Más temprano que de costumbre partí hacia la escuela para iniciar este esperado viaje escolar. En esta oportunidad nos acompañarán las familias en la excursión, por lo que nos reuniremos en el parque botánico con las familias que van en auto. Para aquellos que no cuentan con auto se arrendó un bus y con ellos partiremos desde la escuela.
Dividimos las responsabilidades con los apoderados, ellos se encargarán de preparar el desayuno y nosotros de organizar el evento de recolección de huevos y de realizar actividades lúdicas para la familia. Al llegar a la escuela revisamos si no falta nada, subimos los implementos al bus y esperamos a las familias que faltan por llegar. Tras terminar los preparativos subimos al bus y nos dirigimos al parque. El viaje transcurre entre conversaciones casuales entre las familias y sus hijos. Procedemos a llegar al parque donde nos esperan las familias que llegaron en auto. Una vez todos reunidos da la bienvenida la directora y entrega el cronograma del día.
- Hoy comenzaremos el día compartiendo desayuno entre todos hasta las 9:00, luego daremos tiempo libre de 1 hora para que las familias den un recorrido al recinto, a las 10:00 deben estar de vuelta para la recolección de huevos, una vez finalizado limpiamos todo y nos retiramos a las 12:00. - Termina de aclarar dudas y nos dirigimos al sector de picnic.
El clima a inicios de abril inicia con temperaturas frías pero con cielos despejados, que avanzando la mañana invita a los rayos de sol a salir de entre las sombras de los árboles. Tanto niños como adultos esperamos un día soleado para compartir estos momentos con buen tiempo que acompañe el buen ánimo.
Me uno a un grupo de padres que terminan de preparar el desayuno, y procedo a ayudar a repartirlos entre las mesas de las familias de mi curso. La conversación entre ellos es amena.
- Profesor, venga a sentarse con nosotros - me invita el padre de una de mis alumnas
- Disculpe, pero tengo que ayudar al grupo de los desayunos a repartir la comida.
- No se preocupe de eso, por eso repartimos las tareas antes, ya le va a tocar a usted cuando sea la recolección de los huevos así que descanse un poco.
- Si lo vemos así... es cierto, voy a avisarles de todos modos - tras hablar con ellos concuerdan que tome asiento junto a los demás y que se harán cargo del resto.
La mesa está conformada por un grupo de tres alumnos sentados con sus respectivos familiares, entre ellos padres, madres y abuelos. Algunos estaban concentrados en intentar que los pequeños comieran algo, mientras que el resto continuaba con la charla.
- Supieran cuán emocionada estaba mi nieta Lucero por venir hoy, si anoche apenas logré que durmiera.
- A mi Mateo me preguntó todos los días cuánto faltaba para el paseo, así que tuvimos que marcarlo en el calendario y tachar los días que pasaban hasta llegar a hoy.
- Lo que es por mi parte, yo ni le avisé a Alvarito que hoy veníamos porque sino se pone muy nervioso, no le gustan los eventos que se salen de su rutina, es un tremendo problema llevarlo al doctor, o cumpleaños. - comenta mientras intenta darle de comer a su hijo, quien rechaza cada bocado.
- En ese sentido, esa historia que nos mandó a casa fue muy útil ¿la leyeron a sus niños ustedes? La historia del paseo del conejo.
- Si, yo se la leí a mi pequeña todas las noches esta semana.
- ¿De qué historia hablan? - comenta la mamá ocupada alimentando a su hijo.
- Aquella que escribió el profesor sobre el viaje de hoy, ¿Nos cuenta? - Me mira con una sonrisa jovial una mujer mayor.
- Es la historia que mandé a sus casas hace unas semanas para anticipar que el día de hoy serían invitados por el conejo de pascua a la búsqueda de huevos y que sería en el bosque, y que vendrían con su familia.
- Mi hijo me pidió escuchar el cuento muchas veces, y mejor contarles todo antes de que estén confundidos. - agrega el padre del calendario.
- A los chicos les tranquiliza saber lo que pasará, cuando y donde, también por eso les gusta escuchar los mismos cuentos una y otra vez, los calma saber lo que sucede y les ayuda a entender mejor. - digo apoyando el comentario anterior.
- Pero a Álvaro le pasa que no tolera los cambios. Incluso con la comida hay problemas, si le doy su puré mezclado con carne no se lo come, tiene que estar separado en el plato. Por ejemplo ahora no quiere comer porque se mezcló el yogurt con el cereal.
- En cambio a mi Mateo le saca la comida del plato a sus hermanos. - Intenta comentar en tono ligero, pero deja notar que también es una preocupación para él.
- Cada familia tiene sus desafíos con sus niños, lo bueno es que eso no los resta de participar en actividades como estas. - intento comentar como consuelo para ambos.
- Si, antes en las actividades del colegio yo no traía a Álvaro porque me decían mis familiares que no se sabía comportar, pero me alegra haberme animado a venir.
- Este tipo de sucesos es bueno que los hablen entre ustedes como apoderados, ya que son quienes crían a sus hijos y cuidan a sus nietos.
- En ese sentido, usted ha sido muy importante profesor, yo estoy muy feliz con usted. Mi Lucero juega al profesor con sus peluches, y yo veo como lo imita.
- Mateo también hace algo parecido, cuando le reto me responde que no grite porque él está cerca y que sus oídos están buenos, y me susurra.
- ¿En serio? Que bueno que lleven algo de lo que les enseño a casa - pero aún así me cohíbe exponer mi comportamiento en clases, aunque sea en forma indirecta. - ¿Quiere que le traiga un vaso para separar el yogurt del cereal? - le comento a la mamá de Álvaro quien sigue atareada con el desayuno de su hijo.
- No quería molestarlo pero lo agradecería mucho, porque no va a comer así como va.
Me levanto de mi puesto mientras busco alrededor de las mesas, cuando de pronto me llaman desde la mesa en la que se encuentra la familia de Oliver, y por consiguiente su hermano mayor - mi amigo que espero recuerde estamos en un evento escolar-. Me ayuda a encontrar un vaso y lo lleva rápidamente. Al volver invita a su mesa y presenta a su familia.
- Hasta ahora sólo conocías a mi hermano y a mi ¿no es cierto? , Pues ahora tienes reunida a toda nuestra familia.
- Me parece que también la conozco a ella, pero no sé su nombre, a veces atiende la panadería.
- ¡Hola! Te había visto en el negocio, no sabía en ese entonces que eras el profesor de mi hermanito. Me llamo Faith por cierto, un gusto. - extiende su mano para tomar la mía en un saludo, pero Will se cruza entre nosotros para dirigirse hacia sus padres. Ante eso su hermana le responde con un empujón en la espalda. Parecen buenos hermanos.
- Ellos son mi mamá y mi papá, a ellos les debemos mucho de lo que se prepara en la tienda. - comenta orgulloso, como si mostrara un monumento.
- En realidad, son mi esposa y mi hijo quienes llevan el negocio últimamente. Me llamo Wilson, tal como mi hijo, es una cosa de familia llamar al hijo mayor como su padre. - explica en un tono calmado y volumen bajo, quien sí es el verdadero padre de Oliver.
- ¿O sea que si tengo un hijo primero tendré que llamarlo como a mi hermano? Si es así, prefiero adoptar un perrito de la calle y lo llamo Wilson junior. -reprocha en tono burlón Faith, y Will la mira mientras frunce el ceño.
- Tranquilos los dos, ni siquiera Oliver que es el menor se porta como ustedes. - Ante la mirada fulminante de su madre, ambos se calman de inmediato. - Soy Carmen, un placer conocerlo profesor. Si están tan energéticos, ¿Por qué no vamos de paseo por el lugar?
- Si Alan, digo, profesor ¿nos acompañas? - sugiere alegremente Will, quien si tuviera una cola la estaría agitando.
- En verdad me gustaría, pero la pausa es para las familias, los profesores nos quedaremos adornando el lugar.
- Entiendo, tiene sentido, iré por algo entonces - se marcha llevando la cola entre las patas.
Mientras pienso en lo afortunado que es Oliver por tener una familia feliz, en cuán sencillo sería crecer en un entorno así de alegre, Will vuelve con una silla de ruedas entre sus manos. Mientras que su madre sujeta la silla, Will sujeta a su padre con firmeza desde el torso mientras que él traspasa su cuerpo desde la silla de camping hacia la silla de ruedas. Sus movimientos son rígidos y limitados en un lado de su cuerpo. Se despiden de mí y se marchan con tranquilidad a dar su paseo familiar.
Ahora mis pensamientos caen en cuenta, reconozco la diferencia. Es diferente a la alegría pasajera y superficial que consideraba previo a saberlo. En realidad su felicidad es única e irrepetible de cada momento juntos.
La hora de paseo pasa sin apenas notarlo y los preparativos están listos. Las familias llegan poco a poco y los niños se sorprenden al ver el lugar decorado para la festividad, con un arco de globos color pastel que marca la entrada al sitio de búsqueda, que resulta ser una plazuela con plantas bajas en las que se esconden los huevos. Los alrededores se adornaron con banderines para delimitar la zona en la que se escondieron.
Muchos ya quieren pasar, pero se les entrega primero su gorro, su prendedor y una canasta. Una vez listos, se les pide que ingresen por curso, pero se entusiasmaron tanto que ingresaron todos a la vez: Resultó un desorden tremendo. Muchos padres llamaban furiosos a sus hijos, pero una vez encontrados los primeros huevitos, ya no hubo marcha atrás, estaban demasiado mezclados como para encontrar a cada uno. Algunos se cayeron, otros chocaron entre sí, por lo que entre llanto y parches curitas, los buscadores volvían llorando hacia sus familias. Esperando a que se acabaran pronto los huevos escondidos, terminó la búsqueda. Sin embargo, el desastre apenas comenzaba.
- ¿Disculpa, profesor? - Me llama nerviosa Faith.
- Si, dime, ¿está todo bien?
- No, no sé qué pasó, yo... Oliver no volvió.
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