Cayó la tarde sin saber a dónde se dirigía, el cielo se tiñó de naranjas y morados. Caminó sin rumbo por las calles de Agra, una ciudad desconocida colmada por diez mil olores, de gritos de comerciantes y, tal vez, de ladrones. Oyó risas y quejidos, mas no entendió ni una sola palabra; le entristecía. Estaba fuera de lugar, lo estaban el color de su piel, la colocación de su lengua al hablar; lo estaba la forma de sus ojos, su pelo liso y negro, o eso le habían hecho creer. Suspiró, llevaba toda la tarde suspirando. Se le habían escapado un par de lágrimas, se las había enjugado furioso con la manga sucia y continuado caminando, sin importar cuán peligroso fuese, sin importar si podía perderse o le asaltaban; no tenía nada que perder, ojalá, pensaba de hecho, alguien le secuestrase para no tener que regresar nunca.
Sus sueños se habían visto truncados esa misma tarde; creía, inocente de él, que la oportunidad de ir a Tiān Zhú le traería otras muchas más. Creía, inocente de él, que el socio de su maestro realmente intercedería por él para conseguir un mecenas, uno que apreciase su arte, y poder dejar así esa vida esclava de falso ayudante de mercader, pues no podía decirse que le ayudase realmente, sino que acataba sus férreas órdenes como bien podía sin poder hacer una vida propia. Inocente de él… porque eso no iba a suceder, se lo dejaron muy claro esa misma tarde tras una audiencia en el palacio a la que no pudo asistir en persona; nadie le querría, ¿por qué iban a quererle? Sólo le habían llevado con ellos, accediendo a dejar sola y cerrada la tienda en el pueblo, para utilizarle como reclamo joven y que cargase, o lo que diese de sí, con las baratijas que consiguiesen. Como siempre, estaba destinado a vivir anulado, a no poder siquiera tener un afán, deseos o un romance. Estaba encerrado y no podía salir corriendo, no podía… ¿verdad? Le encontrarían o, en su defecto, ¿viviría en la calle? Siquiera tenía el idioma para poder buscarse la vida, a pesar de haber sido el único de los tres en ese viaje que estudiarse la cultura, las formas del lugar al que se dirigían; y sí, se había enamorado de Tiān Zhú, no quería volver a China. No quería volver con ese hombre.
Entre cavilaciones, llanto no siempre silencioso, porque a quién iba a importarle si alcanzaban a entender sus lamentos, y un ligero mareo, pues olía fantásticamente bien a especias y té, pero terminaba embotándote, sumado a olores no tan agradables desprendiéndose de los callejones; fue a dar con una plaza. En ella volaban por doquier nubes de colores; sin más tardar se vio envuelto por una música estridente y rítmica, ¡alegre! También gente, mucha gente, con manchas rosas, verdes y amarillas por todas partes. Cuanto más se iba adentrando, menos comprendía y, a su vez, menos quería dar la vuelta; cuanto más se adentraba, con más personas se topaba, menos entendía y, en un momento dado, fue a chocar contra el hombro de un joven con el que vagamente pudo disculparse haciendo reverencias, pues había olvidado súbitamente una de las pocas palabras que conocía, “maaf kii dschiye ga”. Éste, con el pelo muy rizado, recogido hacia atrás bajo un pañuelo, y unos enormes ojos verdes, pareció analizarle durante unos segundos antes de sonreír, hacer un gesto con la mano quitándole peso al asunto y continuar su camino, dejándole embelesado. Meditó entonces, ¿verían por esos lares a menudo a gente de Guangzhou? Tal vez, el comercio estaba muy abierto, aunque él no había visto a nadie fuera del palacio.
Vagamente prosiguió su camino, adentrándose más y más en un festival que, a partes iguales, le atraía e impulsaba a dar varios pasos hacia atrás; no comprendía qué debía hacer o si, siendo de fuera de la ciudad, extranjero, podía siquiera irrumpir en la fiesta, atravesarla de ese modo. Se hallaba perdido en medio de una bruma colorida, ciertamente gratificante pero asfixiante, y los gritos joviales sus gentes; sin querer, terminó sonriendo, aturdido, contagiado, dando vueltas sobre sí mismo cada vez que alguien pasaba por su lado corriendo, sin desear perder ripio. Una nube rosa voló hasta estrellarse contra su pecho, tiñéndole la barbilla, obligándole a toser, dejándole asustado como un conejo al oír un fuerte estruendo, pero en vez de huir, esperó a que el culpable se abalanzase sobre él. Fue ahí cuando se reveló de nuevo, el mismo chico, brotó de entre un mar de rostros con el mismo gesto afable, divertido. Hizo una inclinación más aparente entonces; grande, acostumbrada, y el chico, sin dejar de reír, actuando totalmente familiar, le instó a incorporarse tomándole por la barbilla.
—Álzate, amigo, no seas tan formal —habló en urdu—; ¿te has perdido o es que es tu primera vez en el Holi? —En verdad, se trataba de un poco de ambas. Al ver cómo arrugaba ligeramente el entrecejo tratando de discernir entre sus palabras algún sonido familiar, volvió a intentarlo; —Assalam o alaikum —Movió la mano ante su cara, saludando.
— ¡Ah! Assalam o alaikum! —Lu Han pareció contento de comprender por fin algo, de responder, aunque no estaba en absoluto seguro de ir a poder hacerlo ante cualquiera fuese su pregunta, a pesar de haberse empeñado en aprender a comunicarse, al menos lo suficiente para pedir comida en un puesto, antes de llegar a Tiān Zhú.
— ¿Es tu primera vez celebrando el Holi? —Insistió entonces, más despacio, pronunciando con más cuidado, tratando de que cogiese el significado de algo; debió juzgar por su nariz, de nuevo arrugada en gesto extremadamente concentrado, que eso no pasó, por lo que dejó de intentarlo y fue esta vez él quien le sorprendió— Nǐ hǎo ma?
— Nǐ hǎo! —A Lu Han se le iluminó la mirada, aunque no se apresuró a emocionarse, pues el chico podía resultar ser como él, curioso y punto, pero no tener más conocimiento que con el que él mismo se defendía en su lengua.
En respuesta recibió un asentimiento, una sonrisa más amplia. El joven desconocido pudo responderse a sí mismo; esa cara de extraviado solo podía reflejarla tan bien alguien que no fingiese al decir que no había bailado nunca en Tiān Zhú, que todavía no conociese a sus gentes apropiadamente o apenas estuviese empapado de sus ricas tradiciones. Le pareció, por unos instantes, que estaba tramando algo, aunque aun no le conocía lo bastante bien como para saber que estaba en un acierto; se lo corroboró al instante, antes siquiera de asegurar si podrían o no entenderse, de haberse presentado con nombres o títulos, al tomarle con fuerza de la muñeca y comenzar a arrastrarle, ante sus desconcierto, todavía más hacia el gentío, hasta el centro de la plaza donde, en vez de mancharse los dedos, hizo que introdujese los suyos en un cuenco lleno de cúrcuma para después hacer el gesto de un soplido. Un poco desconcertado pero lleno de su mismo ánimo, del de todo el mundo a su alrededor en verdad, miró hacia todos lados, comprendió; se trataba de eso, de danzar, de jugar, de sentir los colores mientras en algún rincón que no terminaba de identificar debido a la bruma, alguien tocaba inagotable para que no cesase la música. Tomó aire y, tal si le estuviese dedicando un beso juguetón, sopló en su dirección, tiñendo el aire a su alrededor, la mano y las mangas ajenas, de un vibrante color amarillo.
Fue sólo el comienzo, pero el comienzo de todo. Como un par de críos, como nunca antes en la vida de Lu Han, disfrutaron del festival en la calle. Tal le instó el desconocido, así corrió tras él, trastabillando varias veces, viéndose alzado por diversos pares de brazos que no dejaban de reír, pero siempre concluyendo el camino al tomar las manos de su nuevo amigo. Recorriendo toda la plaza en derredor, le descubrió sus rincones y soportales, sus fuentes y esculturas, prendidas de velas y bandejas llenas de colores. Se fue escondiendo, tantas veces fue atrapado, tantas le atrapó él. Terminó embadurnado por toda clase de polvos, de cada tonalidad terminó teñido. El corazón henchido, caliente, le retumbó como nunca en el pecho. El chico, afable como el fuego al atardecer, tuvo a bien de contarle de qué se trataba todo ese jolgorio, descubrió así que en verdad se defendía con el chino, no llegó a darle una explicación sobre el dónde o cuándo lo había aprendido; así como un par de nombres nuevos a sumar a la escasa, en comparación con lo rica que era, mitología del país que conocía e, inocente de él, descubrió que no la tenía en absoluto controlada; también le enseñó varios pasos de baile que no fue capaz de defender muy bien en un principio, mas gozó en ejecución con plenitud.
Se sentaron, solo hablando, una vez la luz del atardecer comenzó a apagarse, dando paso únicamente al titilar de las velas y los rayos de luna colándose entre las construcciones. El polvo no cesaba de extenderse pero, allá donde acudieron a respirar un poco de calma, en una de las vías adyacentes aunque igual de llena de gente, las nubes ya no flotaban en el aire sino que se iban asentando en los adoquines, siendo sustituidas por el fuerte olor a comida de unos cuantos puestos. Encantador, el muchacho de pelo rizado y ojos verdes le ofreció compartir algo de comer con él, tan agitado se hallaba aun en esos momentos que no aceptó inmediatamente, sí cuando recordó que, de cerrado que tenía el estómago, apenas había tomado en todo el día más que un poco de té, e iba a desfallecer de un momento a otro. Le trajo entonces, dando brinquitos para sortear a unos niños que corrían, haciendo algunos malabares para sostener varios platillos de barro, y alegando no ser capaz de escoger: barfi, dulce hecho de leche y frutos secos; laddoos, unas bolitas fritas que en un principio le recordaron al máqiú, aunque resultaron ser más crujientes y azucaradas; malpua, tortas de harina y especias, también muy dulces, y thandai, una bebida de leche, fría, también muy especiada que le devolvió la energía a la par que aturdió un poco. Le dieron buena cuenta, pues era la primera vez que probaba cada uno de ellos; así se mostró de emocionado y así lo compartió en el instante.
No fue hasta pasado un largo silencio, fruto de haberse relajado, que por fin recordaron darse sus nombres. Se llamaba Randi e iba a recordarlo; apenas se dio cuenta de cómo, por su parte, evitaba hablar apenas de su propia vida, sino que se limitaba a escuchar la ajena, reconfortándole por el camino. Prosiguieron entre risas; hablaron de cómo había llegado a Agra, tímido admitió cuánto le gustaba Tiān Zhú, sin llegar no obstante a confesar abiertamente cuánto anhelaba quedarse. Podría haber sospechado de él en algún momento, mas no se terció en absoluto, fue amable en todo momento; incluso al mencionar que al verle por primera vez, tan triste parecía que “Bura na maano, Holi hai”, “¡No te sientas mal, es Holi!”, y reconoció haber querido jugar con él desde el principio, puede que incluso haberle seguido un poco, por lo que ahora se alegraba de verle mucho más animado.
Volvió a repetir la misma frase al despedirse. Fue repentino; poco después de su cena improvisada regresaron a la fiesta, volvieron a bailar, aunque más lentamente, menos frenéticos, y aun se estrelló algún que otro puñado de polvos sobre sus cabezas. Rieron de nuevo, casi podría decirse que coquetearon, que se acercaron mucho el uno al otro, sin dejar de divertirse. En un repentino instante, no obstante, Randi viró sobre sí mismo con una sonrisa radiante, aunque un poco más incómoda y sorprendida. Aparentemente apenado, estrelló el “Bura na maano, Holi hai” entre ambos; repentinamente, le tomó en un beso suave, el primero de su vida, y murmuró que había sido todo un placer para él celebrar el Holi juntos, aunque le gustaría volver a verle, incluso sin una fiesta de por medio. Tal cual llegase, sin mayores explicaciones, sin que tuviese tiempo de replicar o hacerse a la idea de una despedida, le perdió de vista entre la gente. Entre la gente, las callejuelas, desapareció, dejándole con una cierta desazón que no supo cómo tomarse, mucho menos tras ver pasar a quienes parecían guardias, como los que había visto en el palacio, encaminados en la misma dirección. Ahora sabía que debía regresar, mas sería capaz de vagar durante toda la noche, sentarse en algún resquicio a observar, a escuchar las voces que probablemente no cesarían, la música, en vez de regresar a su vida, su triste vida, y estrellarse contra una realidad que, tras esa fantasía, le parecía todavía más anodina, todavía más condenada, pero ya sin deseos de llorar, sino de luchar un poco más por lo que anhelaba.
Lo cierto es que tampoco sabía cómo iba a limpiarse todo aquel estropicio de la ropa y el pelo…
SUMARIO:
Barfi: Dulce de leche y frutos secos.
Laddoos: Bolitas fritas de harina, azúcar con otros ingredientes.
Malpua: Especie de pancake de harina, sémola, khoya, cardamomo y sirope de azúcar, crujiente pero suave.
Thandai: Bebida a base de leche con nueces y especias, fría, a veces aderezada con cannabis, que le da un toque alucinógeno.
Máqiú: Bolitas de arroz glutinoso y sésamo rellenas de ingredientes dulces, se toma durante el Año Nuevo Lunar.
Tiān Zhú: Nombre en chino para la India en este momento histórico.
N/A:
¡Feliz Holi, marineros! Esperamos que todos aquellos que celebréis o hayáis tenido la oportunidad de experimentar esta fiesta, lo hayáis pasado bien con vuestra familia y amigos, ¡y hayáis terminado hasta arriba de colores! 😊 Seguro que es bien sabido por todos cuánto nos gusta ilustrar distintas festividades de alrededor del mundo involucrando a nuestros personajes; especialmente cuando uno de nuestros Universos se sitúa en el lugar correcto… Pero esta es todavía más especial. No es otra que la primera de todas de nuestro Universo del Imperio Mogol: ¡“Obsidian Rhapsody”! ¿Hemos dicho la primera? Exacto, pues tiene ya unos cinco años… 🤯
Es raro incluso para nosotras el tener todavía una ilustración en el tintero después de tantísimo tiempo, pero a esta pobre no dejamos de retrasarla, siendo especialmente porque en términos de escritura, no le encontrábamos la voz a este Universo. Normalmente para este momento, hemos avanzado tanto que no nos sentiríamos cómodas enseñándola tal cual, sino que querríamos empezar desde el principio y rehacerlo todo, no obstante, en este caso… ¡no creemos que haya envejecido tan mal! De hecho, sigue siendo una de las favoritas de Aurel. Así que, ¡ha llegado el día de mostrarlas a ambas! Ilustración e historia corta (¡qué ya ha llovido desde la última!), aprovechando que el lunes fue Holi, y que resulta no ser otra que la primera vez que este Randi (con ‘i’ aquí), y Lu Han se conocen en ese Universo.
(Continúa en la descripción 👇🏻)
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