En la segunda clase del día, Masaru, encontrando aburrida la clase, se había puesto a platicar con los compañeros que tenía a un lado. Escuchaba uno que otro cuchicheo acerca de no hablarle pero, debido a su buena reputación, lo normal es que nadie hiciera caso de eso.

Claro que, en este momento era conveniente que dejaran de responderle al estar a mitad de clase. El pelinegro se sentaba en la parte trasera del salón, en la fila que quedaba a un lado de la central, esto, para evitar la atención de la maestra  y procurar tener a sus compañeros alrededor de él.

Siempre tenía a alguien con quien poder platicar. Así fuera el de alado, el de enfrente, su compañero de atrás o cualquier otro que quisiera hablarle, Masaru de una forma u otra lograba comunicarse con ellos. De hecho, el pelinegro había sido quien había propuesto hacer un hoyo en la parte de abajo de la pared para que los salones intercambiaran mensajes.

Evidentemente esto había acabado con Masaru siendo suspendido de la escuela, aunque todos creían que había sido extraño cómo sólo le habían dado dos semanas y a los demás los habían castigado un mes. ¿No se supone que debían expulsar al que había sugerido la idea? Tan extraño era, que los demás creían que su familia había sobornado al director para que no lo corrieran.

Muchos le habían agarrado tirria a Masaru, pero la mayoría seguía estando en buenos términos con él debido a su amigable y honesta forma de ser, sin mencionar que no podían intimidarlo al él no vacilar en defenderse. El pelinegro era muy fuerte y resistía bien los golpes, haciendo que los que se metieran con él acabaran ya sea con moretones o avergonzados por no haber podido lastimarlo como querían.

Era una especie rara a lo cual muchos estudiantes identificaban como ‘el buscapleitos amigable’ pese a Masaru no buscar activamente la confrontación.

Mientras éste platicaba, la maestra había dejado de escribir en el pizarrón para mirar a Masaru.

“Joven Ikari, le pedí ya tres veces que deje de platicar y ponga atención a la clase”

“Lo siento, es sólo que me distraigo muy fácil cuando estoy aburrido” al escuchar esto, sus compañeros empezaron a reírse. Masaru arqueó una ceja sin entender porqué se reían.

“¿Entonces está diciendo que mi clase es aburrida?”

“No se preocupe por eso, la escuela por lo general lo es, no es su culpa” dijo Masaru con una sonrisa. Sus compañeros se rieron más fuerte en respuesta.

“Niño… ¿Acaso te estás riendo de mí?”

“¿Qué? ¿No? Pero es verdad, ¿a usted le gustaba la escuela cuando era niña?”

“...”

“Seguro que quería salir a correr al jardín en vez de estar sentada sin poder moverse y sin poder hablar, ¿no?”

“Entiendo” dijo la mujer al ahora apuntar hacia la puerta. “Si tanto quieres salir al jardín a correr, ¿por qué no haces justamente eso?”

“¿Hm? Sí me gustaría pero estoy en clase”

“No parece que lo estés desde hace ya rato, así que mejor salte para que dejes de interrumpir”

“Pero si sólo está escribiendo en el pizarrón…”

“¡Salte!” exclamó la señora. Masaru entornó los ojos a eso. ¿Había dicho algo realmente malo como para que lo sacaran?

“Está bien… No se enoje, le saldrán más arrugas si sigue frunciendo el ceño así” dijo el niño en lo que se dirigía a la puerta con las risas de sus compañeros como ruido de fondo.

“¡¡Ahora!!” exclamó ella mientras el niño salía del salón. Masaru cerró la puerta al salir y siguió escuchando las risas de los demás. “¡Guarden silencio! Seguiremos la clase ahora que su compañero se ha ido, si alguien quiere seguir platicando puede salir con él de una vez”

Ante la amenaza de la mujer, los niños guardaron silencio segundos después. 

Masaru se encogió de hombros y se alejó del salón.  No es como si fuera la primera vez que lo sacaban del salón así que a estas alturas ya no le importaba.

“¿Debería hacer como dijo ella y correr por el jardín? Tenía ganas de hacer eso pero tampoco quiero que parezca que me castigó y me puso a correr, uh…” dijo él en voz alta.

“Aunque de verdad tengo ganas de correr y echarme en el pasto para quizás rodar por la mini colina…” agregó al imaginar justamente eso, debía admitir que era muy tentador. Se sentía muy inquieto y creía que quizás hacer eso le ayudaría a concentrarse…, ¿por qué no ponían la clase de deportes a primera hora todos los días? Sería genial si todos los días fueran viernes- pensó. 

“¡Regrésame mi consola, imbécil!” Al escuchar una voz familiar gritando, Masaru apartó su imaginación por un momento para observar la escena de Mitsuru frente a un niño un poco más grande que él que estaba parado de espaldas a la fuente que decoraba el centro del jardín que daba hacia los salones de primaria.

Al analizar al chico más grande, Masaru se dio cuenta de que tenía la consola de Mitsuru en la mano. ¿Qué no se supone que estaba en clase? ¿Qué hacía en el jardín peleando con ese sujeto? Cuestionándose eso, el pelinegro decidió acercarse.

“Ahora ya no eres tan arrogante, ¿eh? Lástima que ese asesino no esté cerca para ayudarte, aunque… ¿Realmente lo haría? A él sólo le importa su gemelo”

“¡¿A quién le importa eso?! ¡Sólo regrésame mi consola!”

“¿Qué? ¿No vas a negarlo? Parece que toqué un tema sensible, heh” el niño hizo una mueca burlona. “Te propongo algo. Di que no le importas a tus hermanos y te regreso tu consola”

“¡¿Quién diría lo que tú quieres?! ¡No soy estúpido!” exclamó Mitsuru mientras intentaba arrebatarle la consola de las manos.

“¿Oh? Creo que no escuchaste lo que dije” al decir esto, el niño estiró su mano que tenía la consola hasta estar encima de la fuente. 

“¿Eh?” El de ojos azules se quedó paralizado. Un movimiento en falso y ese niño arruinaría su consola.

“¡E-Espera! ¡No hagas eso!”

“¿Entonces lo dirás?” preguntó el otro al alejar la consola del agua. Mitsuru se quedó en silencio, lo pensó por un momento pero decidió ceder. Cerró los ojos y frunció el ceño sabiendo que estaba a punto de humillarse ante un bravucón, pero, si eso servía para poder recuperar su consola…

“M-Mis…–” Sin poder terminar la oración, sintió como algo tocaba levemente su pecho. Al abrir los ojos, vio su consola contra él y enseguida se percató de Masaru quien era el que se la estaba dando. El rubio sujetó su consola con torpeza e inmediatamente observó a su hermano golpeando al niño que lo estaba molestando, el cual subsecuentemente cayó dentro de la fuente debido al golpe del pelinegro.

“¿Pero qué…?”

“¡Ey! ¿Estás bien?” preguntó el pelinegro con el brazo flexionado y su mano empuñada.

“¿D-De dónde saliste…?” preguntó Mitsuru verdaderamente sorprendido. ¿Qué no estaba en clase? 

El rubio miró hacia atrás y al ver alumnos viendo lo que sucedía desde la ventana, Mitsuru sujetó a su hermano de la muñeca y se lo llevó hacia la parte del jardín bajando la mini colina para que nadie pudiera verlos.

“Habla, ¿qué haces aquí?”

“¡Tan sólo sentí el peligro y vine! ¡¿Acaso tu hermano mayor no es genial?!” declaró el pelinegro con mucho orgullo al hacer un signo de victoria con los dedos.

“Uh… Seguro…, pero eso no te quita lo tonto” Mitsuru miró a su hermano sin entender. “No, en serio, ¿qué haces aquí?”

“Me sacaron del salón y te escuché gritando por casualidad”

“¿Qué? ¿Ahora qué hiciste?”

“¡Olvida eso! Estuviste a punto de decir lo que él quería, ¿por qué?”

“...Era eso o hubiera ahogado mi consola”

“¿De verdad crees que hubiera cumplido su palabra? ¿No crees que estás siendo muy ingenuo?”

Mitsuru frunció el ceño con molestia ante la ironía que era que su hermano dijera eso.

“Sí este… No quiero escuchar eso de tu parte, y uh… ¿De verdad tenías que pegarle tan fuerte?”

“Uh… Es lo que se merece por meterse con uno de mis hermanos” dijo Masaru con despreocupación. “¿Por qué es que siquiera te estaba molestando?”

“...El otro día lo escuché hablando mal de Daitaro y le tire mi jugo de naranja sobre su cabeza cuando estaba con sus amigos”

“Creí que no querías involucrarte para justamente evitar estas situaciones”

“Lo habría ignorado si no fuera porque llamó a Daitaro la versión defectuosa de Daiki y luego dijo que no debió haber nacido”

“¿Eh…?” Masaru miró consternado a su hermano.

“Para colmo, Daitaro lo escuchó decir esto. Daitaro no hizo nada y actuó como si no le importara” dijo Mitsuru. “Sé que él quería que no hiciera nada, pero me dio coraje así que simplemente reaccioné así”

“...Me da gusto haberlo golpeado, aunque de haber sabido eso lo habría golpeado más fuerte” comentó con enojo por un momento. “No puedo creer que Daitaro escuchara…”

“Te apuesto a que sólo querías golpear a alguien” comentó Mitsuru al entornar los ojos y hablar con tono de burla.

“¡No es cierto! Sólo cumplo mi rol como el segundo al mando”

“¿...Segundo?” el rubio lo miró con lástima.

“Ya que Daiki y Daitaro son idénticos, ¡eso significa que soy el segundo!”

“...”

“Está bien, está bien, sólo me gusta cómo suena ‘segundo al mando’, pues ‘tercero al mando’ suena patético…” dijo Masaru al cruzarse de brazos y hacer un puchero. “Cielos, de verdad que ya no hay respeto”

“Eh, supongo que mientras no esté alguno de ellos podrías ser el segundo al mando”

Al escucharlo, el pelinegro sonrió de oreja a oreja, miraba a su hermano con ilusión.

“¿Verdad que sí? ¡Sabía que eras inteligente!” exclamó al ahora darle palmaditas en la cabeza como diciendo ‘buen chico’. “Sí que puedes ser agradable cuando te lo propones, mi hermano de frío corazón”

“...No soy un perro” respondió al no apreciar el gesto del otro.

“¿Y qué haces tú fuera de clase, te la saltaste para jugar?”

“Sé que eso parece pero no, en realidad empezó la clase y ese niño me provocó al enseñarme la consola desde la puerta del salón”

“¿Abrió la puerta del salón sólo para provocarte…?”

“El profesor que da mi clase no le gusta cerrar la puerta, sólo la cierra si escucha mucho ruido afuera”

“Vaya, eso es raro…”

“Lo es, pero como decía, me provocó desde la puerta y salí corriendo. No creo que me deje regresar al salón luego de salir sin pedir permiso a mitad de la clase, pero no me arrepiento. Tuve suerte que intentó humillarme en vez de simplemente robarmela”

“Claro que tienes suerte porque tu hermano mayor llegó al rescate” agregó Masaru muy orgulloso. “Tu consola iba a morir dijeras lo que él quería o no”

“Sí… Supongo que sí me pase de estúpido al ceder” dijo Mitsuru. Su hermano se veía expectante de algo, por lo que decidió resignarse. “Gracias”

“¿Qué?... ¿Me estás agradeciendo?”

“¿Acaso estás sordo?”

“No, tan sólo no creí que lo harías”

“Ni que fuera Daiki para no poder agradecerte. Te agradezco aunque me caigas mal” dijo Mitsuru “Salvaste mi consola después de todo”

“Claro, aunque a mi también caigas mal no voy a dejar que niños como ese se salgan con la suya” 

“Ah… Creo que hoy será el último día que traiga la consola a la escuela. Se supone que no la sacaba del apartamento porque es peligroso”

“¿De verdad no la traerás? ¿Y qué harás todo el día en la escuela si no tienes con qué ignorar tu alrededor?”

“Jugar algun juego gacha de celular supongo”

“Eh… Y yo que creí que esta era una buena oportunidad para que tocaras el césped” ante la referencia inmiscuida en sus palabras, Mitsuru procedió a golpearlo levemente en el brazo.

“¿Qué? De verdad lo necesitas, me preocupa que te vuelvas uno de esos niños que le gritan a todos en los videojuegos por creer tener la razón de todo”

Mitsuru desvió la mirada ante el comentario. Sin necesitar una respuesta verbal, Masaru lo vio con lástima.

“Quisiera presentarte a alguien”

“¿Qué? ¿A quién?” preguntó el rubio al ver a su hermano tomando asiento sobre el césped, éste le dio palmaditas al suelo a un lado suyo. Mitsuru se sentó de igual manera.

“Es un amigo muy sano y que nos provee de oxígeno, así mismo, evita que te vuelvas un ser maligno que sólo quiere burlarse y desearle a otros la muerte por ser unos inútiles” explicó el pelinegro. “Césped, te presento a Mitsuru, Mitsuru te presento al césped”

Mitsuru puso los ojos en blanco ante la demostración.

“Sigue rodando los ojos, quizás así encuentres un cerebro en alguna parte” dijo Masaru al sonreír con picardía. Mitsuru se vio disgustado por un momento antes de esbozar una sonrisa para terminar en una breve risa.

“Eres un tonto”

“Seguro, pero al menos soy amigo del césped” dijo Masaru al acostarse sobre éste. “Deberías familiarizarte con él en lo que termina tu clase, a menos claro, que pienses regresar y humillarte tratando de entrar”

“Hm…” Mitsuru desvió la mirada mientras pensaba en qué hacer. Al regresar su atención a su hermano, el de ojos azules gateó hasta quedar a un lado de él y terminó acostándose de igual manera.

Masaru se vio sorprendido por un momento pero enseguida sonrió satisfecho. Sin hacerle burla de esto, tan sólo miró al cielo, y como bien diría, le presentó a su hermano la dicha de buscarle forma a las nubes por el resto de la clase que ambos se habían saltado.