- Hace mucho, mucho, pero que mucho tiempo, el Dios Arkai creo este mundo para poder disfrutar de compañía. Pues solo existían Él y el Dios Kimera. El mundo que creo era perfecto y armonioso, pero un día el Dios Kimera puso sus garras en él, infectando la creación del Dios Arkai. Para ayudar a sus creaciones envió a los serafines. Con su presencia tuvieron unos siglos de avances y prosperidad. Pero lo bueno nunca dura mucho y el Dios Kimera, envidioso de lo que hacía el Dios Arkai, lo mató. El mundo se volvió a sumir en la oscuridad que aún hoy en día perdura. - Relatava la señora bajo la atenta mirada de Vito, quien estaba ayudándola a coser.
- ¿El Dios Arkai y el Dios Caído, Kimera, eran hermanos? - Se lanzó a preguntar.
- No se sabe, muchos dicen que sí, otros piensan que se trata de dos caras de una misma moneda, que eran un mismo ser, o, incluso, que siempre tiene que haber una contraparte para que exista equilibrio en el mundo. - Sonrió la anciana remendando el tejido.
- Por suerte, hemos vuelto a renacer. Y de alguna forma solucionaremos el problema. - Comentó Aqua acabando de limpiar la ventana. – Por cierto, el otro día tuve un sueño de mis recuerdos anteriores. Se ve que Fogos y yo no nos llevábamos nada bien.
- Normal. Sois muy opuesto. Como el agua y el fuego. - Comentó Fogo que estaba acurrucado cerca de la chimenea. - Por cierto, ¿Cuánto más nos vamos a quedar? Llevamos como cuatro ciclos lunares.
Desde el incidente de Karin, uno de los Reyes Demiürg, decidieron instalarse durante un tiempo en el pueblo. Los habitantes del pueblo, poco a poco, se fueron abriendo a estos viajeros, aceptándolos. Vito se dedicó a aprender todo lo que podía de lo que le fueran enseñando, pasó, sobre todo, mucho tiempo con la anciana que les hospedaba de la cual aprendió muchas leyendas y mitos, y también mucho cosió. Calilula ejerció de médico, y todos iban a verla si se sentían mal, por su parte, ella aprendió del médico del pueblo, que le enseñó a usar las plantas únicas del ambiente seco del desierto. Fogos y Aqua pasaban muchas horas discutiendo por cosas triviales, aunque él siguió ayudando a capturar mantarrayas, a alejar a Demiürg peligrosos, así como a ir de caza para alimentar al pueblo. Aqua tras el susto del envenenamiento de su abuelo, intentó no alejarse mucho de él, y siempre tenía un ojo sobre este. Fogo disfrutaba de estar largas tardes tumbado en la chimenea encendida por él y, por las mañanas, de largas charlas junto a la embotellada Karin. Por otro lado, Kamui había empezado a pasar días fuera del poblado solo, le cogió gusto a ir en mantarraya y dedicaba días y días a viajar por el desierto con ellas. Siempre volvía con alguna novedad, no siempre agradable. La expansión del Rey Mephisto no paraba, pocas tierras del continente de Astral estaban libres de su yugo. Fue un día, al volver de uno de sus viajes, que Kamui se desmayó nada más llegar al poblado, presentaba una altísima fiebre y Calilula intentó todo lo que sabía por aliviar los síntomas, pero seguía inconsciente.
- ¿Dónde estoy? - Se dijo a si mismo Kamui en verse flotando en un espacio negro. - ¿Un sueño?
El chico se desplazó por el ingrávido lugar donde, poco a poco, fue escuchando un tenue sonido que, en unos instantes, pudo reconocer como una voz que venía de un lugar muy lejano. Kamui tuvo que afinar al máximo su oído para interpretar que decía y desplazarse hacia allí.
- Kamui - Consiguió identificar.
- ¿Quién es?
- Kamui, Luxyum.
- ¿Luxyum? ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?
Entonces, el espacio oscuro e infinito empezaron a pasar muchas imágenes y escenas, tantas que Kamui sintió que no podría asimilar todo. Algunas no las reconocía de nada y otras eran escenas de su viaje. Interrumpieron, entonces, los sueños de Kamui, los ruidos desde el exterior.
- ¡Chicos! Se ha despertado. - Avisó Vito que estaba sentado al lado de la cama de Kamui.
De inmediato entró Calilula con una palangana de agua y un poco de hielo. Se acercó al chico.
- Parece que tu fiebre ha bajado. - Comento mientras comprobaba la temperatura. – Tienes mejor color.
- ¿Se puede saber dónde te habías metido? ¡Llegando así, nos has preocupado! – Le reprochó Vito.
- Vito, por favor, es un enfermo y necesita reposo. – Le alejó Calilula.
- No pasa nada, ya me encuentro mejor. - Dijo reincorporándose. - Hace unos días encontré unas ruinas y me puse a explorarlas. Los días pasaron volando. Cosas que pasan.
- Que susto nos has dado a todos al desmayarte.
- ¿Kamui? ¿Pasa algo? - Preguntó Calilula al ver al joven tan pensativo.
- No, nada. Solo pensaba que a lo mejor convendría partir en algún momento. Retomar el viaje.
- Aun no te has curado, a donde te quieres ir otra vez. - Protestó Vito.
- Es una sensación que tengo.
- Yo estoy con él. - Se asomó Fogos apoyado en el amrco de la puerta. - Llevamos mucho tiempo aquí estancados y siento que algo grande está pasando fuera.
- Como sea, pero por ahora Kamui tiene que reposar, cuando estén las cosas más calmadas hablaremos todos juntos sobre qué hacer. ¿Bien? - Comentó Calilula mientras miraba a los presentes. - Ahora, todos fuera de la habitación. Vamos, vamos.
Apremiados por el Serafín, todos salieron de la sala. Kamui se recostó en la cama de nuevo y como llamado por los sueños, se volvió a dormir.
- ¿Estoy de nuevo soñando? - Preguntó, pero él mismo sabía la respuesta.
Volvía a estar dentro del espacio negro que, de pronto, se transformó en una calle concurrida. Kamui se puso a caminar, aunque la gente le atravesaba al pasar. Extrañado, sintió como una voz le guiaba por unos callejones. Allí, un poco más lejos de su posición, encontró a una niña pegada contra la pared junto a dos hombres de aspecto poco amigable. Le agarraron de la fina muñeca, ella parecía resistirse. Cuando Kamui quiso avanzar, el escenario empezó a temblar como si hubiera estado mirando la superficie de un lago y una gota enturbiara la imagen. Antes de desvanecerse del todo, Kamui pudo distinguir un poco el rostro de la chica.
Kamui tuvo dos días de reposo por órdenes de Calilula, tiempo que aprovecharon los demás para debatir la idea de marcharse del pueblo, decidieron que en cuanto él se encontrara bien se marcharían, pero los que no querían ir eran libres de quedarse en el poblado. Al quinto día, muy temprano por la mañana, fue el momento acordado para irse.
- ¿Estáis seguros de esto? - Se extrañó Kamui. - Quiero decir, no os estoy obligando a que vengáis conmigo. Es mi curiosidad la que me embarca a este viaje.
- No me vengas ahora con esas. - Protestó Fogos. - Me oxidaré de estar aquí. A parte, tengo un nombre al cual proteger. Llevo mucho sin quemar nada. - Y se empezó a reír.
- Sé que es egoísta, pero tras lo que pasó en mi pueblo, creo que prefiero seguir de viaje. Que todo hay que decir, me ayuda a descubrir nuevos medicamentos y técnicas. - Comentaba Calilula revisando por vigésima vez los frascos que llevaba en la bolsa. - Y porque Junco ha de estar preocupado por mí, sobre todo si ha pasado por el pueblo y lo ha visto arrasado.
- ¿Pensabais iros sin mí? - Protestaba Vito, quien llegó corriendo - Jo… No me despertasteis… Pensé que ya me habías abandonado. No os iríais sin mi ¿verdad? - Decía mientras recobraba el aliento. - ¿Verdad?
- Y yo que pensaba que te ibas a quedar para hacer compañía a Aqua. - Apareció Fogo de la manga de Fogos.
- Y me la hará, porque iré con vosotros. - Alzaron la vista para ver a Aqua sentada sobre la escultura de hielo.
- ¿Piensas abandonar al pueblo? Te necesitan. - La fustigó Vito. - ¿Qué será del pueblo sin ti?
- Puede ser, pero hemos visto a esta niña crecer y como sus protectores, deseamos que sea feliz. Si su voluntad es dejar el pueblo, aquí estaremos todos con una sonrisa para despedirla. - Llegó el anciano junto a la dueña del hostal y algunos pueblerinos más. - Espero que tengáis un buen viaje y que el Dios Arkai os guie con sabiduría.
Las despedidas siempre son duras, en especial para Aqua, quien, mientras veía al pueblo llorar su partida y ella, incapaz de llorar, hizo que empezara a llover una fina lluvia cristalina a modo de adiós. Partieron decididos hacia Luxyum, la ciudad de las luces, siguiendo aquella extraña curiosidad que los sueños de Kamui le habían impregnado.
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