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¡Hey, tú! – dijo Jake acercándose a un hombre que fregaba el suelo del pasillo.
Aquel hombre, vestido de chándal, levantó un poco la vista sin importarle mucho que lo hubieran llamado, hasta que vio la placa del policía.
― ¡Ah, no! No quiero problemas con la pasma, si buscas a alguien cógelo y sácalo de aquí.
― ¿En que habitación vive Ray Collins? – guardó la placa.
― En la trece, al final del pasillo. – dijo sin soltar la fregona. – Es extraño, es el único inquilino que parecía normal y no molestaba a nadie. Y paga cuando toca, que eso se agradece.
― Ya, lo que sea. – dijo avanzando por el pasillo del destartalado edificio.
Frente a esa puerta lo único que pudo pensar era sobre el mal número que tenía. Aclaró un poco su garganta y golpeó con los nudillos la vieja madera de la puerta.
― Ray, soy yo. ¿Estas en casa? Varias personas han preguntado por ti y ...
Al no recibir respuesta acercó el oído, pero el interior estaba silencioso. Se maldijo al no conseguir encontrarlo, por lo que, frustrado, dio media vuelta y empezó a avanzar hasta la salida. Entonces le llamó la atención un muchacho que estaba intentando forzar un buzón. Jake simplemente iba a ignorarlo, pero entonces se percató que ese buzón era el número trece.
― ¡Hey, tú! ¿Qué estás haciendo?
El chico emprendió una rápida huida, que enseguida fue detenida por un disparo por parte de Jake. El disparo fue dirigido al marco de la puerta, pero suficiente cerca de él como para hacer que se parar en seco. Jake, agarró al muchacho por el cuello del chaleco.
― ¿Quién eres y que coño estabas haciendo en el buzón?
― Soy un amigo de Ray, solo vine a ver si había vuelto.
― ¿Vuelto? ¿De dónde?
― Eso es información confidencial.
― Bueno, así que confidencial ¿eh? ¿Qué buscabas en el buzón? Y no me vengas conque buscabas correo.
― La llave de su habitación. Cuando te marchas y no sabes si vas a volver, se suele dejar guardada en el buzón.
― Eso ya lo sé, pero la cuestión es saber el porqué de eso. ¿Cuánto llevas sin ver a Ray?
― Dos meses aproximadamente...
― ¡Me estás diciendo que lleva desaparecido dos meses! – dijo mientras mantenía la ropa del chico fuertemente sujeta.
― ¿Revisamos su habitación?
― Bien, pero espero que no hagas nada raro.
― Claro que no, comisario Jake Cattleman. – comentó mostrando la placa identificativa de Jake.
― ¿Cómo has...?
Jake lo bajó y palpó su chaqueta. En ningún momento se dio cuenta que aquel granuja le había robado la placa y la cartera. Amablemente el chico le devolvió las pertenencias al policía, sacaron la llave del buzón y volvieron a la habitación.
― ¡Con permiso! – dijo antes de abrir.
― Así que un carterista con educación ¿eh?
― Perdone, es lo mínimo. Es un amigo. Y no soy carterista, soy informador y uno de los mejores.
Al entrar, la habitación estaba vacía. Como si nadie viviera allí. Había varias cajas en el salón, al lado de un viejo sofá y en la mesa.
― Parece que fuera a mudarse.
― Hay una nota encima de esta caja.
Jake se acerca al muchacho que comenzó a leer en voz alta el papel.
― "Hola, a quién lea esto. Lo más probable es que seas Lui o tal vez el gruñón de Jake se ha dignado a buscarme. No he sido capaz de contener mi instinto de detective y me he adentrado en una investigación en la cual puede que nunca vuelva. Consciente de eso, he dejado mis pertenencias empaquetadas, para que resulten más fáciles de tirar por ahí. Pero tengo que pedir un favor, aparte de darme de baja en el apartamento, me gustaría que estas cosas fueran dadas a gente que las necesite. Mayoritariamente es ropa y algunas latas de conservas. La verdad es que en esta vida he tenido muy poco apego a las cosas materiales, de ahí que no tenga nada. Siento que estoy escribiendo una carta de suicidio, pero si aparece mi cadáver por ahí, no lo ha sido. Dejo de escribir esta deprimente nota. Se despide: Detective privado Ray Collins."
― ¿Quién es Lui?
― Soy yo. Esto tiene pinta de haberlo escrito cuando aún estaba medio borracho, desde cuando te despides así de tus compañeros. – dijo agachando la cabeza mientras apretaba los puños.
― Pero que se le ha ocurrido a este desgraciado hacer. – dijo Jake pegándole una patada a la mesa.
― Ir tras la pista de unos asesinos – comentó mientras abría una de las cajas.
Ambosse quedaron en silenció en aquel vacío cuarto. Solo el tic-tac de un reloj dentro de la caja marcaba que el tiempo seguíapasando.
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