“Los Demiürg solo obedecen a sus propios reyes, nunca a humanos. Por otro lado, los humanos sí obedecemos a Demiürg que han llegado a las cortes nobles o incluso a reyes. Uno de los reyes más peligrosos de los Demiürg es un gran dragón de nombre Fogos. Los monstruos le temen, respetan y obedecen sin rechistar, pero este rey nunca ha ansiado gobernar, por lo que vaga de reino en reino. Recientemente se ha escuchado ese nombre cerca del antiguo Reino de Tofel, pero el Rey Mephisto nunca le temió e incluso envió mensajeros por todas sus tierras diciendo que lo convocaba a palacio, pero nunca llegó a prestarse.
Fogos siguió extendiendo su rumor por todos los lugares por donde pasaba. Todos le describían por sus peligrosas llamas las cuales podían calcinarlo todo y no dejar nada. Escamas rojizas y fuerte carácter. Los humanos le temían y los Demiürg lo respetaban, pero nadie, ni humano ni monstruo, se atrevían a hacerse pasar por el peligroso dragón, pues cuando alguien esparcía falsos rumores, el original lo devoraba con sus fauces.”
- ¿Quién te ha contado eso? - Dijo el corpulento hombre que tumbado sobre la silla de piel hacía que dos mujeres vestidas con poca ropa le dieran de comer.
- Lo escuché de un viajero, mi señor. - Dijo el chico, que vestía andrajosos ropajes por tratarse de un esclavo y que con solo una vela y la sombra de sus manos había escenificado el rumor mentado.
- Tú eres el nuevo esclavo ¿Verdad? - Dijo señalándolo.
- Así es. - Los guardias le obligaron a arrodillarse.
- ¿Cuál es tu nombre y edad? – Se limpió las migajas del pollo que se estaba comiendo.
- Mi nombre es Vito y tengo cerca de veinte años. Estuve cerca de diez años sirviendo a su majestad la reina Farya. Hasta que Fogos apareció y calcinó sus tierras. – Apretó el puño con ira.
- Ya, no me vengas con misericordias tontas. Igualmente, Farya me caía mal; mal rayo la parta… mejor dicho mal dragón se la coma. - Y empezó a reír. – Ahora esclavo te llamas Fest y llevároslo ya, que me he cansado de ver su cara. - Hizo un gesto con la mano y los guardias se lo llevaron.
Los guardias llevaron al nuevo esclavo a los calabozos de una torre. La sala solo tenía dos camas oxidadas, un orinal y una minúscula ventana con rejas en la parte más alta de la pared.
- ¿Qué es este sitio? - Dijo el chico mientras lo cerraban.
- Tu habitación, si tienes dudas le preguntas a tu compañero de cama cuando vuelva. - Dijo el soldado cerrando la verja.
Fest se agarró a la metálica y rejada puerta mientras veía a los dos soldados marcharse. A ambos lados de ese calabozo había más esclavos cerrados de la misma forma que él. No entendía el porqué de que les cerraran así. El chico se sentó en la cama y comprobó que estaba dura, mohosa y el olor no era muy agradable. Pero debido al viaje hasta ese nuevo palacio estaba agotado y rápidamente cayó dormido.
- ¡Tú esa es mi cama! - Una voz le despertó.
Un muchacho vestido con una túnica blanca tiraba de las ropas de Fest. El candado cerrando la puerta lo despertó del todo.
- ¿Eres el nuevo? - Comentó sentándose a su lado.
- Sí - Se rascó los ojos. - Soy Vito, bueno, ahora se ve que me llamaran Fest. - Se incorporó sentándose también.
- Soy Yu, seré tu compañero de cuarto y esta es mi cama. - señaló el colchón de paja.
- Perdón. - Se levantó raudo.
- Mal vas si te rindes tan rápido. ¿Es tu primera vez de esclavo? – Estiró la roída tela del colchón.
- No, llevó diez años, pero siempre con la misma señora, Farya. Esa mujer se podía merecer el título de arcángel. Era buena, compraba a esclavos y luego los trataba como iguales en su palacio. Aunque no era uno de sus favoritos siempre me trato muy bien, nunca me faltó de nada. – Se sentó en lo que ahora sí era su cama.
- Vaya suertudo, algunos si lo tienen fácil. Claro que ya me contaron que quemaron sus tierras y acabaste aquí. Pues tienes suerte que este noble solo le interese las mujeres. Hay cada bicho raro entre los nobles… - Se tumbó.
- ¿A qué te refieres? - se interesó.
- De donde habrás salido tú… - Cambió a un gesto de sorpresa. - Yo he vivido desde los nueve años pasando de un noble a otro haciendo de esclavo de tantas formas que hubo momentos en que creí que me rompería. Tengo más marcas de nobles de las que ya puedo recordar, pero he comprobado que con el tiempo las cosas pueden volver a su sitio. Aunque el sufrimiento nadie te lo quita. - Se estiró en la cama.
- Claro, es por los serafines que velan por nosotros. – Justó las manos en plegaria.
- Lo dudo mucho, no son omnipresentes, solo pueden hacer cosas en su radio de acción, que es el mismo que el de una persona normal. No esperes que aparezca uno y te saque las castañas del fuego porque sí.
- ¿No crees en los serafines?
- A estas alturas solo deseo sobrevivir. - Yu dio un soplido y se giró hacia Fest que estaba sentado en la otra cama, atento a lo que le contaba. - Escucha, el noble para el que trabajamos le gusta estar rodeado de mujeres así que no harás mucho, los soldados nos sacan al azar para hacer los quehaceres: Limpiar, jardinería, cocinar, llevar comida, entre otras tareas. Y mientras tanto, permaneces aquí cerrado.
- ¿Y eso por qué? - Se extrañó
- Antes los esclavos estábamos por el palacio trabajando, muchos holgazaneaban, pero les daba igual, un par de azotes si te veían y ya. Pero un día uno de los esclavos intentó asesinar al noble cuando estaba sirviéndole la comida y, accidentalmente, mató a una de las esclavas favoritas del tipo este. Así que enfadado hizo cerrar a todos en esta torre y dejarnos salir solo con la supervisión de los soldados.
- ¿Y el asesino? - Curioseó
- Se suicidó, porque parece ser que estaba enamorado de la chica que mató. Todo un drama ¿no lo crees? – Resopló – Lo mejor es esperar a que, con el tiempo, el gordo ese muera por un infarto o algo así.
- Entonces he sido afortunado de haber sido salvado por Farya, durante todos estos años.
- Sí, muchos hablaban de esa noble como un lugar donde los esclavos volvían a ser libres y patrañas de esas.
- Seguro que ahora está en el cielo, junto al Dios Arkai.
- No creo que exista tal cosa. – Respondió de inmediato Yu. – Después de todo, en ningún momento nadie dijo que hubiera una recompensa de esa clase después de morir, ¿qué es eso de cielo, paraíso o infierno? De lo que sí hay registros es de que los serafines dijeron que había que vivir la vida al máximo, sin llegar arrepentirte de nada y seguir avanzando tanto con las cosas buenas como con las malas.
- No sé si estas a favor de ellos o no… - Fest quedó algo desconcertado.
- Creo que existen los serafines, pero dudo que sean una solución para la humanidad. Y no creo que haya nada más después de la muerte. - Concluyó. - Ahora duerme. Se hace tarde y mañana seguro nos despiertan tempano.
- De acuerdo. - Estiró las carcomidas mantas de su vieja cama y estuvo removiéndose en la cama hasta poder dormirse.
Para Fest esa era la primera vez que se veía metido en una vida real de esclavo, nunca había estado en unas condiciones tan malas como aquellas, por lo que le costó conciliar el sueño. El ruido de los guardias deambulando de arriba abajo por el pasillo lo despertó a la mañana siguiente.
- Bienvenido de nuevo, has dormido de un tirón. - Yu se estaba vistiendo. - Parece que aún no nos han asignado ninguna tarea… Bien por ti, has podido dormir más.
- Ya veo. - Fest se estiró y levantó.
- Tú, el nuevo, te vienes a pasear el perro de la princesa. - Dijo un soldado señalando a Fest y sacando las llaves para abrir la puerta.
- ¿El perro? - Repitió al ver que, con él, iban más personas.
- Sí, la princesa tuvo el antojo de capturar un Demiürg. Ves con ojo que no te coma. - Comentó Yu dándole un empujó para guiarlo hasta la puerta.
- ¿Alguna recomendación? - Empalideció Fest ante la idea de estar cerca de un Demiürg.
- No te acerques a la boca, no obedece órdenes y es más grande que un caballo. Recomendación, no le hagas enfadar. - Se apoyó en los barrotes para ver cómo se alejaba Fest junto a otros esclavos. - Tengo hambre, me pregunto si hoy nos traerán comida o pasaremos otro día sin comer. - Se fue a tumbar un rato más.
Varias horas más tarde, Fest volvió a duras penas, con las ropas hecha jirones y pálido más de lo que ya era. Se acercó a su cama y se desplomó allí. Yu comprobó desde los barrotes como habían vuelto menos de los que se fueron.
- Me quiero marchar. - Se le oyó sollozar.
- Has vuelto ileso, eso es un gran logro. - Se sentó a su lado. - Ya está, tranquilo. No creo que te vuelva a tocar pasear durante un tiempo.
Fest se agarró a las ropas de Yu y esté le acarició la cabeza.
- ¡¡Ssh!! Yu. - Se oía al otro lado de la pared. - Vengo del mercado y trAqua noticias.
- Sanso, pasa, no hay soldados. - Se levantó y le indicó a Fest que lo ayudara.
El chico se frotó los ojos y ambos se pusieron a mover un poco la cama. Del otro lado, había un agujero del cual asomó un chico.
- Ves, nosotros también tenemos nuestros trucos. - Dijo Yu al ver la cara de asombro de Fest.
- Así que tú eres Fest. Gusto en conocerte soy Sanso. – Dijo un joven chico de piel muy bronceada. - ¡Yu! Ha conseguido escapar otro. Fest tal vez tengas suerte y tú también puedas escapar de aquí.
- Verás. - Comienza a explicar Yu al notar que el pobre chico no entendía nada. - El noble tiene una hija obsesionada con los príncipes, así que coge a los esclavos masculinos y los viste con ropas lujosas, si ella cree que eres un príncipe te ayuda a escapar de aquí. Pero si no, pues nada, de vez en cuando te llama para divertirse usándote como un muñeco al cual vestir. Esta túnica me la regalo ayer, no pasé la prueba, pero igual me la dio. Y bien Sanso, ¿qué nuevas traes hoy?
- Primero, he conseguido algo de comida. Me estoy liando con una se las sirvientas de la cocina. - Sacó dos panes de entre sus harapientas ropas. – Y, lo segundo, he empezado a escuchar por el mercado que el Rey Mephisto está empezando a ejecutar a todos aquellos que usan el nombre de los serafines, que parezcan tener poderes o que simplemente hagan cosas buenas por los demás.
- A ese Rey se le empieza a ir la pinza. - Masticaba el pan Yu mientras observaba el exterior para comprobar que aún no había guardias a la vista.
- Este pan está algo duro. - Farfulló Fest masticando el pan con cierto desagrado, pero con hambre ya que desde el día anterior no había probado bocado.
- Sanso, que llegan. - Se escuchó un leve susurro de otra voz al otro lado de la pared.
Yu y Fest se apresuraron a colocar la cama en su sitio justo cuando el soldado se asomó. Venían a buscarlos para ir a trabajar.
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