Yude se tapó los oídos, colocando su cabeza entre sus brazos, gritando con desesperación. Mary se había puesto entre él y el monstruo, tratando de proteger a su amigo aunque sin saber bien cómo hacerlo.
Pero entonces, de entre aquellas puertas que daban a la tierra de las pesadillas, surgió otra criatura.
Era larga como serpiente, con cuerpo de madera y cuya cabeza tenía la forma de cráneo de caballo. Tenía una cornamenta de ramas, llenas de hojas secas, y sobre el lomo vestía una tela gris, roída y cubierta de tierra.
Este nuevo monstruo volaba con la elegancia de un dragón oriental sobre el techo de la tienda.
Yude le miró por el rabillo del ojo, viendo cómo este dragón de madera enredaba con su cuerpo a la otra criatura, como si fuera una boa constrictor. El chico se animó a moverse, deslizándose hacia atrás, sin dejar de observando a los dos espectros y luego a Mary, quien se había quedado a su lado todo ese tiempo.
El dragón de madera comenzó a hablar, dirigiéndose al alma en pena que tenía aprisionada.
“Leonora Díaz. Tranquila. Te llevaré a un lugar donde tus memorias dejarán de atormentarte.”
Dicho esto, alzó el vuelo, arrastrando consigo al alma en pena al otro lado de la puerta, hacia aquel universo del horror, pero lo hizo con tal fuerza que terminó empujando también a Yude, quien cayó junto con ellos.Mary quiso seguir a su amigo, pero no pudo pasar por la puerta. Era como si un campo de fuerza invisible se lo impidiera.
—¡YUDE! —Gritó ella, viendo como poco a poco su amigo se iba perdiendo en las profundidades de aquel mundo macabro.
El muchacho cayó sobre lo que parecía ser el interior de una fosa. No le dolió. Su cuerpo se sentía diferente... Muy liviano.
Poco a poco, se puso de pie, temblando, sin atreverse a levantar la cara.
Quería correr, pero... ¿Correr a dónde?
Estaba por dar el primer paso, cuando sintió un aliento gélido golpearle en el cuello.
“Vaya, vaya. Mira nada más que tenemos aquí...” Murmuró una voz agrietada y desagradable.
Al darse vuelta, el corazón del niño dio un vuelco dentro de su pecho. Quiso gritar, pero una mano enorme con dedos que parecían patas de araña le taparon la boca.
“Un placer conocerte. Mi nombre es Emilio y hoy tendrás el enorme honor de saciar mi apetito.”
El monstruo esbozó una sonrisa ancha, mostrando una hilera de colmillos afilados y tan delgados como agujas.
“Ey, Emilio, ¿Qué tienes ahí?” Escuchó preguntar a una segunda criatura, la cuál surgió de la bruma un segundo después.
La cabeza de esta nueva alma en pena parecía haber sido mal colocada en el cuerpo de un oso sin pelo, lleno de protuberancias y costuras por todo el estómago.
“Espera... Eso es... ¡Un alma con cuerpo!” exclamó, echándose para atrás, "¡Es uno de ellos!"
“Sí, lo es. Pero fíjate bien. No tiene ninguna clase de poder. Es bastante débil.” le respondió el alma en pena que lo tenía atrapado. “Y su alma... Mírala. No tiene ni una grieta.”
Una tercera alma surgió de la tierra.
“Que memorias tan dulces... ¡Las quiero!”
“Yo quiero la mitad de su voluntad. ¡Es tan pura!” Añadió otra que apareció entre los árboles volteados.
“Sus deseos aún no están maduros, pero lucen muy bien. Podría arrancarlos y guardarlos hasta que crezcan.” Intervino el alma con manos de araña.
Decenas de almas en pena comenzaron a amontonarse a su alrededor. El miedo de Yude fue creciendo, y así también lo fueron haciendo aquellas criaturas, quienes alimentadas por su miedo fueron ganando poder y nuevas formas.
Pero entonces, algo en aquella penumbra resplandeció, y de entre la negrura del cielo, surgió el dragón de madera.
—¡Coppelius! —exclamó el alma-oso, echándose hacia atrás.
Con un potente rugido, el cielo retumbó en un relámpago magenta y las almas rotas huyeron despavoridas.Yude quedó en el piso, horrorizado e inmovil, viendo como aquella enorme criatura se acercaba.
—Te adelantaste.—le dijo el dragón de madera con voz serena.
Yude no respondió. La criatura se enroscó a su alrededor, como una serpiente tratando de consolar a un ratón.
—Cuando mueras volveremos a vernos, pero por ahora no hay necesidad de ser impaciente. Permíteme acompañarte de vuelta a tu lado.
Yude se animó a levantar la vista para observar al par de cuencas vacías que se fijaban en él. El niño empezó a llorar de nuevo.
—Por favor...— sollozó. — No quiero volver aquí nunca jamás...
—No hay remedio, Yude Adami. Al morir, te unirás a nosotros. —Le contestó. —Así está escrito.
—No quiero volver... No quiero.... ¡NO QUIERO SER UN ALMA EN PENA! — exclamó con la cara roja y llena de lágrimas.
Su grito hizo eco por todos los alrededores, y decenas de cabezas curiosas se asomaron entre la oscuridad para ver al pequeño mortal desbaratarse en llanto.
El dragón de madera inclinó su enorme cabeza hacia el niño. Parecía atraído hacia algo en su interior.
—¿Qué estarías dispuesto a hacer para salvar tu alma?
—T...¡Todo! — dijo Yude, ahogando la palabra en hipos de llanto.
El dragón de madera desenroscó su cuerpo y se elevó un poco sobre el chico.
—A decir verdad, cuentas con una habilidad que me podría resultar útil. —le dijo. —Pero temo que eres aún demasiado pequeño, y muy débil. Mmmh....Oh. Ya sé. Te diré lo que haremos.
Yude empezó a notar cómo su cuerpo se elevaba por los aires, viajando en espiral hacia arriba junto con la criatura espectral.
—En nueve años, el destino volverá a traerte a Heaven Ville. Cuando eso ocurra, busca la puerta y ven a visitarme. Entonces podremos negociar. —El dragón soltó una risa macabra, mientras que Yude continuaba subiendo. —Estaré esperando por tí, aquí. En la Tierra de las almas rotas.
Una nueva corriente de aire mandó a Yude lejos. El niño atravezó una puerta que lo mandó de vuelta al interior de la tienda de abarrotes.
La luz volvió a iluminar el lugar y el bullicio de la gente se hizo presente. Una multitud se aglomeró a su alrededor, curiosos por ver a un niño tirado en el suelo, con la cara enrojecida y los ojos hinchados de tanto llorar.Pero el niño ahora ya no lloraba. Ya no pensaba. Poco a poco, sus ojos empezaron a cerrarse.
El rostro de su mamá corriendo hacia él sería lo último que vería antes de perder el conocimiento por completo.
─── ⋅ ∙ ∘ ☽ ༓ ☾ ∘ ⋅ ⋅ ───
Yude despertó con la respiración agitada, casi dándose de frente contra el asiento delantero del camión. En su walkman se seguía reproduciendo el último álbum “Death born symphony” de Smoke Valley, su banda favorita.
Soñar con el propio pasado puede ser algo normal, pero el caso de Yude era peculiar, pues su sueño más recurrente era también una reproducción exacta de su recuerdo más traumático. El recuerdo del día en que todo se detuvo.
Miró su propio rostro en el reflejo de la ventana del autobús.
Se sintió un poco abrumado al recordar que hace tres días había celebrado su cumpleaños catorce.
Su pelo rojo cobrizo estaba mucho más rebelde que cuando era niño. Tenía menos pecas, pero estaban ampliamente distribuídas en su rostro, cosa que no le encantaba. Tampoco le gustaban los hoyuelos que se acentuaban en las comisuras de su boca cada vez que sonreía. Pensaba que era más propio de las niñas tener pecas y hoyuelos, pero tampoco había mucho que pudiera hacer para remediar eso.
—¿Ya llegamos? —preguntó Mary, quien estaba flotando en el pasillo con entusiasmo.
—No lo sé. Creo que sí. —Contestó bostezando. —Veo mucha gente juntando sus cosas.
—¿Dijiste algo? —Le preguntó su abuelo, abriendo los ojos. Estaba recostado en el asiento de al lado.—Eh, no. Solo preguntaba en voz alta si ya llegamos.
—Mmh… —El hombre mayor volteó hacia la ventana y sonrió al comprobar que en efecto ya habían llegado. — Justo ahora estamos entrando al pueblo…¿Ves eso de ahí? Es el monumento a Rocco Devita, el fundador.
Don Fausto se quedó pensativo. De pronto se llevó las manos a la cabeza angustiado.
—¡Ay no! Yude, dime que tu traes el boleto del equipaje.
—¡Abuelo! Dijiste que te lo diera porque no querías que los demás creyeran que te ando cuidando.
—Oh... ¡A ver, calma, calma! —Exclamó el hombre escarbando en su asiento. —Tiene que estar por aquí… ¡No pudo irse corriendo!
—Ay, abuelo…
El camión se detuvo y el chofer anunció la llegada a la estación. Todos los pasajeros comenzaron a bajar y don Fausto seguía revolcando el asiento, desesperarado.
—Está en tu gorra.— Dijo Yude finalmente, soltando una risa.
—¡Aaaaay muchacho! —Fausto se quitó la gorra, encontrando el boleto en su interior. —Con razón el comezón jajajaja
Ambos tomaron su abrigo, y se encaminaron hacia la salida.
—Pues ya llegamos. —Dijo don Fausto, estirándose. —Estoy seguro que este es el principio de una mejor vida para nosotros, Yude.
El jóven asintió con la cabeza sin mucho ánimo.
La verdad es que había estado evitando pensar en el asunto, pero cuando bajó del autobús, y sus ojos se fijaron en el viejo letrero de bienvenida con que la estación recibía a los viajeros, le fue imposible no sentir escalofríos.
“Bienvenidos a Heaven Ville. Donde los nogales y los sueños florecen.”
—Sí. Aquí vamos.— Dijo Yude, sonriendo, sin saber por qué.
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