¡Buenas de nuevo, marineros! ¡La primavera ya está aquí! 🌷 Los pájaros cantan, los bichos aparecen por todas partes y resurgen las alergias… No hay momento mejor para rememorar una de las celebraciones más antiguas del mundo: El Equinoccio de Primavera, y honrar a la antigua diosa Ostara.
Relacionada con la Pascua (Easter) por su nombre anglo-sajón; Eostre, poco se sabe de esta antigua festividad de Ostara salvo que puede tratarse de la tradición del equinoccio de primavera más antigua de Europa, remontándose sus orígenes a las tribus germánicas, siendo después adoptada por los sajones y los vikingos entre otros. Como una celebración de vida, Ostara tiene lugar en el momento exacto en que las horas de sol coinciden perfectamente con las de luna, antes de que los días se alarguen. Representando el fin del invierno, ella es la deidad del amanecer y se le atribuía el brindar fertilidad, renovación y renacer. Entre sus símbolos más conocidos se encuentran la Luna, popular antiguo icono de fertilidad, feminidad e importante emblema en el calendario Celta; la Liebre, símbolo de fecundidad, especialmente en Marzo (las liebres macho pueden verse saltando como locas en este mes, de ahí la frase “loco como una liebre de Marzo”), que deriva de una leyenda popular que dice que Ostara encontró un pájaro herido al final del invierno y, para salvar su vida, lo transformó en liebre, pero la transformación no fue completa y retuvo la capacidad de poner huevos… En agradecimiento, la liebre decoraría estos huevos para dárselos a Ostara; y de ahí su último símbolo, el Huevo, una representación del nacimiento.
Como no puede ser de otra manera, tenemos un Universo de Guzbourine donde nuestros chicos pueden celebrar esta festividad también, si bien no como germánicos sino como seiðmenn (hechiceros) de vikingos islandeses. Los vikingos adaptaron esta celebración a sus propios dioses, honrando a Frejya como representación de la feminidad y el amor, así como a Thor y Frey, dioses de la fertilidad a los que agradecer la renovación del año. La llamaron Sigrblót, un momento para el blót (sacrificio) estival, el primero de la estación cálida, dedicado a la victoria en la guerra y la suerte en los viajes, y marcando así el fin de la temporada de pesca invernal. En la versión vikinga de esta festividad, las celebraciones no sólo incluían sacrificios de preciado ganado a los dioses, sino generosos festines al aire libre también. La sangre se esparcía en las estatuas de los dioses, en las paredes y en los propios participantes también. Bebidas afrutadas y chispeantes como el hidromiel y la cerveza acompañaban las comidas; y la noche era el momento de gigantescas hogueras y baile. Recitando la antigua oración “Til árs ok friðar”, “Por un buen año y frith (paz)”, pedían por fertilidad, buena salud, buena vida, paz y harmonía entre las gentes y los poderes.
Podréis saber más acerca de este Universo de Guzbourine llamado “Ice-blue Wolf” en futuros posts. ¡Esperamos que os gusten!
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