Lo primero que hizo Bruno al llegar a su casa fue darse una ducha e intento relajar sus pensamientos, ya no podía más con todo lo que estaba pasando. Amaba a su prima, pero no estaba seguro de cuánto tiempo iba a poder mantener esa mentira. No se iba a dejar pisotear por el imbécil de Iván Marino y era desgastante pelear con él todos los días de la semana.
"Si tan solo estuvieras aquí", pensó Bruno refiriéndose a @kaisen12, él veía a su amigo virtual como su salvador. Después de todo había desarrollado un tipo de apego hacia él que era normal entre amigos. Pero ahora que todo se complicaba comenzó a llamar más seguido al "otaku" fuera de Dark Paradise. Su voz ronca lo relajaba y le hacía palpitar el corazón con fuerza.
Bruno amaba esa sensación.
—@kaisen12 :
¿Realmente tienes que salir mañana?
—@bear03 :
Si :cc es que mi prima me necesita…
—@kaisen12 :
Eres muy bueno, osito
pero búscale un novio para que no te moleste
—@bear03 :
No seas egoísta jajajaja
ella es especial para mí.
Mmmh, últimamente me está dando problemas
pero es como una hermana
y en lo posible intento ayudar
—@kaisen12 :
¡Uy… harás que me ponga celoso de tu prima!
¿Seguro te verás con ella y no será una cita con otra chica?
—@bear03 :
No seas idiota…
No estoy saliendo con nadie por ahora…
—@kaisen12 :
¿Y te gusta alguien?
—@bear03 :
No
es decir
No lo sé, no estoy seguro…
Habían pasado cinco minutos, el otaku aún no le respondía. Bruno iba a apagar su computadora hasta que entonces su teléfono sonó y su corazón se paró por un instante al leer que era ni nada más ni nada menos que él. Estaba asustado, moría de ganas de coger la llamada, pero siempre se ponía nervioso cuando el otro era quien la iniciaba.
—¿Hola? —susurró tembloroso, metiéndose a la cama como si fuera a dormir.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó el chico con un tono burlón, se notaba que se estaba aguantando la risa y Bruno se sonrojaba con tan solo oírle hablar.
—Dios, por nada, es que me sorprendiste, tonto.
—Quería hablar contigo antes de dormir, ya que mañana seré abandonado.
—Te gusta hacerme sentir culpable ¿verdad?
—Bueno, sí, me encanta —dijo con esa voz ronca que derretía por completo a Bruno. —Y bien, ¿cómo es eso que no sabes si te gusta o no alguien? —le pregunto de modo que casi se confundía a reclamo.
—Eh… Bueno, es que como verás soy alguien enamoradizo —bromeó Bruno.
—Ah, ¿sí? Ponte fecha entonces.
—Para…
—Para caer por mí.
Bruno se ahogó con su propia saliva de la sorpresa, y no podía creer lo que le decía. Sabía que el otaku le coqueteaba todo el tiempo, pero sus bromas siempre iban cada vez más lejos.
—No juegues con eso, sabes que vengo con sorpresa.
—¿Y qué? En la vida hay que probar de todo ¿verdad?
—Pero… —se trabó con sus palabras agradeciendo que él no podía verle porque realmente estaba igual de rojo que un tomate. —Ni siquiera sabes si soy lindo.
—Tu voz es linda, eso quiere decir que debes ser bonito.
—¿Qué clase de lógica es esa? Ni siquiera sabes si voy a ese bando —se burló.
—Oh, vamos, osito, solo estoy jugando contigo, eres lindo cuando te pones nervioso. —se oyó un suspiro del otro lado. —Me gusta molestarte.
—Eres un imbécil ¿sabes?
—Me haces acordar a alguien.
—¿De verdad? —la intriga le empezó a picar el estómago. —¿A quién? ¿Es lindo?
—A un chico de mi uni. Y sí, sí es lindo, pero estoy seguro de que tú lo eres más.
—¡Déjame en paz! Realmente te tomaste muy en serio eso de hacerme caer por ti —se quejó aún más ruborizado que antes, sentía que en cualquier momento su rostro iba a estallar.
—Eres divertido —la risa del chico le hizo estremecer. Temía ponerse hormonal en el momento equivocado.
—¡Ya! Buenas noches, mañana debo despertarme temprano.
—Ah cierto, mañana me será infiel.
—¡Dije buenas noches, otaku!
Bruno cortó la llamada con su corazón completamente alocado. Aún le parecía irreal la conversación que acababan de tener. Incluso se cuestionó si debía decirle la verdad y confesarle que era gay. Pero no quería ser impulsivo y perder su contacto. En verdad, hablar con él le hacía sentir bien y, si bien, cada día sentía que necesitaba más de él, prefería eso que tenía a nada.
El sábado no fue particularmente especial ni tan diferente a lo que estaba viviendo todos los días en la universidad. Resultaba ser que la cita con Garam iba a llevarse a cabo en el centro comercial, y debían caminar juntos con ella colgando de su brazo hasta que fuera la hora donde finalmente se verían con el resto de sus amigos para ver una película.
Pero claro, como Jay había escuchado que ellos irían al cine, Garam sabía que aparecería Iván en cualquier momento y que necesitaba que Bruno esté ahí. A pesar de la farsa, Bruno no iba a cambiar ni su forma de vestir ni de arreglarse, así que cuando se cruzaron con el grupo de Iván. Pasó lo que sabía que pasaría.
—Qué princesa hermosa… —comentó Jay en voz alta.
Garam se volteó para enseñarle el dedo del medio, logrando que él se riera de ella teniendo la mirada clavada en la espalda de Bruno, quien no se atrevía a hacer contacto visual con el moreno. Él estaba vistiendo unos pantalones ajustados con una remera con aberturas que dejaba ver parte de sus hombros y su medio cabello lo llevaba atado con una coleta.
—No hablo de ti, reina, me refiero a tu noviecito.
—Jay… —le advirtió Mauro a pesar de que también opinaba que Bruno se veía muy llamativo ese día.
Normalmente lo veían pasar desapercibido en la universidad y no se apreciaba bien lo hermoso que podía ser el castaño. Sobre todo, su perfil perfecto los dejaba a todos embobados menos a Elías que se veía ansioso buscando a alguien más.
—No mires mucho al maricon, que seguro se te lanza encima —escupió Iván.
—Siempre tu cara fea tiene que cagarme el día —respondió Bruno, dignándose a mirarlo fijamente a los ojos mientras tomaba la mano de Garam frente a él.
Bruno estaba listo para dar por terminado el enfrentamiento, pero ella estaba roja del enojo.
—Seguro te molesta verlo porque te gusta mi novio —dijo finalmente Garam dejando a su primo pálido.
—¿Qué? ¡Estás loca! —el rubio se alteró al segundo.
—Recuerda que terminamos y déjame tranquila, ya te dije que no quiero estar contigo.
—Sabes que puedo ser mejor que él, no sé qué le ves a esa marica.
—Probablemente yo la atiendo mejor de lo que lo hacías tú, imbécil.
Arrastro a su prima lejos de ahí intentando ocultar que tenía sus ojos aguados de la rabia. Le dolía que lo vean simplemente como un marica y lo ataquen verbalmente todo el tiempo. En esos momentos se preguntaba qué pasaría si ellos supieran que en verdad era gay, y le daban escalofríos.
Él no había elegido ser lo que era y odiaba haberlo descubierto tan pronto, porque le hubiera encantado sufrir menos. Siempre sintió atracción hacia su mismo sexo e incluso de niño aspiraba a conocer a su príncipe azul cuando en realidad él debía aspirar a rescatar a la princesa. No fue fácil aceptarse ni mucho menos era sencillo ocultarlo de sus padres, el resto de su familia y la universidad.
Tuvo la suerte de tener unos amigos maravillosos y Camilo nunca le soltó la mano e incluso ayudó a que se lo contara a Sebastián quien también resultaba ser tan gay como él. Tal vez por eso estaban tan unidos, porque los tres de alguna forma eran diferentes al estereotipo ideal de “hombre”. Camilo siendo asexual, Sebastián siendo más afeminado y abiertamente homosexual, y él siendo él. Los tres se protegían a su manera y ocultaban su dolor en los videojuegos. Era el único escape que tenían. Porque en la vida real no los recibían con los brazos abiertos.
El mes de abril había llegado a su fin, pero mayo continuó siendo una tortura para Bruno. Iván era el chico más insufrible. No dejaba de ser molestado por él y ya no era solo esconderle las cosas, sino que cada vez que se lo cruzaba se lo llevaba por delante diciendo que no había visto a nadie, como si Bruno Lombardi fuera invisible.
Durante las clases le tiraba bolitas de papel, le pateaba su silla y en el peor de los casos le jalaba del cabello solo para hacerlo reaccionar. Sabía que Bruno no podía vivir sin insultar en voz alta.
Lo único que mantuvo a Bruno cuerdo fue la relación con @kaisen12, porque con el correr de los días comenzaron a hacerse incluso más cercanos que antes. Ya no sólo necesitaba refugiarse en Sebastián y Camilo, sino que ahora podía conversar con alguien todas las noches que no lo juzgaba.
Más bien le aconsejaba cómo ser más fuerte e incluso le coqueteaba a tal punto que las hormonas de Bruno quedaban enloquecidas. Quería conocerlo, tocarlo e incluso hasta besarlo, y con esa voz era imposible pensar que su dueño no fuera de su gusto.
Al inicio el otaku se negaba a dar datos físicos sobre él, pero Bruno descubrió que es mucho más alto que él y que suele ejercitarse pese a que no le gusta hacerlo. La imaginación del castaño volaba y detestaba el hecho de que lo calentara tanto su voz que a veces debía dormir con un gran problema dentro de su pijama.
A mediados de mes, las tareas escolares comenzaron a hacerse más y más pesadas. Pero lo que más torturaba a Bruno era la presencia de Iván diariamente. Ese jueves en particular, en el que debían asistir a una práctica al exterior en los viveros de la universidad, fue completamente insufrible.
—Mira esa cintura delgada, ¿seguro que es un chico? —se burló Iván en un tono que pudiera escuchar Bruno.
—Es perfecta para tomarlo y —murmuró Jay.
—Iván, realmente pareces un niño. —suspiro Mauro, cansado de la misma situación con él. — En verdad, si no te conociera, creería que te gusta de verdad y que por eso lo molestas tanto al pobre chico.
—¿Qué? — lo miró asqueado, aunque un ligero rubor decoraba sus mejillas.
—Pero no te culpo, Bruno es un niño lindo. —admitió Mauro, provocando que el rubio se espante aún más por esa afirmación.
No sabía distinguir si estaba celoso o impactado, o, más bien, ambas.
Había algo que no podía negar: alguien de su mismo sexo comenzó a generarle un extraño hormigueo, sin embargo, se negaba a reconocerlo. Las miradas que le dedicaba a Bruno mientras jugaban entre las plantas con Sebastián decían mucho.
Mientras tanto, el castaño se sintió incómodo durante toda la practica debido a ello. No sabía si Iván estaba planeando mil maneras de asesinarlo y esconder su cuerpo, o si realmente aquel estúpido grandulón le estaba ojeando el trasero. Pero le resultó más lógico creer lo primero.
—¿Puedes dejar de verme? Me asustas… —le dijo al pasar cerca de él, y este se sorprendió tras haber sido descubierto por Bruno.
—No sé de qué estás hablando, marica. —respondió bruscamente y lo empujo con su hombro. —Tsk…
—Qué mierda —se quejó tras perder el equilibrio por culpa de Iván.
Lo odiaba. Lo que tenía de atractivo también lo tenía de imbécil. Si no estuvieran en la universidad Bruno sería capaz de abalanzarse para iniciar una pelea sin importarle el hecho de que tenía más las de perder.
El sentía que su relación con Iván era un caso perdido, que jamás iba a poder mejorar y, de solo pensar que sería su víctima el resto del año y quizás los que siguen, lo cansaba demasiado. No quería eso para él, deseaba recuperar su vida tranquila.
Estaba listo para descansar psicológicamente de Iván, pero fue Camilo quien lo atrapo al salir de clases.
—¿Lo olvidaste, Bru?
—¿Olvidar que? —suspiro colgando su bolso en su hombro.
—Le prometiste a Camilo que lo acompañarías al gimnasio del campus. —dijo Sebastián entre risas tras ver la cara descolocada de su mejor amigo.
—Mierda, lo había olvidado por completo, ni siquiera traje ropa conmigo.
Camilo le sonrió de una manera que le dio miedo. Entonces miro su mano alzada y noto que llevaba un bolso bastante cargado.
—Sabía que lo harías, asique vine preparado por los dos. Hasta te traje toalla, botella de agua y fruta por si te descompensas.
—No puede ser… —Bruno miro a Sebastián pidiéndole socorro, pero este se despidió inmediatamente de ellos. —¿No podemos empezar con esto en otro momento?
—No, no, tenemos que dejar de procrastinar. Me dijiste que querías marcar tus bracitos y yo necesito hacer esto de verdad. —insistió, y tomo a Bruno del brazo para llevárselo consigo.
No se pudo oponer, tenía toda la razón, él le había prometido en el verano que ese año comenzaría a entrenar con él. No lo haría toda la semana porque no estaba tan desesperado, pero al menos dos veces en la semana intentaría trabajar en su estado físico.
Tuvieron suerte que en el horario en el que fueron no había tantos estudiantes en el gimnasio, así que Bruno no sintió vergüenza al entrenar con la ropa holgada que le trajo Camilo. La diferencia corporal entre ambos era bastante notoria, y no podía creer que, aunque Camilo le trajo su ropa de cuando iba a prepa le seguía quedando algo grande.
Entrenar durante una hora fue suficiente para quedar con sus extremidades temblando. Estaba arrepentido de haberse ofrecido a hacerlo. No quería volver nunca más, pero Camilo estaba tan entusiasmado que no podía decirle que no. Él se fue a su casa porque estaba apurado, pero Bruno se negaba a irse oliendo a mal. Así que decidió utilizar por primera vez las duchas.
Recordó todo lo que estaba viviendo con Iván mientras estaba solo en las duchas enjabonando su cabello. Odiaba el olor a sudor tanto como odiaba a Iván. Al menos se sentía seguro al estar solo, no sabía si hubiera sido capaz de desnudarse si había otros hombres. Tal vez, él se incomodaba al ser diferente, no estaba seguro.
Estaba tan metido en sus pensamientos que no escuchó cuando alguien más entró, y la persona que había ingresado no era muy observadora que digamos. Iván era tan desinteresado que simplemente entró para hacer lo suyo. Pero entonces, en un momento a Bruno se le cae el pote de crema que le dejo Camilo y cuando se agachó entre quejas, llamó la atención del rubio.
Ambos hicieron contacto visual.
El silencio que se creó fue eterno. Solo se oía el ruido de la lluvia de la ducha.
Entonces Bruno bajó la mirada involuntariamente hasta la entrepierna de Iván.
—¡Hey! —se quejó el rubio, tapándose con una de sus manos.
Pero él, al igual que Bruno, comenzó a observar por demás el cuerpo desnudo de este. Corroborando que no tenía rastro de vello en su cuerpo.
—¡Hey! —exclamó Bruno avergonzado, intentando levantarse mientras se cubría diferentes partes de su cuerpo.
Estaba tan nervioso por el encuentro. Que no estaba teniendo ningún tipo de cuidado, y sin querer dio un gran resbalón. Cerró sus ojos esperando el impacto en su trasero, pero fuera de sentir dolor, solo sintió unas manos grandes y húmedas sosteniendo su cuerpo con fuerza.
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