Mitsuru y Daitaro caminaron hacia el condominio con las bolsas del súper. Daitaro, quien de ida había ido de buen humor, había regresado con una expresión complicada en el rostro. Mitsuru tan sólo se veía cansado al cargar las bolsas, pues además el plástico se había hecho más delgado y temía que fuera a romperse de un momento a otro.
El rubio no tenía que ver a su hermano para saber que éste se sentía incómodo, y bueno, prefería no decir nada e ignorarlo hasta que fuera inevitable tener que interactuar con él.
Los niños subieron las escaleras hasta el tercer piso en dónde siguieron el pasillo hasta el apartamento donde vivían. Ante el sonido del flujo de agua cayendo contra la tierra mojada, el rubio miró hacia el apartamento de al lado: la vecina estaba ahora mismo regando las flores que decoraban el exterior de su ventana.
“Ah” soltó Mitsuru como reacción al ver a alguien conocido de repente. La vecina pronto los miró y enseguida sonrió con amabilidad.
“¡Oh, hola niños! Buenos días, ¿cómo amanecieron?”
“...” Mitsuru no quería conversar, sin embargo, al ver a Daitaro apartando la mirada y haciendo como que no la veía, entendió que tendría que ser el que la saludara. “Muy bien gracias”
“Veo que fueron al súper, ¿apenas van a desayunar, Daitaro?” la mujer miró al pelirrojo silencioso de forma amigable.
Ante la pregunta específicamente dirigida a él, Daitaro volteó a verla. Por lo general regresaría la expresión por cortesía, pero no tenía ganas ni de sonreírle forzadamente.
“Sí” respondió de forma que para Mitsuru era obviamente tajante, aunque a la señora no parecía importarle. El rubio lo miró de reojo y le hizo un gesto pidiéndole que se comportara. A Mitsuru realmente le daría igual, pero, la señora Abigail los conocía de años y muchas veces les regalaba platos caseros. Es decir, por más indiferente que quisiera ser, Mitsuru sabía que no les convenía tratarla mal.
“¡Ya veo! ¿Y qué piensan hacer?”
Ante la pregunta, Daitaro tan sólo se quedó viendo a la mujer sin mucha reacción. No parecía tener la intención de contestar, y de hecho… Mitsuru estaba casi seguro de que su hermano estaba pensando un ‘¿Qué le importa?’.
“No sabemos, Masaru quería cocinar algo así que fuimos al super por ingredientes” contestó Mitsuru. Ante la respuesta, Daitaro miró a su hermano de reojo y le dedicó una breve expresión de insatisfacción. Mitsuru suspiró con hastío. ¿Por qué su hermano lo estaba obligando a entablar una conversación que normalmente no tendría? Claro, pon a tu hermano antisocial a hablar con la vecina por ti, pensó.
“¿Oh? ¿Entonces Masaru y tu lindo gemelo fueron al súper? ¿Acaso llegaron antes? No recuerdo haberlos visto pasar”
Daitaro frunció el ceño ante la mención de Masaru y el comentario de ‘lindo gemelo’.
“No, ellos se quedaron atrás pero no deben tardar” contestó Mitsuru teniendo ganas de ahorcar a Daitaro por no aportar nada a la conversación.
“Ya veo… Bueno, pienso hornear galletas más tarde, por si quieren algunas” ofreció la señora. “Y si quieren más o quieren venir a comer a mi apartamento son bienvenidos” agregó.
“Le agradezco la invitación, pero no gracias” contestó Daitaro esta vez, “Comeremos hot cakes así que es demasiada azúcar para Masaru”. Agregó con un sutil énfasis en ‘demasiada azúcar’. Mitsuru miró con incredulidad a su hermano. ¿Acaso quería ganarse la saña de la señora? …¿Es que hoy la vida le estaba mostrando lo incómodo que era cuando alguien de ellos era grosero al contestar? Ah… No quería pensar en eso, no quería salvar la conversación, no le interesaba nada de esto y aún así estaba obligado a ello.
“¡Muchas gracias! Unas cuantas debería estar bien, pero mi hermano tiene demasiada energía y si come mucha azúcar no se va a poder estar quieto.” explicó Mitsuru con un tono excesivamente cordial y antinatural de él.
“Oh, es una pena…, bueno, las tendré en la tarde así que si quieren pueden tocar mi timbre y les daré las que gusten” explicó ella.
“¡Sí, muchas gracias! Entonces, nos retiramos ya que compramos helado y se nos va a derretir si no lo ponemos en el congelador” explicó Mitsuru de forma innecesaria. La mujer asintió ante la explicación y se despidió de ellos.
Mitsuru se despidió de ella con excesiva amabilidad, mientras que Daitaro tan sólo procedió a abrir la puerta del apartamento para inmediatamente entrar sin voltear atrás. El rubio se apresuró a pasar y rápidamente cerró con seguro.
Daitaro entró a la cocina, dejó a Hachi en el piso y procedió a guardar el helado en el congelador. Mitsuru lo siguió y procedió a verlo con molestia.
“...” tras guardar el postre en el congelador, éste se quedó mirando a su hermano sin decir nada.
“¿Se puede saber qué te pasa? Te pusiste raro desde que nos separamos de ellos y ahora me obligaste a socializar de forma innecesaria”
“Sí, y no entendí por qué lo hiciste” contestó el pelirrojo con una sonrisa. “Por lo general te insisto en que seas más amigable pero esta vez no había razón”
“¿Qué quieres decir con eso…? Es la vecina, esa es razón suficiente” explicó.
“¿Viste cómo quería que Masaru fuera a comer galletas a su casa?”
“...No mencionó a Masaru específicamente”
“Él es quien va a su casa a comer galletas así que sabes lo que quise decir”
“Bien, sí, lo sé, ¿pero eso qué importa?” cuestionó el de ojos azules. “¿Tanto te disgusta que Masaru coma muchas galletas?”
“Sólo cuando se las come en su apartamento”
“Y pensar que por un momento sí te creí cuando hablaste de que era demasiada azúcar para él…”
“Esa parte es verdad, ya de por si le cuesta estar quieto y además vamos a comer hot cakes, no necesita comer galletas aparte de eso” explicó Daitaro. “Pero sé que le encantan y de todas formas irá por ellas cuando yo no vea” suspiró. “¿Qué costumbre tienen con hacer cosas a mis espaldas? De verdad no lo entiendo”
“No cambies el tema. ¿Qué hizo siquiera la vecina? A ti te quieren todos los maestros así que creí que era natural que así fuera con todos los adultos”
“Y no dudo que le caiga bien a la vecina, ya que soy un gemelo y aparentemente eso lo encuentra adorable” dijo Daitaro al poner cara de disgusto. “Me dieron ganas de correr por Daiki y meterlo al apartamento sin que viera a la señora”
“Mira, tampoco me encanta que me llamen lindo, bonito o cosas parecidas, pero es una señora y por lo general son así”
Daitaro sonrió con sorna al escucharlo.
“Eso suena a que te llevas bien con las señoras, ¿eso cuándo pasó?”
“Los NPCs de los videojuegos por lo general tienen diálogos así, claro, cuando se toman la molestia de ponerles diálogos a las señoras o vecinas”
“Hm, bueno, al menos tiene sentido que así lo veas si mencionas eso…, pero bien, a lo que voy es que a esa señora no le importa cómo le hable porque soy sólo un ‘lindo gemelo’, ni ha de escuchar lo que digo en realidad”
Mitsuru desvió la mirada al considerar sus palabras.
“Bueno, supongo también me incomodaría hablarle a alguien que sólo me ve como una ‘cosa linda’ y es verdad que a ti y a Daiki les llama ‘lindo gemelo’ cuando uno de ustedes no está en el momento…, pero, ¿no estarás sobre pensando? Sabe cómo te llamas”
“Y soy hermano de Masaru, seguro si me habla bien es porque quiere que Masaru siga yendo a comer a su apartamento” explicó Daitaro.
Mitsuru frunció el ceño sin acabar de entender a su hermano.
“...” Daitaro se quedó en silencio antes de suspirar y mirar hacia otro lado. “Ya sé que parezco loco, pero no necesito que lo entiendas. No es algo fácil de explicar”
“Realmente no me importa, pero, ¿podrías no obligarme a cubrirte así de nuevo? Nadie dice que tiene que agradarte la señora pero al menos sigue tu propio consejo y comportarte. Vive a un lado así que no deberías querer que se vaya encontra nosotros”
“...Sí, supongo que lo intentaré a la siguiente”
“¿Lo intentarás…? No, más te vale que te comportes o me aseguraré de comerme cualquier pastel que vea en este apartamento por el resto de tus días” amenazó Mitsuru mientras movía su mano como si cortara su propio cuello para entonces terminar con un pulgar abajo. Ante la amenaza, Daitaro lo miró con ojos de cachorrito.
“¿De verdad serías tan cruel…? Ni siquiera te gusta mucho el pastel”
“Vas averiguarlo si me vuelves a dejar a mi hablando de esa manera” agregó el rubio con fastidio.
Daitaro volvió a suspirar al ver a su hermano disgustado.
“De acuerdo… Me imagino que si le contesto con educación entonces no pensará en secuestrar a Masaru cuando vaya a comer galletas a su apartamento”
“Ya entendí a Daiki cuando me pidió que no dijera cosas desagradables…” comentó Mitsuru en referencia a lo sucedido en la tienda.
“Sé lo mucho que te disgusta la plática sin sentido-”
“Y el que me obliguen a hablar cuando yo no quiero” agregó el de ojos azules.
“Sí y eso…, me aseguraré de que no vuelva a pasar pero no te comas mis pasteles, ¿de acuerdo?”
“...Hmph, sólo si no vuelve a pasar” dijo Mitsuru al desviar la mirada. El rubio sabía que su hermano estaba siendo buena gente ahora mismo, esto ya que Daitaro no tenía siquiera que rogarle. Los pasteles eran algo tan sagrado para él que Mitsuru no se atrevería a tocarlos a menos que quisiera ver a Daitaro haciendo una imitación de Daiki pero con una vibra más intimidante, diabólica y asesina.
¿Cuándo había sido la última vez que se había comido un pastel por molestarlo? …Sabía que había sucedido pero no tenía recuerdos al respecto. Lograr hacerlo enojar de verdad era una idea entretenida, pero creía que sólo hacerlo enojar en la medida de lo normal era suficiente para divertirse a costa suya.
¿Podía siquiera afirmar que la molestia de su hermano cuando se comían sus pasteles era ‘hacerlo enojar de verdad’?... Bien, quizás algo parecido pero era suficiente para darse una idea de lo indeseable que sería si genuinamente se enojara.
“...” ante el silencio del rubio, Daitaro tuvo la sensación de que estaba pensando cosas malas acerca de él. “Entiendo si crees que soy raro y exagerado por lo de la vecina…, tengo mis razones y quizás no pueda explicarlo ahora…, pero prometo decirte en otro momento, ¿sí?”
“¿Eh? No tienes que decirme, te dije que no me importa” respondió Mitsuru sin entender.
“¿No te importa…?”
“No, sólo no me gustó que me hicieras hablar con ella. En todo caso, no tienes que decirme, seguro crees que es capaz de todo y probablemente te de miedo que le haga algo a Masaru. Es un poco obvio por cómo te expresaste hace nada”
“Oh…”
“Lo que pienses de ella me da igual, sólo no me hagas hablar de nuevo”
“Está bien, ya entendí, haha…” Daitaro sonrió un poco más relajado. “¿Podrías al menos no decirles a Daiki y Masaru?”
“Al único que podría molestarle tu actitud es a Masaru, hm, al menos más que a Daiki en este caso”
“De todas formas, apreciaría si no les dices”
“Ehh… No lo sé, de verdad me molestó lo que hiciste…” El rubio observó a su hermano quien tenía las manos pegadas en forma de súplica.
“Oh bien… Supongo que tendré que decirle a Masaru que te comiste sus galletas hace como dos semanas… Creí que te disculparías pero te veías muy satisfecho por haberte salido con la tuya” sugirió Daitaro.
“Tch. Está bien, veo que no te cuesta jugar sucio”
“Ni a ti” contestó el pelirrojo con una sonrisa amable que escondía maldad, o al menos así lo veía Mitsuru.
“Ojalá hubiera estado Masaru para que él hablara con la vecina, ese le hace conversación a quien sea que se cruce con él”
“Sí, pero tiene sus ventajas, a él le suelen regalar cosas sólo porque se queda platicando” dijo Daitaro felizmente antes de quedarse viendo a Hachi acostado en el piso con una sonrisa un tanto triste.
“¿Ahora qué?”
“Tan sólo me quedé pensando en Masaru”
“Ya no es por la vecina, ¿verdad?” ante la pregunta, Daitaro negó con la cabeza simplemente. “Entonces…, ¿te preocupa que no regrese pronto?”
“Un poco”
“No te preocupes por eso, Daiki se quedó con él, su poca paciencia ayuda en este caso” explicó el rubio con seguridad.
“Sí, confío en que lo traerá de regreso pronto” ante la respuesta poco convincente, Mitsuru sujetó a Daitaro de la muñeca y lo llevó hacia la sala para que se sentara.
“Será mejor que te relajes y te distraigas un poco” dijo el rubio al darle el control de la televisión. Daitaro sujetó el control pero no parecía encantarle la idea.
“¿Crees que está mal que me preocupe?”
“No, en esto tienes razón. Masaru no tiene muchos límites cuando se trata de ayudar. Daiki hizo bien al quedarse con él”
El pelirrojo tan sólo se quedó sentado con sus rodillas pegadas a su pecho. Mitsuru suspiró al verlo así, debía decir que era un poco estresante que el contrario no pudiera sólo distraerse.
Sin decir nada, el rubio se alejó de la sala y en cambio se dirigió al cuarto que compartían. ¿Qué podría servir para que Daitaro dejara de pensar en lo que sea que lo estuviera preocupando?
“Hmmm…” Mitsuru se puso en cuclillas frente a las cosas de Daitaro y buscó con cuidado para entonces sacar un álbum. Lo ojeó, encontrando fotos de ellos en las páginas. Típico pensó.
Al seguir pasando las páginas, se detuvo en una donde mostraba una foto de sus padres junto a ellos. Mitsuru abrió los ojos con sorpresa al no esperarlo; no obstante, se quedó analizando la fotografía con detenimiento. En ella, se encontraban sentados en una banca en el parque de diversiones.
Mitsuru de 5 años yacía sentado sobre las piernas de su madre mientras sujetaba el cordón de un globo color violeta, ambos usaban el mismo sombrero de un personaje que tenía la forma de un helado azul pastel y blanco con una carita sonriente. Su mamá, con su hermoso cabello rubio y ojos verde manzana miraba a la cámara mientras hacía una seña de paz con una mano y abrazaba a su hijo con la otra.
Masaru estaba sentado a su derecha abrazando un conejo de peluche que había ganado en una de las atracciones, mientras que su padre pelinegro y de ojos azules estaba parado detrás de él, tenía una mano sobre el cabello de su hijo en un gesto afectuoso. Los gemelos yacían sentados a la izquierda de Mitsuru intercambiando sonrisas, curiosamente, el tío Julius estaba parado atrás de la banca a un lado de su padre.
Aunque bien... viendo a los dos hombres en la foto, sus hermanos pelirrojos parecían más los hijos de su tío que de su padre pues ellos compartían el mismo color de ojos y cabello que él. Era un pensamiento interesante pero que no debía comentar con Daiki presente.
Al terminar de analizar la foto, sus ojos se pasearon sobre el rostro de su madre, y al ver a su padre… No pudo evitar hacer una mueca expresando irritación.
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