Diether se despertó y apagó el despertador antes de que
sonara. Kajei seguía durmiendo y necesitó que Diether lo empujara
fuera de la cama para prepararse para su primer día. Cada uno se
vistió con su uniforme. Para Diether los uniformes siempre eran un
fastidio pues nunca habían de su talla, sin embargo se las ingeniaba
para ajustarlos. Se preparó su bebida favorita, infusión de
Misdrel, mientras Kajei peinaba su copete frente al espejo.
Salieron alegremente a la calle, al menos Kajei lo hizo, dando pequeños saltos cada dos o tres pasos. Diether se limitó a seguir a Kajei en silencio.
En el exterior había una amplia zona destinada al entrenamiento físico al aire libre. Otros jóvenes también estaban allí, más reclutas recientemente enlistados.
No
tardaron en ser interceptados. Un hombre alto y uniformado se plantó
ante ellos. Sus profundos ojos miraban fijamente a los jóvenes.
Kajei se encogió. Diether le devolvió la mirada. Por las insignias
que llevaba en el lado derecho del pecho y su postura imponente,
acababan de conocer a su Comandante de Instrucción. Silbó y los
demás reclutas corrieron hacia ellos formando una fila. Diether y
Kajei se unieron a la fila.
El
hombre se presentó como su "Comandante". Debían obedecer
sus órdenes sin excepción o irían a la cárcel. Se paseó a lo
largo de la fila. Se detuvo cuando llegó a Diether y Kajei. El
hombre los examinó de pies a cabeza. Se mofó de Diether.
-¿Qué
haces aquí, niño? - Señaló a Diether- Vuelve a tu agujero de
mierda. - Empujó a Diether.
-¡No me iré de aquí! - protestó
Diether.
-Él... es mayor de edad. - explico Kajei
-Cállate.
- Ordeno el Comandante a Kajei y continuo señalando de nuevo a
Diether. -No sólo eres un inútil, sino que además eres escoria de
Arzuan. ¿Qué crees que haces aquí? ¿Eh? -
El
Comandante dio un paso atrás y señaló al resto de los soldados.
-Estos son ciudadanos Cavallinos. Sirviendo al Ejército Cavallino.
Mi deber es crear el ejercito más fuerte jamás visto. ¿Ves alguna
otra escoria Arzuan aquí? ¿No? Por supuesto que no, eran demasiado
débiles y fueron eliminados hace años. ¡Ahora vete a la mierda! -
Diether miró a Kajei quien le miraba aterrorizado, Kajei sacudía la cabeza tratando de decirle a Diether de que se detuviera. Diether se volvió para mirar a su Comandante. Sus ojos furiosos lo miraban fijamente, pero no iba a abandonar a su mejor amigo sólo por unas miradas furiosas y unas maldiciones.
-No.
- Le devolvió la mirada al comandante. - Si quiere que me vaya,
tendrá que echarme a patadas. -
-No...
no… Diether, no lo hagas -susurro Kajei.
-¿Te
sientes fuerte, eh? Bien.- El Comandante sonrió satisfecho.
Dio
media vuelta y se paseó hasta el principio de la fila, levanto su
mano derecha. -Esta es su primera orden reclutas. Saquen a esta
escoria de las instalaciones. - ordeno con una sonrisa.
Kajei se asustó y se escondió detrás de Diether. Los demás reclutas se miraron confundidos por un momento, pero luego se dieron cuenta de que tenían que seguir la orden. Al principio, atacaron vacilantes uno a uno. Diether repelió sus intentos con facilidad. A medida que pasaba el tiempo empezaron a atacar en grupo pero sin conseguir derribar a Diether.
Kajei le pasó una escoba y tomó otra para él. Los dos golpearon muchas caras con sus palos. Pero no paraban de levantarse e ir por ellos, así que Diether decidió hacerles daño de verdad. Y así, los hombres empezaron a volar por el campo. Kajei había dejado de ayudar a Diether, ya que estaba derribando a todos sin problemas.
Mientras
tanto, el Comandante observaba la batalla con los brazos cruzados y
una expresión de total desaprobación. Otro hombre se le había
unido, su uniforme tenía más insignias y una larga capa ondeante,
se acercó a supervisar cuando oyó el alboroto. Ambos intercambiaron
miradas de desaprobación. El hombre de la capa señalo a los
reclutas peleando y con su voz suave y maliciosa ordeno el cese al
combate inútil. El Comandante suspiro, dejando caer los brazos y
moviendo la cabeza de lado a lado salió al encuentro de los
combatientes.
-¡ALTO!
-gritó.
Los reclutas se detuvieron y Diether se detuvo justo antes de golpear la cabeza de alguien con el extremo de la escoba.
-¡TODOS!
¡Son una vergüenza para el Imperio Cavallino! Dejándose derrotar
por un miserable Arzuan. Qué desgracia. Me veo obligado a aceptar a
esta escoria ya que ha demostrado ser más apto para formar parte del
Ejército que todos ustedes. UNA VERGÜENZA.-
Diether sonrió satisfecho y balanceó la escoba. Detrás de él Kajei soltó una risita.
-Santo
Ivosy, Didi. Creía que íbamos a perder esta batalla- le susurró a
Diether.
-Pfff, como si fuera posible -se burló Diether. Sabía
que ninguno de los allí presentes podía ser realmente peligroso
para él.
-¡SILENCIO! Ustedes dos. Y todos los demás. Regresen a la fila. Y no me importa si están sangrando o les faltan dientes. -
Diether
y Kajei soltaron sus escobas y se unieron a la fila con los reclutas
heridos. En retrospectiva, tal vez golpear a todos no fue una buena
idea, pensó Diether. Pero lo hecho, hecho estaba.
-Su
incompetencia sera omitida, esta vez... Formaran parte de la nueva
rama del Ejército. Oh, sí. Si sobreviven, claro. Y créanme, haré
todo lo posible para reducir su número. - Se rió el Comandante de
los reclutas.
El hombre de la capa se unió a ellos. Levantó su brazo derecho.
-Oh,
pero si es el Ministro de Guerra. Reinhard - susurró Kajei con
asombro. Diether enarcó una ceja.
-BIENVENIDOS AL EJÉRCITO DE LA UNIDAD SIGILOSA. SALVE EL CONSEJO EVERISTA. - Gritó el Ministro.
-¡SALVE
EL CONSEJO EVERISTA! - Todos se unieron.
-¡Lo hemos conseguido, Diether!- dijo Kajei agarrando a Diether por los hombros y sacudiéndolo hacia los lados.
Diether sonrió a su amigo.
Por fin iban a abandonar las calles y la búsqueda de carroña de las zonas conflictivas...Para saltar directamente a los peligrosos terrenos mortales del campo de batalla.
Diether
dejo de sonreír.
Iba a
necesitar un gran plan para mantener a Kajei con vida durante las
continuas guerras del Imperio.
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