- ¡Guau! ¡Cuánta tierra junta y llana! - Exclamó Vito saliendo del helicox. - ¿Eso es el horizonte?
El grupo había llegado a las tierras de Terrassa, última zona conquistada por el rey Mephisto hasta la fecha, aunque su expansión iba en aumento.
- La capital de Terrassa es conocida por ser una ciudad sobre un terreno unido sólidamente. De aquí salen los más famosos fijadores. - Comentó Calilula apartando un mechón de pelo que se había colocado sobre su cara por el aire. – Aunque ahora que está bajo el mando de Mephisto, ya no estoy tan segura.
- ¿Fijadores? - Se extrañó el chico.
- Es un oficio que consiste en coger las tierras flotantes y conseguir unirlas, pocos son los que tienen tales habilidades. – Explicó Kamui. - Pero estas personas pueden hacer cosas tan impresionantes como estas.
- Pues es impresionante. Entonces los fijadores podrían unir TODOS los fragmentos y volver lo un lugar homogéneo.
- Sigue soñando. – Se rio Kamui. – Solo pegar un pequeño trozo ya les lleva años, imagínate cuanto tiempo los llevó unir lo que ves. Generaciones de fijadores…
- Menos cháchara y más marcha, se hará de noche y aún nos queda un lineal camino hasta la ciudad. - Protestaba Fogos al ver tanto camino recto y plano.
- Al menos ves casas. - Bromeó Calilula.
- Chicos, yo no es por meterme en la conversación, pero ¿Qué es eso que se ve allí? - comentó Fogo asomando de los ropajes de Fogos.
Todos intentaron forzar un poco la vista para ver aquel punto lejano. Un enorme minotauro estaba atacando las casas lejanas del centro de la ciudad. Era más alto que las viviendas, con cuernos retorcidos. Su cola iba dando bandazos de un lado al otro y el suelo retumbaba a cada paso que daba. Los viajeros pararon su paso en ver a aquel minotauro coger una persona entre sus manos y partirla en dos. Vito se tuvo que girar para vomitar al ver la escena.
- Creo que lo mejor será evitar esta ciudad por ahora. No creo que sea buena idea acercarnos más. - Comentó Kamui mientras pasaba la vista del minotauro a Vito.
Calilula, mientras frotaba la espalda del muchacho, comentó.
- He oído decir que en un pequeño pueblo del desierto ha empezado a aparecer agua gracias al sacrificio de un serafín. ¿Queréis que vayamos a mirar si es verdad? Dicen que lo tienen como escultura para recordarle.
- Si eso es verdad, ya hace mucho que lo tendrían que haber destruido al igual que tu pueblo. - Comentó sin tacto, Fogos.
- Tendrías que aprender a controlar tus palabras. – Le reprendió Kamui mientras le tiraba de un mechón de pelo. - No es mala idea ir a echar un vistazo.
El grupo desvió su camino hacia las tierras desérticas y aunque se habían aprovisionado de bebida y comestibles aquellos áridos desiertos hicieron imposible encontrar el pueblo y se quedaron sin provisiones en mitad de la nada. Ni los demiürg podían aguantar esos parajes.
- ¿Quién hubiera pensado que nos moriríamos en mitad de la nada? - Protestaba Fogo. - ¡¡Solo arena y más arena!!
- ¡Calla ya! O te callo yo. - Sudaba Fogos mientas discutía con el diminuto dragón.
- Si ahorraseis saliva, seguro nos iría mejor, dejad de protestar. - Suspiraba Vito
- Pero no eres el Serafín del fuego ¿cómo puede afectarte tanto el calor? - Preguntó Calilula protegiéndose del sol como podía.
- No es el mismo calor, éste que el de mis llamas… - Se empezaban a ralentizar los pasos.
- No queda ni una gota de agua. Chicos, habrá que ahorrar fuerzas… - Empezó a temblar Vito hasta que se desmayó.
- Ahora me puedo creer que ese pueblo tenga un rumor de serafines y no haya sido aún atacado ni arrasado por el ejército. - Se paró Kamui. - Si es que es imposible de encontrar el maldito pueblucho.
- ¡Hey! ¿Qué hacéis ahí? - Se escuchó una voz.
Todos hicieron un esfuerzo para girar la cabeza en dirección a la voz, sin estar muy seguros de donde procedía o si era una ilusión colectiva por el calor. De pronto, una enorme mantarraya apareció de entre la arena.
- ¿A quién, en su sano juicio, se les ocurre cruzar el desierto a pie? - Comentó la voz anterior, que ahora pudieron identificar como el niño que montaba el inmenso Demiürg. - Subid, anda. Os llevaré al pueblo.
La mantarraya se posó sobre la superficie de la arena dejando que el grupo pudiera subirse sobre él. El chico les ofreció bebida, cosa que aceptaron ampliamente.
- Ahora poneros esto. - Comentó el niño pasándoles unas gafas de protección. - Os protegerá de la arena. No tengo máscaras de repuesto, así que no abráis la boca ni respiréis durante la inmersión.
No discutieron con el joven y se las colocaron las gafas. El chico indicó una larga cuerda para que se agarraran y cuando todos estuvieron en posición, la mantarraya, se sumergió en la arena. Fueron unos segundos, que parecieron minutos, en los que tuvieron que aguantar la respiración para no tragar arena. En salir a la superficie estaban frente al pueblo.
- Puaj… - Se nauseó Vito mientras se sacudía la arena del pelo. - Tengo arena en la lengua…
- Soy Jan. - Se reía el chico mientras miraba como el grupo estaba hasta arriaba de arena.
Todos se presentaron mientras Jan dejaba a su mantarraya junto a otras en una especie de establo. El pueblo estaba rodeado por un rio de agua que fluía calmadamente. Las casas del interior estaban hechas de enormes piedras. Nada más en la entrada había un enorme bloque de hielo donde en el interior se podía ver a una hermosa mujer vestida con un traje blanco y con alas semidesplegadas. Jan remarcó que ese era el serafín que trajo el agua al pueblo.
- Falso, no, es lo siguiente…- Se indiferenció Kamui consigo mismo, a lo que Fogos y Calilula parecieron entender lo que pensaba.
- ¡Ala! Increíble. - Se acercó Vito. - un serafín congelado.
- No lo toques. - Se interpuso Jan. - Es muy delicado. Si alguien lo toca se romperá.
- ¡Jan! ¿Quién es esa gente? - Comentó una mujer que traía una niña en brazos.
- Unos viajeros. Casi se mueren en el desierto, Aqua me lo dijo. ¿He sido un niño bueno?
- Ve a casa, tu padre te estaba buscando. Y esto no perdona que te llevaras a Ru a dar una vuelta.
- Jooo. - Protestó el niño mientras se marchaba.
- Vayan a comprar lo que necesiten y márchense. Que estén aquí solo pone en peligro el pueblo. - Refunfuñó la mujer mientras se marchaba.
- ¿Qué hacemos ahora? - Comentó Fogos mirando como Vito seguía mirando al falso serafín.
- Por lo pronto, buscar un lugar para dormir. También deberíamos buscar algo con lo que ganar algo de dinero o víveres. - Respondió Kamui. - O al menos la simpatía de algún habitante.
- Cierto, no me queda mucho más para el viaje. - Comentó Calilula abriendo el pequeño saco donde quedaban unas pocas monedas.
- Pues no será fácil. Esa mujer parece que no le gustó que estuviéramos por aquí. Si el pueblo es parecido, no encontraremos donde trabajar. - Comentó Fogos mientras arrastraba a Vito para ir se de allí.
De alguna forma consiguieron encontrar donde pasar la noche por un módico precio. A la mañana siguiente se dividieron por el pueblo para probar suerte. No todos los del pueblo los miraron tan mal. Algunos los aceptaron para trabajar. Debido a que estas gentes vivían en el desierto, necesitaban muchas más horas de trabajo en el agua. La tierra era muy arenosa para el cultivo así que tenían algunos arrozales y algún que otro terreno con cultivos que debían, constantemente, humedecer para que las plantas sobrevivieran. Curiosamente, cultivaban muchas clases diferentes de verduras comestibles y medicinales. Calilula estuvo junto al médico del pueblo y pudo recolectar nuevas plantas curativas solo existentes en los desiertos. Fogos, con su fuerza bruta, fue bienvenido en la captura y domesticación de las Mantarraya del desierto. Kamui no consiguió encajar en ningún lado, pero se dedicó a ayudar en la casa donde se alojaban. Por otra parte, el despreocupado Vito, siguió rondando por la plaza y por los alrededores del falso serafín. Fue tal su curiosidad que al final acabó tocando el hielo. El frío, por un momento, le quemó la mano, pero de inmediato se quebró el hielo volviéndose vapor, sublimándose. Vito entró en pánico, no había quedado nada, solo el pedestal donde estaba colocado. El chico miró de un lado a otro sin saber qué hacer. Entonces, una risa empezó a sonar a su espalda. Vito quedó tieso, pensando como escapar de aquella situación. Poco a poco se fue girando para encontrarse cara a cara con una niña.
- Huy, la que has liado, la que has liado. - Sonreía mientras permanecía con los brazos detrás de la espada y balanceándose sobre sus pies. - Con lo bonita que había quedado.
- Y…yoo… Juro que no lo hice aposta. No sabía que… - Temblaba asustado Vito mientras la chica seguía con la risa.
- Lo sé, veo que no ha sido por un acto de maldad. - Subió de un salto al pedestal. - Pero no es fácil mantener hielo en el desierto. Por ello si se toca, el calor vuelve a él. Y como has visto, se evapora al instante. – Se agachó. - Ahora ya lo sabes.
La chica que vestía una ligera túnica azulada, se arremangó la ropa y con un gesto ligero de mano un fluido de agua apareció y empezó a rodearla. Bajó del pedestal dejando el agua flotando allí en medio. Agarró la mano de Vito, él se sorprendió al notar que las manos de la chica estaban heladas. Ella le dedicó una sonrisa y de un ligero soplido el agua se congeló. Volviendo a formar el bloque, aunque ahora en el interior había la forma de un serafín masculino, muy similar a Vito.
- Y así compensas tu “despiste” y curiosidad. - Le dijo la chica.
- Eso. Ha. Sido. ¡¡INCREÍBLE!! - Reaccionó con entusiasmo. - Soy Vito.
- Los del pueblo me llaman hija del agua, pero puedes llamarme Aqua.
- Aqua, ¿Eres una Serafín? - Fue directo Vito a la pregunta.
Antes de que a la chica le diera tiempo a responder, un hombre la llamó. Aqua le indicó a Vito que viniera también. Entraron en una de las casas principales. Tras entrar cerraron las puertas. La niña le señaló un asiento vacío. Había varias personas sentadas a los lados. La sala parecía un tribunal. En el centro había un hombre sentado. A la derecha, junto a la pared, una mujer y en el fondo, un señor anciano. Al pasar Aqua, todos se levantaron. Ella ocupó el puesto más alto, junto al anciano.
- Bien, ya estamos todos, empieza la sesión. Hoy juzgamos a Yei por el robo de alimentos en casa de la señora Yulia. - Dijo un hombre que se encontraba a la izquierda. – Que hable el acusado.
- No tengo nada que decir. No robé. Esa mujer tiene reservas a escondidas del pueblo y yo necesito mantener a mi familia.
- ¿Qué dice la señora Yulia sobre esto?
- Eso es mentira, se han de creer las palabras de un sucio ladrón. En estas tierras siempre ha escaseado la comida y el agua. Ahora que tenemos a la Hija del agua, quien no tiene alimento es aquel que no trabaja. En vez de robar, prueba a trabajar. – Le señaló.
Vito se percató del cambio de expresión de Aqua. Ya no tenía esa sonrisa dicharachera y desenfadada de niña. Sus expresiones ahora eran de un adulto, aunque seguía en el cuerpo de una niña.
- Yei, dime, de la casa de Yulia ¿Qué cogiste? - Habló la chica.
- Arroz, verduras y flanyas. - Respondió rápida Yulia.
- Ha dicho Yei, no Yulia. - Habló pausadamente el anciano.
- No tuve tiempo de llevarme nada. – Respondió el acusado.
- Porque cuando fuiste a robar, ya habías llamado previamente a la gente para que te pillaran ¿Verdad? – Indicó Aqua.
- Así es.
La gente presente soltó un gesto de sorpresa.
- Que hagan entrar las pruebas que acusan a la señora Yulia de tener una reserva de alimentos ilegales. - Mandó el anciano.
La cara de la mujer empalideció en ver como entraban por la puerta Fogos y Calilula junto a varias personas del pueblo.
- Que sorpresa, la que manda es bien joven, oye. - Soltó Fogos. A lo que Calilula le dio un pisotón en el pie.
- He revisado las cuentas de recolección de la señora, hay muchas lagunas y cuentas mal hechas. Por no añadir que el señor Yei, llevaba un tiempo indicando que había una desaparición masiva de las plantas flanyas y sospechaba de la señora Yulia. Estos documentos testifican la investigación que hizo.
- Me costó, pero conseguí abrir el almacén escondido bajo la arena. Allí hay suficiente alimento como para mantener todo el pueblo en caso de crisis. - Señaló Fogos.
- ¿Y bien? ¿Cómo se declara la acusada?
- ¡Lo hice por el bien del pueblo! No os dais cuenta de que estamos a merced de un serafín. Si ella desaparece, volveremos a pasar la hambruna y la sed de antaño. Yo solo estaba preparando un lugar donde poder mantener el pueblo cuando estuviéramos en peligro.
- Pero ¿a qué precio? – Se levantó Aqua.
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