El primer día de clases de un profesor no es muy diferente de un primer día de clases de un alumno trasladado, la diferencia está en que ya no te puedes excusar de estar enfermo y pedirle a tu apoderado que avise a la escuela. Así estoy yo, con una sensación de nudo en el estómago en una mezcla de nervios y ansias de comenzar, tratando de conservar la calma y no imaginar escenarios catastróficos como que se accidenta un niño, ocurre un terremoto y debemos evacuar, o que me encuentre un conocido entre los trabajadores o apoderados. Sí, definitivamente lo último sería peor que un terremoto. Por lo menos, con los terremotos hay un protocolo de emergencias, refugiarse en el triángulo de la vida, esperar a que pase el movimiento y luego evacuar con calma a una zona de seguridad. En cambio, al encontrarme con un ex compañero de la escuela siendo ahora padre o madre de alguna criatura, ¿qué plan de evacuación puedo realizar en ese caso? ¿finjo demencia? ¿camino a lo Michael Jackson en su paso lunar para no verlo cara a cara? ¿me compro una máscara? Lamentablemente – o gracias a Dios- se me acabó el tiempo de imaginar teorías caóticas porque ya estoy aquí, de pie frente a la entrada del colegio.
Llamo al timbre y baja a recibirme la directora de la escuela, una mujer de mediana edad de expresión estricta y serena.
- Hola Alan, bienvenido a este humilde establecimiento, ya nos conocimos en la entrevista por videollamada hace unas semanas, pero siendo la primera vez que nos encontramos presencialmente, me vuelvo a presentar: Soy Norma Ortiz, directora de la escuela Estrella Fugaz. Puedes llamarme Norma de ahora en adelante, así que de ahora en adelante me referiré a ti como Alan. No necesitas ser formal conmigo, de ahora en adelante somos colegas.
- Está bien, gracias por aclararlo desde el comienzo – me alivia el no suponer en qué registro hablarle, si formal o informal.
- No hay problema, trataré de ser lo más clara posible, si tienes consultas no dudes en interrumpir, es mejor aclarar las dudas de inmediato o no te concentrarás en el resto de la explicación.
- Claro, estaré atento a cualquier duda que tenga – creo que se nota que ha trabajado enseñando ya que es muy sencillo llevar el hilo de ideas con ella.
Procedemos a caminar por el establecimiento, que es una casona antigua de dos pisos blanca con detalles pintados de colores, como las canaletas, los balcones y los marcos de las ventanas; rodeada de un patio amplio en el que hay una casa pequeña, un arenero, una resbaladilla, columpios, y una zona amplia despejada para correr o realizar eventos al aire libre. Alrededor hay árboles y plantas que otorgan sombra al espacio, en el fondo del patio de juegos se aprecia un pequeño huerto con rejas de madera. Es un establecimiento bastante acogedor y se observa que fue diseñado para los niños.
Después de recorrer el exterior del colegio, pasamos a recorrer el interior. En el primer piso se encuentran las 3 salas de clases, el baño de niños, una pequeña enfermería, la bodega de objetos grandes -como sillas, proyectores, y telones para eventos- y la dirección. Mientras que en el segundo piso se encuentran el comedor, una habitación para ser utilizada como escritorios para elaborar material o escribir informes, el baño de adultos y una bodega de útiles escolares. La escalera se encuentra resguardada con una reja de seguridad para que los niños no puedan subir al segundo piso y así prevenir accidentes.
Posteriormente, entramos a cada sala a saludar a las otras 2 profesoras y sus 2 técnicos de aula. Las primeras maestras que saludamos fueron Janice y Marcia, quienes están a cargo del curso Kínder, que corresponde a los alumnos que tienen 5 años. Tras ello pasamos a la sala de los niños de Medio Mayor, que reúne a los alumnos de 3 años, a cargo de las maestras Carla y Alejandra. Por último, nos dirigimos hacia el salón de Pre kínder, de niños de 4 años y en el que yo estaría a cargo. En el salón se encontraba la maestra Eloísa, la técnica de aula que trabajará conmigo.
- ¡Buenos días niños! Hoy vengo a presentarles a su nuevo profesor. – la directora me observa realizando un gesto para que proceda a presentarme.
- Buenos días a todos, soy Alan su nuevo profesor. – digo con voz alegre, dejando escapar un tono nervioso.
- ¡Hola Profesor! – se escucha a coro a los alumnos saludando. Los niños no se ríen de mi tono y responden alegres al saludo.
Aquí los alumnos se refieren a los docentes como "maestro", "señor/ señorita" o "profesor" , lo importante es que no se refieran a ti con tu nombre a secas, para reconocer su oficio y como forma de mostrar respeto de los niños hacia el adulto. Pero así como ellos deben ser respetuosos, tú como maestro debes llamarlos por su nombre, y evitar sobrenombres que puedan causar confusión. Por último, debo recordarte que hoy es la reunión de apoderados en la que te presentaremos a los apoderados. Bien, te dejo con la maestra Eloísa, quien te orientará sobre el curso. Seguiremos con lo administrativo al terminar la jornada de clases.
Me despido de la directora Norma, de la cual me llevo una impresión muy favorable, posee la gran presencia que suelen tener aquellas educadoras más experimentadas y manejan con eficacia la labor de educación. Pienso que su nombre le queda como anillo al dedo. Mientras tanto, me quedo junto a Eloísa, quien es una mujer de aspecto energético y risueño.
- ¡Hola Alan, digo, profesor Alan! A mi me gusta que me llamen señorita Eloísa en vez de maestra, ¡Estoy tan contenta de que haya llegado el reemplazo de la anterior profesora! ¡Es que ella está esperando un bebé y se retiró por fuero maternal, así que ahora somos un nuevo equipo! Ten, aquí tienes su delantal, para que lleves el uniforme de la escuela.
Me entrega una especie de delantal azul con tiras blancas, similar a los que usan los cocineros, me lo pruebo deseando que el diseño no se vea muy femenino y para mi sorpresa es bastante unisex así que estoy satisfecho.
- ¡Te queda muy bien! Te pareces a mi hijo pequeño cuando juega a ser maestro – dice con un tono muy alegre y mirándome como si fuera la encarnación de su hijo. – Para ser sincera, cuando me dijeron que vendría un educador hombre me sorprendí ya que no es usual, pero me hace feliz que haya chicos animosos como tú que se atreven a educar a los pequeños, yo te apoyaré en todo para que te sientas lo más cómodo posible, te acompañaré y me haré cargo de cosas como ir junto a los niños al baño para que nadie cuestione tu trabajo.
- Gracias señorita Eloísa, me reconforta su apoyo en ese aspecto y prevenir cualquier problema; yo por mi parte espero que me veas como un colega y compañero a la par, cualquier sugerencia o duda estoy dispuesto a recibirla encantado.
- Perfecto, entonces mi primera sugerencia sería que me asistas para preparar a los chicos para comer. ¡Bien chicos! A entregar sus hermosos dibujos y lavarnos las manos para comer la colación.
Voy con la señorita Eloísa a formar a los niños camino al baño, yo espero afuera mientras ella se encarga de que laven sus manos. Luego volvemos a la sala para que los chicos saquen su colación en orden, pero a los niños que aún les cuesta realizarlo por sí mismos, por lo que los asisto con sus bolsos. Así pasa el periodo de clases con tranquilidad y llega el recreo, es mi momento de brillar, jugamos a la ronda, Simón dice, y cuido que los niños no se lastimen en los juegos.
La tarde transcurre con tranquilidad y finalizan las clases. Al ya marcharse los alumnos, me dirijo a la sala de profesores en donde se reunieron Eloisa y las otras 4 profesoras -debería anotar sus nombres y así aprenderlos pronto- para hablar de manera más casual y prepararme con consejos sobre la reunión de apoderados que se realizaría más tarde.
Los tutores de los niños comienzan a entrar en la sala de Pre Kínder, y toman asiento en las pequeñas sillitas de sus hijos. Es divertido ver como intentan acomodar su postura en la versión miniatura. Me imagino que los niños deben sentirse así cuando se sientan en las enormes sillas de comedor, escalando para subir en ellas y al notar que la mesa no les queda a una altura adecuada, se hincan de rodillas para ver y alcanzar lo que necesiten. Espero que estar en la perspectiva de los niños los ayude a preparar mejor los espacios en sus casas.
Sin embargo, lo divertido llegó hasta ahí al notar algunas miradas que recibo de su parte: de sorpresa, de burla y de desprecio que tratan de ocultar con sonrisas cínicas. El que me haya preparado mentalmente para un rechazo por parte de los padres no lo hace menos molesto. Tendré que soportar ese prejuicio hasta que me conozcan mejor.
Cuando los apoderados terminan de entrar en la sala, me ubico frente a ellos, junto a la directora y a Eloisa, para dar comienzo a la reunión.
- Estimados apoderados y apoderadas, agradezco que hicieran un espacio en sus agendas para asistir a la reunión de hoy, cuyo principal motivo es presentar a ustedes al nuevo profesor que se incorpora a nuestra escuela. Voy a darle un momento para que hable con ustedes, se conozcan y podamos aclarar consultas y dudas.
- Hola, soy el nuevo maestro de Pre Kínder, pueden llamarme profesor o maestro Alan, mucho gusto. Estaré a cargo de sus hijos y familiares durante este año junto a la señorita Eloisa, he recibido una cálida bienvenida por parte de la directora, maestras y los niños, espero llevarme bien con ustedes también. - la respuesta de ellos es variada; algunos aplauden, otros me dan la bienvenida, y se oyen susurros incómodos.
- Aquí a los niños se les pide que repitan fuerte y claro cuando susurran porque no se entiende lo que dicen - responde la directora con firmeza - así que les pido lo mismo: este es el momento de aclarar dudas y consultas, pórtense tal como sus hijos y levanten la mano para hablar.
Todos los apoderados hacen silencio y se miran incómodos. En los primeros asientos levanta la mano una señora de vestimenta elegante, que me mira con los ojos como platos.
- Es una broma, ¿verdad? – me dice la mujer con tono burlón. – Le creo que sea el encargado del aseo o chofer del bus, ¿pero maestro? después que no nos estemos enterando que pase "algo" en el colegio.
Escuchar semejantes acusaciones hizo que mi cara se coloreara roja de oreja a oreja. Me callaba por impotencia al no poder refutar nada. Ante eso un joven que estaba sentado al fondo de la sala le responde enfurecido.
- ¿¡Cómo se te ocurre hablar al profesor de manera tan grosera!? ¡No puedo creer que seas tan venenosa como para insultar gratuitamente! ¡Discúlpate ahora mismo!
- ¿¡V-venenosa?! ¡Cómo te atreves mocoso insolente! Y yo no me voy a disculpar con este... sujeto, como se le ocurre trabajar con niños, sólo las mujeres pueden educar a niños pequeños.
- Vamos a detener los insultos ahora mismo- responde con serenidad Norma, mientras calma a Eloisa. - Existen formas más adecuadas de expresar sus dudas, por lo que le pido se adecuen al contexto en el que estamos, absténganse de caer en un tono violento y aclaremos sus dudas.
Desde allí la conversación toma un tono más calmado. La directora se refiere al prejuicio que existe, sobre los roles de género y los modelos que entregan los adultos a los niños. Por último, hablan sobre el calendario de actividades y los preparativos para cada evento.
Así termina la reunión de apoderados y también la jornada laboral, por lo que - por fin- me puedo ir a casa. Al dirigirme a buscar mi mochila, me detiene el chico que me defendió antes en la sala.
- ¡Disculpa, profesor Alan! - llama mientras corre hacia mi dirección. - ¿me daría un minuto de su tiempo?
- Claro ¿en que lo puedo ayudar?
- Ejem... es que quería disculparme por levantar la voz mientras se presentaba, es que me dio tanta rabia que no pensé en que se incomodaría si gritaba en su primer día aquí... - comenzó a rascar su cabeza mientras me miraba con arrepentimiento, claramente no es él quien tendría que disculparse.
- Tranquilo, no es necesario que se disculpe, no debería decirle esto, pero de hecho me alegro que alguien se atreviera a contestar. - inmediatamente su cara se mostró aliviada.
- No creas nada de lo que dijo esa tipa, eres muy valiente de estar aquí, así que levanta la cabeza y anímate ¿sí? - comenzó a buscar dentro de su bolso y me entrega un paquete de papel, mira la hora y se despide apresurado.
Caminando de vuelta a mi casa, abro la bolsita de papel que me dieron, son galletas con chispas de chocolate. Estaban deliciosas, tan dulces que disminuyen la amargura que dejó ese mal rato.
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