El planeta fue destruido tras la lucha del Dios Arkai y el Dios Kimera. Generando que la tierra se fragmentara, quedando suspendidos en el aire vastos trozos del terreno y formando espaciosas brechas con caídas sin retorno al vacío. Y entre fragmento y fragmento nacieron unas grandes y fuertes plantas llamadas helicox, por su forma helicoidal, las cuales formaban túneles que evitar la dispersión de los terrenos y, además, permitían el paso de las personas por ellas. El mundo perdió toda lógica, volviéndolo extraño. Donde el ser humano comparte la vida junto a otra especie de monstruos. Los agricultores cultivan los terrenos flotantes y pagan impuestos al noble de las tierras. Los pueblos son construidos en zonas firmemente estables y seguras. Los Demiürg habitan por todos lados y algunos poseen tierras y mandan sobre los humanos. El continente de Astral se encuentra dividido por varios reinos y a su vez subdividido por varios nobles quienes gobiernas dichas tierras.
Y entre todo ese caos, una familia intenta vivir su vida con normalidad.
- ¡Kamui! ¿Dónde estás? - Llamaba su padre desde la huerta mientras se secaba el sudor.
- ¡Aquí! - Dijo asomando en niño con un gran ramo de flores silvestres.
- Acompaña a la vaca a pastar, pero ten cuidado, si encuentras un Demiürg escapa. Ya sabes que vale más tu vida que la vaca ¿De acuerdo?
- ¡¡Valee!! - Dejó las flores y se dirigió al pequeño establo donde vivían la vaca, unas pocas gallinas y una vieja cabra. - Bessie, ¡Vamos a pastar!
La vaca mugió mientras dejaba que el pequeño tirara de la cuerda que llevaba alrededor del cuello. Fueron a un pequeño prado no muy lejos de la casa, pero cerca de un bosque que estaba unido por una helicox. La vaca pastaba tranquila mientas Kamui jugaba con unas piedras, cuando de pronto, un fuerte aullido proveniente del bosque lo alarmó. Raudo agarró a Bessie y la empujó para volver a casa, pero el animal se negaba a moverse y empezó a estirar del niño hacia una esquina del terreno.
- ¡Vamos, Bessie! Ya pastaras luego. Vendrán los Demiürg si nos quedamos aquí. - Tiraban el chico en vano.
La vaca agachó la cabeza para señalar algo mientras mugía. Kamui se asomó para ver que era eso que había llamado tanto la atención del animal. Tumbado, un chico parecía dormitar profundamente. Vestía ropa de campesino como la de Kamui, pero se incluía una capa de peregrino y un libro. No tardó mucho en oírse al padre llamar por el hijo que al ver que no volvía y alarmado por los aullidos de las bestias se dirigió al prado.
- Papá aquí hay alguien. - Le llamó.
El padre recogió a ambos muchachos y se los llevó a la casa, por temor a que, si se demoraban más, los lobos pudieran aparecer.
- Que muchacho más apuesto. - Comentaba la abuela mientas le acariciaba el pelo al desconocido que ahora dormía en una de las camas de la casa. - Tiene un color azabache precioso, su tacto es como las plumas de un cuervo. Seguro que sus ojos son impresionantes.
- Mamá, no atosigues al niño. Me estás dando repelús.
- Bueno, bueno, aún está dormido. Y todavía me siento capaz de seducir jovenzuelos. - Bromeó la anciana junto a una risa muy afable.
- Mira, se está despertando. - Se alegró Kamui, quien estaba sentado al lado de su abuela, junto al cabezal de la cama.
- Vais a asustarlo, todos ahí pegados a él. - Comentó el padre que entraba por la puerta cargando un gran manojo de verduras.
El chico se estiró, se rascó la nuca, abrió los ojos y observó a su alrededor. Se recompuso, sentándose correctamente en la cama. Sus ojos eran de un llamativo color plata que contrastaba con su pelo negro.
- Veis como tiene unos ojos preciosos. - Comentó la abuela pasándole una taza con algo de agua. - Aquí tienes, debes de tener sed ¿Verdad?
- Gracias señora, lo aceptare de muy buen gusto. – Habló mientras recogía la taza. No dudó en beberse toda la bebida de forma moderada pero constante.
- ¿No deberías desconfiar del hecho de que unos desconocidos te ofrezcan bebida? - Preguntó la mujer acercándose al invitado.
- Si me han podido encontrar, no son mala gente. - Susurró hacia la taza de cerámica.
La familia se quedó algo desconcertada ante aquellas palabras, pero de igual forma le insistieron a que se quedara y reposara un rato más. Aunque la curiosidad de Kamui no de dejaría descansar mucho tiempo.
- Yo soy Kamui, ¿Cómo te llamas tú? - Preguntó el niño subiéndose a la cama.
- Noite. - Desvió la mirada.
- Entonces, Noite, ¿Qué hacías tumbado en el prado? ¿Dormías? ¿Te escaqueabas del trabajo? ¿Huías de algo?
- No, yo… Un momento y mi libro y mi capa. - Se revolvió nervioso buscando.
- Tranquilo, voy a por ellos. - Saltó de la cama para ir hasta la mesa y recoger las pertenencias del muchacho. - Aquí tienes.
- Gracias. ¿Has abierto el libro?
- ¿Eh? No ¿Por? La abuela lo intentó, pero dice que no se abren. Mi abuela y mi padre son las únicas personas que saben leer. ¿Es un libro de mentira? ¿Esconde algo? ¿Cómo un cofre del tesoro?
- No, simplemente… No todos lo pueden abrir… - Comentó mirando a su alrededor - ¿Y tus padres y la anciana?
- Han ido al mercado yo me he quedado a cuidar de ti.
- Ya veo, yo creo que debería irme. - Se levantó Noite.
- ¿Por? Si acabas de llegar y hace nada que estabas tirado en el campo. - Dijo agarrándole de las ropas.
- Suéltame, si me quedo más tiempo os causaré problemas. Los Demiürg me están buscando, si no me marcho os veréis envueltos en todo esto.
- No te alarmes tanto. ¿Me puedes explicar porque semejantes monstruos te persiguen? - Habló la anciana entrando en la casa. Avanzó con lentitud apoyándose en el bastón hasta sentarse cerca de la cama.
- Eso aun os podría en un compromiso mayor. – Negaba con la cabeza.
- Bueno, serénate y hablemos tranquilos. - Insistió la anciana acomodándose en la mecedora.
- Vale, como queráis, no sé si me creeréis, pero… - Dio un ligero suspiro y observó a su alrededor, desviando la mirada añadió - Soy un serafín. Hace poco que me he despertado, creo que he sido el primero.
El rostro de la anciana cambió a uno de pleno asombro, incluso podría decirse que no cabía de su gozo. Kamui se sorprendió, pero no estaba tampoco seguro de que significaba eso.
- ¡He podido vivir para poder conocer un serafín! - Empezaba a lagrimear la anciana mientras se llevaba las manos a la boca. - La salvación está cerca. Oremos por el Dios Arkai. - Dijo agachando la cabeza.
Noite la imitó, se hizo un momento de silencio que Kamui imitó. El serafín abrió el libro y leyó.
- “[…] Y en el momento en que el mundo procesaba sus horas más oscuras el Dios Arkai envió a sus siete mensajeros para dar luz al apagado planeta.” - Hizo una pausa y giró las páginas - “Aquellos que procesen devoción por el Dios Arkai serán bendecidos si han vivido una vida plena, satisfactoria y sin remordimientos.” - Entonces cerró tembloroso el libro. - No tendría que haberlo leído, pero creo que usted es lo que más quería oír. Este es el Grimorio del inicio y del final, solo los Serafines y cercanos al Dios Arkai pueden abrirlo. Entre sus páginas están los relatos del pasado, así como profecías ocultas entre sus frases.
- ¿Así que aún hay gente que recuerda las historias? – Seguía reverenciando la anciana.
- Así es. Estoy de peregrinaje para encontrar a los demás serafines, así como a nuestro Dios. Y he podido encontrarme con muchas personas que aun procesan el camino correcto. Así como muchas otras que no. - Hizo una pausa. - Los Demiürg, y algunos humanos, intentan eliminarnos antes de que resurjamos.
- Si me permite ser descortés, me podría revelar ¿qué serafín es?
- Soy sabiduría y protección, pero como no he despertado del todo, aun parece no ser el momento, así que usar mis poderes me consume rápidamente y hace que entre en breves estados de letargo.
- Así que no voy a poder verle en su forma original.
- Mis más sinceras disculpas por ello.
- No, no, no… No tienes por qué disculparse. Está tan ocupado con una misión sumamente importante y, aun así, ha decidido darle tiempo, a una anciana como yo, para conocer sobre el resurgir de los serafines. No podría estar más satisfecha.
- Abuela, me he perdido… - Comentó Kamui que aun atento a la conversación no pudo entender gran cosa por su inexperiencia y desconocimiento.
- No te preocupes Kamui algún día lo entenderás. Si el Serafín Noite cree que es necesario marcharse, hay que dejarle ir. No tienes que ser egoísta.
- Vale… - Asintió agarrándose a las ropas de su abuela. - Adiós, Noite… Espero que volvamos a encontrar.
Noite dirigió una sonrisa a Kamui y se despidió de la anciana. También dejó el recado de no decir nada de lo que dijo a nadie y que se despidieran de los padres de Kamui de su parte. Agradeció sobre todo su hospitalidad.
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