— Estoy listo. Este es un nuevo comienzo. — Dijo para sí mismo, mientras veía el paisaje através de la ventana del autobús.
—¡Que vivan los nuevos comienzos! — Exclamó Mary flotando sobre su hombro, cargando una mochilita que había creado a partir de su propia materia.
—¡Sí, vivan!
Yude entonces se dio cuenta.
— ¡¡¡Mary!!!— Exclamó en voz alta.
Cuando una vieja del asiento de enfrente se volteó para verlo, Yude se disculpó y retomó la conversación de forma telepática.
«¿¡Qué haces tú aquí?!»
—Te acompaño en tu primer día.
«¡No vamos a tener esta conversación de nuevo!» Le reclamó, frunciendo el ceño.
—¡Pero no voy a estorbar, ni siquiera te voy a hablar!
«¡Basta! No quiero tener que andar cuidando mis pensamientos. Hoy todo tiene que ser perfecto. Le prometí a mamá que me esforzaría, tienes que entender.»
Mary se hizo pequeñita. Su cuerpo cambió a un azul más opaco y luz se hizo más débil.
— Está bien. Pero... ¿al menos me dejas acompañarte? — Suplicó la niña.
Yude suspiró. Odiaba ver a Mary triste, pero debía mantenerse más o menos firme.
«Solo me vas a acompañar hasta la entrada de la escuela, ¡Y luego te vas a regresar! ¡¿De acuerdo?!»
— ¡¡¡Si!!! De acuerdo. — Exclamó sonriente. Su azul volvió a brillar con intensidad y su luz ilumó todo el asiento.
Yude puso los ojos en blanco y giró su mirada de vuelta a la ventana. Heaven Ville no era la gran cosa, pero tenía cierto encanto. Además le guardaba un respeto especial, pues era el pueblo natal de Andy Raphsody, el vocalista de Smoke Valley.
« Espero tenga una gira pronto. Siempre abre con un concierto aquí...»
— ¡Va a ser tan genial como el último! Estoy segura.
«Sí. Estoy seguro que.. ¡Oye, no te metas en mis pensamientos sin mi permiso, ya te lo he dicho!»
— Perdón, perdón, ya me salgo.
Yude siguió fantaseando, cuando de pronto notó que el camión estaba andando por una zona en donde ya no había casas... De hecho, aquello era la carretera.
«Oye Mary...»
–¿Sí?
«¿Podrías decirme qué ruta es esta?» Preguntó algo nervioso.
Mary lo observó con una expresión dulce.
–Ah, sí, claro. Espera un momento.
La chica desapareció, para volver a aparecer frente a él unos segundos más tarde.
–Es la 36/10. –Le respondió sonriendo.
Yude al principio no reaccionó. Pero no le tomó mucho tiempo al pánico invadir cada fibra de su ser, y hacerlo pararse del asiento de un brinco.
Desesperado, fue hasta donde estaba el chofer.
–¡POR FAVOR PARE!
–No hasta que lleguemos a la siguiente parada. Faltan cinco kilómetros. –Le respondió el conductor en tono monótono, sin despegar la vista de enfrente.
–¡SE LO SUPLICO, HOY ES MI PRIMER DÍA Y...
–No hasta que lleguemos a la siguiente parada. Faltan cinco kilómetros.
–¡VOY A LLEGAR TARDE Y TODOS ME VAN A ODIAR, POR FAV..
–No hasta que lleguemos a la siguiente parada. Faltan cinco...
Yude sacó de su bolsillo el billete que le había dado su abuelo y se lo extendió al chofer. El hombre lo tomó.
–¡Bajan! – Exclamó, frenando el autobús tan fuerte que todos dentro hicieron reverencia.
En cuanto el camión se paró, Yude salió disparado seguido por Mary, teniendo cuidado de no dejar caer su mochila mientras corría a toda velocidad por las calles adoquinadas.
«¡¡¡Maldición, maldición, maldición...!!!» Repetía en su mente, desesperado.
— ¿Sabes dónde queda la escuela? — Le preguntó Mary, flotando a su alrededor.
Yude se paró en seco. No, no lo sabía. Sólo la había visto en un folleto que le había regalado su abuelo.
— ¡El folleto! — Exclamó el chico, disponiéndose a escarbar en su mochila.
Por fortuna, el folleto estaba ahí, siendo aplastado por el enorme libro de matemáticas.
Yude lo extendió y lo revisó con cuidado. Era un edificio viejo, rodeado por una reja de acero pintada de verde. Estaba bordada por arbustos amarillentos y la banqueta estaba conformada por piedras. A su derecha estaba el monumento de un hombre a caballo que Yude recordaba vagamente...
— El monumento a Rocco Devita...
–¿Quién?
— ¡El fundador! — Le explicó Yude. — Mi abuelo me la enseñó cuando llegamos a Heaven Ville. ¿Ya lo entiendes? Si ese monumento está cerca de la escuela, ¡significa que queda por donde está la estación de autobuses!
— ¡Aaaah! — Exclamó Mary con una sonrisa enorme. — Me gusta cuando haces eso. Hasta pareces inteligente.
Yude le dirigió una mirada de reproche, mientras se lanzaba corriendo hacia donde recordaba que estaba la estación.
Por poco se pierde, pero al preguntarle a un anciano vendedor de flores, éste le indicó que sólo debía seguir todo derecho hasta dar con la calle "San Sebastián", sobre la que tendría que dar vuelta a la derecha y continuar por ahí.
El muchacho le agradeció, y siguió con su carrera.
«¡¡¡Mary, porque no dijiste antes que me había subido al camión que no era!!!» Le reclamó a su amiga mientras giraba la esquina.
– ¡Pero sí lo hice!
«¡PERO CUANDO YA ERA MUY TARDE! Ya faltan solo dos minutos para que empiecen las clases...»
–¡No es culpa mía! Ni siquiera sabía cuál era el camión que querías tomar. –Se defendió el alma, poniendo sus manos en las caderas.
Yude continuó corriendo por las estrechas calles, mientras seguía regañándola.
«Siempre es lo mismo contigo, ¡Nunca me detienes cuando estoy haciendo algo estúpido!»
Yude se frenó de golpe, cuando al girar por un callejón se dio cuenta de algo espantoso. Abrió los ojos, alarmado. Mary dejó escapar un grito, mientras veía con horror lo que tenían enfrente.
Ese tramo del camino, estaba repleto de almas en pena.
Mary se encogió al ver el panorama. Cientos de ánimas deformes flotaban en el aire retorciéndose de dolor. Otras se deslizaban por el piso, mirando a todas partes como buscando algo.
Pronto notaron la presencia de un niño rubio de unos cuatro años, quien estaba en medio de aquel callejón, encogido y llorando, mientras las almas en pena lo rodeaban.
«Nunca había visto más de dos almas en pena en un solo lugar. Heaven Ville tiene algo raro...»
— Si... Y ese niño está ahí, sólo.
« Mary. Sé lo que vas a decir y... No se puede.»
— Pero Yude...
«Ya voy cinco minutos tarde, no puedo entretenerme más. Sus papás no deben estar lejos...» Dijo Yude, agitando la cabeza con energía.
— Pero está solito... Creo que está perdido. Y esas almas en pena...
Yude había vuelto a tener encuentros con almas en pena después del incidente de la tienda. Eran raros, pero de vez en cuando las veía acompañando a alguien de aspecto miserable o sombrío. Mary le había explicado que ellas les gustaba estar cerca de personas deprimidas o malvadas porque su energía las aliviaba un poco del dolor que sentían. Pero si se quedaban demasiado tiempo, podían atraerle cosas malas a la persona.
«Ese niño sí debe estar muy triste para haber atraído a tantas almas rotas...» Pensó el muchacho.
Yude quiso seguir caminando, pero no pudo. Simplemente no estaba bien dejarlo así.
Se dio la vuelta y se dirigió al niño.
—Hola. Me llamo Yude. — Lo saludó, tratando de calmarlo con una sonrisa amable. —¿Estás perdido?
— No... encuentro a mi... a mi mamá... — Contestó entre sollozos.
Las almas rotas seguían revoloteando alrededor de ellos.
Yude había aprendido que si se mantenía tranquilo, ellas no le harían daño. También descubrió que por alguna razón tampoco podían tocarlo, así que en realidad no había motivo para tenerles.
"Oigan... Ese muchacho puede vernos... ¡Es uno de ellos!" Murmuró una de las almas en pena a sus amigas.
"Sí... y miren qué voluntad tan hermosa... ¡DÁMELA!"
"Tus memorias... podemos intercambiarlas si quieres." Dijo otra de ellas.
Las almas comenzaron a revolotear alrededor de Yude. No entendía a qué se referían con "esencia", "voluntad" o "memorias", pero cada vez que tenía la mala suerte de toparse con uno de estos monstruos, ellos siempre se mostraban ansiosos por quitarle aquello.
Mary quería asegurarse de que su amigo supiera qué hacer. Jamás habían estado frente a tantas almas rotas, y las cosas podrían ponerse feas muy rápido.
– Yude...
«Ya sé, ya sé.» Respondió el chico, respirando profundamente, tratando de mantener su mente en completa calma.
Luego, volvió a dirigirse al niño.
– Tranquilo. Te llevaré con tu mamá.
El pequeño volteó a verle con los ojos brillosos. Yude tomó su mano y comenzó a guiarlo lejos del callejón, manteniendo la sonrisa a pesar de la jauría de almas deformes que en ese momento los rodeaban.
–¿Cómo es ella? – Preguntó.
–Mi mami... es muy bonita. Tiene un vestido rosa y su pelo es rizado...
– ¿Qué estaban haciendo antes de que te separaras de ella?
– Ella me estaba comprando un globo amarillo... sniff... y yo le solté la mano porque quise atrapar al pajarito azul, y... — El muchachito estaba por empezar a llorar, así que Yude le acarició la cabeza para calmarlo.
— ¿En dónde te estaba comprando el globo?
— En el parque de los columpios. — Respondió el niño.
«Parque con columpios, pájaros y un vendedor de globos... sí. Creo que voy a llegar muy tarde a mi primer día.»
Yude suspiró sin perder la sonrisa. Tomó la mano del niño y ambos se encaminaron fuera del callejón. Las almas en pena poco a poco se fueron dispersando, maldiciendo su mala suerte y quejándose del dolor.
«Mary...»
Su amiga volteó a verle. Se preocupó un poco al ver que Yude había perdido la sonrisa y ahora tenía un semblante serio, cosa que no era nada común en él.
«Cuando vuelva a ver al dragón de madera... aceptaré lo que me pida.»
– Yude, no creo que debamos hablar de eso ahora. –Le respondió ella, preocupada de que pensamientos negativos pudieran afectar su concentración y las almas en pena volvieran.
«Voy a aceptar.» Repitió. «De ninguna manera terminaré convirtiéndome en una de ellas.»
El resto del tramo lo recorrieron en silencio.
Ninguno de los dos se dio cuenta que cerca de ahí alguien los observaba.
Un chico delgado de ojos rasgados, con anteojos y vestido con camisa de rayas observaba atento cómo el muchacho de la chaqueta de mezclilla caminaba tranquilo, mientras era rodeado por todas esas almas rotas que anhelaban quedarse con alguno de sus atributos.
–Él puede verlas...– Susurró alarmado.
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