Esa noche, don Fausto y Yude se quedaron en el hotel "La posada del Virrey", en el centro del pueblo. La mudanza se había retrasado con la entrega de las camas y no pudieron moverse a la nueva casa todavía.
Al llegar, el Nokia de Fausto sonó.
Tomó la llamada preguntándose si era alguien de la mudanza o quizá algún colega de la oficina para preguntarle cómo había llegado. Pero no resultó ser ninguno de ellos.
— ¿¡PORQUÉ NO CONTESTA, CARAJO?! — Gruñó Angie furiosa, al otro lado de la línea. — ¡Estoy en la maldita estación, a punto de tomar el autobús a Heaven Ville! No he dejado de imaginar cosas terribles... ¡Cosas como que su camión chocó, explotó o fue asaltado por una banda de pandilleros locos que no se bañan! Si se hubiera ido usted sólo, no tendría problema, ya vivió su vida, ¡¡¡PERO SE FUE CON MI YUDE!!!
—Angie, Angie, ¡tranquila! —Le pidió Fausto, pasando su mano por sus cabellos canosos. —Tenía el teléfono apagado porque me quedaba muy poca batería, pero...
—¡NO, PUES ESO LO EXPLICA TODO! Para qué cargar el teléfono desde antes, ¡qé va! No es como si se hubiera llevando a mi hijo ¡A UN PUEBLO FEO OLVIDADO POR DIOS, A MIL KILÓMETROS DE DISTANCIA! — Vociferó ella, haciendo que Fausto tuviera que separar su oreja unos centímetros del teléfono.
—Son como 300 kilómetros. Y lo que pasa es que...
—¿Sabe qué? No me importa. Páseme a Yude.—Exigió Angie.
Fausto suspiró profundamente, antes de intercambiar miradas con su nieto.
Para Yude no era nada difícil imaginar quién llamaba.
—¿Mi mamá?
—Tu mamá. —Confirmó Fausto, extendiéndole su celular al chico.
Yude tomó la llamada con cierta tristeza. Aquella era la primera vez que se separaba de Angie, y aunque fuera incapaz de confesarlo en voz alta, estaba batallando para hacerse a la idea.
—Hola mamá. — Saludó el chico.
—Mi vida, ¿qué tal estuvo el viaje?
— Estuvo bien. Ningún pandillero asesino que no se baña nos asaltó. — Respondió Yude riendo.
— ¿Hablé tan fuerte? Ay, por Dios. Es que, de verdad, tu abuelo es caso perdido... pero bueno, eso no importa. Sólo quería llamarte para decirte que te amo mucho y que quiero que mañana llegues con la frente bien en alto, ¿me oyes? ¡No vayas a permitir que nadie te haga sentir que no vales oro!
—Si mamá, tranquila.
—¡Ni se te vaya a ocurrir tomar en serio a esas personas! La gente de Heaven Ville es... ¿cómo lo digo de manera amable?... Muy pendeja.
Yude se echó a reír.
—Bueno, al menos lo intentaste.
—¡Es la verdad! — Se defendió ella. — Se portan como si la virgen les hablara cuando sólo son un montón de presumidos insoportables que viven en un pueblo horroroso. Por eso me fui de ahí, ¡ya no los aguantaba!
—¡Ja! gracias por darme ánimos. — Bromeó Yude.
— Mi vida, si te adornara la verdad con mentiras, dejaría de ser tu madre. Prefiero que estés listo para lo que se viene. También necesito que sepas que, si las cosas se ponen difíciles, tienes mi permiso para dar el primer puñetazo.
— No te preocupes, me sé defender.
—Yo sé que sí, hijo. Pero si el puñetazo no es suficiente, sólo llámame. Yo llegaré antes de que puedas decir "feliz cumpleaños" y pondré a ese rufián en su lugar.
—Mamá, de verdad no tienes de que... ¿Por qué feliz cumpleaños?
—Fue lo que se me ocurrió, ¡Pero ese no es el punto Yude!
El muchacho soltó una risa, cosa que hizo molestar un poco a Angie.
—¿Entiendes lo que digo, ¿verdad? —insistió su mamá. —Cuentas conmigo para lo que sea. SIEMPRE cuentas conmigo.
—Sí, claro que lo sé. — Le respondió Yude agachando la mirada. —Pero escucha, ya tengo catorce años, creo que podré defenderme bastante bien por mi cuenta. Además, hicimos una promesa y me voy a esforzar mucho para cumplir con mi parte. Tú... También te esforzarás por cumplir la tuya, ¿verdad?
Hubo una breve pausa. Angie dejó escapar un suspiro de fatiga antes de responder.
—Si, claro que lo haré, corazón.
— Vas a estar bien, ¿verdad? — Preguntó Yude con genuina preocupación.
—Oye, ¡yo soy la que debería preguntar eso! Soy la mamá. — Respondió Angie con falso dramatismo. — Yude, claro que lo estaré. Tú preocúpate por hacer siempre lo mejor que puedas. Mientras hagas lo tuyo con esmero y amor, todo lo demás se dará a su debido tiempo. ¿Entiendes lo que digo?
Yude respondió que sí, aunque realmente no lo entendía del todo.
Ambos siguieron hablando, hasta que la batería del celular terminó por agotarse.
Yude dejó el teléfono de su abuelo en la cómoda y se dejó caer sobre la cama. Su abuelo estaba viendo un juego de tenis en la vieja televisión del hotel, dormitando con los brazos cruzados en la cama ubicada en la otra esquina.
Mary había estado atenta a la conversación, flotando sobre la lámpara de cerámica.
—Me cae bien tu mamá. — Le confesó la fantasmita.
Yude esbozó una sonrisa melancólica, recargándose sobre la almohada con los brazos detrás de la cabeza.
«Me preocupa que esté sola.» Le respondió Yude en pensamientos. «Ojalá pueda mantener su promesa.»
—¡Lo hará! Tienes que creer en ella. — Dijo Mary asintiendo, y haciendo bailar su trenza y reluciendo de un brillante azul celeste.
Mary y Yude habían aprendido a comunicarse de forma telepática cuando el chico cumplió 12 años. Eso fue tremendamente útil para que dejaran de llamarle loco, y también le sirvió para hacer un par de amigos en su vieja escuela.
Desde muy joven Yude aprendió que lo mejor era no decirle a nadie sobre su habilidad de hablar con los muertos, mucho menos mencionar que su mejor amiga era el alma de una niña, fan de la bella durmiente, quien había muerto atropellada por un camión.
Decir aquello sólo provocaba que las mamás recomendaran a sus hijos alejarse de él, y el chico jamás se había podido acostumbrar a eso del rechazo.
Yude y Fausto tomaron una cena rápida en el restaurante del hotel. Su abuelo le dio algunos consejos prácticos para enfrentarse a su primer día de escuela. Le recomendó levantarse temprano y tomar la ruta que estaba cruzando la calle.
— Recuerda. Tu ruta es la 36/2. ¡Pero fíjate muy bien! Si no tiene un dos, entonces ese no es.
Yude asintió a cada recomendación sin prestar mucha atención, mientras devoraba su pollo relleno de cilantro con nuez. No quería pensar en nada. No ahora.
Después de cenar, ambos se fueron a su habitación a dormir. Debían descansar lo mejor posible, pues el día de mañana, nieto y abuelo enfrentarían retos interesantes.
Pero Yude no pudo dormir.
Estaba en la cama, dando vueltas y vueltas, tratando de forzar a su mente a concentrarse en lo que haría mañana en la escuela, pero no tenía caso. Simplemente no podía dejar de pensar en el otro asunto...Ese maldito asunto.
El encuentro por el que había estado esperando muy pronto se llevaría a cabo. Yude simplemente no creía estar listo para tal cosa. Lo que es más, ni siquiera sabía cómo volver a entrar a ese lugar.... La Tierra de las almas rotas. Mejor dicho, ¡No quería volver a entrar!
¿Pero acaso había otro remedio?
Mary le observaba desde el otro lado del colchón. Sabía perfectamente qué era lo que le preocupaba.
—Oye... ¿Qué harás cuando te lo vuelvas a encontrar? – Se animó a preguntar.
Yude tragó saliva y sintió su cuerpo hundirse en el colchón.
«¿A quién?» preguntó en pensamientos, fingiendo no saber de quién estaba hablando su amiga.
—Tú sabes quién. — dijo la almita, jugueteando con uno de sus lazos que sostenían su trenza fantasmal. —El dragón de madera dijo que cuando volvieras iban a hacer un trato. Y me preguntaba si tú...
—En realidad, dijo que yo era quien debía ir a verlo. —Se apresuró a respoder Yude, hablando en voz alta sin querer. — Pero eso no me preocupa. Lo importante, es que mañana es mi primer día de clases. Quiero causar una buena impresión, ¿Y sabes una cosa? creo que sé cómo hacerlo. En el libro que me regaló mi mamá dice que es importante recordar los nombres, así que será lo primero que haga. Llamaré a todos por su nombre. Eso voy a hacer.
—Yude...
—Cuando vea a una chica bonita voy a aprenderme hasta su apellido. — La interrumpió de forma brusca. — Eso la va a impresionar. Voy a ser muy popular, verás que sí.
La pequeña alma asintió con la cabeza, resignada. Se dio cuenta que no iba a lograr mucho esa noche.
–Estoy segura que mañana nos vamos a divertir mucho en la escuela. – Dijo la almita, tratando de hablar de un tema con el que su amigo se sintiera más cómodo.
–Tú no irás. –Respondió Yude en medio de un bostezo.
–¡¿Qué?!
–Ya soy mayor, Mary. Quiero ir solo.
– ¡Pero no es justo! Yo también quiero ir y conocer a los amigos que harás.
– Tengo sueño... Mañana hablamos, ¿Sí? –Dijo, girándose sobre la cama. –Buenas noches, Mary.
–Buenas noches.
Mary se cruzó de brazos indignada, para luego desaparecer en medio de una nube de humo celeste.
─── ⋅ ∙ ∘ ☽ ༓ ☾ ∘ ⋅ ⋅ ───
Yude había despertado desde las seis de la mañana, y para las siete ya estaba listo. No quería correr el riesgo de causar una mala impresión, por lo que se preparó a conciencia.
Según la revista para chicas que había hojeado a escondidas, los adolescentes populares vestían de mezclilla, camisa negra y tenis deportivos. Su mochila por otra parte, debía derrochar personalidad y buena onda, por lo que la noche anterior la llenó de pines de marcas populares, bandas y otras cosas que le gustaban.
Sobre todo no se olvidó de colgar su llavero con el logo de la banda Smoke Valle en el cierre. Era una de sus posiciones más valiosas, así que debía estar a la vista.
Su abuelo, medio dormido, le dio algo de dinero para que almorzara. Luego lo despidió y le deseó suerte en su primer día. Pero cuando Yude le dio la espalda, algo llamó la atención del hombre.
—Esa mochila no te la conocía. –Le dijo mientras se servía café de la máquina que estaba en la habitación.
—La compré con los ahorros de mi mesada. —Le respondió Yude orgulloso, dándose una vuelta. —¿Verdad que es genial?
Don Fausto sonrió, aunque no se veía muy convencido.
—¿Qué tenía de malo la otra?
—Tenía rueditas, abuelo.
—¿Qué tienen las rueditas? Es más práctico que andar cargando la mochila sobre el lomo como si fueras un burro.
El comentario hizo reír a Yude. Su abuelo tenía muy poca idea de cómo funcionaban las cosas ahora.
—Llevarla sería como colgarme un letrero gigante que diga "te suplico que me pegues".
—¿De verdad? —Fausto se encogió de hombros. —Qué curiosa forma de verlo. En fin, espero que tengas un buen día, hijo. No se te olvide que tu mamá va a llamar. Se va a enojar si no te encuentra.
—¡Si! No te preocupes, aquí estaré.
Yude ya iba a abrir la puerta para irse, pero antes de hacerlo, quiso preguntar.
—Abuelo... ¿Estamos muy lejos de la tienda donde...? ya sabes
—¿Mmh? —Fausto bajó su taza de café. — ¿Qué tienda?
—El lugar donde me desmayé aquella vez, cuando... Tuve las alucinaciones.
—Ah, la de la estación de gas. ¿Para qué quieres saberlo?
—Solo es curiosidad.
Fausto dirigió su mirada al fondo de su café, pensativo.
—Aquella estación queda a la salida del pueblo, y nosotros estamos en el centro. Tendrías que caminar una media hora más o menos.
— Ya veo...
—Si quieres, podemos ir el fin de semana.
—¿De verdad? —Exclamó el chico entusiasmado. —Si, eso me gustaría. Gracias, abuelo.
—No hay problema. Todo hombre necesita hacerle frente a sus demonios en cierto momento.
Yude esbozó una sonrisa sutil.
—¿Sabes? Creo que esta ciudad me va a gustar.
—Tambien lo creo, hijo. Me parece que es un sitio apropiado para gente como nosotros. ¿Sabes cuál es el otro nombre de Heaven Ville?
—Lo decía en el cartel de la estación. "La ciudad donde los nogales y los sueños florecen". —dijo Yude, formando un arcoiris con las manos.
—En realidad tiene otro apodo que es aún más popular.
—¿A sí?
—"La ciudad de los perdidos".
El hombre sonrió con su barba blanca llena de espuma de leche, y luego le ofreció a su nieto una donita de las que había comprado ayer. El chico sonrió. Tomó una dona, y se despidió.
—Acuérdate que tu mamá llamará a las cuatro.
—Si abuelo, aquí estaré a las 4 en punto. ¡Suerte en el trabajo!
Yude caminó unos metros hacia la parada, y tomó el autobús. Si todo iba bien, llegaría con casi una hora de anticipación. Quizá era mucho tiempo, pero era mejor que arriesgarse a llegar tarde.
Mientras miraba por la ventana del camión, se forzó a olvidarse del tema de las almas en pena y en su lugar decidió enfocarse en su nueva escuela. Quería tratar de pasarla bien y sobre todo hacer un montón de amigos. Quizá conocer una chica, y... quien sabe.
Ya mañana, cuando su abuelo lo llevara de vuelta a aquella tienda volvería a preocuparse por ese asunto. La entrada a aquel mundo extraño, esa "Tierra de las almas rotas" debía seguir ahí.
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¡Muchas gracias por leer!
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