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― ¡Camarero! Otra copa aquí – dije haciendo resonar los hielos.
― No ves que las soluciones no las vas a encontrar en el fondo de un vaso de alcohol.
Chasqué la lengua y decidí ignorarle.
― ¿Sigues mosqueado por eso de los asesinatos y todas esas locuras?
― ¿Tú también me vas a dar la espalda?
― No, tampoco es eso. Solo sé que hay cosas donde uno no debe meterse.
El barman se acercó desde el otro lado de la barra dejándome un whisky con hielo y llevándose el vaso vacío.
― Me duele verte así, hombre. Como amigo te diría que lo dejaras estar, pero te conozco bien y sé que no lo harás. Por ello te voy a contar que un tipo también me comentó paranoias de esas, le di cierta información de un contacto y en menos de dos semanas lo encontraron muerto.
"Eso puede ser una pista" pensé mientras posaba mis ojos en él. Debió ver mis intenciones porque acto seguido respondió:
― Mira Ray, no quiero perder más amigos. Esto es una mala idea, por ello quiero que lo pienses sobrio. Llámame cuando estés mejor.
Enseguida abandonó el bar, dejándome solo en la barra mientras sostenía mi tercer vaso de whisky de la noche.
Me incorporé en el viejo sofá de cuero, ya quemado por el sol que siempre se filtraba por la ventana, nunca me acordaba de cerrar las cortinas al marcharme de casa. El café de hoy me sabía enormemente amargo aun así me lo bebí para no salir de casa a buscar azúcar. Dejé la taza sobre la mesa y recogí el móvil. Medité si había algo que me retuviera de hacer la locura que todos querían que evitara hacer. Observé mi apartamento, pequeño, con las cosas justas y necesarias o, mejor dicho, con lo que podía alcanzar mi sueldo. El último trabajo que cobré, recuerdo que fue hace una semana, y no había ganado precisamente mucho. No era precisamente un detective muy famoso, pero al menos era eficiente o eso decían mis clientes. La mayoría de mi trabajo era espiar a otras personas, eso me llevó a entender que los humanos somos desconfiados por naturaleza. Bueno, también participé en algunas actividades junto a la policía, pero se podrían contar con los dedos de una mano.
Suspiré y empecé a marcar el número de mi compañero y amigo de barra, Lui. *Tuh-tuh-tuh* y cuando pensaba que saltaría el buzón de voz, descolgó.
― Dime, Ray. Si me llamas a esta hora es porque ya lo has decidido ¿no? – su voz sonaba distante.
― Dime, donde y cuando me puedo encontrar con ese contacto tuyo.
― Vale, te deseo lo mejor... – se escucha como revolver algo – ¿tienes donde apuntar? te dicto.
Me levanté apurado y rebusqué por los cajones poniendo todo patas arriba hasta dar con un blog de notas y un lápiz.
― Te escucho. – me apoyé en la madera vieja mientras apuntaba.
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