás de los niños? —preguntó Yude.
— No, no. Nuestro sistema de negocio es más práctico. —respondió Fisk, esbozando una sonrisa malévola. —Vamos a pedirle el dinero a los niños.
Sin saber cómo interpretar aquello, Yude asintió. Quiso preguntarle a qué se refería, pero luego pensó que sería más interesante ver ese "sistema de negocio" en acción. Quizá los mayores podrían enseñarle algo sobre la magia de hacer dinero.
Cuando llegaron frente a la escuela primaria "Olivos verdes", Fisk, Bock y Cassandra se ocultaron tras un basurero ubicado cerca de la entrada.
— ¡Pecas, vente! —le apresuró Fisk, haciéndole señas con las manos para que se ocultara junto con ellos.
A Yude le pareció un tanto extraño que tuvieran que ocultarse para ejecutar el plan de negocios, pero no quiso desconfiar. Dio un par de pasos y luego Bock lo jaló para que quedara oculto tras los botes de basura.
De inmediato se le subieron los colores al rostro al darse cuenta de que ahora estaba muy cerca de Cassandra. Sus ojos verdes, brillantes como fuego de hechicera, lo encandilaron al primer contacto.
— No te muevas. —le dijo en una voz que a Yude le pareció tan melodiosa como la de un hada del bosque. — Solo haz lo mismo que nosotros.
A falta de inteligencia suficiente para dar alguna respuesta ingeniosa o creativa, Yude solo asintió como un idiota.
La muchacha apartó sus ojos esmeralda de los de él, para dirigirlos ahora hacia la puerta de la escuela. Sus amigos hicieron lo mismo.
Yude los imitó, quedando agachado y oculto, preparándose para recibir instrucciones. Quería esforzarse para hacer bien su parte y escuchar un alago salir de esos labios rosados y perfectos.
Estaba inclinado, concentrado y en total estado de vigilia, por lo que apenas y pudo sentir el tirón en su mochila.
—¿Pero qué...?
Al darse la vuelta se encontró con que el extraño muchacho vestido de rayas estaba tras él, observándolo con el semblante ensombrecido y los puños apretados. Sus gafas ahora estaban torcidas, inclinadas sobre su nariz.
Yude enrojeció de coraje. Estaba por gritarle que ya dejara de molestarlo y que se largara, pero antes de que pudiera hacerlo, el chico abrió uno de sus puños, mostrándole un llavero con la forma del logo de su banda favorita. Antes de que Yude pudiera procesar lo que estaba pasando, el chico de las gafas se echó a correr.
Yude sintió que la sangre se le iba del cuerpo y su cabeza ardía, como caldera. Al inspeccionar su mochila, confirmó lo que temía.
«¡¡¡ESE FENÓMENO SE ROBÓ MI LLAVERO DE LA GIRA DEL 97!!!»
Fisk y sus amigos no se percataron del momento en el que Yude se había ido corriendo como un loco detrás del chico al que momentos antes habían golpeado.
—Oigan, pero qué... ¿Ese era Shin-Chan?—preguntó Fisk, empezando a ponerse de pie, dispuesto a unirse a la persecución.
Cassandra lo jaló de la punta de su camisa.
—Déjalo ir solo. Se ve que es personal. Además, nosotros necesitamos concentrarnos en el dinero.
—Tiene razón. —añadió Buck, asintiendo.
—Mierda. Bueno, ni hablar. —respondió Fisk, chasqueando con la lengua. —Una lástima. Pecas se va a perder la fiesta.
Yude nunca tuvo el talento de su abuelo de saber controlar sus emociones. Cuando estaba enojado era tan evidente, que hasta los perros cambiaban de acera cuando lo veían pasar. Sin embargo, era raro que se pusiera violento, mucho menos al punto de ponerse a perseguir a alguien, pero este chico se las había arreglado para sacar lo peor de él en tan solo un día.
Por su culpa se había quedado solo a la hora del recreo, ¡Y ahora encima le había robado su posesión más valiosa, consiguiendo además que dejara plantados a sus nuevos amigos y a la hermosa chica con cara de ángel!
Simplemente, no podía dejar que las cosas se quedaran así.
^^^^^
Akio se escabulló por el callejón. No tenía la mejor condición del mundo, pero estaba muy acostumbrado a escapar.
Había avanzado casi un kilómetro y estaba por llegar a donde quería, ¡Pero aquel chico era rápido! Si lo alcanzaba, todo su plan se iría al caño.
Por poco y lo agarra cuando tropezó por culpa de un charco de lluvia, pero por suerte logró incorporarse rápido y zafarse a tiempo.
Akio no frenó su carrera hasta llegar frente a la mansión abandonada de la calle Varo. El lugar que más inspiraba leyendas e historias de fantasmas en todo Heaven Ville. Había estado en renta desde antes que Akio naciera, pero obviamente nadie había sido lo suficientemente valiente o estúpido para comprarla.
Miró su reloj, alegrándose por ver que había logrado llegar justo a tiempo. Volteó hacia atrás, observando que el muchacho de la chamarra de mezclilla estaba ya cruzando la calle y a punto de darle alcance, pero Akio no estaba preocupado. Cuando el tiempo se detuviera y los portales se abrieran, aquel idiota iba a tener que olvidarse por completo de su pequeña venganza y de su estúpido llavero.
El tiempo iba a dejar de correr en cinco, cuatro, tres, dos... Uno.
El ladrar de los perros, el parloteo de la gente y el andar de los autos se desvaneció de pronto, como lo haría la música de un disco de vinilo al quitarle la aguja.
En aquel lugar no había ni una persona, pero los pájaros y los insectos que corrían por la acera dejaron de moverse y el color pareció resbalar del mundo entero.
Solo Yude seguía gritando y corriendo. Akio se resistía a seguir huyendo. ¡Tenía que darse cuenta!... Pero para su sorpresa y desgracia, Yude no había notado nada.
Para cuando Akio cayó en cuenta que el muchacho de la chamarra de mezclilla no iba a renunciar a sus deseos de aniquilarlo, ya era tarde.
^^^^^
Yude se abalanzó contra Akio, sujetándolo de la camisa y levantando su puño, preparándose para pegarle, pero...
«¡Maldición, tiene lentes!» Se quejó para sus adentros, sin saber a dónde dirigir su puño.
¡PUM!
Akio aprovecho esta pausa para darle a Yude un fuerte codazo en la nariz, logrando así quitárselo de encima.
— ¡AAAUH! — Se quejó Yude, poniendo las manos sobre su nariz y sintiendo la sangre brotar.
Akio por su parte, reanudó su carrera hacia el interior de la vieja casa abandonada.
Yude, cegado por la furia, aún no se daba cuenta de que todo a su alrededor se había detenido.
Sin detenerse a pensar se metió a la casa, respirando pesadamente a causa de la rabia y sin preocuparse por detener el sangrado.
Akio atravesó la polvorienta sala principal y corrió por las descuidadas escaleras de piedra.
—¡ME LAS VAS A PAGAR CUANDO TE ALCANCE, ¿ME OÍSTE?!— Le gritó, mientras subía las escaleras, tratando de no tropezar con sus propios pies.
A Yude le resultó muy extraño hablar así. Esas eran las exactas palabras que sus antiguos abusadores usaban con él cuando estaba en la primaria, pero no quiso darle muchas vueltas. ¡Él tenía muy buenos motivos para querer golpearlo!
Al llegar al último piso, escuchó que aquel chico se había metido a una de las recámaras de al fondo. Yude lo descubrió escondiéndose en el baño.
—Te tengo. — Murmuró, sonriendo y exhalando aire caliente, al tiempo que se acercaba. Ahora ya no había a dónde correr.
Apretando los dientes se lanzó hacia la puerta, abriéndola con brusquedad, preparándose para lanzarse contra el ladrón.
Pero en vez de eso, tuvo que luchar para no irse de frente cuando al abrir la puerta se encontró con un escenario pesadillezco, el cual le resultó terriblemente familiar.
Edificios andantes, plataformas flotantes con rostros moviéndose como astros en la inmensidad de un cielo color vino. Aunque más que cielo, a Yude le pareció un mar de tinieblas que fluía como el líquido fosforescente de su lámpara de lava.
Plataformas rocosas se desplazaban como tortugas gigantes y encima de ellas, almas en pena se paseaban de forma casual, orgánicamente adaptadas a este ecosistema tétrico, como leones en la sabana.
Su corazón empezó a palpitar al ritmo de un pánico creciente. Pensaba estar listo. Creía que, al enfrentarse nuevamente a la imagen de esa tierra extraída de sus más tétricas pesadillas y habitada por los espectros culpables de hacer su vida miserable, entraría sin dudar y se enfrentaría con valor a su destino...
Qué equivocado estaba.
Quiso dar un paso hacia atrás, pero una mano huesuda se había aferrado con fuerza a su tobillo. Yude dejó escapar un grito ahogado al sentir el contacto y su horror se incrementó al mirar a la criatura que jalaba de su pierna.
El alma con cara de gato de porcelana lo miraba desde abajo, mostrando esa boca mal dibujada que esbozaba una permanente sonrisa macabra.
Yude gritó. Trató con desesperación de recuperar su pierna, pero mientras más jalaba, más se cerraban los dedos alrededor de su tobillo.
"Hola de nuevo." Le saludó el alma-gato con tono burlesco.
La criatura jaló a Yude, haciéndolo caer junto con ella.
Su grito se perdió entre las risas maníacas de aquel monstruo, mientras que poco a poco se sumergía devuelta al interior de la Tierra de las almas rotas.
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