Lo bueno era que Sebastián y Camilo se llevaban muy bien con todos ellos, especialmente porque estaba la hermana pequeña de este último. Carla era una chica muy bonita, estaba casi seguro que si fuera heterosexual le bajaría la luna entera, pero a su lado estaba ese chico. Aquel del club de teatro que llamaba la atención de Bruno.
Su prima dijo que se llamaba Tomas y que no era muy charlatán como ellos. Él no dejaba de mirar a Bruno cada vez que podía, y éste no tardó en ponerse nervioso sin poder comer correctamente por miedo a ser juzgado por el chico actor.
El ambiente estaba siendo demasiado agradable y cuando por fin se atrevió a darle un mordisco a su hamburguesa sintió una fuerte palmada en su espalda poniéndole los pelos de punta.
—Verdaderamente, Garam, no puedo creer que hayas caído tan bajo. —escuchó cómo Iván lo insultaba en su cara sin descaro.
—Oh vamos, Iván. No molestes a mi bebé. —Bruno se ahogó con su comida al oír como lo llamaba su prima mientras sus amigos intentaban ocultar sus rostros para no poner en evidencia que se querían morir de la risa.
—Mierda... —se quejó bebiendo agua rápidamente para así voltearse a ver al más alto, y allí fue cuando conoció a los otros tres chicos que habían mencionado sus amigos.
Sí, era real. Los cuatro eran grandes. Es decir, eran lo suficientemente altos como para aplastarlo, pero eran tan guapos que era capaz de decirles gracias si le golpeaban.
—Realmente eres patético. Vete de una vez, que quiero comer en paz lejos de tu horrible cara. —escupió molesto, abriendo más rápido su boca que lo que su cerebro podía pensar.
—¿Qué...?
—Oh cielos, vamos, Iván... Todos nos están mirando. —mencionó el chico de cabello anaranjado, tomando del brazo al grandulón para llevárselo lejos de la mesa donde estaba Bruno, pero aun así logró oír cuando dijo:
—¿Acaba de llamarme feo?
Una sonrisa había aparecido en el rostro de Bruno cuando sintió que ganó la batalla, pero pronto se le borró la sonrisa al notar que todos, absolutamente todos los estudiantes del comedor los estaban mirando mientras cuchicheaban entre ellos.
No estaba cómodo. No estaba nada cómodo y Garam lo sabía. Ella acarició su espalda para reconfortarlo sintiendo culpa por la manera en que involucró a su primo, pero ya estaba hecho y ahora simplemente debían continuar con la farsa.
Fue difícil terminar de almorzar cuando tenía unos ojos pegados en su espalda como si desearan apuñalarlo, y más complicado se volvió dentro de clases tras tener que sentarse nuevamente frente al asiento de Iván. Lo que tenía de guapo lo tenía también de imbécil, y lo peor de todo, es que este era solo el comienzo de su martirio.
Comments (0)
See all