No tenía ganas de pelear con Iván. La situación lo estaba cansando psicológicamente y no había pasado mucho desde que iniciaron el primer semestre.
—Realmente me molesta ver tu cara… —dijo Iván, tomando a Bruno por la mandíbula con una de sus manos, acercándose tanto a su rostro que casi le causa un infarto. Ninguno de los dos podía negar la belleza del otro y verse de cerca solo hacía más pesada la tensión.
—Déjame tranquilo, ¿ni siquiera puedo venir a mear ahora?
—No voy a dejarte.
—¿Por qué? ¿Acaso es mi culpa que Garam no te quiera?
Iván solo miró sin saber cómo responder. Se desconocía así mismo.
—Eres realmente patético, me echas la culpa a mí y no te hice nada.
—Si haces.
—¡Eso no es verdad! No sabes que excusa inventar para ser un idiota conmigo.
Finalmente, Bruno empujo a Iván logrando zafar de su agarre gracias a que el grandulón había bajado la guardia.
—Mira, hasta me quitaste las ganas de mear.
—Tú no eres novio de Garam —insistió.
—Sí, si lo soy, déjanos ser felices en paz.
Bruno caminaba hacia la salida del baño completamente agotado por tener que lidiar con Iván y no sólo eso, si no de temer constantemente de que éste lo aplaste. Pero incluso si era golpeado defendería a su prima hasta el final.
—De lejos se nota que muerdes la almohada, no puedes engañarme.
—¿Acaso te interesa? —cuestionó burlón. —Ya deja de hacerme perder el tiempo si no vas a invitarme a salir.
Bruno se fue con dignidad tragándose la risa por la expresión descolocada del rubio.
—Me das asco. —susurró Iván para sí mismo mientras lo veía irse con esa caminata particular suya. Bruno parecía modelar todo el tiempo y su mirada se iba involuntariamente a la parte trasera de éste que destacaba al igual que esa cintura que ayudaba a moldear su figura.
Cuando vio su reflejo en los espejos del baño golpeó con su puño el lavabo, odiándose a sí mismo por tener sentir ese tipo de atracción. Lo odiaba. Definitivamente detestaba con todo su ser a Bruno Lombardi y no iba a permitir que éste viviera su vida tranquila cuando le robó a su novia.
Luego de aquel disgusto para ambos, lamentablemente tuvieron que volver a verse durante el almuerzo. Bruno iba de la mano con Garam llevando lo que comería el día de hoy con su única mano libre. Iván no podía dejar de mirar horrorizado la unión de sus manos, y ya no sabía si lo que sentía eran celos u obsesión por separarlos de alguna u otra forma.
Su ego había sido golpeado y aun le perturbaba lo que había pasado en el baño.
Por eso, dejo que sus impulsos actúen primero ignorando por completo la advertencia de Mauro. Su amigo lo conocía demasiado bien como para saber cuándo estaba a punto de hacer algo idiota. Así que, sin pensarlo demasiado, Iván caminó rápidamente cerca de la nueva parejita de Garam y lo choco a propósito logrando que Bruno acabe en el suelo por el impacto.
El empujón no había sido muy fuerte, pero Bruno era ligero y estaba demasiado distraído en otras cosas como para imponer fuerza. Fácilmente cayó de culo rompiendo el agarre que mantenía con Garam y su almuerzo, bueno, este había acabado sobre su ropa.
—¿Qué demonios? —su mirada filosa rápidamente buscó al culpable.
Él lo miró con tanto odio que le erizo la piel a Iván. Por un instante, sintió culpa por sus actos, pero ya estaba hecho y debía mantenerse firme a sus ideales aun si era un completo idiota.
—Mierda… —se quejó a lo lejos Mauro sin poder mirar al tonto de su amigo.
El único que se levantó de aquella mesa fue Jay para sacar a Iván de aquella situación antes de que "la princesita" lo matara.
—¡Me tienes harto! —le gritó Bruno, recibiendo ayuda de Garam y Tomas para colocarse de pie.
Si había sentido algún tipo de curiosidad por Iván, estaba completamente seguro que ese día terminó de matar todo tipo de sentimiento. Odiaba con todo su ser desperdiciar la comida, y más cuando toda la semana esperaba ansioso por el almuerzo de los viernes que era su favorita.
Sus brochetas de pastel de arroz con salchichas estaban sobre su cuerpo y su compota de durazno esparcida en el suelo.
—Eh… —vaciló Iván sin dejar de ver el desastre que había hecho.
—Shhh, no digas nada, vámonos —murmuró Jay tomándolo del brazo para llevarlo a la mesa con el resto de sus amigos.
El rubio estaba impactado. No entendía porque ese chico bajito sacaba lo peor de él. Todos en el comedor lo miraban con indignación. Ya no estaban en la preparatoria para comportarse así. No podía dejar de ver a Bruno frustrado, la forma en que ese chico de cabello rojizo le limpiaba con una toalla y se lo llevaba lejos de su foco.
—De verdad, eres increíble —le regaño Mauro.
Nadie más le escucho la voz a Iván en ese almuerzo.
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