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Servicio de Inteligencia. Ubicación: desconocida.
Una habitación sin nada, únicamente una puerta. Un hombre atado a una silla y encapuchado con una bolsa. Se le oye balbucear y forcejear sin resultado. La puerta se abre con un fuerte y chirriante grito metálico.
― ¿Es este el sujeto? – dijo un hombre robusto que fumaba un puro.
― Así es señor, según la descripción y los detalles de Inteligencia, hemos dado con este hombre. – comentó mientras abría la carpeta que llevaba en manos y le pasaba los documentos.
El hombre de la silla se agitaba con más fuerza mientras los dos hombres se acercaban. Entró una tercera persona cerrando la puerta tras de él. Él era alto y con una larga cicatriz que le atravesaba la cara de un extremo al otro. Le sacó el saco de la cabeza y le deslió la mordaza de la boca.
― ¿Qué queréis? ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?
― Eso da igual. Aquí somos nosotros quienes hacemos las preguntas – le sopló el humo del puro a la cara, en respuesta el hombre atado tosió.
― ¡Yo no he hecho nada! *Coff-Coff*
― Ya, eso dicen todos – dijo el de la carpeta y pasó un par de hojas – Hombre de metro setenta y cinco, de complexión delgada, pelo largo blanco y ojos negros. Nombre en clave Travis. Mata por envenenamiento, suele usar serpientes en su elaboración.
― ¿Quién es ese? ¿De qué estáis hablando? Yo me llamo Joshua y soy un simple oficinista de la empresa TC. ¡Y no me parezco!
― Ya claro – el hombre de la cicatriz agarró del pelo al hombre – Te hemos apresado en el lugar del crimen.
― ¿Eh?
― Cerca de las 8 pm, en las cercanías de unos famosos almacenes, un importante policía fue envenenado. Pero antes de su muerte le dio tiempo a realizar tres disparos con un arma somnífera. Allí estabas tú con los tres dardos clavados y con rastros de veneno bajo las uñas.
― No puede ser... – empezó a empalidecer. – ¡Esperen! Esta mañana tuve un accidente, ¡Sí! Estuve en el hospital.
― ¿Y eso que? Aun así, te encontramos y tenemos pruebas. Así que déjate de tonterías y empecemos el interrogatorio – dijo apagando su puro en la pierna del hombre haciendo que se convulsionara del dolor.
― Estoy seguro de que yo no maté a nadie. No se preparar la comida, como voy a elaborar un veneno. – entonces, como si algo fugaz acabara de pasar por su mente preguntó – ¿Mi madre está bien? ¡Seguro que ella puede explicar lo ocurrido!
― ¿Su madre? ¿En serio? – al jefe se le acababa la paciencia – Ve a buscar esa información y ya veremos – le ordenó al de la carpeta que enseguida abandonó la sala.
― Joshua Mellet, es mi nombre – dijo antes de que aquel hombre cerrara la puerta.
― Bien, Joshua o Travis o como te quieras llamar. ¿A qué organización perteneces?
― A ninguna, lo juro, no sé de qué me están hablando.
― Aunque lo fuera; esos monstruos no dirían nada aún si tienen un arma apuntando hacia su cabeza. – comentó el de la cicatriz mientras paseaba por la sala.
― Si eso es así, mis superiores no estarán muy contentos. – sacó otro puro.
― Por otro lado, si me permite decirlo, esos asesinos son meticulosos y perfeccionistas es muy raro que uno haga tal descuido como para que lo atraparan no muy lejos de la escena del crimen.
― Ya, a mí tampoco me cuadra, pero todo apunta a él: el veneno y la descripción.
― Si supiéramos como son sus rostros...
― En ello estamos.
― En cualquier caso, o es asesino o cómplice de asesinato. Sea o no del grupo que buscamos.
― Pero ¿qué son esos asesinos de los que habláis?
― Tú acallar si no vas a decir nada útil.
― En el hospital en el que me atendieron creo que había alguien parecido a la descripción que hicisteis. – tembló.
― Ya, bueno, lo veremos pronto.
Cierto rato después llegó de nuevo el hombre con unos cuantos papeles más. Que inmediatamente se los pasó al jefe. El hombre de la silla tragó saliva mientras veía como pasaban los papeles y no decían nada.
― Así parece ser. Joshua Mellet tuvo un accidente esta mañana a las 10 am en una carretera secundaria.
Se le oyó suspirar aliviado, pero en ver que aquel hombre seguía hablando volvió a ponerse tenso.
― De inmediato, fue llevado al hospital donde tuvieron que realizarle una operación de urgencia. Según los médicos, tras la operación, su condición fue estable y su vida no corría peligro, pero remarcan cierta demencia al enterarse de que su copiloto falleció en el acto. Dejando una grave secuela psicológica y cierto rechazo a la realidad a través de la amnesia selectiva.
― Espera ¿De qué está hablando? ¿Quién era mi acompañante? – volvió a forcejear haciéndose daño en las muñecas con las esposas metálicas que le ataban a la silla.
― Su madre – añadió el de la carpeta.
― No, imposible, ella no... Ella no está muerta.
― Antes de la hora del crimen, usted desapareció del hospital para sorpresa de los médicos. Las cámaras de seguridad de dicho hospital son prueba de ello.
― Así que, aunque quisiéramos, de él no sacaríamos nada – suspiró frustrado el jefe. – Scar acaba con él. Igualmente sabe mucho y ya no es útil para la sociedad.
― Entendido. – el hombre de la cicatriz sacó un arma y sin pestañear perforó el cráneo del hombre que ni siquiera tuvo tiempo de protestar.
― ¿Has investigado si dentro del hospital hay alguien relacionado con él o alguien con una apariencia similar?
― Sí, señor. Busqué en la base de datos y en cámaras, pero nadie. Nadie tuvo contacto con él, a excepción de los que le operaron y ninguno de ellos entra en la descripción.
― Así que nada. – chasqueó la lengua – Estamos como antes. – dijo abandonando la sala mientras exhalaba humo.
― Seguiremos investigando. Nos encargaremos del cuerpo. – comentó el de la carpeta siguiendo al jefe.
― Así que se nos ha vuelto a escapar. Travis, el envenenador; Bishamon, la viuda negra; Nathan, el mil caras; y Crow, el asesino de sangre fría. Noir, da igual cuantos seáis, juro que os encontraré uno por uno y os eliminaré a todos – maldijo Scar mientras observaba el cuerpo inerte de aquel hombre.
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