“Me hace sentir muy sola…
Quiero ir al final de una,
terminar con toda esta frustración
y finalmente encontrar eterna felicidad.”
Al día siguiente tuvieron que explicarle a Nicolai y Liria lo que había transcurrido, y Caterina les prohibió que se involucraran con la fantasma (no quería que sus adorable niños pensaran que era adecuado actuar de dicha manera). Sin embargo, Liria no le prestó atención y en la noche decidió salir de su cuarto buscando a la niña. Había escuchado varias historia de fantasmas a lo largo de su corta vida, pero nunca había visto uno. Esta era su oportunidad. Encontró a Florecita de Luna durmiendo en un cuarto que asumía que era suyo. Liria se acercó y trató de despertarla, lo que era difícil porque ni siquiera podía tocarla, su mano simplemente atravesada su translúcido cuerpo.
“¿Hola? ¿Estás dormida?”, preguntó la niña. Florecita siguió sin responder, pero la pequeña la siguió molestando. “Mi mamá me dijo que había un fantasma aquí. ¿Estaba hablando de ti? ¿Cómo te llamas? Yo me llamó Liria. ¿Cómo moriste?”. Florecita de Luna empezó a gruñir y simplemente se escondió aún más dentro de las cobijas de su cama. Eventualmente, después de tantas preguntas, respondió: “Déjame en paz, estoy tratando de dormir”. Liria decidió irse también a dormir, pero regresó la noche siguiente. Y la siguiente… Y la siguiente… Hasta que Florecita de Luna se dio cuenta de que no podría dormir en paz hasta satisfacer la curiosidad de la princesa, por lo que le tocaba responder sus preguntas. En vez de dormir, una noche se quedó esperando a que apareciera.
—¿No se supone que deberías estar durmiendo? —preguntó la fantasma cuando apareció la princesa.
—Se supone, pero es mucho más interesante pasar por aquí. —respondió Liria.
—No entiendo cómo es eso posible.
—Dormir se hace todos los días y te quedas sin hacer nada por varias horas, pero no siempre te puedes encontrar a un espíritu. Créeme, he tratado.
—Eres tan rara como tu madre. ¿No me tienes miedo?
—Tenemos casi la misma edad, ¿no? ¿Por qué le tendría miedo a alguien que fue como yo? Llámame rara si quieres, pero la verdad me interesa mucho saber sobre las cosas que pasan en el otro lado.
—Lastimosamente nunca he estado ahí, siempre he estado en este lugar.
—No hablo exactamente en ese sentido. Me interesa estudiar lo oculto, lo sobrenatural, ¿me entiendes? ¡Y quiero aprovechar esta oportunidad para estudiarte!
—Eso suena un poco turbio…
—¿Una amistad suena más conveniente?
—Tch. —se quejó— ¿Para qué necesitaría amigos? De todas formar te vas a ir un día y nunca volverás.
—¿Es eso tan malo? Sólo es para pasar el rato. Veo que te aburres demasiado aquí tú sola. Tenemos eso en común.
—Al menos tienes un hermano con quién jugar.
—Honestamente, no les digas a nadie, pero a veces es un malcriado y un aguafiestas. Lo consienten demasiado sólo porque es el principito del reino. Creo que es bueno tener otras compañías, sobre todo alguien que no está interesado en tener conexiones poderosas. Me gusta tu brutal honestidad, me divierte, es casi catártico.
—Pues supongo que podemos tratar.
—No tenemos nada que perder. ¿Entonces hacemos un pacto?
—No soy esa clase de espíritu —dijo algo molesta.
—Era más bien una figura de expresión. —Liria soltó una risita—. Supongo que podemos tratar de empezar algo mañana. ¿Cuál es tu nombre?
—Florecita de Luna.
—¡Qué lindo nombre! Nos veremos entonces mañana.
Así fue como la princesa y la fantasma forman una corta pero hermosa amistad. A Liria le interesaba mucho aprender sobre las habilidades de los fantasma, y juntas probaron estos poderes continuando con las bromas. Gracias a esto, Florecita de Luna logró aprender a utilizar telekinesis de forma más efectiva. Ahora podía mover múltiples objetos a distancia en lugar de uno solo. Aunque parecía que Liria estaba más interesada en molestar a su familia que a los empleados, lo que terminó haciendo que su hermano Nicolai prefiriera quedarse con su madre que en su cuarto. Durante el día, a pesar de que no la pudiera ver, Liria jugaba con Florecita de Luna. Ya a nadie le parecía extraño, pero algunos asumían que ella de verdad podía verla como a un amigo imaginario. En una ocasión estaban haciendo un fiesta de té en miniatura cuando fueron interrumpidas por el príncipe:
—Mamá dijo que no puedes estar con ella, Liria.
—No te metas, Nicolai. Sólo estás celoso porque no paso tiempo contigo. Al menos, Florecita de Luna es más interesante que tú.
—¡No es verdad! ¿Por qué quisiera hacer cosas aburridas contigo?
—Es por eso que no quiero pasar tiempo contigo. Eres una molestia.
—¡Le voy a decir a mamá!
—Hazlo, y tal vez quiera unirse a nosotras… —le susurró Florecita de Luna en el oído. Nicolai salió corriendo de miedo—. Creo que voy a tener que esperar otra oportunidad para disculparme por asustarlo... ¿Sabes qué? Tal vez no deberías pelearte mucho con él. Es tu único hermano (y es adorablemente pequeño).
—Lo sé, pero… Si no fuera por él, podría ser reina, ¿sabes? Creo que por eso lo quieren más que a mí.
—¿Estás segura de que es ese el caso? ¿Te lo han dicho?
—No realmente… Pero parece que nuestro padre sólo está interesado en él. Sólo lo veo en reuniones especiales o cuando es el cumpleaños de Nicolai. No sé qué hacer para llamar su atención.
—Si no te da suficiente atención, no la busques. Si no te quiere, no pierdas energía con él. Pero no es culpa de tu hermano que tengas un mal padre. Al menos tu madre pasa tiempo contigo.
—Creo que tomaré eso en consideración.
Al anochecer, Caterina llamó a su hija y le pidió que se alejara de su amiga porque era una mala influencia. Liria no le prestó atención y sarcásticamente anunció que no podía hacer nada al respecto, que estaba siendo perseguida. Su madre no le creyó, obviamente, pero tenía razón. No podía hacer nada al respecto. Podía sacar a sus hijos de la mansión, pero necesitaban de esas vacaciones, y era la primera vez en mucho tiempo que se veían emocionados por un nuevo día. Decidió dejar que hicieran lo que quisieran por el momento. Sólo le quedaba esperar a que se acabara su tiempo en la mansión.
Pasaron varios días y varias noches, se acercaba la hora de despedirse, pero Florecita de Luna no lamentaba su decisión. Era triste que tal vez no se volvieran a ver, pero al menos limitaron su soledad y lograron su cometido: pasaron un buen rato. Incluso el pequeño Nicolai cedió ante la tentadora oferta de unirse a sus pequeñas aventuras, aunque fue algo tarde. Los dos niños regresaron a sus casas y continuaron con sus vidas. Caterina decidió no perder más tiempo, estaba cansada de la presencia de Florecita de Luna, por lo que inmediatamente le pidió a la iglesia que enviaran un exorcista.
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